En Bari, junto al puerto deportivo de Bari, destaca la mole rosada del teatro Margherita. Y allí, nada más salir a visitar el centro histórico de Bari, nos encontramos con una exposición dedicada a Banksy. El popular artista contemporáneo cuyos estarcidos sobre las paredes de las ciudades británicas se han vuelto muy populares y por los que muchos están dispuestos a pagar una buena suma. O por alguna reproducción original de los mismos sobre papel
Banksy no es conocido públicamente. Hay especulaciones sobre su identidad, pero no certezas. Se le supone nacido en Bristol en 1974. Ya no es ningún jovenzano,… se acerca a su medio siglo de edad. Y se fogueo en la escena graffitera de Bristol en los años 80. Y pintar graffiti es una actividad perseguida por la ley… así que se entiende su anonimato. Indudablemente fue en los últimos años 20 años cuando su obra y su figura se hizo progresivamente más famosa. Su obra es transgresora, pero no me atrevería a decir que de forma extrema. Ni mucho menos, digan lo que digan los sectores más conservadores de la sociedad. Y su mensaje no es complejo, aunque descifrar completamente el sentido de sus obras exige cierto conocimiento de la cultura y de otros movimientos artísticos y culturales. A mí, me gusta. Bastante.
Entre en contacto con su obra a través de alguno de los libros de Will Gompertz, cuando decidí que me tenía que poner al día con la historia y los conceptos del arte contemporáneo, cuando descubrí que me lo paso mejor en un museo de arte moderno y contemporáneo que navegando entre decenas de bodegones, marinas, santos o retratos de nobles de una pinacoteca de arte clásico. Por cierto, que el teatro Margherita de Bari está perdiendo su naturaleza de centro de artes escénicas para convertirse en museo de arte contemporáneo. Tiempo al tiempo.
No fue la única exposición que visitamos en Bari. En el Castello Svevo, además de otras dedicadas a la arqueología y al arte antiguo, encontramos una interesante exposición dedicada al fotógrafo italiano Aurelio Amendola (Instagram). Una retrospectiva de un fotógrafo que no conocía, con gran variedad temática, retrato, reportaje, paisaje, fotografía de arte… y que me gustó mucho por su finura, elegancia y visión clara.
Hoy he dedicado mi entrada en el blog de técnica fotográfica, El viaje fotográfico de Carlos, ha la experiencia de viajar con un sencillo objetivo, con una única longitud focal. Frente a los equipos con varias ópticas, de focales variables, muchas veces tengo la sensación de que optar por la simplicidad es una buena fórmula para conseguir mejores resultado. O al menos, buenos resultados de forma consistente.
Las reflexiones sobre el tema las podéis encontrar en la entrada Viajar con un único objetivo, una única focal -Olympus OM-D E-M5 mark III con Panasonic Lumix G 14 mm f2,5 ASPH, de cuyo contenido se pueden deducir los pros y los contras de las distintas opciones. Luego ya, es cuestión de preferencias muy personales. En cualquier caso, os dejo las fotos de una visita a Ostia Antica a primeras horas de la tarde del domingo 17 de abril, mientras hacíamos tiempo para el vuelo de Fiumicino a Madrid. Que en seis horas de escala se pueden hacer más cosas que amodorrarse entre las tiendas del aeropuerto.
Y llegamos a la última película del ciclo de cine surcoreano que se ha desarrollado entre marzo y abril en los más céntricos cines de Zaragoza. Un ciclo de cine absolutamente excelente, de gran nivel, variado, y del que quizá me quedé una entrada más para comentar la nueva versión de una de las películas más emblemáticas del cine de esa nacionalidad y mis impresiones globales del ciclo. Pero antes vamos con estos recuerdos de un asesino en serie, el título más conocido de la película en inglés es Memories of murder, y en castellano se ha conocido también como Crónica de un asesino en serie, dirigida por Bong Joon Ho, director de la citada célebre y oscarizada película, por la que él mismo recibió también estatuillas como mejor director y mejor guion.
Opto por unas cuantas fotografías de la aldea cultural de Gamcheon, antigua población de pescadores anexa a Busan, hoy incluida en uno de los distritos de esta populosa ciudad al sur de la península de Corea.
Esta película que nos ocupa hoy, y que tiene casi 20 años, está inspirada por un caso de asesinatos en serie, entre 1986 y 1991, que no se resolvió del todo hasta mucho tiempo después de los hechos, cuando el asesino, en prisión, confesó los hechos. En una población rural, en algún lugar de Corea del Sur, durante los años 80 del siglo XX, comienzan a aparecer cadáveres de mujeres violadas y asesinadas, siendo los dos inspectores de policía locales encargados del caso (Song Kang-ho y Kim Roe-ha) incapaces de resolver el misterio, por lo que reciben el refuerzo de un inspector procedente de Seúl (Kim Sang-kyung). Y ahí comienza una investigación que va dando bandazos, pasando de un sospechoso a otro, con poco éxito.
La película tiene una realización absolutamente impecable, magistral. Y muestra que el director, en 2003, ya manejaba con maestría los mimbres que le dieron la fama internacional dieciséis años más tarde. Desde varios puntos de vista, la película de los parásitos, en ambas actúa también Song Kang-ho de forma destacada, es heredera de la que nos ocupa hoy. Y al mismo tiempo, como opinión personal, casi diría que la de 2003 me ha impactado más, me ha gustado más. Con una mezcla de comedia, los policías al cargo casi parecen una versión coreana de Mortadelo y Filemón cruzados con Torrente, y no pocas dosis de drama y tragedia, la película no se limita ha seguir el hilo de la investigación, sino que además es un repaso y crítica social a unos tiempos convulsos que anunciaban el final de las dictaduras del siglo XX en el sur de la península coreana, dando paso a una democracia que se ha ido consolidando hasta ser una de las más saneadas de la actualidad (calificada como democracia plena en el puesto 16º de los países del mundo, varios puestos por encima de España, que ocupa el puesto 24º, calificada como democracia deficiente). Nos encontramos con unos cuerpos de policía incultos, poco preparados, más dedicados a la represión, torturas incluidas, que a la investigación seria de los delitos, mientras la sociedad les da la espalda y les recrimina constantemente lo que no son capaces de hacer.
Con unas interpretaciones que también podemos calificar de primer nivel, la película es un más que digno colofón a un ciclo de cine que ha hecho felices a los más cinéfilos, pero con películas que deberían ser interesante para cualquier aficionado al séptimo arte. Totalmente recomendable, cine de primer nivel, difícil de encontrar hoy en día en la mayor parte de las producciones de las cinematografías más prestigiosas del planeta. Si la pilláis en alguna plataforma digital de contenidos audiovisuales, no dudéis en dedicarle un poco más de dos horitas a verla.
Es curioso, ¿no? En algún momento en los últimos meses he comentado que me cuesta concentrarme en nuevas series o en lo que quiero ver. He disminuido progresivamente, además, las horas que veo. Desde que hace casi un año decidí quitarme kilos de encima, muchos han sido, afortunadamente, también he aumentado el tiempo que dedico a caminar, y por lo tanto veo menos televisión. Algo fundamental. Pero en lo que se refiere a lo estrictamente televisivo, me da pereza ver segundas, terceras o cuartas temporadas de series, cada vez prefiero más las series de temporada única, y me cuesta más elegir qué es lo que quiero ver. He opinado en alguna ocasión que el número de estrenos es tan elevado que es difícil seguir la pista y decidir que ver. Sólo mi dedicación los fines de semana, y sólo los fines de semana, a las series surcoreanas, hace que sea fácil decir qué voy a ver el sábado y el domingo, quizá el viernes por la noche. Y en medio de todo esto… llega la crisis de Netflix… y resulta que algunos atribuyen la crisis a factores que tienen que ver con mi cansancio seriéfilo. Como decía… es curioso, ¿no?
Nueva York es apropiado para la entrada de hoy. Ha pasado por nuestra cabeza volver a la Gran Manzana esta primavera, pero en estos momentos parece improbable que vaya a suceder.
Y las series que traigo hoy, comedias con investigación criminal… ni siquiera son de Netflix. Only murders in the building está en el catálogo de Disney+. Ya lleva un tiempo. De hecho, comencé a verla cuando la estrenaron en agosto del año pasado… pero la dejé y no la retomé hasta hace unas semanas. El caso es que no está mal esta comedia protagonizada por Steve Martin, Martin Short y Selena Gomez, con destacadas intervenciones de Nathan Lane y, especialmente, de Amy Ryan, en la que los protagonistas son inquilinos de un exclusivo edificio de apartamentos en el centro de Manhattan que lanzan un podcast donde van narrando la investigación de una muerte, ¿suicidio? ¿asesinato?, en el edificio. Comedia, con tonos tristes, de corazones solitarios buscando alicientes para su vida mientras investigan un presunto crimen. Va de menos a más. Si se le das una oportunidad acaba por engancharte. Y son episodios de sólo 30 minutos… diez de ellos. Así que… no es difícil de ver.
The Afterparty es otra comedia con ¿suicidio? ¿asesinato? y la investigación correspondiente, esta vez en Apple TV+. Un grupo de adultos se reúnen quince años después de terminar el instituto en una fiesta de exalumnos, cada uno con sus éxitos y sus fracasos en la vida, y continúan la fiesta en el casoplón de uno de ellos, que se ha convertido en un cantante de éxito. El grupo en su conjunto es peculiar, no hay ni uno que tenga su cabeza bien amueblada… y los policías al cargo también lleva su «carga» a cuestas. Con un tono de comedia escasamente irreverente, viniendo de la casa de la manzana es difícil que se salga mucho de lo políticamente correcto, aunque la historia se preste a ello, esta comedia coral es también bastante divertida. Son nueve episodios de 35 minutos.
Dos series que no pasarán a la historia de la televisión como obras maestras, pero que entretienen bastante y se ven rápido.
Entre los distintos puntos de vista y medios fotográficos que he utilizado este año para fotografiar la floración de las bulbosas del Parque Grande y otros entornos de la ciudad, lirios, tulipanes y narcisos, está una película nueva y en desarrollo que ofrece colores muy saturados, cuando estos aparecen en escena. Lo cual no se lo pone fácil con un tema floral como este.
La semana de Pascua fue una semana relativamente feliz y tranquila, con viaje a Italia incluido, y eso sin duda fue clave para romper con el bloqueo en la lectura que me tiene un poco atenazado desde hace unos meses. Bueno… con idas y venidas, desde que comenzó esta maldita pandemia. Me cuesta concentrarme en la lectura. Pero no durante esos días, por lo que aproveché para leer varios libros que tenía en espera. Vamos con el primero.
No es la primera vez que leo a Aki Shimazaki. Y realmente siempre he disfrutado de las obras de esta escritora japonesa, pero que no escribe en japonés. La escritora, nacida en 1954, se mudó en 1981 a Canadá y vive en la actualidad en Montreal. Comenzó a escribir a finales de los años 80 publicando su primera novela en 1991. Pero optó por escribir en la lengua de su país de adopción, el francés. Incluso si sus temas son fundamentales referidos a su país de origen. Lo cual, desde mi punto de vista, enriquece el conjunto por la capacidad de llegar con más facilidad a dos entornos culturales distintos, el asiático japonés, y el europeo occidental, o su extensión a Norteamérica.
A esta novela corta de Shimazaki que nos ocupa hoy, el editor español le ha dado un título no coincidente con el original. Ese Luna llena tiene que ver con lo que se nos narra, pero no es el original. En la edición original en francés, el título es Sémi, transcripción al francés de la palabra japonesa 蝉 semi, que significa cigarra, un título mucho más apropiado… bueno… es el que la autora quiso darle a su obra, así que necesariamente es más apropiado. Es habitual en la autora dar títulos de una sola palabra en japonés a sus obras, aunque este escritas en francés.
En esta novelita, acompañamos a un hombre, que reside con su esposa en una residencia para personas mayores, ya que esta tiene una demencia de Alzheimer en sus fases iniciales. Fases iniciales que evolucionan, de modo que un día, cuando se levantan por la mañana, ella ha olvidado que es su marido. Convenciéndole con la ayuda de una enfermera de la residencia de que es su prometido, tienen que volver a reconstruir su relación. Pero eso conllevará que se descubrirán secretos guardados durante décadas de matrimonio, aparentemente feliz y bien avenido, con los que nuestro protagonista tendrá que lidiar, puesto que pueden afectar a sus relaciones con toda la familia.
Shimazaki nos transporta a una delicada aproximación al mundo de las personas mayores y al peculiar mundo de relación con una persona con un deterioro cognitivo progresivo. Y al mismo tiempo, no dejamos de asistir a una peculiar historia de amor, un romance de edad avanzada que ha de sustituir a la ficción en la que los dos protagonistas de la historia se han sumido mutuamente durante los años de matrimonio. Un matrimonio gestado en los primeros años 70 del siglo XX, al estilo tradicional mediante un miai 見合い o en su modo formal omiai お見合い, encuentros organizados por un casamentero entre dos personas solteras que quieren formar una familia. Según leo, en los años 30 y 40 del siglo XX casi el 70 % de los matrimonios en Japón tenían este comienzo, aunque en la actualidad estaría en torno al 5 %.
Shimazaki se lee bien. Sus contenido son siempre delicados, incluso cuando se expresan conflictos complejos, difíciles. Y uno siente empatía por los protagonistas de sus historias. Generalmente gente que arrastran sus propios problemas durante sus vidas que les condicionan en mayor o menor medida. Para mí, su lectura es muy recomendable, y como autora un valor seguro a la hora de seleccionar algo para leer.
Estaba en Italia o a punto de partir hacia tierras italianas cuando me enteré del fallecimiento de la fotógrafa siciliana Leitizia Battaglia (1935 – 2022). Era ya mayor. 87 años. Pero se hizo respetar como fotógrafa por sus sobresalientes trabajos sobre la mafia de su Sicilia natal, documentando con pocos miedos, aparentemente, las campañas de terror de la organización criminal. Y se le atribuye su mérito y su parte en los esfuerzos por limpiar Palermo de la opresión de estos criminales, excesivamente romantizados por muchos. Su fotografía es directa, sin tapujos. De primera fila y directa tanto a los ojos del sujeto como del espectador. Una de las mejores fotógrafas (o fotógrafos) documentalistas del siglo XX. Cuya obra hay que conocer y respetar como a una de las grandes figuras de la historia de la fotografía.
Versiones en blanco y negro de algunas fotografías realizadas en Trani, región italiana de Apulia, hace poco más de una semana.
El Nueva York cultural y artístico que va desde finales de los años 60 del siglo XX hasta principios de los años 80, cuando aparece la pandemia de sida, ha sido fotografiado desde muchos puntos de vista. Especialmente las personas que allí estuvieron, y especialmente las que se movieron fuera de los círculos de la «cultura oficial». En Another Magazine nos ofrecieron recientemente la visión de Marcia Resnick con sus retratos de muchos de estos protagonistas de la cultura alternativa. Una visión más, que no viene mal conocer.
Frida Kahlo fue una artista mejicana, convertida hasta cierto punto en un icono pop, no siempre bien comprendida por sus propios admiradores, dado que era una mujer compleja, multidisciplinar, y con alguna que otra arista. En parte su vida se vio condicionada por un accidente que la sumió en dolores de forma crónica hasta el día de su muerte. Otra grande de la fotografía, mejicana y mundial, Graciela Iturbide, tal y como nos contó Leire Etxezarra en su cuenta de Instagram, tras la muerte de la artista se acercó a las habitaciones no visitables de su casa museo para tomar nota fotográfica de esa vertiente más íntima y dolorosa de la artista.
No hace mucho, en una de estas entradas, hablaba del autorretrato. Pero más allá del omnipresente selfi actual, este toma muchas formas. En la cuenta de Instagram del Festival Revela-t nos han mostrado algunos de los estilizados, llenos de grafismos, autorretratos del finlandés Arno Rafael Minkkinen. Imágenes en los que reflexiona sobre la plasticidad y formas del cuerpo humano, utilizando el propio, y dándole un valor simbólico que trasciende la frontera conceptual del propio autorretrato. Siempre me ha gustado.
Finalmente, en Blind Magazine me ha llamado la atención la serie Lovesody del japonés Motoyuki Daifu (instagram). Y en ella nos habla de la breve historia de amor, duró unos meses, con una joven madre de un niño, embarazada de otro, en los que convivieron en un estado de caos doméstico y familiar completo por esa compleja situación de conciliar la pareja, con la maternidad, con el entorno doméstico en estado de caos por la presencia de un niño. Una mirada no exenta de ternura. El título de la serie es un acrónimo de Love rhapsody. Y en música, una rapsodia es un tema que se compone a partir de la unión libre de diversas unidades rítmicas y temáticas, que no tienen vínculo entre sí. Pues así se unen, libremente, las fotografías de Daifu.
La entrada en la que hablo de las cuestiones técnicas es Terminando el viaje al Sobrarbe con Olympus Trip 35 e Ilford HP5 Plus. Aquí os dejo simplemente algunas de las fotos, que incluyen también algunas de las que hice en Zaragoza para terminar el rollo, que quedó inacabado durante el viaje.
Los resultados económicos y financieros de Netflix han sido malos últimamente. Y como a perro flaco todo son pulgas, tras anunciarse esos resultados, las reacciones han empeorado más la situación. Como de costumbre, hay muchísimos más «problemólogos» que «solucionólogos». Todo el mundo opina, pero casi nadie sabe. No voy a entrar… porque ni sé ni me importa. Si un día la plataforma deja de convencerme, me daré de baja y a otra cosa mariposa. Pero me ha llamado la atención que Elon Musk, un señor que cree que sabe de todo porque es multimillonario, ha dicho que la culpa de todo la tiene lo «políticamente correcto». Lo ha llamado de otra forma, pero es eso. Hay tanto miedo a ofender a tantas y tantas minorías, mayorías o grupos de presión… que todo pierde interés rápidamente. Creo que es una simpleza, aunque pueda tener algo de razón. El caso es que ha dicho que eso es así con la excepción de las producciones coreanas y japonesas. Y eso… me ha hecho gracia. Porque realmente, en estos momentos, uno de los motivos para permanecer fiel a Netflix es mi enganche a las teleseries surcoreanas, por mucho que en muchos casos sean auténticos placeres inconfesables. Pero cada vez menos. Vamos con algunos ejemplos.
Celeb Five: Behind the Curtain es un especial de 55 minutos sobre un colectivo de cuatro humoristas femeninas surcoreanas. Monologuistas con edad que van entre los treinta y muchos y los cincuenta y tantos. En origen eran cinco, y de ahí el nombre del colectivo. Pero ahora son cuatro. El caso es que, sin parecerme una maravilla, me lo pasé bien con este programa. Efectivamente, con buenas humoristas, tienen NECESARIAMENTE su punto transgresor. Es decir, para seguir adelante y progresar en las ideas ES NECESARIO INCOMODAR. Con la intención de NO OFENDER, aunque esto depende también de la suspicacia o sensibilidad de quien se incomoda. Grupos dogmáticos como los religiosos no es que se ofendan, es que quieren acabar con la libertad de expresión para evitar la crítica a sus sinrazones. Sin transgresión no hay avance en las ideas. Los pantalones vaqueros y los pelos largos en los adolescentes eran transgresores en 1950. Ahora son la norma y plenamente aceptados. Los tatuajes en España eran propios de legionarios y patibularios hasta hace cuarenta años. Ahora no hay niña pijita que no lleve varios distribuidos por su anatomía. Pero en algún momento que una joven que, ni era legionaria ni patibularia, se hiciera un tatuaje fue una transgresión escandalosa. Quizá las plataformas de contenidos debieran ser, efectivamente, más osadas.
Lo cierto es que las dos series surcoreanas que traigo hoy son mucho menos transgresoras. O nada transgresoras. Gisangcheong Saramdeul: Sanaeyeonae Janhoksa Pyeon 기상청 사람들: 사내연애 잔혹사 편 es una comedia-drama romántico al uso. El título original se traduce algo así como Gente de la agencia meteorológica: la crueldad del romance de oficina (en inglés Forecasting Love & Weather, en castellano Las inclemencias del amor). Creo que eso lo explica todo no. La jefe de uno de los equipos de predicción y vigilancia meteorológica de la Agencia meteorológica de Corea se lía con uno de sus jóvenes y más prometedores meteorólogos, tras suspender su boda con su novio, que trabaja en el departamento de comunicación de la misma agencia, al sorprenderlo en el «acto» con una periodista de información meteorológica que, casualmente, era la novia del joven y prometedor meteorólogo. Impresionante, verdad. Esta serie no es nada excepcional, pero sus protagonistas lo hacen bien y generan la suficiente empatía hacia sus personajes para que se vea con agrado. Hay otras historias colaterales con mayor o menor interés, y sabe alternar el drama con momentos de alivio más ligero. Estándar, pero digna.
Y luego está Seumuldaseot Seumulhana 스물다섯 스물하나, literalmente Veinticinco veintiuno. Por lo que se ve se ha convertido en uno de los dramas coreanos más valorados de la televisión por suscripción del país oriental, y ha alcanzado un buen éxito internacional también. A mí me llamó la atención por su protagonista femenina, Kim Taeri, a quien conocimos por su excelente trabajo en una destacada película surcoreana reciente, que formaba parte del ciclo de cine surcoreano que hemos podido disfrutar hasta ayer (de eso hablo otro día). La he visto en otros trabajos como lo que comento aquí y aquí, y me parece una actriz muy versátil e interesante. Y aquí interpreta a un joven adolescente, cuya pasión es la esgrima, alegre y muy dinámica, huérfana de padre, y que se cría casi sola porque su madre, una famosa presentadora de televisión, está siempre ocupada con su trabajo. Su sueño es triunfar como la reciente medallista en esgrima de su país… de su misma edad (Kim Jiyeon, también conocida como Bona). Y acaba conformando a su alrededor a un grupo de amigos y un algo más que amigo (Nam Joohyuk), que convivirán y compartirán sus penas y alegrías hasta que él cumpla los 25 años y ella los 21. Siempre dentro de la forma de contar los años coreana que expliqué en esta entrada. Conviene tener en cuenta esto para no desorientarse demasiado.
La serie, teniendo en cuenta que es una combinación también de comedia y drama románticos bien dosificados, se puede calificar como bastante buena siempre y cuando estés interesado en el género. Las interpretaciones tienen un buen nivel. Una cosa que pensaba que me causaba algo de escepticismo es que Kim Taeri tiene 31 años (occidentales) e interpreta a una chica de 16 o 17 años (occidentales) en el momento en que nos es presentada en la serie. Pero funciona, y muy bien. La serie es previsible en su desenlace. Más que nada porque la historia, que transcurre desde la crisis financiera asiática de 1997 hasta los primeros años del siglo XXI es contada de forma retrospectiva cuando la hija adolescente en la ficción de la protagonista, en tiempos de la pandemia actual, sufre una lesión en una prueba de ballet clásico que le hace plantearse dejar la danza y se refugia en casa de su abuela donde descubre los diarios de juventud de su madre. Algunos se han quejado del desenlace, algo tristón. Pero estaba ahí desde el principio. Es cierto que la serie pierde un poquito de fuelle en los guiones de los dos o tres últimos episodios, pero el nivel global es alto. Es una bonita y optimista historia de amores juveniles, amistad y superación personal, con muy buen rollo y personajes con carisma. Se ve bien… de tirón… y te deja de buen humor. Y está muy currada en su producción y preparación. Tendrá razón Musk que la principal razón para ver Netflix son las series coreanas.
La serie parece estar inspirada en una canción del mismo título de un grupo de pop-rock alternativo coreano, Jaurim, que ya adelanta el tema de un amor de juventud perdido.
Normalmente, mi entrada resumen de un viaje lo publico inmediatamente tras llegar del mismo. Pero ayer no estaba en condiciones de hacerlo, y por eso opté por reseñar la impresionante, por su tema y calidad, película surcoreana que vimos antes de las fiestas primaverales. El lunes llegué de viaje cansado, no me dio más que para descargar las fotografías al ordenador… y ayer por la mañana hube de trabajar. Y con otros líos, hasta ayer de parte tarde no pude ponerme a seleccionar algunas fotos para este resumen.
Empecemos por Bari.
A la capital pugliese, de la región de Apulia, Puglia en italiano, muy animada y dinámica con sus más de 325.000 habitantes, nos llegamos cuatro amigos, tres desde España y una desde Milán, para pasar unos días en esta interesante región del sur de Italia. La que conforma el tacón de «la bota» que es la península itálica, a orillas del mar Adriático. Allí establecimos nuestro alojamiento, confiando en los transportes públicos para desplazarnos. Dedicamos toda una mañana hasta primeras horas de la tarde a visitar el interesante casco histórico de la ciudad, incluyendo de paso una exposición dedicada a Banksy en el Museo Teatro Margheritta.
Por la tarde nos desplazamos a Polignano a Mare.
Esta ciudad pequeña de 17.000 habitantes situada a media hora en tren regional desde Bari, tiene un pequeño pero coqueto casco histórico de casas encaladas, colgado en unos acantilados sobre el Adriático. Este día confirmó la tónica del viaje. Por la mañana visita cultural, histórica y turística; por la tarde, paseo relajante en alguna localidad costera, con spritz y cena agradable.
El día siguiente nos desplazamos a Alberobello.
Una amplia barriada de esta ciudad de casi 11.000 habitantes, en el interior de Apulia, a unos 50 km de Bari, está formada por trulli; trullo en singular, que debe pronunciarse con un doble sonido ‘l’, no como ‘ll’ o ‘y’. Trul-li o trul-lo. Nada que ver ni conceptualmente ni etimológicamente con el «trullo» al que van los maleantes tras el correspondiente juicio en nuestro país. Estas edificaciones, que ya se pueden ver desde Putignano salpicando el paisaje rural apuliense, entre los olivos y los frutales, son una evolución de edificaciones conocidas desde la prehistoria, y están reconocidas por la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad.
Y tras comer una deliciosa ración de focaccia farcita y un no menos delicioso helado con tres bolas de exquisitos sabores, nos dirigimos a la costa, a Trani, para pasar la tarde.
El interés de Trani, algo más de 60.000 habitantes, va más allá de ser un lugar agradable para pasear a orillas del Adriático. Tiene un casco histórico muy interesante, una catedral románica de blancas piedras muy maja, y se come bien. Pescado, pulpo… aparte de las delicias tradicionales italianas. Muy agradable atardecer, con una luz estupenda.
Al día siguiente, nos fuimos a Lecce, con casi 100.000 habitantes, más centrada en el tacón de la bota.
El barocco leccese o las chiese barocche de Lecce, iglesias barrocas, no son todavía patrimonio de la humanidad reconocido por la Unesco, pero están en ello y se encuentran en la lista tentativa para su inclusión en este listado. Con un billete único para su visita y con recorridos claros bien organizados, vas visitando la cuatro iglesias incluidas en el listado, más la catedral, lugar donde comenzamos la visita. El barroco no es mi estilo arquitectónico y artístico favorito. Disfruto más del románico de las basílicas y catedrales visitadas en Bari y Trani. Pero no obstante la visita es absolutamente recomendable, con paradas eventuales en torno al anfiteatro romano o a comer, algo que siempre resulta placentero en Italia. El escudo de la ciudad muestra su vinculación al antiguo reino de Sicilia y, por ende, a la Corona de Aragón. Vamos… como estar en casa.
Y aunque el tiempo estaba modorro, nublado pero sin lluvia, por la tarde iniciamos el regreso hacia Bari, con una escala en Monopoli, a orillas del Adriático, cómo no, como en las anteriores tardes.
Con un casco histórico que va siguiendo la orilla del mar Adriático desde el puerto hacia el sur, esta ciudad de 50.000 habitantes, estaba de lo más animada en la tarde del sábado, a pesar del nublado y del fresco de la brisa marina. No eran turistas. Era la gente del lugar saliendo en masa a pasear, a encontrarse en cada esquina con los parientes y conocidos, y a disfrutar de la gastronomía del lugar. Un muy mediterráneo estilo de vida.
Y al día siguiente tocaba ir volviendo. Tras las despedidas, siempre algo tristes, en el aeropuerto de Bari, entre quien volaba a Milán y quienes teníamos que regresar a la Península Ibérica tras una escala en Fiumicino, llegamos al principal aeropuerto de Roma con una escala de seis horas. Así que pillamos un taxi entre los tres, y salimos escapados hacia Ostia Antica.
Yo ya conocía el lugar, que visité hace cuatro años. Una lugar arqueológico, fuera de la ciudad de Roma, pero al que se llega tras un tranquilo trayecto en metro. Calculamos que podíamos hacer un desplazamiento rápido en taxi y otro más tranquilo en metro más tren para aprovechar adecuadamente el desplazamiento. El coste de ambos desplazamientos, para tres personas, es similar. Aunque en el aeropuerto es «relativamente» fácil tomar un taxi, mientras que en los scavi no. En realidad, no puedes tomar un taxi de la ciudad de Roma para ir a Ostia Antica. Tienes que coger un taxi de Fiumicino. Y llegan con cuenta gotas a su particular parada en el aeropuerto. No es llegar y salir. Pero lo hicimos. El lugar es muy agradable. Con bonitos pinos piñoneros ornamentales, y las pulcras ruinas que tienen una afluencia de visitantes infinitamente inferior a las de la ciudad de Roma, por lo que es un lugar tranquilo, poco ruidoso, sin agobios, con la gente siendo muy amable los unos con los otros. Es curioso cómo cambia el comportamiento de las personas dependiendo de la masificación del lugar. En el aeropuerto nos habíamos aprovisionado de un taco de queso parmesano y algo de prosciutto, y comimos entre las ruinas y a la sombra, tranquilamente, disfrutando del sol y de la brisa. Brisa que se empezaba a convertir en vendaval cuando iniciamos el regreso al aeropuerto.
Llegados a Madrid, salíamos de Barajas pasadas las nueve de la noche. Dos de nosotros habíamos decidido pasar la noche en la capital en casa de una amistad. Al día siguiente, no nos apeteció cansarnos por Madrid, así que pasamos la mañana, y hasta después de comer, en Ávila.
En 1990 viví durante casi un año en la capital del país por estudios. Y en los meses de buen tiempo, solía quedarme por allí el fin de semana con el fin de hacer turismo. Visité Ávila un sábado de finales de mayo de aquel año, de forma imprevista. Es decir, salí del piso donde nos alojábamos para dar un paseo por Madrid con unos compañeros de la Escuela Nacional de Sanidad, pero al llegar a Madrid-Chamartín donde habíamos quedado, alguien propuso coger un tren próximo a salir en dirección a la ciudad amurallada, y fuimos. Pero no había cogido mi Pentax P30N, la cámara que usaba entonces, y no tengo fotos de aquella visita. Y curiosamente, mis recuerdos de la misma están desdibujados. Muchos dicen que el ir con la cámara evita disfrutar de los lugares… pero yo conservo memoria más fiel de los lugares visitados con mis fieles cámaras fotográficas, frente a los visitados sin ellas. Así que me pareció oportuno enmendar aquella omisión de hace casi 32 años.
Y este es mi resumen de esta agradable escapada primaveral de este 2022… algo que no habíamos podido hacer ni en 2020 ni en 2021. Que no se vuelva a interrumpir en el futuro.
Penúltima de las seis películas de las que consta el ciclo de cine surcoreano que está a punto de finalizar dentro de un par de días en Zaragoza. Sólo he dejado de ver una de las películas, ya vista en la pantalla grande. Y, de momento, he dejado de comentar la versión en blanco y negro de otra de ellas, también vista con antelación en pantalla grande,… pero que creo merecerá un comentario en algún momento. En cualquier caso, la que hoy nos ocupa, la historia de una adolescente (Chun Woo-hee) contada por Lee Su-jin, director del filme.
Muy al principio de la película vemos a la protagonista en el metro que va de Seúl a Incheon con su tutor en el instituto. No tengo claro que la película transcurra allí, en esta ciudad del área metropolitana de Seúl. Pero en ella pasé yo una tarde muy entretenida.
Aunque en la versión doblada al castellano se presenta con el título Princesa, la original se titula, escuetamente, con el nombre del personaje protagonista, Han Gong-ju. Una adolescente de 16 o 17 años (nunca sabes la edad exacta porque no sabes si en las traducciones transforman las edades coreanas al sistema occidental, no es la misma[*]) se ve en una comisaría donde su profesor de instituto la recoge para llevársela a vivir con su madre, careciendo de ella la chica, y no haciéndose cargo de ella el padre, un borracho jugador endeudado. No sabemos qué ha pasado, pero algo ha pasado. Un grupo de adolescentes, varones, son introducidos detenidos en la comisaría. A partir de ahí seguimos a Gong-ju en su esfuerzo de seguir adelante con su vida, mientras poco a poco vamos conociendo la tragedia de los hechos vividos.
Película difícil. Dura. Sin contemplaciones. Un implacable crítica contra una sociedad extremadamente patriarcal y conservadora, en la que ante una abominable agresión sexual contra dos jóvenes, esta sociedad en su conjunto, todos los estamentos, el familiar, el educativo, el sanitario, el policial,… cargan contra las víctimas. Una película que basa su fuerza en el impecable trabajo de su actriz protagonista. Chu Woo-hee (en realidad esta transcripción es adecuada para el inglés, la adecuada para el castellano sería Chu Wuhi), que tenía veintipocos años al filmar la película, y que tiene un pequeño pero importante papel en otra de las películas del ciclo, encarna a la perfección a la adolescente, con una mezcla de determinación, experiencia, fragilidad e inocencia, con escenas que incluso llegan a parece humorísticas, aunque conforme se desarrolla la historia nos abofetean con dureza y se convierten desoladores [la mención a los «43 gorilas» me dejó anodadado durante un par de días].
El contenido de esta película es como si tras la «sentencia de la manada» del Tribunal Superior de Justicia de Navarra, la sociedad española se hubiera encogido de hombros, en lugar de la indignación popular que suscitó. Y si eso influyó la sentencia del Tribunal Supremo, me alegro de que entendiera de los valores que las gentes de una democracia quieren que se defiendan desde la justicia a la hora de interpretar las leyes. Siempre habrá cerriles en una sociedad… pero dejemos las cosas claras. La lástima es que no las tengan claras quienes deben defender a esta sociedad, como sucede en el planteamiento de la película; los educadores, las fuerzas del orden, los medios, los pares de las agredidas, las familias, los profesionales sanitarios, todos nosotros que podemos vernos o alguien a quien queremos en la misma situación lo cual no se debe tolerar.
Una película que roza la perfección y que es muy recomendable… pero que hay que ver con la mente serena y tranquila, porque abruma. Por cierto… que me acabo de dar cuenta que a esta chica la vi actuar también en una serie de Netflix, con título de gas noble. No especialmente buena ni mala, que es lo peor que se puede decir de estas series.
[*] La forma de calcular la edad tradicionalmente en Asia oriental es distinta a la de muchas otras partes del mundo. La forma más generalizada en el mundo es en años cumplidos. Una persona tiene «30 años» cuando han pasado al menos 30 años desde su nacimiento, pero menos de 31. Pero en aquella parte del mundo, aunque sólo se mantiene de forma efectiva en Corea, la edad se calcula con la fórmula siguiente:
EDAD = AÑO ACTUAL – AÑO DE NACIMIENTO + 1
Veamos la diferencia con un ejemplo. «Ana nació el 28 de diciembre de 2000. ¿Cuántos años tenía el 2 de enero de 2022?». En España sería restar el tiempo pasado entre ambas fechas y nos saldrían 21 años y 5 días, luego la respuesta sería «Ana tiene una edad de 21 años». En Corea del Sur sería hacer la cuenta <2022 – 2000 + 1> y la respuesta sería «Ana tiene una edad de 23 años». Este es un caso extremo de diferencia por haber nacido a final del año, y el «tiempo actual» del problema es muy a principio del año. En general, si un coreano te da su edad según sus cuentas, tiene al menos un año menos según las nuestras. En las series y películas, cuando los personajes son claramente adultos, la diferencia importa poco. Pero cuando se trata de adolescentes a punto de entrar a la universidad es confuso. Y de eso hablaremos dentro de un par de días.