[TV] Cosas de series; la más veterana y un «spin-off» no declarado

Televisión

Pues sí. La serie más veterana de mi cartelera televisiva. Quizá en competición con la nueva época de Doctor Who. Tanto la ciencia ficción británica como Grey’s Anatomy llevan en el aire desde 2005. Pero el número de episodios y la regularidad de emisión de las aventuras y desventuras de los cirujanos de Seattle ha sido mucho mayor que la del Señor del Tiempo. Así que le concedo el título. Bueno,… en realidad,… La segunda época del Doctor comenzó el 26 de marzo de 2005 con la presentación de Rose (Billie Piper) como una de las compañeras más carismáticas que ha tenido el alienígena. El comienzo del programa de residencia de Meredith Grey (Ellen Pompeo) y sus compañeros en Seattle comenzó el 10 de noviembre de 2005. Sin embargo, si no recuerdo mal, me enganché al drama médico antes que a los viajes en el tiempo en la Tardis. En cualquier caso, Grey y sus compinches acaban de terminar su 17ª temporada, mientras que el Doctor terminó su 12ª temporada con el especial de Navidad del 1 de enero de 2001. Que cada uno cuente los episodios especiales entre 2007 y 2008 en la temporada que quiera.

«Master of None» es una serie muy neoyorquina. Así que fotográficamente nos trasladamos a la Gran Manzana. Y nos subimos al Empire State Building. Para tener buenas vistas.

La temporada 17ª de Grey’s Anatomy ha estado marcada por la pandemia de covid-19. Lejos de los 24 episodios de algunas temporadas previas, se ha quedado en 17 episodios en los que la factoría Shondaland básicamente ha adoptado una actitud de crítica social ante las consecuencias y desigualdades de la pandemia y las consecuencias de la violencia policial contra los ciudadanos afroamericanos. Sin embargo, eso ha sido a costa de unas tramas mucho más flojas, y unos diálogos excesivamente «pedagógicos» y muy poco naturales. Entendámonos, hace mucho años que Grey’s Anatomy es una de mis placeres inconfesables, que ni yo mismo entiendo porqué sigo viendo. Sus mejores tiempos… pasaron muy deprisa. Aunque sigue siendo una de las series de televisión más vistas en EE.UU. Pero como buen vicio bien arraigado en el adicto, esperaré con «impaciencia» [esto es irónico] la 18ª temporada. En esta se ha producido varias bajas destacadas. Y quedan ya muy pocos históricos. Pero históricos de verdad. Aparte de Grey, Webber (James Pickens Jr.) y Bailey (Chandra Wilson). Cada vez suenan más las voces que anuncian que el fin está cerca. ¿Quizá con la 20ª temporada? No tengo ni idea.

Hace unas semanas llegó a Netflix la tercera temporada de Master of None, con el subtítulo Moments in Love. Y es que más que una continuación de las dos primeras temporadas de la serie creada y protagonizada por Aziz Ansari, ha resultado una derivada (nombre correcto en castellano del anglicismo innecesario spin-off, pero que nadie va a usar) de la serie original. La segunda temporada se remonta a 2017, año de su emisión original. Y en el tiempo que media se le interpuso… el #MeToo. En enero de 2018 fue acusado en un medio en línea de acoso sexual. Pero el caso tuvo sus detractores y sus partidarios. Quienes opinaban que la actuación de Ansari con su denunciante era reprochable, y quienes opinaban que no. Y quienes veían que había zonas grises en las que es difícil establecer la realidad y se corre el peligro de linchar socialmente a un… no vamos a decir «inocente», utilicemos el término de los juicios de las teles… «no culpable». No tengo ni idea de lo que paso, y por lo tanto, no tengo criterio. La cuestión es que en el regreso de la serie, Ansari ha tenido un papel ante las cámaras que va poco más allá de un cameo, y los cinco episodios de la temporada se han centrado en la relación de Denise (Lena Waithe), personaje habitual en la serie, y Alicia (Naomi Ackie), un nuevo personaje que aparece como la esposa del anterior al principio de estos episodios. En los dos primeros, cortos, de una media hora de duración, vemos como la relación entre en crisis, por los desequilibrios entre las dos cónyuges en su vida profesional, sumado al fracaso al intento de ser madre de Alicia. Luego vienen dos episodios largos, de una hora, en los que vemos cómo cada una de ellas reconstruye su vida. Y termina con otro corto, en la que ambas se reencuentran años más tarde, porque algo quedó de lo que tuvieron. No ha estado mal. Aunque la intensidad o el interés de los distintos episodios ha sido muy diversa. Si hacemos caso de los votantes de IMDb, comparados con los de las dos primera temporadas poco amor han recibido los nuevos del público. Aunque vete tú a saber los motivos. A la crítica le ha gustado. Y yo también pienso que tiene momento de valor que hacen que merezca la pena su visualización.


[TV/TV en pantalla grande] Cosas de series; el final del j***do mundo en Downton Abbey

Televisión

Hoy va de series inglesas. Una muy buena y otra que nos dejó momentos interesantes y que hoy se ha convertido en una anécdota.

La serie británica realmente buena es The End of the F***ing World. Si la primera temporada fue una excelente road movie de dos adolescentes (Jessica Barden y Alex Lawther) con problemas, serios problemas, de adaptación a su entorno o a sus familias, que se convertía en una historia de amor, no menos bella por poco convencional, y que nos dejaba un final que no sabíamos si era un drama o una tragedia, en esta segunda temporada, que comienza unos años después de los hechos acontecidos en la primera, poco se ha aclarado en la cabeza de estos chicos. Porque todavía viven el impacto de lo sucedido unos años antes. Porque todavía no saben cómo asumir la separación. Porque no saben qué sienten realmente el uno por el otro. Y encima aparece un tercer personaje, que no conocíamos, pero que también sufrió las consecuencias de aquellos actos (Naomi Ackie). Con sólo ocho episodios de apenas 25 minutos, esta serie casi se puede ver como una película de tres horas de duración. Si tienes ese tiempo, todo seguido. Y sigue contando con las solidísimas interpretaciones de sus protagonistas. A lo que, por raros que parezcan, no puedes dejar de cogerles un inmenso cariño. Y por muy pesimista que sea la visión de la sociedad que nos muestra, no deja de ponerle una vela de esperanza a la calidad individual de los seres humanos. Muy recomendable. No habrá tercera temporada. No tendría sentido.

Pompa y boato para un país, el Reino Unido, que parece no asumir que su papel en el mundo no es el que fue, y se aferra a unas tradiciones que a unos les resultan vistosas y otros casposas, al menos conceptualmente. Mientras les asaltan problemas que no tienen en absoluto el glamour que nos venden desde Downton Abbey.

En otro frente, llevamos ya un par o tres de años hablando de si las producciones de largometrajes de las cadenas de vídeo bajo demanda cuentan como cine. Hay muchos intereses en mantener el modelo de exhibición actual de los largometrajes cinematográficos, al mismo tiempo que las nuevas tecnología provocan nuevos modos, nuevos tiempos. No voy a entrar en el debate, aunque dejaré las cosas claras en lo que se refiere a mi postura. Me gusta más ver una buena película en la pantalla grande, pero entre que se vea y no se vea una buena película, acepto gustoso las nuevas propuestas. Y hoy estamos ante el fenómeno inverso. Y de hecho, de la misma forma que aquellos largometrajes que me parecen cine aunque se estrenen en la pequeña pantalla los incluyo en mis entradas sobre cine, hoy voy a incluir uno que se ha estrenado en pantalla grande en una de mis entradas televisivas.

Porque el largometraje Downton Abbey me ha parecido eso. Un episodio más de la serie. Una especia de especial de navidad pero sin temática navideña. Un producto destinado a contentar a los fans de la serie, en la que se puede disfrutar de toda la pompa y el boato de estas series del caduco sistema nobiliario británico a principios del siglo XX, con visita real incluida. Más allá de narrar la mencionada visita real, este episodio de lujo de la serie no tiene un argumento definido. Es un producto del tipo un momento en el tiempo. La vida venía y la vida seguirá. Hay pequeñas líneas argumentales, algunas de las cuales ni siquiera aguantan las dos horas largas que dura la película. Un terrorista por aquí, un romance que surge por allá, un problema conyugal por otro lado, una herencia que no sabemos donde va a parar por acullá… y los sirvientes de la casa haciendo el papel de bufones de la función más que nunca, mientras que los señores se dedican a ponerse guapos y pasearse por la pantalla con carísimos vestidos sin que pase absolutamente nada trascendente. Eso sí, mucha pompa, mucho boato, con parada y revista a los húsares reales incluida. Lo dicho. Episodio de lujo al servicio de los incondicionales de la serie, que poco más aporta a la misma. ¿Donde quedará el ingenio de episodios tales como el del diplomático turco?