Michel & Sven – Der Tischdeckentrick – Teil 4 – YouTube.
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=AEPvSo8bE2I]Vía: WTF? Microsiervos.
Michel & Sven – Der Tischdeckentrick – Teil 4 – YouTube.
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=AEPvSo8bE2I]Vía: WTF? Microsiervos.
Ya comenté en mi anterior lectura que el libro me lo habían dejado. Una amiga. Y cuando lo hizo, nos pusimos a comentar cuestiones sobre la llamada literatura romántica. Recuerdo con yo dije que en una novela, me gustaba una buena historia de amor tanto como el que más. Pero que los tópicos habituales de la llamada novela romántica me resultaban relativamente indigeribles. Y entonces se dirigió a su estantería, cogió el volumen que hoy nos ocupa y me dijo que lo leyera también, que cambiaría de opinión. «Veremos», le dije. Ya he visto.
El jardín olvidado (título original, The Forgotten Garden)
Kate Morton (traducción, Carlos Schroeder)
Suma de letras; Madrid, 2010
ISBN: 9788483651568
Esta novela de la australiana Kate Morton nos cuenta la historia de tres generaciones de mujeres de una misma familia, rodeadas por el misterio de una de ellas Nell, que cuando tenía 21 años descubre que fue adoptada cuando su presunto padre la encontró en 1913 en un puerto australiano, sola, con una maleta con unas pocas pertenencias y sin ningún pariente conocido. Del contenido de la maleta y de las condiciones, se deduce que procede de la Gran Bretaña, pero las circunstancias de su nacimiento, y porqué fue abandonada en un barco con destino a Australia son desconocidas, hasta que en los años 70 del siglo XX comienza a investigar. Esto le lleva hasta Cornualles donde encuentra algunos indicios de la historia, y compra una vieja casa a orillas del mar, relacionada probablemente con su familia. Vuelve a Australia para disponer las cosas para abandonar aquel continente e instalarse en Inglaterra, cuando su hija abandona a su nieta Cassandra en sus manos, por lo que se ve obligada a cuidar de ella. Años más tarde, cuando fallece, la nieta, una mujer ya madura y marcada por la muerte traumática de su marido y de su hijo años antes, descubre toda la historia anterior, y se traslada a Cornualles para terminar de desentrañar el origen de Nell, donde resultará que nada es lo que parece.
Para empezar, decir que la escritora escribe muy ameno. Y el comienzo de la novela es muy intrigante, por lo que te engancha. La novela se estructura en constante idas adelante y atrás en el tiempo. Tan pronto seguimos las andanzas de Nell en los años 70, como nos trasladamos al pasado a la Inglaterra de principios de siglo XX, como volvemos al año 2005 para saber de las investigaciones de Cassandra. Pero,…
Pero en un momento las cosas me empiezan a chirriar. Y empiezo a no entender. Empiezo a no entender cómo puede ser que el éxito de esta novela este basada en elementos propios de las novelas y los folletines de antaño. La lectura es lo suficientemente fácil, para que a pesar de la extensión del relato, uno no lo abandone. Ya que está empezado, asumiremos las consecuencias y lo terminaremos. Pero en un momento dado, las situaciones descritas producen casi hilaridad, por los lugares comunes que nos presenta la escritora. Aquí un tono de niña abandonada en el Londres de 1900, con truculentos personajes al estilo Oliver Twist. Allá, una mansión en las brumosas costas de Cornualles con unos terratenientes rancios al más propio estilo todo de una Cumbres borrascosas venidas a menos. Por aquí, la traumatizada mujer australiana todavía guapa a sus 40 años que tímidamente encuentra el amor en el sudoroso jardinero que le ayuda a restaurar la casa en el acantilado, pero que resulta ser un médico de Oxford también traumatizado. Y todo tipo de trucos baratos para ir haciendo avanzar la trama, que pronto tiene un final que resulta previsible. Si no fuera porque es evidente que la intención de la autora es presentar una historia presuntamente seria, hay momentos que juraría que estamos ante una parodia.
Lo dicho. El libro es de lectura fácil. Lo cual supongo que ha facilitado su éxito. Pero si decidís leerlo, cosa que no recomiendo especialmente, hacedlo clandestinamente, pues si no corréis el riesgo de despertar las iras de la brigada anticursis. Decididamente, sigo apreciando las buenas historias de amor en la literatura. Pero si la novela romántica es esto,… no, gracias. Poco respeto por la inteligencia de sus lectoras, pues supongo un público fundamentalmente femenino, tienen los autores y editores de este tipo de libros.
Y con esto me ganaré las iras de la amiga que con buena intención me prestó el libro. Aunque no creo que pierda su amistad porque en peores plazas hemos toreado.
Pues eso. Que de vez en cuando aparecerá algún comentario relacionado con la Copa del Mundo de Rugby. Hoy, ceremonia inaugural y primer partido. Los anfitriones, Nueva Zelanda, con la modesta selección de Tonga. Lo mejor, las hakas guerreras iniciales, las dos selecciones las bailan, y la larga y voluntariosa jugada de los tonganos hasta conseguir su ensayo. Por lo demás, victoria de trámite para los All Blacks, que no han estado muy finos.
En alguna ocasión en manifestado mi indignación con la «degradación» de Plutón de planeta a planeta enano. Una injusticia para quien nos acompañó con su rotundidad de palabra aguda en el recitado de los tradicionales nueve planetas del sistema solar en nuestros años escolares. Vía Amazings.es os traigo un vídeo donde el responsable de esta «villanía» se explica en público. Impagable el fragmento sobre Nuevo Méjico.
The Week Before – In Focus, The Atlantic.
9/11: The Day of the Attacks – In Focus, The Atlantic.
Ya van apareciendo artículos y reportajes conmemorando el 10º aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Yo también escribiré el mío. Desde un personal punto de vista. Espero.
Recuerdo que vi por primera vez esta película a finales de los años 90. En aquella época Canal+ todavía tenía propuestas innovadoras e interesantes en programación, antes de pasar a ser una cadena más anodina donde simplemente echan programas sin publicidad porque para eso pagas. Y una cosa que hacían es los programas dobles de cine en la que a una película de estreno le seguía otra película que podía ser su versión original, o la película en la que se basó u homenajeó, o una película con una temática similar y planteamientos distintos a comparar. Hubo cosas muy interesantes.
En un momento dado, programaron como película de estreno Sliding Doors (Dos vidas en un instante), que protagonizada por Gwyneth Paltrow, nos ofrecía dos caminos alternativos a la protagonista del filme en función de que llegase a tiempo a coger un tren del metro londinense, o se encontrase con las puertas deslizantes del mismo, a las que hace referencia el título de la película, ya cerradas. A continuación, emitieron la película española de Edgar Neville que hoy nos ocupa, y que cincuenta años antes partía de premisas similares. Aunque con un tono menos dramático, y con más ambiente ferroviario.
Y debido a esto último, la he incluido sin más pensar en mi colección de películas sobre el ferrocarril en la historia del cine. Y podéis acceder a su reseña directamente a través del enlace correspondiente.
En realidad, a mí me suelen gustar. Pero cuando no me gustan… puagg. Voy a incluir, quizá de forma indiscriminada, bajo el epígrafe drama de época una serie de productos, muchos de los cuales también podrían ser denominados como dramas históricos, pero que reunirán una serie de características comunes. Luego veremos cuáles son. Aunque originalmente se concibieron para el cine, acabaron teniendo gran éxito como series de televisión, ya que muchas veces se mezclaban hábilmente, hasta el punto de hacerse indistinguibles, salvo por el vestuario, con otro género de gran aceptación popular; el culebrón.
Fue el año pasado cuando volví a sentir un interés manifiesto por los dramas de época. Y todo se debió a una serie que ya comenté en su momento con razonable extensión, Downton Abbey. Recientemente se ha anunciado su segunda temporada de ocho episodios, que empezará el 18 de septiembre, y a la que se añadirá un especial de navidad. Curiosamente, es uno de los anuncios televisivos que más ilusión me ha hecho recientemente. El caso es que este anuncio me ha hecho reflexionar sobre este género. Veamos sus características principales.

Quizá el castillo de Warwick sea excesivo como mansión para un drama de época, pero sólo por poco (Canon EOS D60, EF 28-135/3,5-5,6 IS USM).
Tradicionalmente, romance. En todo drama de época que se precie debe haber notorias historias de amor, con más o menos pasión carnal acompañante, a ser posible tortuosas y en no pocas ocasiones imposibles para sus protagonistas. Quizá, los paradigmas de estos romances puedan ser las adaptaciones de las novelas de Jane Austen o, más tormentosas, las de las hermanas Brontë. En los últimos años, sin embargo, el tono de los romances han subido notoriamente de tono, y se han empezado a realizar dramas históricos con contenidos abiertamente sexuales o eróticos. Productos como Los Tudor, Roma o Los Borgia (no confundir con el largometraje español del mismo título, de calidad lamentable), son los exponentes más claros. Si los basados en el romance tenían como público diana predominante el femenino, con la introducción de desnudos frecuentes o representaciones más explícitas del acto sexual parece una obviedad si decimos que se quiere atraer al público masculino.

La Roma imperial siempre ha sido un lugar idóneo para situar los más truculentos dramas de época (Canon EOS 40D, EF 50/1,8).
O las dos juntas. Conspiraciones, traiciones, luchas por el poder, bien sea en el ámbito del gobierno de los estados o los imperios, o en el de las grandes mansiones de los terratenientes británicos. Es muy difícil establecer un paradigma para este tipo de situaciones, por su abundancia. Aunque a mí, el que me viene con más frecuencia a la mente fue la maravillosa adaptación del Yo, Claudio de Robert Graves. En los más sencillos, la cosa está clara. Pronto se definen quienes son «los buenos», aquellos personajes con los que sufrimos y cuyo bienestar y final feliz anhelamos, y «los villanos», traicioneros de torva mirada que se encargarán durante los capítulos que sea de poner trabas al «comieron perdices» que el espectador espera. En los más elaborados, el maniqueísmo se diluye. Nadie es exactamente «bueno» o «malo», aunque indudablemente al espectador se le ofrece un opción clara hacia la que dirigir sus simpatías. Obviamente, estos son más interesantes. O todavía más interesantes, cuando «el villano» tiene una personalidad más atractiva que los buenos. Dejando aparte la presencia de la princesa Flavia (Deborah Kerr), siempre me ha gustado mucho más el traidor Rupert de Hentzau (James Mason), que el estirado Rassendyll (Stewart Granger) en ese cruce entre el drama de época y el cine de aventuras que es El prisionero de Zenda.
Los dos elementos anteriores son fundamentales en el drama de época, pero no son suficientes para definirlo. Es necesario que además nos transporte a momentos y lugares históricos en los que la ambientación y el vestuario sean específicos y definitorios. Los hombres habrán de manifestar una elegancia sobria y las mujeres vestirán maravillosos vestidos y tocados. Todos estarán guapísimos. Y se moverán por decorados naturales o habitacionales de ensueño. Salvo que nos metamos, claro está, en las más oscuras estancias de las clases bajas o de los pillos. Aunque esto último será casi siempre de paso o de modo circunstancial. El ser humano necesita soñar una vida mejor, y para ello no hay nada como permitirle imaginarse recorriendo las estancias de Gosford Park, por ejemplo, o de la mencionada Downton Abbey. La precisión histórica no es de rigueur, aunque desde mi punto de vista aconsejable. En este sentido, tengo la sensación que de los dos grandes países productores de dramas de época, los británicos son más rigurosos que los norteamericanos, aunque eso sí, siempre y cuando salgan ganando en comparación con otros pueblos o naciones, que siempre mostrarán comportamientos más o menos risibles. Especialmente si son franceses. Es lo de menos, ante todo, los dramas de época tienen que ser bonitos. Muy bonitos.

El Berlín prusiano fue uno de los escenarios de Barry Lyndon, de la que os hablé hace pocos días (Panasonic Lumix LX3).
Lo cierto es que si una producción cinematográfica o televisiva de ficción tiene los tres elementos mencionados en cantidades suficientes y adecuadas, será difícil que a poco que la historia que se cuente sea mínimamente interesante no encuentre un público interesado. Son historias que nos sacan de nuestras rutinas, y nos elevan de nuestras prosaicas vidas a escenarios de ensueño que parecen destinados sólo a unos pocos privilegiados. Como ya he dicho al comienzo de esta entrada, me suelen gustar los dramas de época. Pero reconozco que cuando no aciertan con la historia y los caracteres, también son las producciones cinematográficas o televisivas que más acabo detestando. Es una lástima también que pertenezca a un país donde este género suele estar mal concebido y realizado. O bien está concebido como culebrón puro y duro, o bien carece de la fuerza argumental necesaria para interesar al espectador.
En fin. Ya vale de rollo. De momento, estos días, me estoy dedicando a ver de nuevo los estupendos siete capítulos de la primera temporada de la vida de los Grantham/Crawley. Nos prometen que en la segunda los veremos inmersos en las vicisitudes de la Primera Guerra Mundial. Este es un conflicto que se está empezando a poner de moda. Se anuncia una película de Spielberg al respecto. Y para el que faltan menos de tres años para conmemorar (celebrar no me parece el verbo adecuado) el centenario de su comienzo.
Todo drama de época que se precie ha de ir acompañado de una banda sonora que lo caracterice. Todavía me viene a la memoria con frecuencia la música de los títulos de crédito de Yo, Claudio, compuesta por Wilfred Josephs. Tambien la música de John Lunn para Downton Abbey es notable, sin duda. Pero en los últimos años, fue la banda sonora de Expiación, por Dario Marianelli, la que me pareció que tenía una fuerza y una calidad fuera de lo habitual.
Lewis W. Hine, the concerned photographer | La Lettre de la Photographie.
Algunas fotos de Lewis H. Hine, a quien algunos llaman fotógrafo comprometido, y otros consideran uno de los primeros fotógrafos con contenido político, al menos del otro lado del Atlántico. Llamadlo como queráis, pero considero que es un fotógrafo interesante y que puede merecer la pena.
Desde luego, en los últimos años no me he prodigado mucho, a pesar de estar céntrica, por la avenida de César Augusto, en su tramo entre el Coso y el mercado central. Todo ello en Zaragoza, como aviso a los desubicados. Pero el otro día tuve que pasar, a pesar de las obras tranviarias. Y estaban bonitas las coloridas fachadas con el sol de la tarde. Y además vi que había un «cabezudo» del Conde de Aranda, que lleva 7 años puesto y en el que no me había fijado. Cada vez voy más autista por la calle.

"Cabezudo" del Conde de Aranda, y como fondo la Audiencia Territorial,... o Tribunal Superior de Justicia de Aragón que se llama ahora.

Nunca he tenido claro si son dos casas con fachadas muy estrechas, o una casa con la fachada muy rara; a ver si me fijo bien algún día.
Todas las fotos: Leica D-Lux 5.
The New Gypsies by Iain Mckell | La Lettre de la Photographie.
A punto estuve de comprar el libro que presenta este trabajo fotográfico en la librería de la Haus der Photographie en Hamburgo hace un par de meses. Allí hojee este reportaje sobre este fenómeno cultural en los que ciudadanos ingleses abandonan su estilo de vida convencional para adoptar el nomadismo de los antiguos zíngaros y gitanos. No nos habla pues de auténticos miembros de la etnia gitana, sino de quienes adoptan este tipo de vida. Básicamente retratos ambientados, muchos me gustaron bastante.
Ayer vi en vídeo la película alemana Anonyma – Eine Frau in Berlin. Es la adaptación cinematográfica de un libro que leí hace 3 años y que ya comenté en estas páginas. Trata sobre las violaciones y la supervivencia de las mujeres alemanas tras la invasión de las tropas soviéticas de la capital alemana. La película es más melodramática que el libro y obvia algunos aspectos importantes no relacionados con las violaciones. Pero no está mal.
Hoy me encuentro en La Lettre de la Photographie un artículo sobre el trabajo del fotógrafo Gwenn Dubourthoumieu titulado Raped Lives (vidas violadas). En este caso, es sobre las mujeres africanas que soportan los constantes conflictos que asolan diversas regiones de África. Allí también han de soportar el desprecio y el abuso sexual por parte de las partes en conflicto.
Alguien dijo una vez que las guerras las hacen los hombres y las sufren las mujeres. No recuerdo la cita exacta. Pero creo que lamentablemente es una realidad. Y que por mucho que pasen los años, las cosas no cambian. Lamentablemente.