Llevaba varias semanas sin trasladar artículos técnicos de fotografía desdehttp://medium.com/@CarlosCarreter a http://carloscarreter.es. Este el segundo de dos sobre la cámara de medio formato Canon Demi EE17.
Llevaba varias semanas sin trasladar artículos técnicos de fotografía desdehttp://medium.com/@CarlosCarreter a http://carloscarreter.es. Este el segundo de dos sobre la cámara de medio formato Canon Demi EE17.
Llevaba varias semanas sin trasladar artículos técnicos de fotografía desde http://medium.com/@CarlosCarreter a http://carloscarreter.es.Este el primero de dos sobre la cámara de medio formato Canon Demi EE17.
El hombro no me ha dejado dormir este domingo hasta tarde. Así que aquí va el segundo de los artículo originalmente publicados en https://medium.com/@CarlosCarreter/, y que ahora estoy integrando en http://carloscarreter.es/. En este, analizo el rendimiento de un objetivo japonés de los años 50 en un cámara digital moderna. Y no es malo.
Unas diapositivas perdidas de 1999 – Fotografía y otras artes visuales.
Recuperando diapositivas de los cajones… Estas tienen casi quince años…
En mi sitio web dedicado a la fotografía, os cuento como evolucionó mi equipo Canon EOS desde que compre la primera cámara de esta cámara, en aquel momento para película de sales de plata de toda la vida, una EOS 100 que todavía conservo y funciona perfectamente.
2012 fue el año en que volví a rescatar las cámaras para película tradicional. Lo que muchos llaman «cámaras analógicas», a pesar de que la emulsión sensible tiene un comportamiento «binario», las moléculas de sales plata está excitadas por la luz o no lo están, no valen estados intermedios, y los sensores digitales mandan a su procesador una señal electrónica analógica, antes de ser convertida en ceros y unos. Paradojas que tiene la vida.
2013 ha sido el año en que he experimentado y he aumentado, a modo de pequeña colección, las cámaras de este tipo que puedo utilizar. Como alguien dijo alguna vez, creo que fue Ivor Matanle, un coleccionista inglés de cámaras clásicas, no es mejor, no es más rápido, no es más conveniente, pero puede ser muy divertido. Os dejo una variedad de situaciones en las que he utilizado esta tecnología durante este año pasado.

Una visita con Gozarte al Palacio Larrinaga me permitió rescatar la Leica IIIf con su Elmar 50/3,5; un accidente me permitió comprobar que la película Ilford XP2 Super, para procesado C41, puede ser revelada en el tradicional D76 con buen resultado.

En Madrid me hice con una Leica M2 que prové paseando por Zaragoza, calzada con el Elmar 50/3,5 de la IIIf.

También rescaté la minúscula Minox 35 GT-E, que con su 35 mm es excelente para reportaje, como pude comprobar en la Cincomarzada.

El formato medio con la Yashica Mat 124G puede dar resultados muy eficaces, a pesar de que es un talabarte notable para acarrear; aquí usada para un paisaje ferroviario en Rodén.

Con la Leica IIIf usé un carrete de Ilford HP5 Plus para probar las ventajas e inconvenientes del revelado desatendido con Rodinal; para ello salí a pasear por el Parque Grande.

Ya que la tenía, me llevé la Leica M2 con un Carl Zeiss C-Biogon 35/2,8 a la quedada de FeZ en el Parque Lineal de Plaza.

Me dejaron un Rollei 35S que saqué a pasear por Zaragoza. Y eso que la mañana estaba un poco demasiado soleada al pasar por las Tenerías.

Nuevamente la Leica M2, esta vez con C-Biogon 35/2,8, para probar el revelado desatendido con Rodinal en la Ilford FP4 Plus.

No ha faltado algún accidente, como el velado parcial del rollo que usé con la Zeiss Ikon Ikonta B durante el Safari Callejero de Gozarte que hicimos con FeZ.

Y durante mi convalecencia de un pequeño incordio quirúrgico salí a pasear con la Leica IIIf calzada con una Industar ruso, copia aparente del Elmar 50/3,5.

En un momento dado, también rescaté del olvido mi primera Canon EOS. La 100. Sin D. La más parecida a los aparatos modernos, es también la menos atractiva. La menos «distinta». Pero muy eficaz. Siempre lo fue.

Paseo fotográfico durante las fiestas del barrio de Delicias; y opté porque la cámara principal del paseo fuera la Leica M2 con el Elmar 50/3,5. Muy divertido.

Mi primera Leica fue la Leica CL con el C-Summicron 40/2. Que mostró sus virtudes con luz escasa, en un concierto al aire libre durante las fiestas del Pilar.

Pocas semanas antes había recuperado también la compacta Olympus mju-II, que me llevé a Nueva York. Con negativos en color la saqué durante el Pilar, porque es excelente también como cámara de reportaje, pequeña y discreta.

De Nueva York me traje otra cámara de formato medio. La Fuji GS645S, telemétrica con un objetivo de 60 mm (38 mm equivalentes) que da gusto por su calidad. También la usé durante las fiestas del Pilar.

Y con el tamaño de su negativo, incluso con diafragmas medios consigues aislar el sujeto principal del fondo, como en el retrato de cuerpo entero de este panadero.

Me dejaron una Nikon FM2 con su 50/1,8. Esta pudo ser mi cámara principal cuando en 1993 compré la Canon EOS 100. Me apetecía usarla.

Lo cierto es que la FM2 es una cámara excelente con un gran visor para cuando hay poca luz, y muy agradable de usar. Muy bien pensada.

Cambio de tercio por completo. Me llega desde Viena una Canon Demi EE17. Cámara de medio formato (negativo de 18 x 24 mm), muy ligeramente mayor que el formato APS-C de las digitales. Sin pilas, es una cámara mecánica, de exposición manual.

Pero si a la Demi EE17 le pones unas pilas, se convierte en cámara de exposición automática con prioridad a la velocidad de obturación. Y tiene un objetivo muy luminoso, f/1,7.

Ya finalizando el año, un carrete de negativo en color para la Fuji GS645S, que me permite explorar los servicios de laboratorio de los «lomógrafos». Uno de los problemas actuales es el mal servicio que dan los comercios fotográficos a la película tradicional, y hay que ir probando.

También probé la Fuji con un carrete de Velvia 100, película diapositiva, y procesado cruzado. Alguna foto curiosa conseguí.

Y para terminar esta memoria de fotografía tradicional en 2013, usando la Leica M2 con película de «sólo» 400 ISO con luz escasa.

Con una objetivo Canon 50/1,8 para montura de rosca Leica, parece que no son tan necesarias las altas sensibilidades que les exigimos a los sensores digitales. Como dice la imagen, muchas gracias. Por vuestra atención.
En los últimos tiempos he estado dándole a los grandes angulares. Mi zona de confort en lo que se refiere a las focales fotográficas está en los objetivos estándares y en los teles cortos. Cosa normal en una persona moderadamente introvertida. Pero a veces hay que sacudirse la pereza y probar nuevas cosas. Los teleobjetivos más largos no me atraen. Me aburren con facilidad. Así que he decidido probar con los grandes angulares. Pero teniendo en cuenta que mi focal estándar favorita es un 40 mm (o equivalente, tomando como referencia el fotograma de 24 x 26 mm), los 28 y 35 mm me resultan demasiado próximos. Los 24 mm empiezan a ser interesantes, pero los tengo asociados a pesados objetivos zoom. Y en estas semanas atrás he probado el Tokina 12-24/4, pensado para Canon APS-C, pero que puede ser utilizado a partir de 19 mm en mi Canon 5D Mk II. Pero aunque cubre toda la superficie del fotograma, la calidad en las esquinas deja que desear incluso diafragmando.
Lo que sí he sacado en claro es que una focal entre los 18 y los 21 mm es lo que andaba buscando. Y por un precio razonable la he encontrado en el Olympus OM Zuiko 21/3,5 Auto W, que se puede montar en la 5D Mk II con un adaptador, y es muy compacto de tamaño. Los detalles técnicos los explicaré en algún momento en mis artículos en Medium. De los que avisaré en mis cuentas de Twitter y Facebook. De momento os dejo las primeras fotos, las primeras luces que ha conducido al sensor de formato completo de mi Canon. Una dura tarea, como ya se verá.
Ayer hacía referencia a las fotografías tomadas en el aeródromo de Monflorite hace 17 años, cuando un buen amigo se sacó su título de vuelo sin motor, con una cámara clásica, la Zeiss Ikon Contessa. Como comentaba ayer, aunque me llevé aquella cámara como diversión, yo tenía el encargo de hacer un pequeño reportaje, en diapositivas que se quedaría él, con una cámara «moderna». Entrecomillo lo de «moderna», porque lo era entonces pero han pasado unos cuantos años. Se trataba de la Canon EOS 100, cámara réflex para película tradicional que salió al mercado en agosto de 1991, y que yo compré en febrero de 1993. O sea. Hace 20 años. En cualquier caso, una cámara que en aquellos momentos tenía mucho de puntera, de innovadora. Canon tenía entonces un halo de marca innovadora que contrasta con su conservadurismo actual.

Hace mucho que no uso la Canon EOS 100, que tengo guardada con un Sigma 28/1,8 montado, que tampoco uso por no ser compatible con las EOS digitales desde la EOS 10D hasta la fecha. Las fotografías que veréis están tomadas con un EF USM 28-80/3,5-5,6 y un EF USM 70-210/3,5-4,5. El primero hace años que lo cambié por algo mejor, aunque no era malo. El segundo lo conservo. Y tiene el problema, se nota en las fotos, que con el diafragma abierto del todo se oscurecen mucho las esquinas. A f/8 es excelente.
El caso es que estos días hemos estado intercambiando imágenes con aquel amigo piloto, que sigue siendo un excelente amigo, y nos hemos divertido recordando por correo electrónico aquellos días. Como las diapositivas, aunque las tiene él porque pertenecen a uno de sus días importante, las hice yo, las pongo aquí como mías. Tal y cual me las ha pasado él digitalizadas, con alguna reducción del grano/ruido y corrección del color. Las diapositivas, por su elevado contraste, son más difíciles de digitalizar que los negativos en color.

Con el tele a tope, el 70-210 a plena abertura viñetea bastante, como se puede ver en esta toma del momento del despegue del velero arrastrado por la avioneta.

Mucho más agradecido el 28-80 diafragmado a aberturas medias, como cuando aterrizó la avioneta de arrastre después de haber soltado al velero en altura.

El aeródromo de Monflorite a pleno sol era un lugar que podía hacerse duro; así que para hidratarse nada mejor que un invento genuinamente hispano, el botijo.
He tenido una curiosa «discusión» por correo electrónico muy divertida y amistosa a propósito de los objetivos antiguos. Se sostenía por la parte contratante de la otra parte que entre un objetivo diseñado en los años 30, por mucho que se hubiese fabricado a principios de los 50 y otro fabricado a finales de los 50, tenía que haber diferencias. A favor del más tardío, que es un Canon mientras que el más temprano es un Leica Elmar. He de decir que los dos me parecen objetos encantadores. Que ambos son metálicos, aunque el Canon tiene material plástico. Y que la fórmula óptica del japonés es más compleja (6 elementos en 4 grupos) que la del alemán (4 elementos en 3 grupos). Esto es necesario, por que aquel abre a f/1,8 y el Elmar se limita a f/3,5. Pero voy a poner un ejemplo de las diferencias en el cuidado diseño de ambos objetos. La forma del diafragma.

El Leitz Elmar 5 cm f/3,5, diafragmado a f/5,6, presenta un diafragma casi circular. Se nota que tiene 9 palas que por su diseño dan esa forma que se aleja de lo que es un polígono de lados rectos. Esto es bueno para conseguir una buena armonía en las partes desenfocadas. Lo que ahora los «modernos» llaman por el término japonés «bokeh».

El Canon Lens 50 mm f/1,8, sin embargo, con su diafragma de 8 palas también cerrado a f/5,6, presenta una forma no ya poligonal, sino que de alguna forma es estrellada. Las zonas desenfocadas serán menos armoniosas. Si bien es verdad que en ambos caso, a plena apertura la pupila se ven circular.
Una vez establecidas algunas diferencias entre ambos objetos, a los que quiero por igual, porque a los hijos hay que quererlos a todos, da lo mismo si son más listos o más tontos, más feos o más guapos, os dejo algunas fotos de las que tomé el fin de semana pasado con la Leica IIIf. Las que os presenté el otro día estaban escaneadas en tienda y no me gustaba mucho su acabado. Pero los ajustes de mi escáner de sobremesa, que tan bien me van con la película de formato medio, no acaban de gustarme con el formato pequeño de la película de 35 mm. O el «full format» que paradójicamente se llama ahora. Habrá que hacer más pruebas. Tomadas en el paseo del Canal de Zaragoza.
Estos días atrás he estado utilizando la Olympus OM-D E-M5, cámara de objetivos intercambiables que no incluye un sistema de visor réflex, y que por su tamaño compacto es mi actual cámara de viaje. Y la he sacado del cajón para calzarle unos viejos objetivos heredados de tiempos pasados. En concreto, la he estado usando con dos objetivos de 50 mm de longitud focal, muy distintos, de los años 50 del siglo XX. Con esta cámara, estos objetivos pensados como focal estándar, se convierten en teleobjetivos cortos.
Uno de ellos un Leica Elmar 5 cm f/3,5, retráctil, casi con toda seguridad la segunda versión, ya que venía con una Leica IIIf, telemétrica con montura de rosca que salió al mercado después de 1950, con cuatro lentes en tres grupos. Supongo que muy parecido en su diseño a la célebre fórmula Tessar de Carl Zeiss.

El cielo sobre el Parque Grande de Zaragoza, tomado con el Leica Elmar 5 cm f/3,5. Su sencilla fórmula lo hacía más apto para el blanco y negro, más popular en su época, que para el color,

El mismo objetivo me permite jugar con los motivos geométricos de esta celosía en el paseo de Ruiseñores.
El segundo de ellos es un Canon 50 mm f/1,8, segunda declinación de este objetivo, la primera tenía la denominación Serenar, que salió en 1956, para cámaras telemétricas con montura de rosca según las especificaciones de Leica. Tiene 6 lentes en cuatro grupos. Lo me que hace suponer un claro parentesco con la también célebre fórmula Planar de Carl Zeiss, y que permite ópticas más luminosas. De hecho, es casi cuatro veces más luminoso que el anterior.
Estos objetivos son muy bonitos. Son metálicos. Y tienen el aura de lo antiguo que se fabricaba para durar. Entre ambos suman más de un siglo de existencia, y están impecables. Pero hay que ser conscientes que su calidad óptica ha sido superada ampliamente por los productos posteriores más actuales. Especialmente por los modernos diseños que se han de utilizar con los exigentes captores digitales. ¿Qué sentido tiene pues utilizar estos objetivos? Tres motivos. Uno los uso porque los tengo y se pueden usar. Dos por la diversión que aportan, dando un sentido lúdico a mi afición por la fotografía, adecuado en determinados momentos. Tres, por que aprendes. Son objetivos mecánicos, con mecanismos de enfoque manual que no se producen hoy en día, de excursión larga, donde puedes jugar más fácilmente con los conceptos de profundidad de campo. Con selección previa del diafragma y su consecuencias. Porque no te puedes apresurar, aunque aprendes a manejarlos con agilidad, y te estimulan a usarlos pensando en la toma.

El Canon 50 mm f/1,8 para montura de rosca Leica, ejerce como un tele corto con la cámara micro cuatro tercios, dando un contraste suave a la luz de la tarde.
Está bien usar ópticas con limitaciones. Frente a la mentalidad de «qué fotos puede hacer tu objetivo por tí», nefasta, está la de «qué fotos puedo hacer yo con mi objetivo», mucho más educativa, y que permite avanzar. Por eso, con los años me he decantado por el uso de focales fijas, llevando en cada ocasión un número limitado de ellas.
Ahora se ha anunciado la salida al mercado de un «accesorio» de Olympus para sistemas micro cuatro-tercios. Se trata de una tapa para el cuerpo de cámara, que lleva incluido un objetivo de tres elementos en tres grupos, un triplete que no será muy distinto de los triotares de Carl Zeiss u otros similares, con una apertura fija f/8, con una focal fija de 15 mm (equivalente a 30 mm en 24 x 36 mm), y con dos posiciones de enfoque, una en la hiperfocal, es decir a 2 metros, con profundidad de campo entre 1 metro e infinito. La otra a 30 cm del objetivo para fotografía de aproximación. Muchas limitaciones, y una calidad de imagen que no será puntera, pero que puede ser aceptable para según que usos. Y con las limitaciones, la oportunidad de aprendizaje. Después del análisis de Valentin Sama y otros, creo que me haré con uno. Al principio lo había descartado, pero ¿por qué no?
El pasado domingo, durante la fiesta de carnaval para niños en la que estuve, mi veterano
Aunque con posterioridad, con calma y reflexión, encontré la forma de repararlo por mi mismo, para lo cual sólo necesité un poco de lógica y dos gotitas de loctite, lo cierto es que uno pierde parte de la confianza que tiene en un chisme de estos tras semejante batacazo. Así que me pedí en Amazon.es un EF 50/1,4 USM para reemplazarlo. Cuesta, con parasol, tres veces más. Pero en calidad constructiva, en el motor de enfoque y en varios detalles más, lo vale. En los resultados, mi habilidad dirá si soy capaz de sacarle alguna ventaja. En cualquier caso, como lo recibí ayer, hoy me lo he llevado conmigo cuando he ido a trabajar, y camino de Huesca he tirado las primeras fotos con él. Que no demuestran nada en términos de teoría o práctica fotográfica. Sólo que tenía ganas de estrenarlo.
Antaño hablaba más de las cámaras y de los chismes fotográficos. Una de las entradas más visitadas de este Cuaderno de ruta durante un tiempo fue aquella en la que hablaba de la Panasonic GF1 cuando me la compré. Hace ya dos años bien pasados. Pero mi tendencia ha sido ha hablar cada vez más de fotografías y menos de chismes fotográficos. Que tienen una importancia muy relativa en realidad. Para aclarar mi situación al respecto, para aquellos que sean curiosos o les interese el tema, actualicé no hace mucho la página donde describo mis cámaras de uso habitual. Tengo bastantes más de las que necesito, aunque soy capaz de obtener diversión de todas ellas.
Sin embargo, esta semana, con motivo de la celebración en Las Vegas (EE.UU.) de una gigantesca feria dedicada al mundo de la electrónica de consumo, con su apartado dedicado a la fotografía, se han producido novedades, más o menos esperadas, que han revolucionado el mundillo.
Veamos algunos antecedentes. Cuando comenzó el auge de la fotografía digital, la cosa se dividía en dos. Cámaras réflex con captores de imagen grandes y caras, y compactas de diverso pelaje, razonablemente más asequibles, pero con captores de imagen pequeños. Las leyes de la física establecen dos cosas importantes. Cuanto más grande sea un captor de imagen digital, más grandes sean los millones de celdillas que recogen los valiosos fotones, más calidad tendrá la imagen final. Pero también serán más caro, y será mucho más exigente con las ópticas que haya que poner entre el sujeto y el captor para que estos fotones lleguen en condiciones a su destino final.

Una cámara ligera como la GF1, y un objetivo competente y luminoso como el M.Zuiko 45/1,8, son ideales para pasear o para ir de viaje, obteniendo detalles del mundo que nos rodea.
Como todas las tecnologías asociadas a la electrónica de consumo, poco a poco se asientan, los precios se moderan y se democratizan, y se produce el bum comercial, suponiendo que ese campo de la tecnología de consumo goce del beneplácito, natural o inducido, de las masas. Pero los principios antes indicados se han mantenido. A mejores precios, pero sigue habiendo compactas baratitas con pequeños captores, y réflex más caras de captores más grandes. Lo cierto es que para muchos consumidores la cosa ya va bien. De hecho, muchos consumidores se empiezan a sentir satisfechos con las cámaras incorporadas en sus teléfonos móviles. Teléfonos móviles, que «al volverse inteligentes» y lo suficientemente potentes para admitir la instalación de aplicaciones, se han convertido en pequeños ordenadores de bolsillo con cámara integrada capaces de un procesado más o menos personalizado de la imagen, y con unas inmensas potenciales para el intercambio social de la información visual.
Sin embargo, existen nichos ecológicos en la biosfera fotográfica que no han estado correctamente ocupados durante todos estos años. Uno de los más célebres es el de lo que Michael Johnston, responsable del estupendo blog The Online Photographer, denominó como la decisive moment digicam. Básicamente, lo que pedía ya en 2005 era una cámara de tamaño razonablemente compacto, con un captor de imagen grande, armada con un objetivo de focal fija luminoso, y que se pusiera en acción con agilidad. Un aparato que con discreción se pudiese llevar encima, y capaz de hacer fotografías de reportaje con presteza, como sucedía en tiempos de la fotografía química.
Muchos intentos se han realizado desde entonces para rellenar este nicho. Quizá no muy numeroso en términos de potenciales clientes, pero si muy prestigioso. Marcas como Sigma, Leica o más recientemente Fujifilm, se acercaron mucho al ideal, aunque con distinta fortuna. Quizá fuese la X100, el modelo de Fujifilm el que más se acerque al concepto.

Sin embargo, existen cámara réflex de tamaño bastante ajustado como la Pentax K-x, que con una óptica fija tipo "pancake" como el SMC-DA 40/2,8, pueden hacer un papel parecido. Y el tamaño del captor, más grande, favorece la calidad de imagen. Sin embargo, pocos fabricantes han dotado a las réflex digitales de los objetivos de focal fija y luminosa adecuados.
Mientras tanto, ha surgido otro nicho que es muy próximo al mencionado. Y es el de las cámara compactas de óptica intercambiable. En la medida en que el captor sea la suficientemente grande, y se le pueda calzar un óptica fija luminosa adecuada, la cosa va por ahí. De hecho, mi GF1 con el 20/1,7 se aproxima mucho ha este concepto. Sin embargo, estas cámaras han adolecido y adolecen de algunos problemas. Uno de ellos, el que más me molesta a mí en particular, es la ausencia de un visor apropiado. Hay muchas circunstancias en las que encuadrar mediante la pantalla trasera no es adecuado. Porque la brillante luz del sol la hace ilegible, porque es indiscreto fotografiar con la cámara al final de los brazos extendidos, porque no tiene tanta estabilidad y hay que usar velocidades de obturación más elevadas, etcétera. Yo he paliado estos problemas con ingenio y alguna ayuda adicional, pero están ahí. En el caso de las llamadas micro cuatro tercios, tienen el problema añadido de que la calidad de imagen de su captor, en condiciones de luz escasa cuando hay que tirar de ISOs altas, están un paso por detrás de las cámaras que utilizan captores más grandes. No es que me queje yo mucho de esta cuestión, pero también está ahí.
Expuesta la cuestión con una razonable extensión, las novedades de este principio de año vienen por dos bandas.
Por un lado, Canon nos propone una derivada de su serie G, la G1 X, con un captor algo mayor que el de las micro cuatro tercios, pero algo inferior a las APS-C de la marca. Eso sí, con su densidad de pixeles, lo que supone que dará lugar a fotografías con algo menos de resolución espacial, pero con la misma calidad de imagen, que no es poca. Las pegas que le veo leyendo sus especificaciones técnicas es que su objetivo de focal variable, aunque razonablemente luminoso en su extremo angular (f/2,8), es francamente poco luminoso en su extremo teleobjetivo (f/5,8). Y todo indica que su visor óptico va a ser regular tirando a malo, como también es tradición en la marca.
Por otro lado, Fujifilm ha lanzado una evolución de ópticas intercambiables de su X100. La X-Pro 1 está siendo la sensación del momento. Por su bonito diseño. Por sus innovaciones tecnológicas a nivel del captor de imagen y del visor óptico. Por su prometedora gama de luminosos óbjetivos de focal fija. Ya hay quien la llama la Leica de los pobres. … … … … Pero aquí vienen las posibles críticas. Primero. Lo correcto sería llamarla la Leica de los menos ricos. No se han dado a conocer precios oficiales, pero se comenta que el cuerpo con la focal estándar estaría entorno a los 2000 €. Mucho más asequible que la Leica M9. Pero de ahí a decir que es barata… Segundo. Tiene un tamaño similar a la Leica M9, que no es grande si la comparamos con las cámaras réflex con aspiraciones profesionales. Pero de ahí a decir que es una compacta… No. Es otra cosa. Por ejemplo, es notablemente más grande que las compactas de objetivos intercambiables. Evidentemente, busca competir con la prestigiosa firma alemana. Y probablemente con una muy buena opción. Pero decididamente, tampoco es esta la decisive moment digicam que proponía Johnston.
Dicho todo lo cual, si alguno de vosotros que podáis leer esto decide regalarme un Fujifilm X-Pro 1, le prometo que no me enfado. Y que le estaré eternamente agradecido. Aunque en realidad no la necesito. Pero a ser posible con el juego de tres objetivos inicial. Puestos ya…
Sólo me queda aportar una última reflexión. Pero no mía. Aunque me la apropio. La he encontrado hoy en el blog The Visual Science Lab/Kirk Tuck. Su tesis está muy clara. Una cámara de formato medio que te cuesta con objetivo y todo en torno a 30.000 euros seguro que produce una imagen mucho mejor en circunstancias ideales que una cámara micro cuatro tercios de 1.000 euros. Pero la inmensa mayoría de los mortales, al observar una copia impresa a 40 x 30 cms de una buena fotografía tomada por ambos equipos con una técnica esmerada, no encontrarán diferencias apreciables.

Hasta ahora, la mejor calidad de imagen la hemos obtenido de los grandes captores como el de la Canon EOS 5D Mk.II. Además, las posibilidades estéticas derivadas del mayor control de la profundidad de campo con objetivos muy luminosos son mayores. Pero son equipos más grandotes y conspicuos. Y la nueva X-Pro 1 de Fujifilm ha venido para ponerlos en cuestión.