El día que he pasado en Venecia ha tenido un carácter particularmente especial en lo personal. Así que me lo guardo para mí. Me limito a poner algunas, bastantes, fotos del día. Pretender ser original en las fotos, incluso en comparación con uno mismo cuando ha visitado la ciudad más de una vez, es una ilusión. Pero bueno, he intentado dar mis toques personales, y por lo menos ser correcto técnicamente. Salirme, aunque sea ligeramente, de la masa.

Tras reunirnos en la estación de Santa Lucia, cogemos el "vaporetto" y nos bajamos en Rialto. Todo el mundo parece tener la misma idea. Y todos hacen la misma foto. "Señora. La de rasgos asiáticos. Que se le escapan los niños."

Paseando por los rincones más recoletos de la laberíntica ciudad, siempre puedes encontrar pequeños detalles en las calles en los que la gente que pasa no parece fijarse.

Cuando salimos por San Zacchria al Gran Canal y al entorno de San Marco, la luz es penosa y la bruma tremenda. Y dada la hora decidimos que es hora de ir a comer a algún sitio tranquilo, lejos de las hordas de turistas.

En el "vaporetto" todo el mundo va armado con sus cámaras con las que "disparan" a todo bicho viviente. Lo mismo que las gentes de otras embarcaciones dispuestas a "dispararnos" a nosotros. ¿En cuantas imágenes perdidas por el mundo no estaré?

Llegamos al Campo Santa Margherita, donde antes de comer nos tomamos un "spritz" Aperol. La gente paga un dineral por una cerveza vulgar y corriente en los sitios de moda en la ciudad de los canales, y aquí, por 2'50€ te tomas un rico aperitivo propio del lugar.

Tras comer, nos damos un amplio paseo por el Dorsoduro. Siempre hay gente que se opone a los trenes de alta velocidad. Es una constante. En todos los países.

Otra constante veneciana es la gente yendo de un lado para otro arrastrando sus maletas. Lo que tiene que los taxis no lleguen a ninguna parte. Tras la joven que marcha por uno de los puentecillos de la Fondamenta Zattere, se vislumbra la torre de San Giorgio Maggiore.

En mi visita de hace cuatro años, no pude llegar hasta la punta de la Dogana. Han puesto una curiosa escultura. Desconozco si de forma permanente. La mano no posó. Apareció de repente. El resultado es gracioso.

También es la primera vez que entro en Santa Maria della Salute. El señor me copió la foto, pero le perdono porque me proporcionó otra mejor. Esto es algo muy típico. La gente va por ahí con las cámaras y no sabe donde apuntar. Cuando tu tiras una foto, inmediatamente miran hacia el lugar y fotografía también. Por si acaso es interesante. En fin...

El sol va bajando conforme pasa la tarde, así que decidimos que es el momento de volver a San Marco. No habrá tanta gente, y la luz será mucho mejor. Cogemos nuevamente el "vaporetto" para cruzar el Gran Canal.

Muchas palomas y alguna gaviota pueblan la piazza San Marco, alimentadas por los propios turistas. Pero si lo ponen todo hecho un asco.

Las típicas máscaras... Lo que no tentiendo es porque ahí en San Marco han puesto quince puestos de venta de recuerdos donde en todos venden exactamente lo mismo. ¿No podían haber puesto uno solo grande?

El crepúsculo nos trae la "hora azul" al palacio ducal. Una de las horas más propicias para sacar la cámara de fotos en cualquier lugar.