Llegamos al final de 2023. Un año… que no ha estado mal. Y comienza el repaso de fin de año, fundamentalmente un repaso fotográfico, que es lo que me apetece, como de costumbre desde hace ya un buen montón de años en este Cuaderno de ruta. En mi carpeta con fotografías de viaje he registrado quince subcarpetas, es decir, quince viajes de mayor o menor duración. Van desde la excursión en el día a algún pueblo aragonés, incluso de la propia provincia de Zaragoza, en cuya capital vivo, hasta algún viaje intercontinental saltando el Atlántico durante unos cuantos días. Así que mi concepto de lo que es viajar con la cámara al hombro es muy amplio. Así que sin más, vamos con el repaso. Con fotos.
31 de enero – Una revisión de la actividad cultural en Madrid y una visita a los amigos desde hace 25 años
6 de marzo – En Barcelona, reparando cámaras fotográficas y una visita a los amigos desde hace 40 años.
Viaje de Semana Santa – Basilea, Friburgo, Colmar, el Jura… en una pequeña reunión con aficionados a la fotografía con película tradicional de Suiza y Alemania.
26 y 27 de abril – Reuniones de trabajo en Madrid.
16 de mayo – Excursión con AFZ Asociación de fotógrafos de Zaragoza a Torrellas y Tarazona.
Vacaciones de primavera – San Francisco y escapada a Yosemite Valley.
Puente de agosto – Reunión familiar en Estocolmo.
15 de septiembre – Nueva visita al Museo Würth La Rioja en Agoncillo y a Logroño.
Vacaciones de principios de otoño – Turín, Piamonte y Milán.
Escapada del Pilar – San Sebastián y otras localidades del País Vasco.
28 de octubre – Excursión a los hayedos de Sansanet y Le Somport en el Pirineo francés con ASAFONA Asociación aragonesa de fotógrafos de naturaleza.
25 de noviembre – Excursión al Parque Geológico de Aliaga con ASAFONA Asociación aragonesa de fotógrafos de naturaleza.
1 de diciembre – Una mañana de lluvia en Calatayud.
4 de diciembre – Segunda visita del año a Barcelona por similares motivos a la de marzo.
Primera tanda de fotografías realizadas sobre película fotográfica para negativos en blanco y negro. Durante este viaje, por cuestiones de disponibilidad de mi película preferida para viajar, he utilizado dos tipos de material sensible. Por ello, haré dos entradas con fotografías en blanco y negro de esta escapada de menos de una semana de duración. Los detalles técnicos de las fotografías de hoy los podéis leer en En San Sebastián y alrededores con película en blanco y negro (1) – Minox 35 GT-E con Ilford XP2 Super. Las fotografías corresponden a San Sebastián, Fuenterrabía y Hendaya, esta últimas localidad en el País Vasco francés.
Mi intención era haber redactado esta entrada con tranquilidad un domingo, que es cuando, al menos en teoría, más tiempo dispongo para redactar cosas con más profundidad y calma. Pero este último domingo dispuse de mucho menos tiempo del que pensaba. La mañana estuvo casi completamente dedicada a un paseo fotográfico con AFZ Asociación de Fotógrafos de Zaragoza, y por la tarde surgieron otras cuestiones, inesperadas, que me mantuvieron muy ocupado. Y como cada vez tiene menos sentido hablar del tema, por el alejamiento en el tiempo, por la oportunidad, voy a hacerlo hoy de forma más resumida.
Con la gente con al que viajo, visitar algún museo o centro cultural en los viajes es casi obligatorio. Especialmente, aunque no únicamente, cuando se trata de centros o museo de arte y cultura modernos o contemporáneos. Empezaremos por Italia, donde debemos considerar en primer lugar que en Turín y sus alrededores hay una serie de palacios, los de la Casa de Saboya, que están considerados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y varios de ellos están reconvertidos en museos. Como ejemplos más claros, y que visitamos, tenemos el Palacio Real de Turín, que incluye varios museos de bellas artes y arqueología, y el Palazzo Madama, muy próximo al anterior, con antigüedades y artes decorativas y aplicadas.
El segundo día que dedicamos a la capital piamontesa pasamos, mientras continuábamos la visita, por centros dedicados con preferencias a artes o fenómenos culturales más modernos. Entramos brevemente en Camera – Centro Italiano para la Fotografía, con un par de exposiciones, una dedicada a artistas audiovisuales italianos contemporáneos y otra a Dorothea Lange, una fotógrafa clásica de la fotografía documental.
Muy llamativo resulta en el edificio de la Mole Antonelliana, un edificio enorme y cuya gracia todavía no hemos encontrado, un exceso monumental que ellos sabrá porqué la hicieron, pero que en estos momentos es sede del Museo Nazionale del Cinema, por lo que no viene mal pasarse un rato por su interior, aparte de subir a lo alto de la Mole por las vistas. He de decir ahora que existe una tarjeta que puedes obtener, válida para 24, 48, 72 o 96 horas, que te ahorra mucho dinero en entradas, siempre que sientas interés por visitar estos centros. Pero simplemente con los más destacados, sin contar los más monográficos o específicos, ya merece la pena.
Esa tarde dedicamos un rato a visitar la Galleria Civica d’Arte Moderna e Contemporanea, un museo de arte moderno en el centro de la ciudad. No es el único que hay en Turín, y teníamos intención de visitar también el Castello di Rivoli, uno de los palacios patrimonio de la humanidad, actualmente museo de arte contemporáneo, convencidos de que los lunes estaría cerrado como los demás, y lo reservamos para la última mañana aprovechable del viaje, que era martes. Para nuestra sorpresa, también estaba cerrado los martes.
Y vamos con el que creemos que es el museo más interesante e imprescindible de la capital piamontesa; el Museo Egipcio. Situado muy céntricamente en Via Lagrange, en el Palacio de la Academia de las Ciencias, aunque se entra por otra calle, recoge las colecciones obtenidas en las excavaciones de expediciones arqueológicas italianas al país del Nilo, impulsadas por la Casa de Saboya y la Universidad de Turín desde finales del siglo XVIII y hasta principios del siglo XX. Es uno de los principales museos de arqueología egipcia en el mundo, y está muy bien montado y organizado.
Pasamos ahora al País Vasco, o más concretamente a San Sebastián y alrededores. Quizá el museo más destacado de la capital guipuzcoana sea el Museo San Telmo, un museo de arte, etnología y cultura vasca situado en un antiguo convento, muy bien conservado y aprovechado. El museo es muy interesante, aunque la interpretación de las obras expuestas bien muy condicionada por los sesgos introducidos por el nacionalismo vasco. Como todos los nacionalismos, la deformación de los hechos y su interpretación histórica es una constante, que unas veces se nota más y otras menos, pero que a quienes nos gusta un análisis crítico y no condicionado ideológicamente de la historia nos desagrada mucho. No obstante, es una visita recomendada.
Otro día, visitamos en las afueras de Hernani el Chillida Leku, museo al aire libre de obras del escultor vasco. Las obras del escultor vasco se encuentran por muchos sitios, siendo de las más famosas el Peine del Viento, que he puesto en el encabezado de esta entrada. Pero en este agradable museo, si hace buen tiempo, podemos hacer un recorrido por su obra que le da más perspectiva. No es de mis escultores favoritos, pero me gustó la visita.
Finalmente, nos habían recomendado mucho la visita a Tabakalera, un centro de cultura contemporánea… pero nos dejó un poco fríos, aunque había un par de exposiciones con un cierto interés. Buenos, es lo que hay.
Existen dos motivos por los que sigo usando cámaras Canon. Una de ellas es que… funcionan. Eran punteras e innovadoras a finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo XX cuando el desarrollo y comercialización de sus cámaras EOS (Electro-Optical System) y sus objetivos EF (Electronic Focus) impulsó a la marca a los puestos de liderazgo durante décadas. Aun hoy en día, pese al empuje de otras marcas como Sony, es la marca que más cámaras de objetivos intercambiables vende. Hoy en día, es una marca muy conservadora, arriesga poco. No se siente obligada a ello. Y por ello sus cámaras actuales resultan… ¿aburridas? Pero funcionan, son efectivas. Y eficientes. No te cuesta esfuerzo hacerte con ellas. Especialmente si has venido usando este tipo de cámaras durante treinta años.
El otro motivo es que con el parque de objetivos que fui acumulando a lo largo de este tiempo, es la opción más lógica, seguir fieles a la marca que permite seguir usándolos sin problemas. Y cuando digo sin problemas es sin problemas de compatibilidades ni historias, más allá de la necesidad de un adaptador para los objetivos EF en las modernas cámaras RF. Pero claro, los tiempo evolucionan y hay objetivos que quedan viejunos y acabas arrinconándolos.
Uno de estos es el EF 70-210 mm f3.5-4.5, que entre 1994 y 1999 se vino conmigo a todos los viajes de vacaciones, y lo usaba con frecuencia, siempre sobre la Canon EOS 100, mi primera cámara del sistema EOS. Pero desde el año 2000, tan apenas lo he usado. Que en la primera década del siglo XX conformara un dupla de ópticas de gama superior, el EF 24-105 mm f4L IS USM y el EF 200 mm f2.8L USM II, hicieron que me olvidara de él en gran medida. Muy de vez en cuando lo he sacado a pasear.
Pero por distintos motivos, que explico más extensamente en Canon EF 70-210 mm f3.5-4.5 USM – 25 años después vuelve a salir de viaje, me lo he llevado al viaje a San Sebastián y sus alrededores de la semana pasada. Y no me quejo de los resultados, que más o menos podréis apreciar en las fotos que aquí os muestro.
El primer lugar que visité en mi vida del País Vasco fue San Sebastián. Mi padre y mi padrino, socios en el taller de mármol que tenían, iban cada tres meses a Usúrbil, cerca de la capital guipuzcoana, a comprar tableros de mármol para trabajarlos en su taller. En alguna ocasión fueron a algún proveedor en Cataluña o Valencia, pero la mayor parte de las ocasiones iban al País Vasco. A mí me llevaron en alguna ocasión. Cogíamos un tren expreso nocturno hacia las tres de la madrugada de un sábado, llegábamos a Tolosa donde los de la empresa nos salían a buscar. Después de hacer las gestiones, nos invitaban a comer en Lasarte, entonces un barrio de Hernani, si no recuerdo mal. Y nos acercaban a primera hora de la tarde a San Sebastián, donde pasábamos la tarde hasta que íbamos a la estación de Atocha a coger el expreso de regreso, que nos dejaba en Zaragoza en la madrugada del domingo. En esas tardes conocí el barrio viejo de San Sebastián, la playa de la Concha, el Acuario, y subí en alguna ocasión al monte Urgull y al monte Igueldo. Lo básico de la visita a la capital guipuzcoana, hecha por entregas.
Pues bien, desde los años setenta y muchos, no había vuelto a visitar San Sebastián. En unas vacaciones de Semana Santa sí que visité algunas otras localidades vascas, próximas. Y en un viaje por trabajo a Bilbao, paré en una ocasión en el museo del ferrocarril de Azpeitia. Todo esto lo contaba hace un año cuando estuvimos en Bilbao, y entonces surgió la idea de repetir la experiencia que estábamos teniendo en ese momento en la capital vizcaína, escaparnos del bullicio de las fiestas del Pilar, pero en San Sebastián. Lo pusimos en nuestras agendas, y hemos cumplido. Las mismas cuatro personas que hace un año estuvimos en Bilbao y alrededores, este año hemos visitado San Sebastián y alrededores.
A San Sebastián le dedicamos un día entero, incluyendo la visita a Tabakalera, centro de cultura contemporánea, y al Museo San Telmo, un museo que mezcla historia, etnología y arte vascos, que estaría realmente muy bien, sino fuera por el toque de adoctrinamiento nacionalista al que las instituciones vascas someten a estas instituciones, incurriendo en ocasiones en garrafales errores conceptuales sobre el mundo y la historia, pero que como buenos doctrinarios dogmáticos que son los nacionalistas de todo tipo, bandera o nación, se lo creen a pies juntillas. Pero en fin dejémoslo. Así que lo dejaremos en que es un museo que esta simplemente bien, especialmente si lo miras con una mirada crítica, alejada de panfletos ideológicos. Muy maja la exposición de carteles. Además de ese día, paseamos y tapeamos la tarde en qué llegamos, e hicimos algunas compras por la mañana del día que nos volvíamos. El viaje lo hicimos en tren. Más largo que por otros medios, penoso el estado de las comunicaciones con Renfe en el País Vasco, pero mucho más cómodo y a horas convenientes.
Otro día nos dirigimos a Fuenterrabía, que yo ya conocía, en parte. Nos gustó mucho, en general, aunque la excursión que hicimos hasta el cabo de Higuer nos defraudó un poco a pesar de que nos la habían recomendado.
Había varias opciones para la tarde, yo estaba en la de visitar otros pueblos de Guipuzcoa, pero ganó la opción de cruzar el Bidasoa en un barquito y pasear por la playa de Hendaya, ya en la orilla francesa de la bahía de Txingudi. Como ya suponía, porque Hendaya la conocía mejor las poblaciones del País Vasco español, fue una experiencia con un interés limitado. Hendaya me parece una población aseada y agradable, especialmente si no es temporada alta de turismo, pero tampoco tiene mucho más que rascar. Se nos hizo tarde para ir a su principal atracción.
Para el día siguiente, el anterior al regreso, nos marcamos cuatro etapas a ir cubriendo, como todo el viaje, con los transportes públicos. Todos nos sacamos un tarjeta MUGI anónima, típica tarjeta de recarga que, aunque hay que pagar 5 euros a fondo perdido por ella, sale a cuenta porque con las medidas de incentivación del transporte público que hay en toda España, el precio por trayecto sale mucho más barato que si pagas el billete normal. Y así te despreocupas de si llevas cambio o no para pagar al conductor y esas cosas. Es similar a la LAZO en Zaragoza, pero en las líneas de tren, Renfe o Euskotren, no permiten la multivalidación, es decir el uso por varias personas. Ahora no sé como está la LAZO en esas cosas. Así que por la mañana visitamos el museo al aire libre Chillida Leku, nos gustó.
Antes de comer nos desplazamos a Zarautz, que apenas tiene nada que ver más allá de su generosa playa, un palacete y tal, pero recorrimos caminando el paseo costero que lo une con Guetaria, donde nos dimos una vuelta y comimos. Tuvimos mucha suerte de encontrar un sitio, porque siendo el día del Pilar, festivo en toda España por motivos absurdos, estaba lleno de gente aprovechando el tiempo anómalamente cálido, y eran muchos los que se habían acercado a la costa y a las playas.
Por la tarde nos acercamos a Zumaya, para visitar su parte del Geoparque UNESCO de la Costa Vasca, que nos pareció muy interesante, especialmente todo lo que se refiere al flysch. Estuvimos un buen rato intentando adivinar cual era el estrato correspondiente al límite K-T (Cretácico-Terciario), el de la extinción de los dinosaurios. Pero con las indicaciones que había en el cartel de interpretación sólo pudimos especular sobre cual era. Y finalmente, fotos en los afloramientos de estratos en la playa de Zumaya, Y más o menos, ya os lo he contado todo.
Algo más de tres horas de paseo y algunas compras por San Sebastián antes de coger el tren de vuelta y cerrar esta corta escapada a la capital guipuzcoana. Con más calor del que pensábamos. Y un sol inclemente la mayor parte de los días. Es decir, todos menos hoy. Mañana ya os traigo el resumen.