Pocas novedades con respecto a la semana pasada. Las series, no muchas de las que estar pendientes este verano, las llevo al ralentí. Y más esta semana en la que la «sesión de noche» la dedico a los Juegos Olímpicos, fundamentalmente a las pruebas de atletismo. Por dejar las cosas claras. La semana pasada mostré mi admiración por uno de los personajes femeninos de The Newsroom, la analista económica Sloan Sabbith (Olivia Munn), que si en la semana anterior mostraba su lado dramático, en esta, con menos protagonismo mostraba buenos destellos de su capacidad para la comedia. Con éxito. Y lo sigo diciendo, está como un queso. Guapísima. Merece muchos más minutos que la sosa de Maggie (Alison Pill). Incluso la amiga de esta Lisa (Kelen Coleman) merece más minutos que la sosa en cuestión. Pero bueno, como véis, anecdótico.
Apoyar mi opinión de hace unas semanas, que el drama policiaco tipo western moderno, Longmire, ha ido creciendo en intensidad y en interés conforme ha avanzado su primera temporada y ahora, a punto de terminar, me va a saber a poco. Pocas cosas novedosas más que contar.
No todo es deporte en Londres; también hay cultura, como los museos,… o depósitos de expolios de tierras ajenas como el British Museum… Si ya conozco las razones de los británicos para decir que no es un expolio sino otra cosa… ya.
Pero volvamos a los JJ.OO. de Londres. Ya comenté también mi decisión por optar por las retransmisiones de Eurosport HD por la excelente calidad de las imágenes en alta resolución. Y también por la variedad de disciplinas deportivas que he podido ver, aunque sea en pequeñas dosis. No penséis que me estoy tragando muchas horas de juegos. Ni mucho menos. Alguna cosita por la tarde después de comer, y por la noche después de cenar la retransmisión de atletismo. Pero bueno. Aún estoy ahí. Los que tengo más dudas de que estén ahí, o en el mundo en general, son algunos de los comentaristas. Que confirman mi teoría de que lo peor de las facultades de periodismo debe ir a las secciones de deportes. Bien. Algunas perlas.
Se supone que saben inglés, pero de vez en cuando meten la gamba que da gusto. Por poner un ejemplo, no se han enterado que el lugar de las pruebas de tiro, The Royal Artillery Barracks, es el «Cuartel de la Artillería Real» y no el «barracón de artillería». Es por poner un ejemplo.
Un comentarista se metió en un berenjenal con el país de Bielorrusia, la «última» dictadura de Europa, lo cual es ser muy benevolente con algún otro régimen de la zona. Más o menos empezó a hablar de este país como la «Rusia Occidental», redondeándolo con la versión inglesa del término «Western Russia». Suponiendo que «Rus» y «Rusia», en los idiomas eslavos del lugar, fueran equivalentes como hacemos en español, lo cual no está claro, el país no sería la «Rusia Occidental» sino la «Rusia Blanca». Al ratito de meterse en este fregado, así como de pasada, aplicó este apelativo al país. Quizá alguién le dio un toque. O alguno de sus seguidores en Twitter de los que tanto presumen. Quizá este dato no sea del conocimiento del público en general, pero en un periodista que transmite unos juegos olímpicos,…
El Old Royal Naval College en Greenwich no está muy lejos de The Royal Artillery Barracks.
Creo que fue el mismo periodista, que en el momento de entregar las medallas de los 100 metros vallas femenino, empezó a hablar del Waltzing Matilda, canción popular tradiciona australiana, país de la ganadora, que ha sido propuesto en alguna ocasión como himno del país oceánico. Hasta ahí, pase. Pero coge y va y empieza a compararlo con el Paquito el Chocolatero. Una canción que, aunque muy popular, es profundamente nostálgica y canta algunos valores sobre la justicia social comparado con un pasodoble pachanguero de los de bailar en bodas y fiestas de pueblo, cuando vas bien servido vinorro y licores espirituosos. Esto es estar en lo que se está. Esto es tener sentido de la proporción y conocimiento del mundo… Por cierto, que la «matilda» de la canción no es ninguna señora, que la expresión «waltzing matilda» es sinónimo de vagabundear. Pero esto ya es mucho pedir.
Pero pasemos a lo políticamente correcto/incorrecto. No es que yo sea un fanático de lo políticamente correcto; a veces, tapa otras miserias y desigualdades que convendría dejar explícitas. Pero en general reconozco la necesidad de convivir en paz, y de no arremeter verbalmente contra el prójimo con comentarios que pudieran ofenderlo. Pero no hay que preocuparse, que para eso tenemos al comentarista, no sé si es el mismo u otro, no me quedo con los nombres, que a una chica norteamericana que compite en halterofilia, en la categoría de más peso, más de 75 kilogramos, pero que evidentemente padece una obesidad mórbida ya que acreditaba un peso corporal de más de 160 kilogramos, va el tío y empieza a decir que mira tú que suerte que en esa categoría de competicía la chica podía comer lo que quisiera, que qué feliz, que qué bien… No como las de las categorías inferiores que tenían que vigilar el peso. Y que se notaba que le gustaba menear el bigote… Yo no podía dar crédito a los sonidos que llegaban a mis oídos. De verdad. Sobretodo porque no creo haber escuchado en la competición masculina comentarios similares. Totalmente fuera de lugar. Catastrófico. En cualquier caso, también sería interesante hablar de cuándo el deporte no lleva aparejado el famoso «mens sana in corpore sano».
Tomando unas pintas o lo que sea en Covent Garden; si tomas muchas te arriesgas a terminar cantando el «Waltzing Matilda». O peor, bailando el «Paquito el Chocolatero».
Claro, en un tono no muy distinto, en los lanzamientos de objetos más o menos pesados en el estadio de atletismo, lo que en las competiciones masculinas eran demostraciones de fuerza o potencia, en las femeninas de repente se convertía en «mira tú que bestia», «pero será bestia» o similares. Y no voy a entrar en otros comentarios sobre el físico de las competidoras.
Otros fregados en los que se han metido con frecuencia han tenido que ver con los conceptos de raza/genética. En los últimos años,… décadas más bien,… los atletas de origen africano, han sido los dominadores de muchas pruebas atléticas. Y aquí me refiero tanto a los del África subsahariana, a los del norte de Africa, o a los descendientes de esclavos llevados al caribe o a Norteamérica. Lo que vulgarmente se denomina en la calle «negros» y «moros». Analizar porque esto es así es complejo, por la variedad de factores sociales, económicos, culturales, e incluso tal vez biológico, sólo tal vez, que llevan a ello. Pero esto no ha impedido para que hayan abundado los comentarios pseudocientíficos, sobre genética. Lo cual sorprende dada la relativamente escasa variabilidad genética de la especie humana que hace que el concepto de raza sea dudosa aplicación en esta especie. Pero ya, cuando el comentarista se pone a dar alaridos de alegría porque en una prueba ha ganado un blanco, en un ejemplo sorprendente e inapropiado de chovinismo «racial»… De verdad… ¿Tanto cuesta ignorar el color de la piel del atleta y simplemente aplaudir cuando lo hace bien y lamentarlo cuando las cosas van mal?
Estos son ejemplos. No me he dedicado a llevar un diario de gazapos e incorrecciones. Es simplemente de lo que me acuerdo. Ha habido más. No sé. Creo que los medios deberían meditar y cuidar un poco a quien contratan. Porque creo que los espectadores merecemos otra cosa. Aunque algunas veces te partas de risa por lo kafkiano de los comentarios. Otras veces, maldita la gracia que hace.
Qué queréis que os diga, visto lo visto, viva el Londres multiétnico.