[Cine] Civil war (2024)

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Civil war (2024; 23/20240430)

Solo 26 horas después de salir del cine, de ver la divertida y espléndida película de Guadagnino que comenté muy recientemente, volvíamos a las salas de cine para ver una película no menos estupenda. Incluso más estupenda. Pero dura, difícil, áspera, incómoda… y sin embargo, de la que no podíamos despegar los ojos de la pantalla y que me estoy planteando volver a ver. Porque hay mucho que ver, muchos detalles que importan, en esta política película de Alex Garland, para mí la mejor que he visto de este director con ventaja. Un director que hasta el momento consideraba que tenía unas ideas excelentes, pero que no siempre acertaba en convertirlas en narración e imágenes. Es más, lo consideraba sobrevalorado. Pero con esta película ya se ha redimido de pecados pasados. Ya veremos si sigue cometiendo pecados en un futuro, o se mantiene en el buen camino del genio cinematográfico.

En estos días, desde que vi la película, he visto muchas valoraciones en internet sobre la película, principalmente de comentaristas norteamericanos. Me llama la atención que muchos consideran que la película no es política, se aleja de la política. Fundamentalmente, porque el director con esta película bélica, no se pronuncia sobre quienes son los buenos y los malos, qué bando representa qué en la polarizada política de los Estados Unidos. Y sin embargo es una película muy política. Y como oí decir a uno de ellos, una película fundamentalmente muy cabreada. La visión de la guerra civil que asuela al gigante norteamericano en un futuro no muy lejano es en su mayor parte periférica. Son muy pocas las ocasiones en las que los protagonistas, cuatro periodistas, se meten en el fregado, antes del fin de fiesta final en el que ya la acción es dominante, aunque no lo más importante. No lo es en ningún momento. El viaje de estos cuatro periodistas de Nueva York hasta Washington D. C. por una larga ruta que les permite evitar las zonas de mayor riesgo nos muestra la degradación moral, social y ética que sufre una sociedad en un conflicto bélico. Y más en un conflicto civil, en el que tu enemigo es tu compañero de instituto. Y con él te ensañas. Desde el punto de vista político, la reflexión no es sobre qué valores son los preferidos, progresistas y conservadores, sino sobre las consecuencias de la ruptura y desaparición de los valores fundamentales que deberíamos considerar comunes; respeto, convivencia, diálogo, renuncia a la violencia. Pero muchos estadounidenses están más dedicados a criticar que una alianza entre California y Tejas sería imposible por su opuesta orientación ideológica. No han entendido nada. Obviamente Garland lo presenta así para indicar que eso no es lo importante.

Cuatro periodistas de tres generaciones. El más veterano que mira el retiro pero todavía se resiste a él (Stephen McKinley Henderson). Están los maduros y experimentados reporteros que han llegado a su plenitud con distinta evolución, uno pidiendo «guerra» (Wagner Moura), otra con desesperanza y dudas (Kirsten Dunst). Y la joven, casi amateur, inexperta pero entusiasta (Cailee Spaeny), que todavía no sabe cómo ha de actuar, cómo tiene que enfocar su trabajo. Es irónico, amargamente irónico, que solo sobrevivirán a esta aventura aquellos con más cinismo en su visión. Y una misión. Ser testigos y fotografiar la caída del presidente que está en el origen del conflicto (Nick Offerman).

Y varias secuencias muy significativas que van retratando las distintas formas de afrontar el conflicto. Pero con una secuencia pivotal, una que marca una antes y después en la película, una que resume todo lo que la guerra tiene de deshumanizador y de brutal. Con un soldado, cuya afiliación desconocemos, en una fosa común para civiles masacrados, magníficamente interpretado por un no acreditado Jesse Plemons, pero que desde ya debería ser candidato firme a una estatuilla dorada en marzo del año que viene, que representa todos esos valores corrompidos, destruidos, las consecuencias más brutales de la guerra. En la más firme toma de posición del director, que muestra que una cosa es que la definición de los bandos no sea lo importante, pero que está lejos de ser equidistante en la polarización actual de la política. No sólo la norteamericana. Y es que la equidistancia es uno de los grandes peligros hipócritas del análisis político y periodístico. Vale ser ecuánime, pero hay que tener claros que valores fundamentales no pueden dejar de defenderse, y de denunciarse cuando se encuentran en riesgo.

Interpretación de muy alto nivel, con especial nota para Dunst, que ya había mostrado en muchas ocasiones su valía, pero que también debería situarla en la carrera hacia los premios. Una joven Spaeny que habrá que seguir, lo que había hecho hasta ahora no me había interesado para atraerme a las salas de cine. Y un conjunto de intérpretes, todos los demás que todos están a excelente nivel. Ya he comentado lo de Plemons. En todas partes hablan de la presencia en el reparto de Sonoya Mizuno, que ha estado en todas las películas que ha dirigido Garland (incluso protagonizó un serie creada por él, que no me convenció en exceso), pero de verdad que su papel es un poquito más que un cameo. Un poquito más.

Mis expectativas sobre esta película no eran muy altas. Y lo cierto es que tenía la sensación de que iba a ser la eterna mirada al ombligo de los estadounidenses, que no me apetecía mucho, a priori. Pero afortunadamente me equivoqué, y afortunadamente nos sacudimos la pereza y, aprovechando la víspera del festivo entre semana, nos dirigimos a las salas de cine para verla. Es prácticamente imprescindible. Un película con demasiados valores cinematográficos y con una reflexión suficientemente profunda como para que haya que recomendarla con carácter general. Otra película que, si no es una obra maestra, se le aproxima bastante.

NOTA: Como aficionado a la fotografía, interesante las dos fotógrafas de la película. A la mayor (Dunst), con una cámara digital (una Sony, aunque esté la marca tapada con cinta aislante negra) y dos ópticas, un Leica de focal fija adaptado, probablemente un 35 mm, no me fijé bien, y un poderoso 70-200 f2.8, más que probablemente. Y la joven (Spaeny) con un la Nikon FE2 «de su padre», un objetivo que no pude identificar, pero cuyas fotos parecen propias de un 35 mm, unos cuantos rollos de película un blanco y negro, y algunos químicos y un tambor de revelado para ir revelando sobre la marcha. Y unas fotos en blanco y negro que se nos van mostrando y que al parecer fue haciendo la actriz con la cámara durante el rodaje. Estupendas.

Valoración

  • Dirección: *****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

[Cine] The power of the dog (2021)

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The power of the dog (2021; 77/20211216)

Con un estreno limitado en salas de cine y un estreno amplio en plataforma en línea, nos llega el último trabajo de la directora Jane Campion. La directora neozelandesa se prodigo poco, muy poco; pero su trabajo siempre es interesante. No siempre me ha convencido el resultado del mismo, pero siempre me resulta interesante. Y además viene acompañado de un reparto no menos interesante. En la temporada de premios ya ha recibido varios premios de la crítica en varias ciudades norteamericanas. Así que había cierta expectativa por verla.

Algunos de los paisajes de la película me recordaron al paisaje estepario que a veces encontramos en la provincia de Zaragoza y otras comarcas de Aragón.

Estamos literalmente ante una de vaqueros en las primeras décadas del siglo XX. En algún lugar de Montana (aunque la película está rodada en Nueva Zelanda), dos hermanos llevan un próspero rancho ganadero; el viril de personalidad arrolladora Phil Burbanks (Benedict Cumberbatch) y el más apocado y menos carismático George (Jesse Plemons). Cuando este último se case con una atractiva viuda (Kirsten Dunst), con un hijo joven que acaba de comenzar en la universidad (Kodi Smit-McPhee), Phil los acoge con desagrado y comienza a acosarlos con sus comentarios y actos. Lo que provocará una depresión en la mujer. Pero el hijo, conocedor de un secreto del rudo vaquero terrateniente, comenzará poco a poco un acercamiento al mismo de consecuencias imprevistas.

Campion con sobriedad y excelente oficio nos cocina un drama que se cuece a fuego lento, muy lento, pero sin desperdicio, durante las poco más de dos horas que dura el largometraje. Dos horas en la que toda la información que se suministra, visual o dialogada, en un ejercicio magnífico de efectividad y eficiencia narrativas, es importante para dar forma al relato, y a las consecuencias de la interrelación de estas personas, que viven a caballo entre el espíritu de la frontera del siglo XIX y de la modernidad del XX. Relato que además se apoya en un trabajo interpretativo de primer orden.

La película exige atención y la participación activa del espectador. Y es más propia de la concentración que se puede conseguir en la sala de cine que del entorno menos controlado y con más distracciones del salón de casa. Tampoco entra en explicaciones superfluas, tan habituales en el cine de consumo rápido actual, pero toda la información necesaria está ahí, para que al final toda la historia encaje perfectamente y con gran coherencia. Una muy buena película, absolutamente recomendable, aunque pueda quedar fuera de los hábitos y costumbres de los espectadores más acostumbrados a entretenimientos vacuos que a otra cosa.

Como curiosidad, Plemons y Dunst son matrimonio en la vida real. Y en la ficción lo fueron también en la segunda temporada de Fargo.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: *****
  • Valoración subjetiva: ****

[Cine] I’m thinking of ending things (2020)

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I’m thinking of ending things (2020; 48/20201004)

Aunque ya están abiertas las salas de cine, la oferta actual llega de forma irregular y con calidad irregular. Los estrenos más atractivos (a priori, que luego…) se están retrasando un año. Y aunque se recuperan cosas interesantes que no encontraron distribución en su momento, también llega mucha furrufalla. Mientras, las plaformas de contenidos audiovisuales van a la suya y siguen promoviendo estrenos. Netflix se ha confirmado como una plataforma que busca fundamentalmente entretenimiento puro, de las que cada vez paso más, como pasaría de ellas si se estrenasen en la gran pantalla. Pero de vez en cuando impulsa y estrena alguna película con más ambición artística o conceptual. La cuota de prestigio. En esta ocasión, de la mano de Charlie Kaufman, más valorado por su carrera como guionista, pero que ya ha dirigido alguna película interesante en el campo de la animación.

Más adelante hablaré del equipo con el que están hechas las fotos de hoy… pero como no sabía muy bien cómo ilustrar esta entrada cinematográfica,… pues me limito a poner fotos de mi último amplio paseo de sábado por la mañana, en gran medida por la ribera del Ebro a su paso por Zaragoza.

Veo la película con cierta prevención, pues no pocas críticas o reseñas han advertido de su naturaleza críptica, en incluso de marcianada. Protagonizada por la actriz irlandesa Jessie Buckley, un valor en aumento, y con razón, nos encontramos con una joven, cuyo nombre extrañamente varía durante la película que acompaña a su novio Jake (Jesse Plemons) a visitar a los padres de este, tras una relación no muy larga de ¿seis… siete semanas,… meses? Y eso a pesar de que está pensando en cortar la relación. La visita a los padres del novio, Toni Collette y David Thewlis, ya nos muestra que la película no es convencional ni con una trama espacio temporal al uso. Y hasta aquí puedo contar. Solo diré que quizá el personaje protagonista no sea la chica de nombre indeterminado que protagoniza Buckley, sino el anodino Jake.

Formalmente, la dirección de Kaufman es de gran nivel, casi diría excelente. Cuidada puesta en escena. Cuidados encuadres y selección de focales. Gran labor de iluminación y fotografía de la mano de Lukasz Zal, cuyo excelente oficio ya habíamos apreciado aquí y aquí. Y qué decir de la interpretación. De gran nivel por parte de todos, más vistosa la de Buckley que la de Plemons, pero no por ello a distinto nivel, y los recitales que ofrecen Collette y Thewlis. Y luego está el misterioso personaje que aparece de vez en cuando, el conserje de un instituto interpretado por Guy Boyd.

La película no tiene un argumento convencional. Y conforme avanza va entrando en un terreno que muchos calificarían, quizá con razón, de surrealista. Lleno de símbolos. Y al igual que el surrealismo, buscando bucear en el subconsciente del personaje principal de la película. Esto puede descabalgar a muchos espectadores. Pero si no sucede, si te dejas llevar y entrar ese simbolismo y ver más allá de la realidad aparente, la película se entiende. Y cuando la entiendes… te das cuenta que, quizá no llegue a nivel de obra maestra, pero es una propuesta muy interesante y atractiva. Aunque probablemente con esta afirmación no consiga convencer a mucha gente.

La película, en mi caso, crece en el recuerdo, conforme va dando paso en mi pensamiento de la extrañeza y la sorpresa a la comprensión y a la humanidad con la que Kaufman se acerca a un protagonista… que nunca es el protagonista de las películas. Cuando profundiza en el fenómeno de la soledad, del deseo de afecto insatisfecho, de la angustia que produce no ser nadie y ser olvidado con facilidad. Mucho más notable de la que esperaba.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****