Terminaba mi último fotocomentario, el lunes de esta misma semana, con una alusión al coso taurino de Zaragoza, llamado «de la Misericordia». Ironía en el nombre, los de la misericordia, cuando es un lugar destinado, por costumbres y festejos primitivos y ancestrales, en los que la hombría había que demostrarla a base de sangre, de los demás a ser posible, a hostigar, herir, maltratar y matar de forma inmisericorde a un animal herbívoro rumiante. Los herbívoros rumiante carecen de agresividad por naturaleza. No la necesitan para comerse a sus presas, los pastos que luego han de rumiar pacientemente durante horas para capacitar a sus bacterias simbiontes y sus tubos digestivos para digerir las duras fibras vegetales de las hierbas. Pero tienen el instinto de defenderse de quienes los acosan y los atacan, lo cual parece divertir a los machos ibéricos ancestrales.
En cualquier caso, el edificio es bello. Armonioso. Y capaz de albergar otros acontecimientos, propios de culturas más avanzadas y civilizadas, que pueden concitar el concurso y la aceptación de segmentos más amplios de la población. Esperemos que hacia ello evolucionen. Por cierto, la palabra coso se usa en algunos lugares, especialmente en Aragón, para denominar a la que era la calle principal y más animada de la población. Véase la calle del Coso de Zaragoza, o las calles del Coso alto y del Coso bajo de Huesca. Calles céntricas animadas y principales en ambas ciudades, con un mismo origen histórico, la ronda que rodeaba la ciudad en las murallas. La denominación coso comparte origen etimológico con la italiana corso, que suele indicar también vías públicas de importancia en las ciudades de aquella otra península mediterránea.
Vuelvo una vez más a una de mis autoras preferidas en habla inglesa, aunque sea un libro traducido al español. Es el noveno que leo de Joyce Carol Oates desde el primero en 2015. Y si algo caracteriza a la autora es que, conservando una gran coherencia en cuanto a los temas y los mensajes que nos lanza a través de sus obras, la forma de las mismas varía, mostrando diversidad y dominio de los géneros literarios. Uno de esos autores siempre candidatos al Nobel… que probablemente nunca recibirá. En cualquier caso, esta autora ya octogenaria se sigue mostrando perfectamente lúcida y capaz, con una carrera enormemente productiva. Mucho me tendría que espabilar para abarcar toda su extensa obra.
La escritora, Joyce Carol Oates, es nacida en el estado de Nueva York, donde ha localizado la acción de algunas de sus novelas. No necesariamente las que nos ocupan hoy.
En esta ocasión afronto un volumen con dos novelas cortas que cogí de oferta en mi tienda de libros electrónicos habitual. Por lo que he colegido, en el original inglés el volumen incluía cuatro novelas cortas o relatos. Quizá en castellano considerase que si lo dividía por dos igual aumentaban los beneficios. O algún otro razonamientos cuya lógica probablemente se me escape. En cualquier caso, el libro que yo adquirí incluye dos novelas cortas en las que la protagonista, femenina en ambos casos, distinta, son personajes distintos, se enfrenta a un misterio del pasado. Un misterio incluso de corte policiaco o criminal.
En el primero de los relatos, la protagonista es una académica e investigadora del ámbito de las letras y las humanidades, hija adoptiva de una pareja de profesores universitarios del medio oeste americano, que en torno a los treinta años de edad vive una vida tranquila, casi podríamos decir monótona y aburrida, hasta que le llega la noticia de que ha recibido una herencia de la que fue su abuela biológica. Lo que le permitirá conectar con la familia de sus padres biológicos, fallecidos en accidente en extrañas circunstancias. Una familia con misterios y personajes problemáticos, en la que comenzará a investigar quienes eran sus padres.
En el segundo de los relatos, Oates da una vuelta a algunos de los temas que Daphne du Maurier planteaba en su famosa Rebecca, cuando la protagonista, una estudiante de letras acabe casándose con un profesor universitario, viudo de una famosa poetisa, muy rompedora y excéntrica, que murió en extrañas circunstancias. Por lo tanto, tendrá que vivir en una casa en la que la sombra de la fallecida lo ocupa todo. Y además, la fallecida dejó un hijo, novedad clara con respecto a la historia de du Maurier.
Cuando Oates plantea los misterios de estos relatos, no busca tanto su resolución, como tratar los temas que son frecuentes en sus novelas. Los problemas de la identidad, del lugar en el mundo, de la complejidad de vivir a la sombra de un hombre con gran influencia sobre la protagonista femenina, la relación con la infancia y la maternidad, propia o delegada. Lo bueno es que en este caso, además del interés de los temas, te llevas añadida la intriga por saber qué pasó. Incluso si es algo que nunca acabas de aclarar. Porque incluso la realidad puede ser relativa.
Esta película de Jonás Trueba dura sólo 64 minutos. Te cobran lo mismo que si durase 150 minutos. Pero a mí, intuitivamente, me sale decir que es un mediometraje, no un largometraje. Me entra la duda y me intento informar. Parece que la Academia de las artes y las ciencias cinematográficas, en España, no tiene una definición oficial de lo que es un corto-, medio- o largometraje. El diccionario de la RAE nos dice que un largometraje tiene «una duración generalmente superior a los 60 minutos». Dentro de la habitual ambigüedad académica, que cada cual interprete ese adverbio infiltrado en la definición, y que elimina cualquier precisión de la misma. Porque… ¿cuando 60 minutos sería largometraje y cuando no? O quizá la cosa vaya por debajo,… ¿en ocasiones 55 minutos contaría como largometraje aunque «generalmente» no?.
Lo más próximo que tengo a mano sobre la periferia madrileña son las fotos que hice en la etapa prólogo de mis recientes vacaciones a Italia y Austria, que transcurrió en Alcalá de Henares. Con las cercanías de Madrid… en dirección opuesta a Alpedrete,… donde se pierden los urbanitas protagonistas de la película de hoy.
Los franceses del Centre national de la cinématographie son más claros. No existen los mediometrajes. Cortometraje cuando durante entre 1 y 59 minutos, largometraje a partir de 60 minutos. Parece ser, no obstante, según nos dice la Wikipedia en francés, que François Truffaut, una autoridad muy respetable, sí que consideraría el mediometraje, entre los 30 y 65 minutos. Por razones de tradición histórica en el medio. Me gusta esta visión… supongo que porque se adapta a mi percepción absolutamente subjetiva de que esta película es un mediometraje.
No obstante, el mundo anglosajón, considera que los largometrajes (feature film) son cuando la duración de la película llega a los 40 minutos. O más. Claro. En fin… que esta película es cortita y se ve pronto. Y por supuesto, con ese título, es evidente que está haciendo un juego de palabras. Entre lo que sucede en el relato, en el que el pronombre la hace referencia a la casa de una pareja de protagonistas, y la invitación de los responsables de esta películita a verla.
Así que, peliculita de tono y ambiente postpandémico. Dos parejas jóvenes, pero no tanto, en sus treintaitantos. Clase media culta, con estudios universitarios, relacionados con el mundo de la cultura y el arte. Unos conservan todavía un punto de bohemia en su vida diaria, mientras que los otros anuncian que en el mundo pandémico se han instalado en una casa en la periferia madrileña, y van a tener un bebé. E invitan a su amigos a visitar su casa en esa periferia madrileña, cercana a las sierras. Lo cual hacen tras una minúscula odisea con las cercanías ferroviarias.
Trueba nos ofrece en esos 64 minutos una visión relativamente pesimista de unos tramos de edad en los que se supone que la persona tiene que estar en su plenitud personal, laboral o profesional. O por lo menos acercándose a ella. Aunque estamos en una sociedad en la que los tiempos se han ralentizado, y las personas «maduran» más tarde. Dos parejas de amigos. Una, que tiende a lo convencional. Casita en la periferia, que es más grande. Tener un bebé. Una vida tranquila, familiar. Pero, ¿lo hacen por convicción o porque toca? ¿O por resignación? La otra pareja, aferrándose a su estilo de vida urbanita, algo bohemio. Enganchados a sus artes y a sus lecturas… filosóficas, más o menos pretenciosas. La película se mueve, en lo que yo entiendo, entre la descripción de una realidad, más bien deprimente, y la parodia de esa realidad. Como en la lectura de ese tocho de Peter Sloterdijk, mal digerido por los protagonistas. Incluso por la entusiasta del texto, que se mueve entre las buenas intenciones y la más absoluta pedantería.
O eso me parece a mí, porque empieza a costarme entender las intenciones de algunos autores/directores. Nunca me he considerado el más listo de la clase, pero tampoco corto de entendederas. Pero empiezo a notar la distancia generacional. Y me cuesta comprender a los «jóvenes» maduros de esta película. Cuando dejé atrás mis años de universitario y de formación especializada, con 29 años y un trabajo estable, sentía la necesidad de reivindicar mi iniciativa, mi capacidad de aportar. Me sentía maduro y seguro. Incluso si me faltaba experiencia, me sentía seguro de mi formación. Y muchos de mis amigos y conocidos tenían ilusiones similares. Pero ahora siento que la gente de esas edades siente la necesidad de mantenerse en un estado de perpetua «juventud» irresponsable. Y soy consciente que me puedo estar equivocando. Pero obras como esta reafirman esta sensación.
La película se deja ver, por eso, pero no entusiasma. En los días entre su estreno en viernes y el miércoles cuando la vi, escuché muchos comentarios favorables, alguno incluso entusiasta, en diversos medios. Cada vez desconfío más de estos comentarios. Me da la sensación de que hay un intento de llevar al cine a la gente a ver la película que han hecho sus amigos, sobrevalorando producciones de cine nacional que no son malas, pero tampoco se elevan en exceso sobre la medianía. Y esto a la larga penaliza al cine español… porque dejas de confiar en él. Pocas cosas destacables en esta película, salvo algún parrafito puntual.
Muchos zaragozanos se siente orgullos de uno de los monumentos más destacados de la ciudad, el palacio de la Aljafería. Residencia de verano de los reyes hudíes de la taifa de Saraqusta. Fue un brillante reino musulmán, pero breve (1018 – 1110), en el que florecieron la cultura, las artes, las letras y las ciencias medievales, y en el que se construyó la Aljafería, que fue uno de los ejemplos más hermosos de la arquitectura palaciega de Al-Ándalus. Y digo fue. Porque aunque nos han llegado ejemplos hermosos de lo que pudo ser, lo cierto es que tras la conquista de la ciudad en 1118 por los (bastante menos cultivados e ilustrados) cristianos del reino de Aragón, aprovechando un vacío de poder en la ciudad bajo gobierno almorávide, el palacio sufrió vicisitudes de todo tipo. Por no decir maltrato generalizado.
Hoy en día es sede del parlamento autonómico, las Cortes de Aragón, por lo que el régimen de visitas está supeditado a las actividades de la institución. Y además, tengo la impresión que puede ser subjetiva, con el tiempo se ha rebajado el nivel de libertad con el que los zaragozanos podemos acceder a lo que deberíamos considerar un patrimonio común. Uno de esos lugares de los que todo el mundo presume, aunque durante la mayor parte de su historia ha sido maltratado; y originado por una cultura que, independientemente de las tribulaciones que actualmente pase el mundo islámico, en el momento de su construcción, era superior en cantidad y calidad a la de sus más bien bárbaros y fanáticos religiosos conquistadores. El mundo del revés casi 1000 años después. Nadie a celebrado el milenario de la taifa que durante menos de un siglo brilló. El palacio forma parte del conjunto del mudéjar aragonés, declarado Patrimonio del a Humanidad por la Unesco en 1986.
Por su exterior paseamos recientemente durante un paseo fotográfico de la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ. Los datos técnicos de las fotografías los podéis encontrar en Tengo que usar más la Leica CL – paisajes urbanitas sobre Kodak Pro Image 100. Ese mismo día, durante el paseo fotográfico pasamos junto al Coso de la Misericordia, coso taurino que, aunque mucho más reciente, refleja la influencia del estilo mudéjar incluso siglos después.
En las dos últimas semanas he estado tan liado con varias cosas que he descuidado otras. Por ejemplo, he llegado tarde a presentar la foto para la exposición anual de socios de ASAFONA Asociación aragonesa de fotógrafos de naturaleza. La he mandado tres días tarde. No sé si la admitirán. Tan apenas he avanzado en el procesado de mis fotos tirolesas y venecianas. Por hablar de cosas que tienen que ver con al fotografía. Y tan apenas he revisado la red de redes para ilustrarme en nuevas cosas fotográficas. Y seleccionar algunas recomendaciones para todos vosotros. A cambio, lo pasé bien dando una charla sobre medir la luz y determinar la exposición fotográfica para compañeros de AFZ Asociación de fotógrafos de Zaragoza. Pero vamos con las poquitas recomendaciones de esta semana.
Nunca le había calzado el Pentax SMC-M 200 mm f4 a la Canon EOS RP, que yo recuerde. Así que ayer, aunque el objetivo era hacer fotos con la Hasselblad 500CM, me la llevé para hacer alguna foto con esta combinación. El contraste de este teleobjetivo Pentax no es muy alto. Y no es difícil ver que la aberración cromática penaliza algo la nitidez. Pero es mucho más usable de lo que yo pensaba. Mucho más.
No. No todos los alemanes eran nazis en los años 30 del siglo XX. El problema con los problemas es que, si aceptamos el principio de Pareto, estadísticamente hablando en una población hay un 20 % de personas que crean un problema grave, frente a un 80 % que no lo hacen. Pero también, hay un 20 % de personas que luchan para resolver ese problema grave, frente a un 80 % que no lo hacen. Y esa mayoría inerte, silenciosa, que no se mueve, es la que puede dar la victoria al 20 % problemático. Probablemente, algo así sucedió en la Alemania nazi. El problema con los que no se oponen a lo perverso, aunque no sean perversos ellos mismos. O como se dice de otra forma, si no eres parte de la solución… eres parte del problema. De los alemanes que se opusieron a Hitler, muchos acabaron exiliándose. Muchos de ellos en Francia. Hasta que en 1940, esta colapsó impotente ante la maquinaria de guerra nazi. Y aquellos exiliados, no sólo alemanes, sino también de otros países, que tenían mucho que temer de aquella tenebrosa Alemania, pero también de aquella tenebrosa Francia derrotada, hubieron de volver a huir. Opositores políticos, exiliados republicanos españoles, judíos, intelectuales y artistas,… Una de ellas fue la fotógrafa Germaine Krull que fotografió uno de aquellos viajes de exilio, desde la Francia de Petain hacia Sudamérica. y nos lo han contado en Plataforma de arte contemporáneo. Se puede ver en PhotoEspaña 2022.
En el informe de enero de este año, The Economist rebajó a España a la segunda división de los países democráticos, por la palmaria situación de falta de independencia del poder judicial, reflejada en los rifirrafes de los partidos políticos para controlar los órganos de gobierno de los jueces, el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo. Una situación absolutamente vergonzosa… pero que no avergüenza en absoluto a los líderes, afiliados y simpatizantes de los partidos políticos por lo que se ve. Pero no somos los únicos. Aunque mal de muchos… consuelo de tontos. En Estados Unidos, los jueces del Tribunal Supremo los propone el Presidente de la nación, y también lo hace con sentido ideológico partidista. Claro, Estados Unidos, a pesar de su autoproclamado papel de «vigilante de la democracia», también es una democracia de segunda división. Y ahora su Tribunal Supremo ha eliminado la protección constitucional de las mujeres que desean interrumpir su embarazo. Buena parte ese país, en términos de territorio, de superficie geográfica, son estados incultos, fanáticos religiosos, ultraconservadores, que dicen estar en contra de la intervención del estado en sus vidas,… salvo cuando conviene a sus intolerantes y fanáticas creencias, claro. Y entre ellos los estado de lo que se llama el Sur. En Booooooom, he visto las fotografías de Tema Stauffer (instagram), explorando el carácter y la historia de esa amplia región norteamericana con su cámara de gran formato. No sé si llega a triunfar del todo en su misión de mostrarnos esa realidad, pero las fotografías me parecen de gran calidad.
Me gustaría componer dípticos fotográficos significativos. Me gustan mucho cuando los veo. No digamos ya, si son trípticos. Pero quedémonos con los dípticos. Porque esta semana encontré los de la fotógrafa Jessica Uhler (instagram), en los que combina retratos ambientales, parciales, o ausentes, con escenas de la naturaleza, del paisaje, principalmente en entornos acuáticos, para reflexionar sobre sus experiencias personales más profundas conforme los años le van cayendo. Tienen un contenido claramente poético, metafórico. Y me han gustado y por ello los traigo aquí. Los he visto en Lenscratch.
En las últimas semanas, tras volver de las vacaciones, he bajado el ritmo al que veo episodios de series televisivas. Hay varios motivos. Que en general son bastante saludables, porque hago otras cosas interesantes y con más ejercicio. Pero en lo que se refiere a las teleseries surcoreanas está la cuestión de mi hora de echarme a dormir. Tradicionalmente voy a la cama pronto. Mi despertador suena en algún momento entre las 6:15 y las 6:30 de la mañana. Pero sigo necesitando dormir entre siete y ocho horas. Calculad el momento adecuado para cerrar los ojos por la noche. No obstante, solía acostarme pronto, pero dedicar un rato en la cama a leer, ver algún vídeo en Youtube, o ver unos cuantos minutos de un episodio de drama coreano. Pero en las últimas semanas, en cuanto me acuesto me quedo dormido. No obstante,… hasta esas vacaciones acumulé unas cuantas series del país oriental, y voy con ellas.
Ya que lo sobrenatural predomina en una de las series de hoy, y aunque no corresponda con la misma religión, da igual en Asia hay mucho sincretismo, pasearemos por los templos del monte Geumjeong (Geumjeongsan) en Busan.
Iris [아이리스] es una serie antigua, de 2009, que lleva un montón de años en el catálogo de Netflix, aunque no aparezca como «Netflix original» o algo parecido. Me llamó la atención en su momento, hace años, porque estaba protagonizada por gente que aparecían en otras series que me parecieron interesante. Pero me ha costado todos esos años terminarla. Es una serie de espías, una ficticia agencia de espionaje surcoreana, en rivalidad con sus contrincantes norcoreanos. Fichan a dos militares, y tras una misión en Hungría, uno de ellos es escogido como chivo expiatorio… porque la misión es ilegal, promovida por una misteriosa organización, Iris, que infiltra la agencia y otros organismos gubernamentales y empresariales de todo el mundo. O sea… la típica de conspiraciones, con uno contra todos. Hay romance, amistad, traiciones, tramas dentro de las tramas… y si la comparas con lo que los coreanos hacen hoy en día… es bastante cutre. Lo cual no quiere decir que no tenía potencialidad para ser algo más. Pero bueno… como curiosidad… Al protagonista, Lee Byung-hun, lo vimos en una de las series estrella de época de Netflix, y ahora lo vemos en otro drama de la cadena que aún no ha terminado. También salía en la más exitosa serie coreana de la plataforma,… pero enmascarado. La chica protagonista es un florero con algo de acción, pero si lo miras bien… florero. También la hemos visto en alguna serie en Netflix, haciendo de fantasma.
Naeil [내일], o sea Tomorrow en inglés, no hay traducción del título, Mañana, al castellano, es una de esas series sobrenaturales que parece les gustan mucho en los países del oriente asiático. Un joven cae en coma tras intentar salvar a un suicida, porque el ser sobrenatural encargado de trasladar las almas de los muertos al más allá… se la lleva cuando no toca. Entonces, el Dios emperador de Jade, o su versión coreana, que resulta que es mujer, una broma habitual de convertir en señoras a los dioses omnipotentes de las distintas religiones que pulular por el mundo, decide que despertará después de seis meses, pero que mientras tiene que currar con dos sobrenaturales más previniendo suicidios. Porque como en muchas religiones, los suicidas se condenan para siempre. Un pecado muy feo. Todas las referencias a priori era de un reparto importante con mucho potencial y que la serie podía ser muy interesante… pero no. Los casos en los que trabajan son tópicos, sensibleros, patrioteros y, en ocasiones, ridículos. Sin que por un momento entren en comprender porqué la gente realmente se suicida y comprender a los suicidas. Sólo en los capítulos finales se anima cuando se cuenta la historia, muchos siglos atrás, de la jefe de este equipo, una actriz (Kim Hee-seon) que obviamente esta malempleada en esta tontá.
Crazy Love [크레이지 러브] no está en Netflix. Curiosamente, en algunos países está en Disney+. Se conoce que la potente multinacional está empezando a ver que hay dinero en los dramas coreanos. Bien es cierto que no está en todos los países, sólo en algunos seleccionados del continente asiático, por lo que verla desde aquí… exige, «algunos esfuerzos». No es especialmente interesante. Un empresario del negocio de las academias privadas, que en aquellos países existen muy florecientes por la enorme competencia para entrar en las mejores universidades si no quieres ser un pringado, es un tirano antipático… y bastante imbécil. Y trata muy mal a su secretaria, que a pesar de todo se resiste a dimitir de su puesto. Hasta que se harta esta y decide darle un susto… en una noche en que todo se complica, y alguien agrede al empresario,… que luego parece tener amnesia, por lo que la secretaria se hace pasar por su prometida… y bueno… un enredo romántico sin más trascendencia, con la rémora que yo no empaticé mucho con los personajes. Pero me pareció curioso lo de que la distribuye Disney. Sin más.
El año 2011 fue un año… relativamente malo para mí. Lo empecé con mucha ilusión, haciendo planes… pero casi todos se fueron torciendo por el camino. Y una de las cuestiones que más influyó fue que mi padre empezó a acusar deterioros en su salud, e ingresó en el hospital varias veces. Y en estas estancias hospitalarias siempre aprovechaba para leer. Siempre con algún libro de bolsillo a mano. Editorial Salamandra había cumplido años recientemente. Si no recuerdo mal, 20 años. Y había sacado un serie especial de libros de bolsillo conmemorativos, de los que leí casi todos. Y entre ellos, la Suite Francesa de Irène Némirovsky, obra inacabada de una inmigrante rusa judía a Francia, y que tras desarrollar una interesante carrera literaria en el idioma de Molière, fue traicionada por su patria de adopción, y acabó sus vidas en un campo de exterminio nazi. Los franceses siempre cuentan más sobre la resistencia al nazismo, que sobre el abundante colaboracionismo que existió en el país durante la ocupación y el infame régimen del mariscal Petain. La Suite francesa permaneció inédita hasta 2004 cuando se publicó y hubo un redescubrimiento de la obra de una escritora que había permanecido ignorada desde su muerte.
Me gustó mucho aquella obra inacabada, por lo que en los años siguientes volví a la autora, leyendo varias de sus obras, todas publicadas por Salamandra. Esta fue una editorial muy interesante, pequeña en comparación con otras, de carácter independiente, de las que descubría escritores de calidad, ignorados por las grandes, más preocupadas por la cuenta de resultados que por la cultura o la literatura. En 2019, con 30 años de recorrido fue comprada por una multinacional,… así que… se acabó la independencia, y [mode ironic/on]»bienvenidos»[mode ironic/off] los oligopolios justo donde más hace falta la diversidad, en el mundo de la cultura y las ideas. En cualquier caso, esto ha sido una pequeña disgresión que espero disculpéis, desde el año 2016 no había vuelto a la autora rusofrancesa. Hasta que una oferta flash en Amazon me llevó a esta interesante novela.
Publicada originalmente en 1939 por capítulos en una revista con el título Les échelles du Levant (Las escalas del Levante). Ya no pudo editarse en forma de libro por la guerra y la muerte de Némirovsky. Cuando se reeditó en forma de libro en 2005, ese título se asociaba a una novela de Amin Maalouf, y por ello se publicó como Le maître des âmes (El maestro de almas), expresión que aparecen en el relato para referirse a su protagonista. Este es un médico levantino, joven cuando comienza el libro. Se dice en él que es un meteco con ancestros griegos e italianos, que procede de algún lugar de Crimea o Ucrania. Probablemente judío, lo cual no se establece expresamente en ningún momento, que yo recuerde. Podría estar equivocado. Que malvive en Niza en los años 20 del siglo XX con su esposa embarazada, y que no consigue salir adelante puesto que los franceses no confían en él por su carácter extranjero. Pero por una suerte de carambolas, y plagiando con ciertas modificaciones los métodos del recientemente puesto moda psicoanálisis de Freud, al que hipócritamente critica, se hace un nombre y una fortuna, aunque siempre pendiente del dinero y de las apariencias, en una sociedad en la que nunca se sentirá integrado.
Este es un libro duro. Siendo Némirovsky una exiliada de la Europa oriental, siendo de origen judío, se muestra implacable con el protagonista de su relato. Aunque pueda sentir compasión de él y su familia cuando sufren, no deja de ironizar e incluso satirizar sus actitudes cuando le llega el éxito, así como todos sus intentos por huir hacia adelante cuando se tuercen las cosas. Llegando a la absoluta falta de ética profesional y al crimen. Las ironías de la esposa fiel y enferma que le perdona sus constantes infidelidades, y la ironía de la hija que le repudia al integrarse entre las familias de bien francesas que le desprecian y a las que desprecia, salvo justamente la de la mujer a la que amó, y que representa la Francia en la que le gustaría integrarse pero que le rechaza, y que justamente en la que integra su hija. Representante de la figura del judío errante en la conflictuada sociedad francesa de entreguerras.
Por esta novela, y otros escritos, se ha acusado en ocasiones a Némirovsky de ser una judía renegada y antisemita. Se convirtió al catolicismo, creo que en torno a 1938, aunque eso no le sirvió para evitar las leyes antisemitas de la Francia de Vichy y formar parte del enorme listado de víctimas del racismo de la Alemania nazi. Pero no son pocos, y así lo entiendo yo también tras leer el libro, que Némirovsky lo que hace es repartir estopa a todos los palos. Tanto critica la hipocresía de la sociedad francesa, el racismo y xenofobia de la clase media, como el ansia del dinero del levantino y su pérdida de valores. Valores que existían pero a los que renuncia, puesto que también desea renunciar a su herencia. No obstante, como he leído en algún sitio, el conocimiento de la historia posterior, el propio genocidio en el que pereció la escritora pero que no formó parte de su bagaje literario, hace que la lectura de su obra sea difícil para algunos desde la perspectiva moderna. Némirovsky no se andaba con contemplaciones para los protagonistas de sus propias creaciones, y era muy consciente de los problemas de la sociedad en la que vivía.
Esta novela, que leí ya de regreso de mi viaje de vacaciones, es compleja. Pero apasionante. Bien escrita. Y muy recomendable. Pero conviene centrarse en su lectura, libre de prejuicios y evitar juzgar a sus protagonistas con la misma dureza que ejerce la propia escritora, para mantener una adecuada distancia y perspectiva sobre la hipócrita sociedad que se critica.
Y es que, como digo en el título de la entrada, la estación de Canfranc ya no es la estación de Canfranc. Con dinero público se está rehabilitando el majestuoso y, quizá, excesivo en pretensiones edificio de la antigua estación internacional de Canfranc para su uso por una empresa privada como hotel. Hotel «de lujo», dicen. O de «alto standing«, que parece que les suena menos políticamente incorrecto a los políticos que decir «de lujo». Ahora la estación es un edificio construido con el dinero justo, todo materiales prefabricados, que ni siquiera tiene una estética acorde al entorno. Y para el que no encontré composición fotográfica que me apeteciera estampar en los fotogramas de la película negativa en color. Desconozco exactamente cómo se reparte los dineros de la rehabilitación del viejo edificio. Espero que, por un mínimo de decencia, la empresa que aspira a hacer negocio en el mismo este poniendo dinero. Pero seguro que de los impuestos de los aragoneses, o de los españoles en general, se pone buena parte de lo que cuesta esa rehabilitación. Hace tiempo que estamos en un país en el que se socializan las pérdidas y se privatizan los beneficios. Lo cual suele generar inequidades e injusticias. En fin… lo que no me acabo de creer es esa esperanza de apertura del túnel ferroviario al tráfico en un plazo relativamente corto, como algunos dicen.
En los próximos tiempos no se podrá subir a Canfranc en tren. Van a arreglar vía en algún tramo de la línea. A ver cuanto acortan los tiempos de viaje. Os dejo alguna foto más del entorno ferroviario de la estación.
No voy a perder mucho tiempo con esta película. Es una de las mayores calamidades que he visto en los últimos tiempos. Como ya vengo comentando en otras semanas, la cartelera en salas no está muy activa o atractiva. Se estrena mucho, llama la atención poco. Así que no quedamos para ir al cine la semana pasada, y decidí darle una oportunidad a los estrenos directos en plataforma en línea. Y esta película tenía un director con nombre en el ámbito de la comedia, Judd Apatow, y algunos nombres más o menos de moda en el reparto como Karen Gillan, David Duchovny, Pedro Pascal, Rob Delaney entre otros, muchos británicos, en un reparto muy coral y con abundantes cameos.
Algunas escenas tomadas en Inglaterra, donde parece que se hace el rodaje de la película, aunque según IMDb esta tenga nacionalidad nortamericana.
Pretende se una crítica o parodia de los rodajes de blockbusters de franquicias de acción, centrándose en concreto en los dinosaurios, pero en tiempos de pandemia. La «burbuja» del título hace referencia a la medida de contención en la transmisión de un patógeno, aislando entre sí a grupos de personas, cada uno de ellos una «burbuja», de otros grupos, permitiendo la realización de una actividad colectiva o productiva. La «burbuja» en este caso es el equipo de rodaje de la película ficticia Cliff Beasts 6 (Bestias del acantilado 6), con dinosaurios voladores… pero que no tienen nada que ver con los pterodactilos, sino como T. rex con alas. Pero en el rodaje todo va mal, todo está mal organizado, y lo que iba a ser una estancia en un hotel-mansión británico apartado del mundo durante unas pocas semanas se eterniza durante muuuuuuchas semanas.
El problema es que no sólo van las cosas mal en la película de ficción. El problema es que el guion de la película está lleno de lugares comunes, muy vulgares, muy manidos, con poco enlace entre sí y que hacen poca gracia y van cansando cada vez más durante la larga duración del largometraje. Y encima… los intérpretes no están a la altura. Recibiendo mucho peso en la película, muy coral por lo demás, Karen Gillan, quien, por buenos recuerdos que nos traiga por su Amelia Pond, no ha mostrado después una especial buena progresión como actriz, quedando en el grupo de las mediocridades capaces de destacar algo si hay un director que es capaz de exprimir sus limitadas capacidades.
Película que empieza con buenas premisas pero que acaba haciéndose larga, casi insoportable, estando a punto de apagar el televisor en varias ocasiones. Yo no la recomendaría ni a los abonados a Netflix insomnes.
Por si alguien no se cosca lo suficiente, en estos mediados del mes de junio, cuando todavía no hemos llegado oficialmente al verano, hace calor. Pero mucho calor. Hasta tal punto que no apetece abandonar las razonables temperaturas de casa, mantenidas a costa del sablazo de las energéticas para mantener funcionando el aire acondicionado. Pero ayer quedamos a vernos un grupo de amigos y otros conocidos que no nos veíamos desde hacía un tiempo. Un brunch tempranero… siempre ha existido, antes le llamábamos el almuerzo del domingo,… y luego, ya en pequeño grupo, un paseo por algunas exposiciones antes de un aperitivo tempranero, para buscar refugio en el aire acondicionado doméstico antes de que arrecie demasiado el calor. Lo que yo no imaginaba es que la exposición más animada que íbamos a visitar fuera, en el Caixaforum Zaragoza, la dedicada a los mamuts.
Y es que, en torno a un gran esqueleto de Mammuthus primigenius, la especie de mamut, el mamut lanudo, que más se ha popularizado en el imaginario colectivo, se daban explicaciones de cómo había sido la evolución de este género del orden de los proboscidios, al que pertenecen también los elefantes actuales, que no descienden de ellos. Son un género distinto dentro de la misma familia. Y esto… pues es muy entretenido. Siempre he considerado que las exposiciones de Caixaforum tienen buenos materiales, pero no siempre están bien contadas, y lo mismo vale para esta… pero es aceptable. Y estando relativamente orientada a niños… creo que lo pasaban mejor los adultos. Y es que a los niños se les ha introducido constantemente en los dinosaurios, que parece que otras ramas de la evolución carecen de interés para ellos.
Previamente pasamos por el IAACC Pablo Serrano porque era el último día de la exposición Hacia poéticas de género, cuyo objetivo era sensibilizar y reconocer a numerosas mujeres artistas del siglo XIX y principios del siglo XX que no recibieron el reconocimiento y la atención que merecía por su condición de mujer. No estaba nada mal, aunque para interpretarla mejor merece la pena más repasar los hilos en twitter sobre la exposición que los textos que acompañaban las obras.
Sinceramente, tal y como veo el verano, dudo que este año me pase por Madrid para visitar las exposiciones de PhotoEspaña 2022 en su «nosecuantos» aniversario. Sale muy caro el viaje en tren de alta velocidad, hace un calor horrible, y tengo otros planes en los que dedicar el tiempo y el dinero. De hecho… por algún motivo… incluso desde la comodidad de mi casa y mi ordenador, últimamente me cuesta más encontrar temas fotográficos motivantes. Estoy en una especie de crisis creativa que las elevadas temperaturas, y la pereza que producen para salir de casa con una cámara, no hacen más que empeorar. Aunque ayer, como el fin de semana pasado, salí a caminar al amanecer, con una temperatura razonable, y me dio para hacer algunas fotos, que os muestro aquí. En cualquier caso, algunas recomendaciones fotográficas he acumulado en los últimos días.
En Blind nos hablaban recientemente de la obra de August Sander. Sander fue un fotógrafo alemán, asentado en Colonia, con éxito y reconocimiento profesional en su época, fue sobre todo un retratista con estudio, pero que brilló cuando se dedicó sistemáticamente a realizar retratos de personas de todos los estamentos sociales y profesionales de la sociedad alemana de la época. Los retratos son técnicamente irreprochables. Pero en contenido y planteamiento, conceptualmente, son mejores todavía. Una obra que sitúa a Sander como uno de los grandes de la historia de la fotografía. Uno de los más destacados ejemplo de la Nueva Objetividad alemana. No fue adepto al régimen nazi. Y el régimen nazi lo miró con malos ojos. Retrataba a todo el mundo, daba igual su origen étnico, con la misma mezcla de objetividad y empatía. Su hijo fue prisionero político, y su última obra de su proyecto de retratos de las gentes del siglo XX fue la máscara mortuoria de su hijo, fallecido en prisión en 1944. Prácticamente no ejerció la fotografía después.
Seguimos en Alemania. ASX American Suburb X nos traslada a los años 1979-1985, cuando el fotógrafo Ulrich Wüst realizó una serie de paisajes urbanos en la entonces República Democrática Alemana. Paisajes urbanos en los que las ciudades parecen prácticamente desprovistas de presencia humana, sólo aquí y allí se ve la pequeña figura de una persona perdida en los ordenados paisajes en los que se mezclan las arquitecturas tradicionales de las ciudades alemanas con el hormigón de la arquitectura del realismo socialista. Técnicamente impecables, nos llevan a ciudades deshumanizadas, a sensación de alienación, a despersonalización del lugar donde viven las personas. No conocía al fotógrafo y sus paisajes urbanos me han atraído poderosamente.
En PAC Plataforma de Arte Contemporáneo nos hablan del trabajo Armonía de la fotógrafa Ana Palacios. En PAC y en muchos otros sitios han hablado en los últimos tiempos de sus exposiciones en PHotoEspaña 2022. Esta es una fotógrafa de «aquí», de Zaragoza, pero que como tantas otras personas que destacan en sus campos profesionales, artísticos o lo que sea, se ha desarrollado como fotógrafa «allí», es decir, fuera de Zaragoza. En cualquier caso, yo la conocí, literalmente, en el año 2016 cuando presentó su exposición Albino en el Paraninfo de Zaragoza, donde pudimos disfrutar de una visita guiada por la propia fotógrafa, en la que demostró su simpatía, cercanía, empatía con sus motivos y compromiso social. Como he ido siguiendo su trayectoria en los últimos años, me alegro que cada vez esté siendo más reconocida y valorada, en este país tan cainita, en el que se suele machacar el clavo que sobresale.
Desde que comenzó la absurda guerra en Ucrania, absurda por ser guerra no por ser en Ucrania, son frecuentes los artículos sobre fotógrafos o fotografías de el país agredido por el imperialismo fascista ruso. Y muchos son de obra realizada al vuelo en los últimos meses, reportajes que intentan, unos con más éxito que otros, mostrar la realidad de esa estúpida guerra. Pero en Booooooom nos han traído la obra de una fotógrafa ucraniana, Lisa Brukreyeva, sobre la visión que tiene de su propio país fuera de la guerra. Nos dicen que comenzó a fotografiar en 2019, hace sólo tres años. Y se centra en lo documental, en el reportaje. Pero su visión me parece mucho más madura, ya que en muchas de sus fotografías conecta la actualidad del país con su historia reciente, del último siglo. Me ha gustado su enfoque y su estética.
Los chinos sacan pecho cuando hablan de su gestión de la pandemia. A pesar de ser responsables de un intolerable rechazo en el reconocimiento del problema y de la emergencia que se estaba desarrollando en su propio país. Y como son una dictadura y no tienen que responder ante nada y ante nadie, presumen de su política de cero casos, con impresionantes confinamientos como los dos meses en los que recientemente Shangái estuvo con sus habitantes encerrados férreamente en su casa. En Photography of China nos han mostrado las calles vacías de la populosa ciudad china entre marzo y abril de este año vistas por el ingle´s Anthony Reed. No nos olvidemos nunca que no sabemos lo que realmente pasa en el país, por el control de su régimen de la información, los medios y la propaganda. Así que… mucha prudencia en las valoraciones sobre un régimen que no debería existir.
Recientemente. Puntuales como siempre desde el laboratorio, cuando te anuncia el día en que puedes esperar los resultados. Cuando les llegaron los rollos de película, tras abonar el revelado me anunciaron que el 15 de junio tendría las fotos, y ahí estaban a la una de la tarde en el correo electrónico. El enlace para descargarlas, quiero decir.