Llegamos al final de 2024. Un año… que, en lo que se refiere a viajes, no ha estado mal. Ya el 2023 marcó una recuperación muy clara a los niveles anteriores al nefasto 2020. Y comienza el repaso de fin de año, fundamentalmente un repaso fotográfico, que es lo que me apetece, como de costumbre desde hace ya un buen montón de años en este Cuaderno de ruta. En mi carpeta con fotografías de viaje he registrado dieciocho subcarpetas, es decir, dieciocho viajes de mayor o menor duración. Van desde la excursión en el día a algún pueblo aragonés, incluso de la propia provincia de Zaragoza, en cuya capital vivo, hasta algún viaje intercontinental saltando al otro extremo del continente euroasiático durante una o dos semanas. Así que mi concepto de lo que es viajar con la cámara al hombro es muy amplio. Así que sin más, vamos con el repaso. Con fotos.
Ya mostré hace unos días fotografías realizadas en mi escapada andaluza de finales de octubre con película fotográfica para negativos en blanco y negro. Pero también me llevé una cámara con película para negativos en color. Mi intención era centrar mi reportaje fotográfico en la película fotográfica, dejando la fotografía digital como auxiliar en situaciones donde la película fotográfica fuese poco práctica, así como para realizar algunas fotografías para compartir en redes sociales e internet sobre la marcha.
Pero hubo un problema. Con la batería de la cámara que me llevé para la película en color. Así que no tengo fotos de Osuna ni del desfiladero de los Gaitanes. El problema lo pude resolver a mitad de mi estancia en Sevilla, y sí que tengo fotografías de Córdoba y de la propia Sevilla. Que es lo que os muestro aquí. Las de Córdoba más arriba, las de Sevilla más abajo. Los detalles técnicos de las fotografías y del problema que tuve los encontraréis en una publicación de Carlos en plata.
Con unos cuantos días de retraso como consecuencia de la catastrófica situación en la Comunidad Valencia, me llegan revelados los carretes de película fotográfica que expuse durante la escapada a Andalucía de hace unas semanas. Sólo cuatro días aprovechables, pero que dieron mucho de sí. Más de lo que yo pensaba. En esta primera entrega de las fotografías realizadas con película fotográfica, las fotografías en blanco y negro. Las cuestiones técnicas de las fotografías las encontraréis, como de costumbre, en la publicación sobre el tema en Carlos en plata.
Pero para quienes no estéis interesados en los temas técnicos, me limitaré a traer aquí algunas de las fotos representativas del viaje. Espero que os gusten.
Desde hace unos años hemos cogido la costumbre de hacer una escapadilla otoñal de cuatro o cinco días antes de que se produzca el cambio de hora y las tardes (y las horas de luz) se hagan escasas. Empezó cuando la pandemia, aprovechando que una buena amiga se había mudado a Sevilla un par de años antes. Pero ya lo hemos establecido. En 2020 y 2021 fuimos a Andalucía, con base en el piso de esta amiga, en 2022 y 2023 estuvimos en distintas zonas del País Vasco. Y en este 2024, hemos vuelto a Andalucía. Las cuestiones técnicas de las fotografías las podéis encontrar en la entrada correspondiente de Carlos en plata.
Con salida el miércoles por la tarde, después de la jornada laboral, hemos permanecido hasta el domingo. El número de combinaciones ferroviarias de alta velocidad ha aumentado en los últimos años. En 2021 había un AVE de Renfe por la mañana y otro por la tarde. En la actualidad hay dos AVE de Renfe por lo mañana, dos por la tarde, un tren Iryo por la mañana y otro por la tarde. Sacado el billete con bastante antelación, el tren de ida entre semana puede salir muy bien de precio, el de vuelta en domingo… ya es más complicado. Lo del precio, digo.
Con base en Sevilla, hemos ido visitando distintos lugares de interés por Andalucía. Novedades de este año han sido Osuna, una población a la que se accede cómodamente en tren desde Sevilla, y que nos agradó mucho, y el desfiladero de los Gaitanes, más conocido por la designación turística El caminito del rey. También nos ha gustado mucho. También se puede acceder en tren, pero hay que planificarlo con tiempo. Por las plazas limitadas para acceder al desfiladero. Como nos decidimos con sólo dos semanas de antelación, contratamos un viaje en el día con una operador turístico. Íbamos a ir también al Puerto de Santa María, con unos conocidos de nuestra amiga “sevillana”, pero la escasez de plazas de tren y la rigidez de la gestión de los trenes de Renfe nos lo impidió. Acabamos pasando un día en Córdoba.
En los últimos dos años he venido observando un progresivo deterioro en el funcionamiento ferroviario. Si el de las líneas convencionales, de ancho de vía ibérico, nunca han salido de la mediocridad, el servicio por debajo de lo esperado se ha extendido a la alta velocidad. Desconozco si se debe al gestor de las infraestructuras ferroviarias o a la mala gestión de las operadoras, siendo Renfe la dominante. En este viaje sólo hemos usado trenes de Renfe. Un total de seis trenes de los que sólo uno fue puntual, el que nos trajo de vuelta de Osuna a Sevilla. Todos los demás, incluidos los de alta velocidad, llevaron retrasos apreciables. El que nos devolvió de Córdoba a Sevilla, nada menos que una hora y quince minutos de retraso. Tenemos pendiente reclamar la indemnización por el retraso. Esa tarde, como comprobamos en la estación de Córdoba, prácticamente todos los trenes tenían incidencias horarias. Y parece que un AVE procedente o con destino Málaga estaba suprimido. Eso sin contar con la nefasta gestión de Renfe en el acceso a los trenes que hace que el tren que nos trajo de Sevilla a Zaragoza, el único que para en Madrid, perdiera 25 minutos en la estación de Puerta de Atocha por las rigideces en la gestión de los accesos. Un parada que no tendría por qué durar más de cinco o diez minutos se prolonga innecesariamente por el guirigay que montan entre unos y otros para el acceso a los trenes de alta velocidad. Un absurdo, especialmente si lo comparas con la agilidad con la que similares situaciones se gestionan en otros países. Cada vez que lo comparo con la sencillez y agilidad de la alta velocidad japonesa, con una densidad de circulaciones y de pasajeros muy muy superior… me llevo las manos a la cabeza.
Pero bueno… aparte de estas incidencias, y una lluvia ligera en la tarde del sábado en Córdoba, han sido cuatro días muy agradables. Eso sí… probablemente tardemos ahora un tiempo en volver a Sevilla. Por muy conveniente que resulte tener casa en la capital andaluza, la densidad de turistas y el hecho de que ya la tengamos muy conocida, hace que presente menos alicientes. Y nuestra amiga que allí vive también quiere aprovechar esos días para ir a sitios que no conoce. Pero si surge alguna actividad interesante por allí que no hayamos hecho… pues nos animaremos con facilidad.
Como todos los años desde 2007, llega el momento de comenzar con el resumen del año. En aquel momento, era simplemente una entrada que publiqué el 31 de diciembre bajo el título «12 meses, 12 fotos». Y fue en 2012 cuando por primera vez extendí esa entrada a dos más; la dedicada a la fotografía con película tradicional y la dedicada a los viajes del año, grandes o pequeños. Y aquí estamos terminando este 2021,… que algunos consideran como 2020 temporada 2ª. Quizá hay demasiada gente que piensa que el final de un año y el comienzo de otro es algo significativo, cuando la realidad es que el tiempo es un continuo, y el universo sigue adelante sin importarle gran cosa nuestras arbitrarias divisiones del calendario.
Este año no he hecho excursiones. Durante buena parte del año todavía hubo muchas restricciones al tráfico. Las actividades asociativas no se han reactivado a los niveles anteriores. A mí me da mucha pereza coger el coche y conducir. Y gente con la que solía salir en pequeñas excursiones de día,… pues no están a mano. No están cerca o no están disponibles. Las consecuencias de la pandemia nos han afectado más de lo que creemos, incluso a aquellos que no hemos sido diagnosticados de la enfermedad. Vete tú a saber si nos hemos infectado o no. Mañana tengo «excursión» al centro de salud para el refuerzo vacunal. Con un poco de «suerte» pasaré el final de año con fiebre y modorro en la cama.
Viajes, grandes o pequeños
Hasta que no llegó el verano, no pudimos tener claro en qué medida podríamos viajar o no. Fuera de Europa siempre estuvo difícil. Y a la Europa «unida» le costó llegar a acuerdos sobre el certificado COVID y su aplicación en el movimiento de gente transfronterizo. Y la onda epidémica del verano colocó a España en los peores colores del semáforo de advertencia.
No obstante, con sólo una semana de antelación, conseguimos montar un viaje a Suiza, con tres viajeros desde España, y otros tres desde Italia en parte del viaje. Un viaje que nos supo a gloria. En el que por fin sentimos algo de libertad. En parte por la racionalidad de las medidas contra la covid en el país helvético, adecuadas pero no agobiantes, en parte por el aire fresco de los Alpes, en parte por los reencuentros entre personas que se quieren, que llevan tiempo sin verse, salvo a través de las pantallas de ordenadores, tabletas y teléfonos móviles, y que se alegran de abrazarse por fin. Dado que todos estábamos vacunados en ese momento.
Una de las consecuencias de la apertura de fronteras europea fue que una de mis amistades con las que más viajo, pudo hacer un breve viaje a Dinamarca, a Copenhague, por motivos de trabajo. Y fui de acompañante. Si en Suiza las medidas de prevención entraban en lo razonable, en Dinamarca estaban convencidos que ya podían hacer vida normal, y nada era obligatorio, salvo para entrar al país. Aunque nunca nos pidieron que mostráramos nuestro certificado COVID. El caso es que hizo unos días excelentes, todo estaba racionalmente animado y lo pasamos realmente bien.
Entre finales de septiembre y la primera quincena de octubre llegó mi segunda parte de vacaciones reglamentarias. Y organizar el viaje fue algo azaroso. En principio reservamos para ir a Lanzarote en las islas Canarias. Pero mi acompañante al viaje tuvo una cuestión que atender y lo suspendimos. Tuve que buscar una alternativa. Otra vez con poco más de una semana de antelación. Y fue bien. Italia fue el destino. La costa de Amalfi, el golfo de Nápoles, Roma y Tívoli fueron los lugares que visitamos. Italia siempre es un buen destino viajero.
Y a finales de octubre, igual que el año anterior, surgió la oportunidad de visitar a una de mis amistades, que vive en Sevilla y además tiene un nuevo piso, más amplio y acogedor. Por lo que no viajé solo desde Zaragoza. Recorrimos Jerez de la Frontera, Río Tinto, la sierra de Aracena, Ronda y, cómo no, Sevilla misma. Empezamos a acostumbrarnos a esta escapada andaluza a finales de octubre, antes del cambio de horario de otoño.
Mañana lo dedicaré a hablar en exclusiva de la fotografía con película tradicional. Pero ya llevo unos años en la que este tipo de fotografía tiene su importancia a la hora de documentar mis viajes. Todas las fotografías en color mostradas hasta ahora son digitales… menos uno. Adivinad cuál es. Cerraré la entrada con cuatro fotografías en blanco y negro, realizadas con al fiel compacta que me ha acompañado en todos mis viajes en este año que se cierra.
Ya lo hice el año pasado, año de pandemia, «escapándome» de Zaragoza horas antes de que quedara cerrada «perimetralmente» por la onda epidémica del otoño. Me fui a Sevilla a pasar unos días en casa de una buena amiga. Este año también. Con menos agobios «pandémicos». Y más acompañados, puesto que fuimos dos desde Zaragoza. Os cuento un poco con fotos.
He de decir que lo hemos pasado bien… pero no hemos/he tenido suerte en este viaje. Aunque nada presagiaba los problemas el primer día de excursiones, con sol radiante, buena temperatura y una bonita ciudad como Jérez de la Frontera, que es, a la vez, distinta pero más interesante de lo que esperaba. Mejor. Todo bien ese día. Que acabamos más cansados de lo que esperábamos, pues tanto caminamos.
Pero por la noche… empezó mi desgracia personal. Mi cámara principal para viajes, la Panasonic Lumix G9, que tantos buenos momentos fotográficos me ha deparado en el pasado, lleva fallando desde hace unos meses. No la he podido usar en ningún viaje de este año, y ya ha pasado dos veces por el servicio técnico, sin que sean capaces de arreglarla. Pero a las seguridades que me dan cada vez. Espero que no acabemos discutiendo gravemente. Como ya no me fiaba, me llevé de respaldo la Lumix G100, con la que tuve que apañarme el resto del viaje… a pesar del mal tiempo. Y es que una de las ventajas de la G9 es que la puedes usar aunque caiga la lluvia a cántaros. No tal con la pequeña y modesta G100. El viernes excursión a las minas de Riotinto y sierra de Aracena con la misma empresa con la que el año pasado estuve en Doñana. El año pasado me encantó. Este año… no tanto. Tres cosas marcan. Una, sobre la que es difícil actuar… el tiempo atmosférico, que este año ha sido lluvioso y neblinoso. Dos, el año pasado tuvimos un guía estupendo… este año… no tanto. Tres, el programa de la excursión, el año pasado estuvo muy bien equilibrado. Este año ha tenido cosas interesantes por las que hemos pasado rápidamente, y estancias largas en lugares con un interés limitado. Me quedé con más ganas del Río Tinto, pero afortunadamente el fin de fiesta en la gruta de las Maravillas de Aracena estuvo muy bien, especialmente con la guía local de la visita, que obviamente era una geóloga titulada por su forma de explicarse y su forma de insistir en cosas realmente interesantes y no en chorradas. Bien por ella.
A Ronda nos fuimos los tres el sábado. También con lluvia. Fina y ligera… tan apenas sacamos el paraguas un par de veces. Pero molesta. Y con una luz horrible. Y con un descenso notable de temperaturas al estar en la sierra de su mismo nombre. Pero bonita. Para pasar el día sin aburrirte en ningún momento. El problema… son solo 128 kilómetros desde Sevilla. Pero por tren, van Antequera Santa-Ana, con un trayecto por alta velocidad y otro por baja velocidad, más mucho tiempo de transbordo, son tres horas de viaje. Y otro tanto de vuelta. La alternativa del autobús de línea no es mejor. Tres horas y media de viaje y con horarios que no permiten aprovechar el día. O coger un viaje organizado que te cobran 100 euros. Fuimos en tren. No me voy a extender, pero lo voy a decir; Renfe es una odiosa empresa que trata muy mal a los clientes. Quizá me extienda en otra entrada… pero probablemente no, para no hacer malas bilis.
La mañana del domingo, día en que volvíamos a las tres de la tarde, nos dimos un paseo por Sevilla, nos tomamos unas tapas/comimos con alguna buena gente a la que se le hecha de menos por Zaragoza… y pasé de llevar peso a la espalda. Me limité a meter un paraguas plegable en un bolsillo del chubasquero, siguió lloviendo aunque con temperaturas muy buenas, y la pequeña pero eficaz Olympus Trip 35 con tres rollos de película negativa en color en el otro bolsillo. En el bolsillo del pantalón, el teléfono móvil con el que hice las fotos que veis aquí, porque las de la Trip 35 tardarán unos días en ser visibles. ¿Al año que viene más? Ya veremos. Pero, ¿por qué no? Ah… y la próxima vez que alguien me diga lo de «la lluvia en Sevilla es pura maravilla», corre el riesgo de ser agredido malamente. De las últimas cuatro veces que he bajado a Andalucía, tres en octubre y una en diciembre, me ha llovido las cuatro veces.
Como todos los años desde 2007, llega el momento de comenzar con el resumen del año. En aquel momento, era simplemente una entrada que publiqué el 31 de diciembre bajo el título «12 meses, 12 fotos». Y fue en 2012 cuando por primera vez extendí esa entrada a dos más; la dedicada a la fotografía con película tradicional y la dedicada a los viajes del año, grandes o pequeños. Y aquí estamos terminando este 2020,… que ha sido… bueno, que os voy a contar. Dejémoslo en «complejo».
En una entrada similar a esta hace un año anunciaba, mientras me preparaba a recordar los estupendos viajes de 2019, que ya teníamos billetes para un viaje a Extremo Oriente. Era a China. Viaje que nunca se pudo realizar… Ni otros que estaba previstos. Pero seamos positivos. Veamos lo que se ha podido viajar.
Excursiones, sólo o con amigos
No hay muchas, claro. Buena parte del año no nos han dejado salir de casa, de la ciudad o de la comunidad autónoma. Y eso que el principio de año iba bien…
Como venimos haciendo desde hace unos años, el día de mi cumpleaños me escapé en una excursión en el día, a pasar el día en contacto con la naturaleza y con algunos amigos. Este año fue a Galve, provincia de Teruel, al Parque natural del chopo cabecero del Alto Alfambra.
Y unos días más tarde, en febrero, hacíamos otra escapada con otro buen amigo, a los focinos del Alto Martín, cerca de Martín del Río, también en la provincia de Teruel, pasando la tarde en el bello paisaje en torno a Peñas Royas.
Pero desde marzo hasta bien entrado junio, ya no pudimos volver a salir por el mundo, salvo por motivos concretos y muy justificados.
Tuvo que ser en julio, con la excusa de la llegada del cometa C/2020 F3 (NEOWISE), cuando nos escapásemos una tarde hasta las primeras horas de la madrugada al embalse de la Sotonera en Tormos, con el fin de fotografiar el bello cometa. Después de esta excursión, ya no encontré ocasión para salir en excursiones cortas por el mundo. Desde el último tercio de octubre y hasta hace pocos días, hemos estado en confinamiento perimetral del municipio de Zaragoza. Menos mal que entre medias, pude viajar de verdad…
Viajes, grandes o pequeños
A finales de julio de este malhadado 2020, todavía no sabía dónde ir de vacaciones. Sabía que tenía dos períodos asignados, la segunda quincena de agosto y la segunda quincena de septiembre. Y bastantes días sueltos que podía agrupar como quisiese. Pero con la duda tremenda de dónde y cómo estaría permitido viajar en cada momento, si es que estaba permitido viajar.
A finales de agosto, reservando vuelos y alojamiento con sólo tres días de antelación, tras ciertas tribulaciones e inseguridades, me escapaba yo solo a pasar ocho días a la isla de la Palma en las islas Canarias. La isla no me acogió en sus mejores momentos, con incendios forestales, calor y cálidas. Pero esos días me supieron a gloria. Pude disfrutar de bellos y variados paisajes, pude caminar algo, disfrutar de la naturaleza y relajarme contemplando volcanes y puestas del sol junto al mar. Primeros días en meses en los que mi cabeza se permitía divagar en cuestiones distintas de las que nos han afectado a todos este año.
A finales de septiembre, con unas tribulaciones similares en la reserva de vuelos y alojamiento, nuevamente con inseguridades, me iba una semana a la bella ciudad portuguesa de Oporto. Pocas posibilidades había de viajar al extranjero en esos momentos, con España como uno de los países con incidencias de casos de covid-19 más altas en Europa. Portugal, que es donde recalé, Francia, que también sufrían sus incertidumbres, o casos como el de Islandia, donde podías ir, pero sólo entrar si dabas positivo en una PCR que te hacían al llegar y cuyo resultado te comunicaban en pocas horas. Oporto fue. Que estaba extraordinariamente tranquilo. Con bellas excursiones a Guimaraes y Aveiro. La nota negativa… que extravié la cámara digital, por lo que las principales fotos fueron hechas con película en blanco y negro, con una cámara de 1973. Pero están muy bien. Y qué bien comí… qué pescado más rico.
Conforme avanzaba el mes de octubre, me di cuenta de que sí quería aprovechar días sueltos de los que me quedaba, bastantes, para ir a algún sitio, tenía que ser cuanto antes. Había pensado en el entorno del puente de Todos los Santos. Pero la desafortunada gestión que del puente del Pilar hicieron las administraciones públicas y el conjunto de los ciudadanos en sus actividades privadas, mano a mano entre todos, nos llevaron a que siete días más tarde repuntase la epidemia en lo que ha sido una fea ola de actividad con malos datos durante todo noviembre. Viéndola venir, me preparé un viaje a Andalucía, Sevilla, Doñana y Cádiz, para unos días de la tercera semana de octubre. Pude salir de Zaragoza sólo unas horas antes de que entrase en vigor el confinamiento perimetral de la ciudad por culpa de la epidemia. Estando Andalucía en un situación mucho más aliviada, sin turistas apenas, pude disfrutar de lugares habitualmente masificados, con una tranquilidad insospechada unos meses antes. Claro… la gente que vive del turismo, en número excesivo en nuestro país, estaba que echaba las muelas. Pero cuando volvía al domingo siguiente… ya no pude volver a salir a ninguna lado. Ya veremos cuándo es la próxima escapada o viaje. Y dónde.
Mañana lo dedicaré a hablar en exclusiva de la fotografía con película tradicional.
Ya me han llegado reveladas y digitalizadas las fotografías de mi reciente viaje a Andalucía, realizadas sobre película tradicional negativa en blanco y negro. Y estoy bastante contento con ellas, y por ello os traigo aquí unas cuantas. De las primeras que he revisado.