En los últimos años es casi como un rito de primavera, leer el último libro de la belga Amélie Nothomb. Es esta una de las escritoras más mediáticas en lengua francesa, sus novelas suelen ser éxitos de ventas, pero también recibe críticas de diverso tipo por esa condición de uso y abuso de los medios. Y también porque unas cuantas de sus novelas pasan por autobiográficas… aunque en realidad están basadas en sus vivencias personales, y no necesariamente estén comprometidas con la veracidad de los hechos. Para algunos esto ya nos vale, para otros lo consideran una especie de engaño.
A mi me gusta. Tiene el buen gusto de escribir sus novelas de una extensión ajustada, y me da la oportunidad de leer en francés. Un francés culto, que me obliga con cierta frecuencia a tirar de diccionario, pero no difícil de leer. Directo y claro. Un estilo de escritura que me gusta independientemente del idioma en el que se practique.
Como digo, algunas de sus novelas son directamente ficciones. Por ejemplo, el año pasado tocó una modernización y actualización del cuento de Barba Azul. Claramente en el campo de la ficción. Pero este año toca una novela de tintes autobiográficos. Comentaré más adelante lo de los «tintes autobiográficos»
La nostalgie heureuse
Amélie Nothomb
Albin Michel, 2013
Versión electrónica

Hoy, claro está, viajaremos a Japón como Nothomb. Esta vez no a los entornos más vistosos y pintorescos.
En el año 2012, la escritora participó en el rodaje de un reportaje o documental que sobre su relación con Japón realizó una cadena de televisión francesa. Aproximadamente un año después del terremoto del 11 de marzo de 2011, la escritora viaja a Japón con un equipo de la televisión. Allí visitará Kobe, la ciudad en la que vivió sus primeros años de su vida, y se reencontrará con su vieja niñera japonesa, a quien considera como una segunda madre. También visitará la zona afectada por el seísmo de un año antes, y se reunirá en Tokio con el hombre con quien vivió una historia de amor en su juventud, con quien siente que no cerró correctamente aquella etapa de su vida de la que habló en su novela Ni d’Ève, ni d’Adam.
La forma de la novela es la de una narración en primera persona de las experiencias y sentimientos de la escritora durante este viaje a Japón. Un viaje donde surgirá el concepto de «nostalgia feliz» que da título al libro. Para los occidentales el término «nostalgia» implica un sentimiento melancólico, al que difícilmente se le puede aplicar el apellido «feliz» ya que es un dolor (-algia es un sufijo que significa dolor) psicológico por la ausencia de algo o de alguien, por la patria o el terruño perdidos, o por un pasado idílico o idealizado que no volverá. Pero tal y como se nos explica en el texto, para los japoneses existe un término que expresa la felicidad o la alegría que una persona puede sentir al recordar esos momentos perdidos felices y que se atesoran en la memoria. También implica la superación de la idealización de ese Japón de la infancia y la juventud de la escritora, para dar paso a algo nuevo más real y más engarzado como su mundo actual.

Fotografías las de hoy principalmente de Kioto, ciudad que también visita la escritora en su recorrido documental de remembranza.
Pero la propia escritora, en el texto nos habla de que está escribiendo una novela; «roman» es el término francés que usa claramente. Por lo tanto tenemos que asumir que estamos en parte, mayor o menor, ante una obra de ficción basada en sus propias experiencias y que engrana con novelas anteriores, que también presentan tintes autobiográficos, como Métaphysique des tubes, la ya mencionada Ni d’Ève, ni d’Adam, y la sumamente crítica y dura, aunque no carente de humor, Stupeur et tremblements. Todas ellas localizadas en el Japón de sus recuerdos y sus vivencias. Hay quienes no aceptan el juego de la escritora. El «hacer pasar» como autobiográficos y «reales» lo narrado en estas novelas. Pero yo prefiero entrar en ese juego, aportar a la lectura un sentido de escepticismo que por otra parte me es natural, centrarme en el relato y en las ideas detrás de él, importándome menos, o nada, cuáles son las auténticas vivencias y sentimientos de la escritora. Que yo supongo no alejados de lo expuesto, aunque su fidelidad a los hechos sea puesta en duda por otros más enterados que yo.
Para mí, al aceptar plenamente el término «novela» acepto las libertades que se haya querido tomar, sean pocas o muchas, lo importante de esta obra es la reflexión sobre la añoranza de un pasado idealizado, que puede afectarnos a todos en mayor o menor medida según la intensidad de las vivencias. Personalmente, sin entrar en detalles, sufro con cierta frecuencia o en determinados momentos algunos ataques de nostalgia por determinadas vivencias del pasado. La oportunidad de darle la vuelta a esas vivencias, convertir esas memorias en algo positivo, en algo que mereció la pena ser vivido aunque terminase, pero sin que me condicione mi yo actual, mi presente, ni mi futuro, es una reflexión que me vale y que acepto. No voy a decir que sea la novela que más me haya gustado de Nothomb. Pero a mí, personalmente, aunque mi vida ha sido muy distinta a la de la autora, me vale y me aporta. Por lo tanto, ha sido una novela de la que he disfrutado y que me alegro de haber leído. Aunque me sobre el momento «revelación mística» sobre los Himalayas…

Pero no a los vistosos templos de la antigua capital nipona, sino a las calles con los tópicos que podemos encontrar en cualquier ciudad japonesa.