Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Más neoyorquinos, de forma un tanto tópica, no pueden ser los personajes de esta novela, así que nos iremos al paisaje del bajo Manhattan al anochecer, como se ve desde la orilla de Brooklyn del East River.
La autora de este libro, Katie Kitamura, como se podrá deducir del apellido, es de origen japonés. Pero nacida y educada en Estados Unidos. En sus cuarenta y tanto, ha escrito media docena de novelas, un libro autobiográfico, y ha colaborado en diversos medios de comunicación escritos como crítica de arte. Y está radicada en Nueva York. Y allí se sitúa la acción de esta novela, que me ha interesado más por su estructura y desarrollo que por el interés intrínseco que pueda producir el devenir de los personajes de la misma. Que ha sido más bien poco. Son gentes que me han resultado un tanto pedantes, y con «males» de ricos (o al menos de acomodados), más que otra cosa. Iremos quizá otra vez a ese tema cuando comente la novela española que estoy terminando de leer en estos días.

La protagonista de la novela es una actriz de mediana edad, que ya ha dejado atrás sus años jóvenes, y que cuando empieza la acción está en plenos ensayos de una obra de teatro que le causa cierto estrés por las inseguridades que le genera el tiempo que va pasando, la edad, la competencia con actrices más jóvenes… los sospechosos habituales. Está casada en un matrimonio cómodo, sin (para lo bueno ni lo malo) demasiados altibajos, con un marido con quien comparte intereses intelectuales y con quien se lleva bien. Y en estas está cuando aparece un joven que quiere hablar con ella y con quien se reúne. Y que le plantea la posibilidad de que sea su hijo; el joven no conoce a sus padres biológicos. No lo es. No lo puede ser. Pero el joven entra a trabajar en la compañía como ayudante de la dirección. Esta es la primera parte del libro. Sobre la segunda parte, me han entrado dudas sobre hasta que punto comentar o no. Digamos que el joven se ha trasladado a vivir con el matrimonio, la obra de teatro ha sido un éxito, y los tres viven como si fueran un familia… incluso contradiciendo algunos de los hechos establecidos en la primera parte. Y que la situación será estable hasta que aparezca en escena la novia del joven.

Como ya he dicho, si la novela me atrapó, fue más por la estructura y el desarrollo de lo que sucede que por el interés que me suscitan los caracteres de la misma. Que es muy poquito. Gente acomodada, que vive vidas cómodas en Manhattan, intelectuales que en algún momento corren cierto peligro de caer en la pedantería… o así los percibo yo. Las inseguridades de una mujer que, siendo respetables, probablemente no tienen nada que ver con las de muchas mujeres que en el mundo son y han sido y que tienen problemas más graves de subsistencia, reconocimiento social, discriminación y todo lo que quieras. Y que parece que basa sus inseguridades en que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, como cantaba Silvio Rodríguez, y en el posible arrepentimiento sobre acontecimientos de su juventud, incluido alguno relacionado con una posible maternidad. Como decía el título del culebrón mejicano, los ricos también lloran.
Pero la estructura y el desarrollo de la novela tienen su miga. Hay unos misterios que van surgiendo. Hay unas dudas sobre la realidad a la que estamos asistiendo. Está narrada en primera persona. La protagonista, cuyo nombre no conocemos, es la que va desgranando sus pensamientos y los hechos que suceden en la narración. Y como narradora en primera persona, no es fiable. Y aun lo es menos, o así lo siento yo, cuando abordamos la segunda parte, que de entrada nos resulta rara. La dinámica entre los tres (o cuatro) personajes principales de la narración ha cambiado. Mucho. Es como si estuviéramos en un universo paralelo donde las cosas son parecidas pero distintas. No sabemos si estamos ante una realidad alternativa, o bien estamos ante un desiderátum de la narradora, o de su pasado, que en su imaginación ha convertido en realidad. Al final de la novela, es una duda que no queda resuelta. Por lo tanto, el esfuerzo narrativo de la autora supera la falta de interés que me producen sus personajes, y consigue que la novela me atrape, cada vez más conforme se avanza. Me ha gustado bastante, y me parece recomendable, salvo para lectores vagos que quieren que se lo den todo mascado y bien mascado.























