Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia está de moda como escenario de dramas de ciencia ficción, y ha acabado siendo parte del Senado Galáctico en Coruscant. Para algo tendrían que valer las «calatravadas».
Hasta cierto punto, esta entrada casi se podría considerar una segunda parte de la última que publiqué sobre series de televisión. Hasta cierto punto. Distopías y esas cosas. Lo que pasa es que en esta ocasión no miramos a un futuro más o menos cercano. En mayo de 1977 ya quedó claro en la pantalla de los cines que estamos hablando de cosas que sucedieron hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana. Sí. Estamos hablando del universo Star Wars, y nos vamos a centrar en la serie cuya segunda y última temporada se terminó de emitir recientemente. Andor, probablemente,… o sin probablemente,… la mejor serie que se ha realizado sobre este universo, y probablemente… o sin probablemente,… lo mejor de esta franquicia desde el estreno de The Empire Strike Backs en 1980.

Cuando Disney decidió quemar la marca para amortizar los costes de adquisición de la franquicia estrenando una película al año, alternando las del tercer ciclo principal con historias de otros personajes y acontecimientos en el mismo universo, en diciembre de 2016 se estrenó Rogue One: A Star Wars story. El personaje principal de la película, el que ocupaba la mayor superficie del cartel anunciador, era Jyn Erso (Felicity Jones). Pero aunque pese a la voluntariosa interpretación de la protagonista, la franquicia nunca ha sabido muy bien qué hacer con sus personajes protagonistas femeninos. Fíjense ustedes en la endeblez del desarrollo de Padme Amidala. Incluso la princesa Leia tuvo momentos en que andaba un poco despistada en esta historia. Y además, como se ha podido comprobar, muchos aficionados a la franquicia, especialmente en Estados Unidos, han resultado ser unos cazurros machistorros. Es una ironía que entre los aficionados de una franquicia que nos habla de una rebelión contra una tiranía fascista, haya tantos que parece que salen de las filas del MAGA en lo que se refiere a su actitud hacia las protagonistas femeninas. Aquella película no estuvo mal, pero tenía no pocas debilidades en su desarrollo, mereció mejor guion y realización, y además quedó marcada por las horribles presencias del Gran Moff Tarkin y de la joven Leia Organa generadas por ordenador. Tras terminar la serie que nos ocupa hoy volví a verla… y me horroricé más todavía.
Así pues, a la hora de generar una precuela que nos hablara de los inicios de la rebelión, se fijó en el siguiente personaje principal; Cassian Andor (Diego Luna). El melancólico capitán rebelde que va un poco por libre y acaba montando la de Dios es Cristo para justificar la difusión de los planos de la Estrella de la Muerte. Por cierto, ¿siendo una transmisión de radio el modo en que la remitió a la flota rebelde, de verdad que sólo la captó una de las muchas naves que había por allí, desde la que fueron incapaces de trasmitirla a otras, y tuvieron que llevar los planos en mano en la famosa corbeta coreliana que fue atrapada por Darth Vader haciendo prisionera a la princesa Leia? Tremenda debilidad en el argumento. Pero vamos a lo que estábamos. Hace unos años nos anunciaron una serie centrada en el bueno y melancólico Cassian, llegando a decir que necesitaría cinco temporadas para desarrollar la historia. Han sido sólo dos. Y realmente… no hacían falta más.

Sip. Una para conocer a Cassian, la otra para desarrollar la chicha de la historia. Las aventuras de Cassian Andor nos sirven para presentarnos esos inicios de la rebelión, con algunos personajes ya conocidos por los largometrajes del ciclo principal, como Mon Mothman (Genevieve O’Reilly) o Bail Organa (Benjamin Bratt), y algunos nuevos como el imprescindible Luthen Rael (Stellan Skarsgård), una de las almas de la historia, junto con su adoptada «hija/discípula» Kleya (Elizabeth Dulau), uno de los personajes que merecerían más protagonismo en este cotarro. Una rebelión lejos de aquella que se nos presentaba en la trilogía original, un grupo de alegres proscritos al más puro estilo Robin Hood, siempre valerosos, unidos y de frente. Aquí tenemos disputas, desconfianzas, diferencias en las estrategias, dudas, y mucho barro. Es todo más real. No entraré a comentar mucho la parte imperial… porque es la más fácil. Es fácil tipificar un totalitarismo de tipo fascista, para el que no hay más que tirar de receta. Los fascismos están todos cortados por el mismo patrón y hacen lo mismo. Lo que es complicado de definir es una democracia. Porque la tendencia al «lado oscuro», no de la fuerza, sino de la ética y la política es preponderante en todos los bandos. Y si no, vean los telediarios… si es que a estas alturas se fían de ellos.
Es la misma galaxia de siempre. Pero por mucho que los rebeldes de vez en cuando repitan el típico latiguillo «Que la fuerza te acompañe», aquí no hay «fuerza», no hay magia, hay chabisque material, barro político. Al final nos quedamos más con ese «Tengo amigos en todas partes», como auténtica contraseña de esperanza, de que en cualquier lugar hay alguien, muchos o pocos, dispuestos a remangarse realmente para responder al fascismo. Aunque haya que perder algo de pureza en el proceso. Pero es que a los fascismos no se les vence con remilgos. Afortunadamente, no han sido cinco temporadas, y han realizado esta segunda temporada de la serie, con varios episodios con carácter realmente antológico. No sé que les ha pasado en Disney… después de tanto bodrio, se han debido despistar y han debido dejar esta serie en manos de alguien competente. Por cierto, ver Rogue One después de terminar la serie resulta raro… porque todos los actores comunes… tenían diez años menos.





























