El director chileno Sebastián Lelio adquirió reconocimiento internacional por una película suya, en español, que llegó a los Oscars con cierto ímpetu, pero que no llegó a pasar el corte de las cinco finalistas. Recientemente, el propio Lelio dirigió una adaptación en inglés para el público norteamericano, protagonizada por Julianne Moore, que es el principal atractivo de la película.
He tenido una semana atareada, en la que apenas tuvimos ocasión de acercarnos al cine el lunes. Entre trabajo, la exposición de fotografía estenopeica y la llegada de las fotos reveladas de los carretes en blanco y negro de París,… no me dado tiempo de mucho más.
Gloria (Moore) es una mujer madura, divorciada hace tiempo, aunque en buenas relaciones con su marido, cuyos hijos son ya mayores y ya no la necesitan, hacen su propia vida, y a la que gusta salir a bailar, especialmente los éxitos setenteros y ochenteros del pop. En un momento dado, conocerá a un hombre recién divorciado, Arnold (John Turturro), cuya relación parecerá prometedora. Pero es difícil tirar para adelante cuando las mochilas personales pesan demasiado.
Como decía, el principal atractivo a priori de esta película era su protagonista, una de las mejores actrices del momento, contando además con un reparto interesante en el que además de Turturro encontramos nombres como Jeanne Tripplehorn, Michael Cera, Alanna Ubach o Brad Garrett. Pero… algo funciona al ralentí en esta película. No he visto el original en español, pero siento que constantemente le falta algo que impide que me meta en la historia o que empatice lo suficiente con los personajes, que quizá me resultan demasiado alejados, ajenos. La dirección de Lelio, está bien, es funcional, pero tampoco sorprende ni me dice nada especial.
En fin, una película que no está mal, que se deja ver, en la que podemos ver un buen trabajo actoral, pero que no me ha dejado un poso especial.
Fuimos el lunes pasado a ver esta película con una mezcla de sentimientos contrapuestos. Por un lado, la crítica hablaba muy bien de ella. Por otro, el avance que algunos habíamos podido ver no nos había llamado la atención, y el tema no nos atraía demasiado. Y además, daba la sensación de que forma parte de la ofensiva que parece que hay de cine con protagonistas afroamericanos, ante los reproches de años anteriores por la escasa presencia de este grupo de población en la temporada de premios cinematográficos… Algo que está produciendo buenas películas, y otras más normalitas, que de forma exagerada son incluidas en candidaturas prestigiosas.
Dirigida por Barry Jenkins, de quien no habíamos visto nada previamente, lo que sí que habíamos visto era algún nombre interesante en el reparto. Por lo tanto, finalmente decidimos que había que verla para formarnos una idea adecuada.
Cuando estuvimos en Nueva York, no visitamos ninguno de los vecindarios de población mayoritariamente afroamericana. Pero la diversidad étnica de la ciudad es evidente. Y la estratificación social asociada, también.
La película nos cuenta en tres actos el proceso de maduración de un joven afroamericano en Florida desde que es niño hasta sus vientitantos. Chiron (Ashton Sanders), también conocido como Little (Alex R. Hibbert) o como Black (Trevante Rhodes), crece marcado por una madre drogadicta (Naomie Harris). Paradójicamente, en su infancia, cuando es un niño menudo y callado, es protegido por el traficante de la zona, Juan (Mahershala Ali), y por su pareja Teresa (Janelle Monáe). Su carácter introvertido le ocasionará problemas con sus compañeros de escuela… y con el tiempo otros rasgos de su carácter irán apareciendo…
Rodada cámara en mano y muy cerca de los personajes, especialmente del protagonista, la película alterna momentos intensos y duros, con otros de calma y reflexión. En algunos aspectos, nos recuerda a la que nos presentó Linklater hace un par de años, aunque con una realización más convencional. Un recorrido por la vida de un muchacho desde que es niño hasta que se convierte en adulto. Globalmente, la película está muy bien hecha y tiene momentos muy hermosos.
Si el trabajo de realización es muy meritorio, hay que decir que también se apoya mucho este filme en la excelente interpretación de sus protagonistas. Cuesta ver a ratos en el fornido hombretón del tercer acto a la misma persona que a los menudos muchachos de los dos primeros, pero más allá de esto, los tres cumplen con muy buena nota con su encarnación del joven Chiron, cargando sobre sus espaldas la película. Pero también hay que destacar la excelente interpretación de Ali, Harris y Monáe, que a veces sabe a poco. Y en el tercer acto, la de André Holland en la versión adulta del mejor amigo de Chiron.
No voy a negar una cosa. Estas películas sobre los barrios negros de las ciudades norteamericanas están muy bien hechas, pero a veces nos asombran. Los conflictos morales que se plantean son notables. Lejos de plantear la confrontación interracial como causa de la situación de estas comunidades, vemos como son sus miembros los que se explotan mutuamente, sin colaborar en romper el círculo vicioso de causas que producen la pobreza y las desigualdades en Estados Unidos, y otros países.
Pero la película es muy meritoria. El director trata a sus espectadores como personas inteligentes. Da la información justa, estrictamente necesaria, dejando que el espectador reconstruya el conjunto de la historia. Hay violencia, es una película violenta, pero muy contenida y concentrada en muy pocas escenas, y aunque nos causa incomodidad, no produce rechazo en ningún momento. Creo que es justa merecedora de los reconocimientos que está teniendo. Y a mí no me importaría ver a Mahershala Ali alzando al eunuco dorado dentro de unos días. He ido comprobando en los últimos tiempos que es un actor excelente, y tendría muy merecido el premio.
En un día como hoy en el que me encuentro muy confuso… Veréis… En el lugar donde trabajo, en los últimos años han sido o fueron relativamente las protestas salariales en viernes. La gente se vestía de negro y protestaba en la puerta del centro de trabajo durante unos minutos. Y a eso se le llamaba «viernes negro»… Pero ahora resulta que «viernes negro» o en inglés «black friday» es un día donde te venden las cosas rebajadas. Aunque dicen que antes de rebajar las cosas, en algunos comercios las suben de precio, así que cuando dicen que las han rebajado… pues eso… Que estoy confuso…
Retomo el hilo. Llevo un cierto retraso en lo de comentar películas que he visto en el cine. Con la de hoy tengo dos sin comentar. Así que a ver si entre hoy y mañana me pongo al día. La de hoy, vista en versión original. El título en la versión doblada, en España, creo que es el mismo. Y nos apeteció verla porque no hace mucho vimos otra película con la misma pareja de director/guionista y protagonista/guionista que nos gustó. Noah Baumbach y Greta Gerwig han vuelto a las calles de Nueva York para contarnos el desconcierto vital de las generaciones más jóvenes.
Volvemos hoy a Nueva York; al más urbano y dinámico.
Tracy (Lola Kirke) es una chica de primero de carrera, que ha decidido hacer sus estudios en Nueva York atraída por la romántica imagen de la ciudad como lugar donde pasa todo en el mundo intelectual y social. Pero sus aspiraciones se quedan defraudadas, porque todo es muy aburrido. Además, aspirante a escritora, no parece impresionar a sus profesores y compañeros con sus escritos. Todo parece cambiar cuando conoce a Brooke (Greta Gerwig), la hija del novio de su madre, futura hermanastra. Esta, casi una década mayor, es «guay», lo pasa bien, y tiene proyectos para montar un restaurante maravilloso. Y conoce gente. Las cosas al final no serán como parecen,… pero por lo menos le estimulará a escribir algo realmente interesante.
Drama con tonos de comedia, o comedia con tonos de drama, en la que de nuevo Baumbach y Gerwig exploran la ausencia de rumbo, la carencia de objetivos vitales en lo jóvenes actuales, representados por cualquiera de las dos protagonistas. Lo cual se hace especialmente grave cuando el joven empieza a no ser tan joven, situación representada por el personaje que interpreta Gerwig. Un personaje muy similar en ciertos aspectos al de Frances Ha, pero sin que parezca que vaya a conseguir reconducir su vida como aquella bailarina frustrada. Similares ingredientes que el mencionado precedente, aunque tal vez sin la frescura y la novedad que represento aquella sencilla película rodada en blanco y negro con cámaras fotográficas réflex digitales.
A la ciudad que despierta expectativas e ilusiones en la gente.
Buenas interpretaciones, tanto de sus protagonistas (esta chica, Lola Kirke, a quien esperamos en la segunda temporada de Mozart in the Jungle, parece que promete) como de los personajes secundarios. Todos juntos nos ofrecen de forma coral la parte más interesante de la película que es cuando se juntan todos en la casa del exnovio y examiga de Brooke.
Película que se deja ver con razonable agrado, no le encuentras grandes pegas, pero que tampoco dejará un recuerdo indeleble en la memoria. Si no encuentras nada mejor en cartelera, tiene un pase. El haberla visto en compañía entre otros de una joven de 21 años, permitió eso sí, un coloquio cervecero posterior muy interesante.
Pero en la que, si hacemos caso a lo que nos cuenta el cine y las series de televisión contemporáneas, las chicas jóvenes lo tienen realmente complicado.
Después de una semana dedicada a la animación, volvemos al cine más considerado para adultos con la última película de Isabel Coixet, directora española que no ha dudado en rodar en inglés a lo largo de su trayectoria, con repartos internacionales, que nos ofreció en su momento un par de más que interesantes filmes, pero que luego nos ha ido dejando un poco decepcionados. Películas un poquito pedantes, en mi humilde opinión más vacías de lo que parecen. En esta ocasión, por lo menos, nos atrae su reparto. Aunque nos decepciona no poder acudir a una versión original de la película, estando obligados a ver una visión adulterada, con las voces dobladas al castellano.
En esta película conoceremos a dos personas, residentes en Nueva York, cuyas vidas se cruzarán durante unas semanas. Por un lado, está Darwan (Ben Kingsley), un exiliado político sij, que se mantiene en la metrópoli norteamericana trabajando durante el día como profesor de autoescuela y por la noche como taxista. Vive solo, con un sobrino, inmigrante ilegal, y su familia en el Punyab, le está arreglando un matrimonio con una mujer que consideran adecuada, Jasleen (Sarita Choudhury). Por otro lado, está Wendy (Patricia Clarkson), cuyo marido Ted (Jake Weber) la deja por una mujer más joven, quedándose sola ya que su hija, Tasha (Grace Gummer), una universitaria, está dedicándose un semestre a la vida agrícola. El deseo de poder ir a visitar a su hija hará que Wendy quiera aprender a conducir, y Darwan será el profesor.
De acuerdo al ambiente de la película, hoy nos sumergiremos en el tráfico de Nueva York, con sus taxis amarillos,…
Estamos ante la típica película en la que dos personas ya maduras entablan una relación, en principio de carácter no romántico, pero en la que conectarán a un nivel intelectual y emocional, sirviéndose ambos de apoyo mutuo ante los retos y los cambios a los que se enfrentan, en una edad en la que dichos cambios ya no resultan tan fáciles ni tan bienvenidos como cuando uno es joven. Por supuesto, en un momento dado aparece una cierto grado de tensión sexual no resuelta… sobre la que no voy a desvelar si al final se resuelve o no. La historia es correcta. Dando por hecho que estamos ante un drama, con bastante dosis de buenrollismo, se hubiera beneficiado de alguna dosis más de cierto grado de humor. Pero no sé si Coixet es una directora capaz de semejantes «frivolidades». Hay, de hecho cierto grado de humor, pero muy tímido.
Desde luego, ante una película que no tiene especiales complejidades en su realización, la base para su sostén está en el buen trabajo de sus protagonistas principales, acompañado por el del resto del reparto, especialmente por Choudhury, a quien ya había visto por ahí haciendo papeles con cierta solidez. El resto cumple. Gummer se comporta, aunque parece difícil que alcance las cotas interpretativas de su «eternamente candidata al oscar» madre.
sus largos y embotellados puentes,…
En fin, drama comedido que se deja ver sin mayor problema, pero que tampoco me lo imagino guardando una memoria imborrable en la historia del séptimo arte. Aceptable en esta época de pobreza en la oferta de la cartelera española.
Versión original subtitulada en castellano para esta película con muchos alicientes a priori, que también se puede encontrar en la cartelera española con el título en castellano desvirtuado de «Viaje a Sils Maria». Por son más importantes las «nubes (clouds)» que el «viaje». Pero la capacidad de las distribuidoras españolas para causar desmanes en los títulos de las películas extranjeras es notable; en esta ocasión casi se podría decir que se han moderado.
Digo que la película tiene muchos alicientes. Para empezar porque está interpretada por la siempre interesante Juliette Binoche. En segundo lugar, porque aunque no he visto mucho cine de su director, Olivier Assayas, en algunos medios siempre despierta expectación. En tercer lugar, por que la réplica a la veterana y madura Binoche viene dada por dos actrices entre jóvenes y muy jóvenes de las que se espera mucho. O hay quien espera mucho. Ya veremos.
Maria Enders (Juliette Binoche) es una veterana actriz de cine y teatro que acude a la localidad alpina suiza de Sils Maria para un homenaje a un viejo amigo, escritor y director teatral, que le proporcionó en su juventud su primer éxito con la obra «Majola Snake» (la serpiente de Majola, un fenómeno atmosférico en este valle alpino, en el que las nubes procedentes de Italia parece deslizarse por el valle como una serpiente; ya he dicho que cambiar «clouds» por «viaje» en el título era una tontada como una casa). Pero el director se suicida allí mismo, en una casa de montaña, y el homenaje se convierte en póstumo. Al mismo tiempo, un joven director teatral, Klaus Diesterweg (Lars Eidinger) le propone volver a hacer la obra. Pero en lugar de la protagonista joven de más de 20 años atrás, la protagonista madura de la misma. Tras pensarlo y discutirlo con su joven ayudante, Valentine (Kristen Stewart), y encontrarse con la actriz de apenas 20 años que hará el papel que a ella le dio la fama, Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz), aceptará. Pero le producirá muchos conflictos personales.
Para ilustrar la entrada de hoy, nos iremos también a los Alpes suizos, también en la frontera con Italia.
Estamos ante la típica historia en la que una persona, una actriz llega a la madurez después de una vida de éxito, y se empieza a plantear las cuestiones que acompañan esa madurez. El nuevo tipo de papeles que le son ofrecidos, el escepticismo con el que acoge las propuestas o la vida en general, el empuje de nuevas generaciones de actrices, con nuevas formas de comportarse en sociedad y nuevas formas de interpretar y de entender las obras. Así como la desaparición de aquellos que influyeron en sus vidas. Es por lo tanto una película reflexiva que pivota en torno a al personaje interpretado por Binoche, y en el que las dos actrices jóvenes tienen dos misiones distintas. La asistente (Stewart) es el «pepito grillo» de la actriz. Con una lealtad incondicional, pero que se verá sometida a dura prueba, es la visión de la actualidad para una mujer que empieza a no comprender el mundo que le rodea. La actriz joven (Moretz) es el polo opuesto, el mundo moderno, frívolo, superficial, por lo menos aparentemente, cuyos valores han cambiado y, por consiguiente, su actitud ante el mundo y las obras a interpretar.
Por su puesto, el peso de la película, más allá de los bellos paisajes alpinos que se nos ofrecen, descansa en las sólidas interpretaciones de sus protagonistas. Desde luego de Binoche, que muestra una vez más su solidez y madurez interpretativa. Y luego la razonable competencia de sus «sparrings» más jóvenes, que hacen un trabajo suficiente, incluso meritorio, pero que de momento están a otro nivel. Por lo menos Stewart ha dejado de parecer que está permanentemente colgada, y hace creíbles los conflictos internos de su propio personaje. Moretz tiene un papel que corre el riesgo constantemente de sobreactuar y caricaturizar, y por lo menos tiene la suficiente contención para que no suceda.
Pero en lugar de visitar los Grisones, nos iremos al Valais (Wallis en alemán), y subiremos desde Zermatt a Gornergrat, frente al Monte Rosa.
Dicho todo esto, al final nos quedamos con una cierta sensación de vacío. De que hemos hecho un viaje… no necesariamente a Sils Maria, sino al interior de estas personas, pero que no hemos profundizado en exceso, y que nos hemos limitado a pasear por algunos lugares comunes, que ya se han tratado en otras ocasiones, sin aportar gran cosa nueva. La película se deja ver, es correcta, pero no va mucho más allá.
En la película se ven imágenes de un cortometraje de 1924 de Arnold Franck sobre el fenómeno de la «serpiente de Maloja», que os dejo a continuación por si os apetece verlo.
Vamos con la segunda de las sesiones cinematográficas que nos sirvieron la semana pasada para huir del pegajoso calor de junio, con su humedad, sus tormentas y su modorra colectivas. Otra versión original que desapareció de la cartelera pocas horas después, y que donde permanezca en territorio español se podrá encontrar también en versión doblada bajo el título, poco fiel al original, de Dos madres perfectas. Producción australiana de la directora francesa Anne Fontaine, que está cogiendo cierta fama últimamente, su principal atractivo radica en sus dos protagonistas femeninas.
En un lugar casi idílico de la costa australiana, de playas escasamente concurridas y bellos paisajes pasan sus vidas Lil (Naomi Watts) y Roz (Robin Wright), amigas desde niñas y que han llevado vidas paralelas, con sus buenos matrimonios, sus guapos hijos, también mejores amigos entre sí, con sol, playa y tranquilidad. Pero Lil queda vida en un momento dado, y Roz empieza a tener problemas con su matrimonio. Su marido quiere trasladarse a Sidney a un buen puesto docente en una universidad. Casi por casualidad, sin darse cuenta, ya bien metidas en su cuarentena, comenzarán cada una una aventura con el hijo de la otra, convertidos ambos en jóvenes de veinte años, guapos, deportistas, surferos, bronceados,… Pero esto tal vez sea el principio del fin de esa vida presuntamente idílica.
Con esta película, hoy toca día de playa… pero como no podemos irnos a las playas tropicales australianas, nos quedaremos en la costa de Liguria… por ejemplo en la playa de Monterosso al Mare.
He de decir que me costó entrar en el filme. Es algo que notas cuando te revuelves mucho en la butaca de la sala de cine. El ambiente casi tropical, la playa, el sol, los paisajes, y la comodidad casi decadente en la que se mueven los personajes de la historia me transmitió una cierta modorra que sumaba a la propia del calor bochornoso que nos empujó a disfrutar del aire acondicionado de la sala de cine. La película no obstante se anima, se vuelve poco a poco más dramática, empujada en gran medida por el buen hacer de las dos actrices protagonistas, que muestran que, además de estar guapas y estupendas cuando caminan a mitad de camino o más entre sus cuarenta y sus cincuenta años, son sólidas intérpretes con oficio. Los dos chavales cumplen en su papel de «bollicaos» deseables sin que desentonen en los momentos dramáticos, aunque sin alcanzar el nivel de las dos veterenas de la gran pantalla.
O quizá en la de veraneo familiar de Santa Margheritta Ligure.
Con todo, es una película que no acaba del todo de entrarnos, quizá por alguna de las endebleces propias de la historia que son de difícil tragadera, y porque a una historia de pasiones se habría hecho falta un poco más de rasmia y de drama, ya que este, aunque se va gestando y es predicible, llega casi de sopetón, y acaba el filme desinflándose en una conclusión que concluye más bien poco y de forma poco sostenible. Producto hasta cierto punto fallido desde mi punto de vista.
Manda narices que en estos momentos estemos viendo en cartelera un largometraje de hace 3 años; largometraje que además se rodó también para que funcionase como serie de televisión, luego comentaré como se adapta a televisión la cosa. El caso es que ha Zaragoza ha llegado en estos finales de mayo, en una sola copia, y en versión original. Dirige Michael Winterbottom.
Una revista encarga al actor Steve Coogan (que se interpreta a sí mismo) que haga un artículo sobre una serie de los mejores restaurantes de la campiña del norte de Inglaterra. Estando en un bache en su relación con su novia Mischa (Margo Stilley) con quien iba a ir y de quien fue la idea, y siendo que esta se ha ido por trabajo a Estados Unidos, elige como compañero a su amigo el cómico Rob Brydon (que también se interpreta a sí mismo). A partir de ahí tendremos un viaje de reflexión y de redescubrimiento personal, de dos personas, especialmente el personaje protagonista, que habiendo entrado en la cuarentena, se tienen que replantear muchas cosas sobre cómo deben abordar la vida.
Esta película me ha servido de excusa para rescatar entre mis diapositivas algunas tomadas en el norte de Inglaterra, cerca de Durham.
No pasa mucho tiempo desde que comienza la película para que nos recuerde a aquella fenomenal Sideways (Entre copas). Dos hombres ya en su madurez con distintos planteamientos en relación al compromiso, a la familia, a la profesión y a la relación con las mujeres, muy distintos entre sí, que se embarcan en un road-movie que les permitirá descubrirse más a sí mismos. También recuerda en su estructura a aquel aburrido experimento del propio Winterbottom en el que introducía lo pornográfico, la relación sexual explícita y real, en la historia de una relación amorosa que fue 9 Songs. Si en aquella los episodios de la relación venían marcados por los conciertos con las nueve canciones del título y los encuentros sexuales de la pareja, en esta son los distintos alojamientos, las comidas en los restaurantes, y los distintos paisajes los que van marcando el ritmo. Esta marcada división en episodios es lo que permitió que la película, supongo que con un poquito más de metraje, no mucho porque es larga, se convirtiera en miniserie de televisión, en el que cada episodio es un día de viaje. Ambas películas tienen en común también a Margo Stilley, aunque en esta mucho más recatada. Aunque más guapa. Esta chica gana con la edad.
Con un par de días espléndidos, pudimos disfrutar de la campiña británica, no tan salvaje como la que aparece en el filme. Pero muy agradable
El caso es que aunque íbamos a la sala de cine con cierto escepticismo, lo pasamos muy bien. Realmente, bien. Los diálogos son interesantes agudos, con la mezcla de comicidad que dan los piques entre los dos protagonistas, especialmente a costa de las imitaciones que hacen de actores famosos, y los momentos más dramáticos de reflexión. El tono general es de comedia, pero con un grano de melancolía en cada momento. El final marca muy notablemente la tesis del director sobre lo que conviene o no conviene llegada cierta edad. Las interpretaciones, que son fundamentales, son de muy buen nivel y convierten el viaje en verosímil y muy, muy divertido. Hay momentos como la comida en L’Enclume en que me entró la carcajada tonta. Hay que decir que aunque los dos protagonistas se interpretan a sí mismo, hemos de asumir que la historia es ficticia, no son sus auténticos yos.
Y disfrutamos también de la ciudad de Durham, bonita y agradable. Y de sus pubs y restaurantes.
Para terminar decir que disfrutamos de la película. Que no entendemos por qué ha tardado tanto tiempo en llegar a la cartelera, y por qué va a pasar tan desapercibida, con lo floja que está esta en estos momentos. Y está claro que hay que verla en versión original, porque si no todos los gags relacionados con las imitaciones no tienen sentido. Claro que si no conoces las voces originales de los actores imitados,… pues a lo mejor también pierde parte de la gracia. Yo me divertí.
Y tengo que recordar cómo se llamaba la magnífica casa de huéspedes en la que nos alojamos. El rolls de la entrada no era nuestro coche, como habéis podido comprobar en la primera de la serie.