Hace un tiempo, solía coger mi semana de fiesta para esas fechas en los primeros días de enero. Y solía planificar muchas y variadas actividades. Cuando el traumatólogo me dejaba esquiar, es decir, antes de mi fisura en un menisco de la rodilla derecha, ansiaba que hubiese nieve en pistas para aprovechar. Pero hoy en día lo vivo de otra forma. Prefiero la tranquilidad en casa o paseando por la ciudad. Y prefiero la tranquilidad en el lugar de trabajo en los primeros días de enero, cuando la mayor parte de mis compañeras se cogen fiesta.
Dicho lo cual, este año en particular, en esos días de fiesta en la última semana de diciembre, disfrutamos de una meteorología notablemente benigna para la época del año. Salvo alguna niebla en las primeras horas del día, sol y temperaturas templadas. ¿Qué más se puede pedir para unos días de fiesta? ¿Salvo que estas alteraciones en el clima no les sienten nada bien a los ecosistemas actuales…? En fin. Mientras, los políticos, cuando cada vez hay menos nieve, se plantean destrozar un bello valle y paisaje pirenaico pensando en un turismo de esquí cada vez más improbable, para disfrute de sus siempre «amigos» los empresarios de la construcción. España (Aragón) es así.
A cinco días vista de la gala de los premios Oscar, comento una de las películas candidatas al premio a la mejor película internacional, como se le llama ahora. Hasta 2019 era «en lengua extranjera» o algo así, aunque parece que los norteamericanos se han percatado que en Estados Unidos se hablan demasiadas lenguas como para poder determinar con precisión que es extranjero. La película de hoy, dirigida por Colm Bairéad, es irlandesa, y los diálogos son en su mayor parte en gaélico irlandés, aunque hay algunos diálogos en inglés. Y es una película que venía precedida de muy buenas críticas, aunque llegaba sin hacer mucho ruido, como la niña del título.
Ambientada a principios de los años 80, la niña protagonista, Cáit (Catherine Clinch), vive con su familia, tremendamente disfuncional y en la pobreza. Con problemas de relación, permanentemente callada, con problemas de rendimiento escolar, en una familia numerosa, donde el padre se gasta el poco dinero que entra en sus cosas, y con una madre sobrepasada por los problemas y por los hijos. Cuando en vísperas del verano espera un nuevo bebé, envía a Cáit con una prima (Carrie Crowley) y su marido (Andrew Bennett), más mayores, sin hijos, y que viven en una granja con razonable comodidad, para pasar las vacaciones escolares.
Película bellamente rodada, pero opresiva en muchas ocasiones, rodada en el formato estándar académico, con frecuencia los objetos y las personas quedan parcialmente fuera del encuadre. Es una película de pocas palabras y muchas expresiones. Es una película de atención al detalle. Y las pocas palabras que se dicen no tienen desperdicio. En este ámbito, obviamente las buenas cualidades de la realización, en sus aspectos visuales y sonoros, así como en su ambientación de época, 40 años hacia atrás, es muy importante. Pero sobretodo es importante la interpretación, que tiene un nivel muy destacado, sobresaliente. Y es particularmente acertada la selección de su actriz niña protagonista y el buen trabajo que realiza, en la cual habrá mucho mérito en el trabajo de dirección.
La salida del cine tiene un regusto amargo. El comienzo de la historia es muy triste, y durante la acción las cosas se vuelven más luminosas, tanto para la niña como para esa pareja madura a la que la niña aporta luz e ilusión. Pero el final tiene mucho de esperanza que se desvanece. La tristeza vuelva. Alguna de las personas que asistió a la sesión de proyección conmigo quiso ver algún detalle esperanzador… pero… no sé yo… Eso sí… es altamente altamente altamente recomendable. No ganará el premio. Pero no porque no lo merezca, sino porque la competencia es muy fuerte. De hecho, creo que es mejor que varias de las películas que optan al premio gordo de esos premios, categoría en la que no es candidata. Cosas que pasan.
Estuvimos hablando mucho de qué hacer en este fin de semana largo que hemos tenido en Zaragoza. El 5 de marzo, la Cincomarzada, es festivo local en la ciudad de Zaragoza. Y como este año ha caído en domingo, el ayuntamiento decidió trasladar el festivo al lunes adyacente siguiente, el 6 de marzo. El año pasado, en similares circunstancias, me escapé a Toledo en el día con una amiga que tenía que ir por cuestiones familiares. Era sábado. Así que un grupo de gente del mismo círculo de amistades nos planteamos varias posibilidades… que quedaron en nada. Así que decidí irme yo, por mi cuenta, a Barcelona a pasar el tonto lunes que, siendo festivo, poca cosa de especial había que hacer en la ciudad.
No madrugué mucho. La mejor oferta económica del viaje la obtuve de Iryo, el más reciente operador de trenes de alta velocidad en la línea Madrid – Zaragoza – Barcelona. Saliendo a las 10:32 de la mañana de Zaragoza-Delicias, para estar en Barcelona a las 12:01, y saliendo de Sants por la tarde a las 19:55 para llegar a Zaragoza a las 21:18, me quedaron ocho horas de estancia en la ciudad condal. Más que de sobra para lo que pretendía. Viaje con el mismo nivel de confort que los AVE de Renfe, con un punto más de amabilidad de los empleados, serán que no se han quemado todavía, y excelente puntualidad y tiempo de recorrido, con un precio total equivalente a lo que me pedía Renfe sólo para la ida, saliendo de Zaragoza media hora o cuarenta y cinco minutos antes.
El tiempo hasta la hora de comer, desde que llegué al medio a Sants, lo dediqué a asuntos míos. Además de alguna otra cosa en alguna librería, cosa rápida, lleva al servicio técnico de reparaciones de Casanova Foto una cámara fotográfica de formato medio cuyo obturador estaba extremadamente desajustado. Y que llevaba tiempo sin usar por no fiarme del único servicio de reparaciones que queda en Zaragoza. Se la dejé, me la devolverán por mensajero, y hoy ya tengo el presupuesto, que me parece razonable. Y a pesar de que Casanova Foto tiene fama de ser caro, el precio de la hora de trabajo me parece razonable, comparado con otros que he conocido. Lo único que les vendría bien es ser un poco más cordiales… rediez que distantes son en el trato. De siempre.
El resto es sencillo de contar. Quedé con un par de amistades, de uno de los círculos de amigos con los que me relacioné en los últimos años de mis estudios universitarios. Antaño era fácil que nos juntáramos cinco o seis en algún restaurante, donde pasábamos un buen rato hasta mi hora de regreso. Las cosas no son como antaño. Así que simplemente nos zampamos unos platos de jamón y queso en un garito cerca de la Boquería, no «estropeado» por el turismo, y luego simplemente nos dimos un paseo desde el Barrio Gótico hasta el puerto, pasando por el Born, charrando de nuestras cosas, con alguna parada a tomar algo eventualmente. Cuando ese fue la luz nos despedimos y me volví a la estación. Deseando que pase menos tiempo para la próxima.
De todos modos, Barcelona ha ido perdiendo desde hace un tiempo buena parte de su encanto. Algunas de las transformaciones que ha sufrido por el auge del turismo internacional han hecho que pierda una buena parte de su personalidad propia. Y buena parte de su oferta cultural se ha ido transformando por las dinámicas del nacionalismo catalán que, desde mi punto de vista, han ido convirtiendo la tradicionalmente cosmopolita ciudad en algo más provinciano, en unas dinámicas un tanto paradójicas. Es lo que vengo observando de un tiempo a esta parte. Una pena. En fin… las fotos de ahora, apuntes que fui tomando durante el día con la pequeña Sony ZV-1. Dentro de unos días, mostraré algunos ejemplos de las realizadas con cámaras de película fotográfica tradicional. Cuando las tenga reveladas.
No he recogido muchas recomendaciones esta última semana. Esto es algo que cada vez repito más. Estoy muy ocupado con cosas diversas, y no tengo tanto tiempo para revisar con detalle mis fuentes de información sobre novedades en el mundo de la fotografía. Pero algunas cosas ha habido y os las traigo.
En Wanderer, una revista digital para viajeros, pero que tiene valores añadidos sobre las páginas que se dedican a los viajes habitualmente, nos hablan de los problemas de las mujeres afganas, vistas por los fotógrafos viajeros. O fotógrafos documentales. O simplemente, los fotógrafos. Hablamos de un trabajo colectivo, 29 miradas, realizado por fotógrafos, escritores y cineastas, que recrean, escenifican, situaciones típicas para las mujeres de aquel complejo país, y los riesgos que afrontan desde el día en que nacen, por el mero hecho de haber nacido mujeres. Bonita, estremecedora, casi podría decir imprescindible.
Narcisos y crocus florecen ya en el Parque Grande anunciando la primavera que ya se adivina en el horizonte temporal del futuro.
… …
Hace unos días tuve una día tonto. Uno de esos días en los que simplemente no me apetece relacionarme con el mundo ni hacer las cosas que se supone que tengo que hay que hacer o hay que hacer. Son días que me pasan esporádicamente, una vez cada dos meses o menos, sin una frecuencia definida. Los afronto de diversa forma. En esta ocasión me puse una película, no muy buena, y sin embargo interesante, aun con sus numerosos defectos, sobre la guerra civil en Estados Unidos por la secesión del sur esclavista. Dura más de cuatro horas… lo que garantiza el no hacer nada en toda la tarde. Muy pocos días después, en Lenscratch, leí sobre el trabajo de William Betcher basado en fotografías, ambrotipos y daguerrotipos de los tiempos de aquella guerra, retratos de soldados caídos, poniéndolos en contraste con los de los caídos de las guerras actuales. Cambian las tecnologías, pero no la esencia de la barbarie. Por cierto, siempre es interesante buscar fotografías de aquel conflicto, uno de los primeros en los que los fotógrafos acompañaron a los ejércitos para documentar los hechos.
Creo que ya había traído a estas páginas alguna vez al taiwanés Lin Yung Cheng, también conocido como 3cm. Con sus imágenes de cuerpos humanos deconstruidos, alterados, incompletos… entrando en ocasiones en el surrealismo. Fotografías que me extrañan y me fascina. Me lo recordaron en la cuenta de Instagram de Nowness Asia.
Y también en otra cuenta de Instagram, la de If you leave, me llama la exploración del paisaje urbano que realiza la fotógrafa Lynn Saville (Instagram). Paisajes urbanos al anochecer, frecuentemente carentes de la figura humana, aunque la presencia del ser humano se intuye constantemente, sabemos que hay personas ahí, en algún lugar.
Por último, en Aesthetica Magazine hacen un repaso a fotógrafos contemporáneos emergentes. Fotógrafos que me hubiera gustado explorar un poco antes de escribir esta entrada, pero no he tenido ocasión, en cualquier caso, os he dejado el enlace por si queréis explorar vosotros. Yo, si puedo y me acuerdo, intentaré hacerlo en un futuro, y hablar de alguno de ellos en concreto.
Sensaciones muy contradictorias me despierta esta película del sueco Ruben Östlund, de la que muy poco sabíamos hasta su estreno, pero que nos animamos a ver ante algunas críticas que la hacían muy prometedora. Previamente había visto una película de Östlund, que no me disgustó, pero en la que acabé con la sensación de que no culminó del todo bien una buena faena con muy buenos mimbres. Aunque todos los comentarios que el tono estaba en el entorno de la comedia satírica. O al menos paródica.
Segunda ocasión en pocos días que ilustro la entrada con fotos de Estocolmo. La película de hoy comienza con secuencias en la capital sueca.
Dividida en tres actos, en el primero conocemos a una pareja de modelos, él en declive (Harris Dickinson), ella al alza (Charlbi Dean), y con una dinámica peculiar. Parece que se quieren… pero no necesariamente se entienden. En el segundo, esta pareja se embarca en un crucero de lujo, que compartirán con un conjunto de ricachones pasajeros, que representan todo lo podrido de la sociedad capitalista globalizada actual, y con los empleados del barco, destinados a complacer a los anteriores, pero pasando desapercibidos como si no existiesen. Y capitaneados por un bebedor capitán (Woody Harrelson) que se encierra en su camarote mientras pone como fondo musical La Internacional a gran volumen. Una tormenta y un ataque pirata arruinarán el crucero. En el tercer acto, en una isla «desierta», los ricos supervivientes de un naufragio dependerán de las habilidades de la señora que limpia los lavabos (Dolly de Leon) para sobrevivir hasta que sean rescatados.
La película tiene intenciones claramente subversivas. Si el primer acto subvierte las relaciones de poder en una pareja de enamorados, el segundo acto pone en ridículo en un escenario paródico, absurdo, satírico, a aquellos que ostentan el poder político, económico y social en las sociedades globalizadas actuales, mientras que el tercer acto subvierte las relaciones de poder, cuando estos «poderosos» se convierten en inútiles y dependen de las habilidades de los sirvientes. Se cierra la película en una secuencia en la que el absurdo, que se veía venir, que se intuía constantemente, hace explotar la historia, devolviéndonos a la realidad con una final abierto que cada cual puede interpretar como quiera. Desde muchos puntos de vista, una película excelente, realizada con una precisión casi milimétrica.
Apoyada además por unas interpretaciones que están a un nivel superior al que parecen, hemos de lamentar el fallecimiento poco después de finalizar el rodaje de una de las protagonistas, Charlbi Dean, la película aspiraba a ser rompedora y una referencia para el futuro. Sin embargo, en muchos momentos se lastra por el efectismo de la situación. Si el primer y el tercer acto son contenidos e interesantes, mucho más interesante el primero, el acto central, en su crescendo hacia la catástrofe entra en una serie de situaciones que me parecen más efectistas que efectivas. Me dejan una sensación de exceso, probablemente no necesario porque la tesis ya había sido planteada, y me generan una cierta insatisfacción en el balance global de la película. Que en ocasiones me parece la versión borde y canalla de la genial The Party de Blake Edwards, también crítica social de una época, aunque mucho más amable. Y divertida.
Primera de las entradas dedicadas a mis fotografías realizadas con película tradicional en Madrid en mi escapada a la capital del reino el 31 de enero pasado. Los detalles técnicos de las fotografías los encontraréis en Viaje en el día a Madrid (II) – Minox 35 GT-E con Kodak Tri-X 400. Aquí os dejo unas cuantas fotos, de las que hice con película para negativos en blanco y negro. Hace unos días, os mostré las que hice con película para negativos en color.
Esta semana traigo dos series que me han gustado. Bastante. Más de lo que esperaba a priori. Y de orígenes muy diversos. Una de ellas, japonesa; comedia/drama romántico/existencial. La otra, sueca; comedia romántica con tintes de parodia sobre diversas cuestiones de «la vida moderna».
Hoy toca Estocolmo, muy apropiada para una de las dos series de hoy.
Kärlek & Anarki (Amor y anarquía) nos ha presentado su segunda temporada, en la que ha continuado el peculiar flirteo y el peligroso juego de «a ver si te atreves» entre Sofie (Ida Engvoll), convertida de consultora a directora general de la editorial, y Max (Björn Mosten), el joven y atractivo informático contratado en la misma. Pero las cosas entran en terreno resbaladizo. La nueva dirección estratégica de la prestigiosa editorial, adaptándose a los tiempos modernos, no siempre atina en sus medidas. Max se ha buscado un ligue dentro de la propia editorial. Y Sofie sufre la muerte por suicidio de su padre, con quien tenía una relación peculiar, y lleva un duelo malamente llevado. Entre las diversas pequeñas historias, más o menos alambicadas del resto de los miembros de la editorial. Lo cierto es que la primera temporada me pareció simpática, pero la segunda me ha parecido muy estupenda y totalmente recomendable. Es una comedia con todas sus consecuencias, pero también apunta afiladamente a parodiar muchas de las tonterías actuales del mundo empresarial, del mundo intelectual, de internet y sus redes sociales, entre otras cosas. No sé si habrá más temporadas. En realidad,… ha quedado bastante cerrada. Pero con temporadas de ocho episodios de media hora aproximadamente, si tiene éxito, tampoco creo que les cueste mucho seguir tirando de la manta.
Quartetes una serie japonesa de 2017, diez episodios de tres cuartos de hora, salvo el inicial de una hora, que se anunció como estreno en Netflix, que parece que ha comprado últimamente varias series de este país. Me llamó la atención por varias cuestiones. Una, por su buena valoración en muchos medios y entre los votantes de IMDb. Otra, porque una de sus protagonistas, Hikari Mitsushima, lo fue de otra serie japonesa que comenté recientemente. Así que me dispuse a verla. En un encuentro aparentemente azaroso, cuatro personas, que tocan instrumentos de cuerda, se encuentran en un karaoke. Y deciden formar un cuarteto de cuerda. Dos mujeres, Maki, primer violín, (Takako Matsu) y Suzume, chelo, (Mitsushima), y dos hombres, Beppu, segundo violín, (Ryūhei Matsuda) y Iemori, viola (Issey Takahashi). El caso es que ninguno es sincero del todo con sus circunstancias personales, su pasado. Y ni siquiera el encuentro en el karaoke es azaroso. Y mientras conviven en una casa en las montañas, en Karuizawa, irán apareciendo las cosas que cada uno de ellos ocultan. Aunque el tono de la serie es de comedia, en realidad la serie es un drama. Con buen rollo. En el que la amistad, la solidaridad, el tener alguien en el que apoyarse es importante. Y sentirse orgullosos como cuarteto… aunque no sean muy buenos. La serie se acompaña además de la buena música de cuerda, entre la que destaca por ser un motivo recurrente Music for a found harmonium, uno de los temas emblemáticos de la Penguin Cafe Orchestra, que tanto escuché en su momento, y una bonita canción de Sheena Ringo, Otona no okite (おとなの掟, la ley de los adultos), que sirve de cierre a la mayor parte de los episodios y es cantada por los propios protagonistas. La podéis encontrar en Apple Music, y supongo que en otras plataformas, si buscáis como autor Doughnuts Hole. Aunque también la propia Ringo la versión para sí misma. La serie me ha parecido estupenda. Casi podría decir que me ha sabido a poco. Los personajes generan mucha empatía. Y hay un personaje femenino secundario, una caradura de tomo y lomo (Riho Yoshioka), que es la caña. Que merecería un spin-off para ella sola.
Como cualquier aficionado al cine, para poder elegir con acierto aquellas películas que vemos en las salas, sentir que no hemos perdido ni el dinero ni, lo que es más importante, el tiempo, consultamos lo que dicen los «listos» de la cosa y que se adelantan a nosotros a la hora de ver los estrenos. Los críticos. Pero normalmente me fijo si recomiendan o no una película, cuando los considero fiables, que hay mucho charlatán, y no tanto en los porqués. Prefiero no introducir demasiados prejuicios sobre lo que voy a ver. A veces, como en la película que nos ocupa hoy, me basta con saber quién la dirige, Sarah Polley, y, como decía mi madre, quien «sale». En este caso un reparto femenino muy interesante con gente como Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley (cada vez me gusta más esta actriz), y Frances McDormand, entre otras, ya que la película es coral. Pero leí a posteriori lo que decían las gentes de Lo que yo te diga… y eso me ha hecho pensar.
Los menonitas son una secta cristiana protestante, algunos diferenciarán secta de denominación religiosa, pero para mí los límites son difusos, que viven en comunidades cerradas, que rechazan la modernidad y se aferran a la literalidad de los textos sagrados, que son interpretados por unos pocos. Pero son diversos los tipos de comunidades con una base religiosa que se generaron primero en Europa y después en el resto del mundo. En agosto tuve la ocasión de visitar el Fuggerei de Augsburg, en Baviera, Alemania, que suele verse con ojos positivos por su carácter de primera iniciativa de viviendas sociales en el mundo. Reservada originalmente a personas de fe católica y pobres.
Me sorprendió que la película no estuviera entre Las favoritas, es decir aquellas que puntúan con un 7 sobre 10 o más, aunque esté recomendada. Le dan un seis. Y entiendo la argumentación que dan. Y hasta cierto punto la comparto. La dinámica de la película es la de una adaptación de una obra de teatro, aunque no es así, ya que está basada en una novela del mismo título de la canadiense Mirian Toews. Pero básicamente son los diálogos en un granero de un grupo de mujeres, pertenecientes a tres o cuatro familias menonitas distintas, representando a todas las mujeres de una colonia situada en algún lugar del hemisferio sur. Esto último lo sabemos por una escena de la película en la que se habla de la Cruz del Sur como elemento de orientación al viajar. Y lo que dicen las gente de Lo que yo te diga es que, de lo que hablan, el problema que sufren estas mujeres, es tan evidentemente, aplastantemente, perverso… que ni siquiera debería haber sucedido en primer lugar. Y que por lo tanto, en realidad, la película no aporta nada a la reflexión moral del ser humano. Ya sabemos que violar sistemáticamente a niñas y mujeres, incluso a propias hijas o hermanas, usando anestésicos veterinarios para evitar resistencias, es malo. Es enormemente perverso. Es evidente. Y especialmente perverso cuando se usa la fe, la superioridad patriarcal de la religión para justificarlo, o al menos para justificar no perseguir al culpable. Es todo tan evidente, que quienes vean la película ya lo saben y no necesitan ser convencidos, mientras que aquellos que deberían ver la película para sensibilizarse… no la van a ver, y seguirán ciegos a la aberración.
Porque aunque la película, la novela en la que se basa es una ficción, se basa en un caso real y bien documentado, que sucedió hace no muchos años en Bolivia. Y todos sabemos que no es el único caso de abusos sexuales sistemáticos, patriarcales, justificados por la religión. Los fundamentalistas musulmanes oprimen, maltratan y violan mujeres en distintas regiones del mundo. Y no se trata solo de situaciones en pequeños grupos sectarios, más o menos apartados de la sociedad. Son bien conocidos los escándalos sexuales por los comportamientos de clérigos de la Iglesia Católica, organización reticente durante décadas a reconocerlos, a colaborar con la justicia o a condenar a los perpetradores. Entre otras situaciones.
Sin embargo, yo he apreciado más la película que las gente de Lo que yo te diga. Porque me parece una película de una gran belleza, aun con la terrible realidad que debaten este grupo de mujeres, adolescentes, jóvenes, adultas y ancianas. Todas ellas víctimas. Con una fotografía de colores desaturados, iluminación en claroscuros, atemporal, y unas interpretaciones absolutamente sobresalientes, no puedes evitar ser absorbido por el diálogo. Y por la belleza de unas mujeres que no se basa en sus atributos físicos, sino en la dignidad de sus gestos, de sus expresiones, de sus heridas, de sus golpes, o de sus cicatrices. Todas ellas están muy bien. Siempre he tenido cierta debilidad por Rooney Mara, especialmente desde su duelo interpretativo con Cate Blanchett. Pero si tengo que destacar a una es el trabajo de Jessie Buckley, a la que llevo viendo últimamente en papeles muy diversos, pero siempre muy bien, independientemente de lo que opine de la película en la que trabaja.
Sí. Como dicen algunos, el mensaje de esta película es demasiado evidente. Es obvio. No aporta nada al pensamiento moral de las buenas gentes, que no hayan incorporado ya hace tiempo. Pero qué belleza de película, y qué belleza de mujeres. Incluso si al final no parecen liberarse de una de las grandes raíces, de uno de los grandes problemas de su situación. Esa fe a la que se aferran. Y quizá esa equidistancia de la directora con la religión, como si no fuese el problema de base que fomenta las actitudes patriarcales. Desengañémonos. El día que colectivamente analicemos con datos y sistemática el fenómeno religioso comprobaremos que siempre ha hecho más mal que bien a la humanidad. O eso es lo que pienso. Como me contaba William Hardy McNeill cuando, formándome como epidemiólogo, leí su Plagas y pueblos, y sin dudar calificaba a la religión, junto a los ejércitos y otras instituciones tradicionales, macroparasitismos, al mismo tiempo que hablaba de virus y bacterias como microparasitismos.
… y donde hay agua un huerta. Al norte los Pirineos, esta tierra es Aragón.
José Antonio Labordeta.
Sip. Así cantaba Labordeta varias décadas atrás a la tierra que le vio nacer y de la que tanto se preocupó. Aunque también es cierto que las nieblas nos están abandonando. Leía ayer en el artículo de la Wikipedia en inglés dedicada a Zaragoza que entre noviembre y enero, históricamente hemos sufrido unos 20 días de niebla. Casi un 25 % de los días. Aunque siendo raras después de la fiestas de Navidad y Año nuevo, aún se concentran más. Pero ya hay mucha gente que comenta que en los últimos años hay muchos menos días de niebla. Este invierno, unos pocos días después del día de Navidad, y la mayor parte de los días no ha sido persistente.
Pero sí que se presenta con cierta frecuencia el cierzo, el viento seco y frío del noroeste, que deja una sensación gélida en el valle del Ebro. Ayer hicimos un paseo fotográfico algunas de las gentes de AFZ Asociación de Fotógrafos de Zaragoza, y sufrimos durante casi tres horas el azote de un cierzo que fue en aumento conforme avanzaba el día. Tal fue así, que esperaba tener hoy para revelar dos o tres rollos de película en blanco y negro para revelar… y solo tengo uno, de días anteriores. Ayer, apenas hice un puñado de fotos en blanco y negro con una cámara compacta, y unas cuantas fotografías en color, de un rollo que tampoco terminé, pero hechas antes de quedar con los compañeros de AFZ. En las plantaciones de bulbosas del Parque Grande de Zaragoza ya han florecido algunos narcisos.
Negar que Steven Spielberg es una gran cineasta, uno de los grandes de la historia del séptimo arte, sería una soberana tontería. Sabe hacer cine muy bien. Excelente. Pero lo mismo que digo esto, también he de decir que su forma de hacerlo, por buena que sea, ha habido ocasiones en las que me ha repelido. Una película debe generar emociones. Potentes emociones. Pero no debe manipular las emociones. Deben ser emociones genuinas. Y creo que en muchas ocasiones Spielberg ha sido un manipulador, y no siempre en lo que yo considero la buena dirección. Algunas escenas de Saving Private Ryan todavía me molestan mucho en la memoria, y no son necesariamente las que imagináis. Por otro lado no faltan películas en su filmografía excelentemente rodadas… que son un pestiño. Y la aparente incapacidad para terminar a tiempo la película, sin añadidos estúpidos que estropean tus sensaciones a la salida del cine.
Por todo ello, cuando decidimos ir a ver esta película inspirada por su propia biografía, por su propia infancia y adolescencia, cuando el futuro director de cine se bregaba con las Bolex Super 8 en sus películas familiares, escolares y en sus proyectos personales. Encarnado su alter ego por Gabriel LaBelle, si importante es en la película el nacimiento de su amor al cine y a la narración de historias visuales, importante también es su relación con los padres, con el padre (Paul Dano), pero especialmente con la madre (absolutamente magnífica Michelle Williams), y la compleja relación entre ellos y con un tercer cateto (Seth Rogen) en un peculiar triangulo de familia y amistad disfuncional. Más diluida queda la relación con las hermanas, especialmente la mayor (Julia Butters), que podría haber dado más de sí.
He de decir que Spielberg se gana mi simpatía cuasiincondicional hacia la película en sus primeros minutos. En ellos, contemplamos cómo el joven Sammy va por primera vez al cine acompañado de sus padres, a ver The Greatest Show on Earth de Cecil B. DeMille, y queda fascinado por la escena del choque de trenes. Como quedé yo siendo un niño muy jovencito viendo esta misma película y esta misma escena con mis padres en una matinal de domingo en el Gran Teatro Fleta de Zaragoza, en un reestreno de la película, en algún momento al final de los años 60. Uno de mis recuerdos más vivos de mis primeras películas en el cine y en mi infancia. Reconozco que con una secuencia que tan fuertemente resuena en mi memoria y emociones, probablemente ya tengo un fuerte sesgo positivo hacia la película.
Pero creo que no soy injusto al decir que es una muy buen película altamente recomendable. Con unas excelentes interpretaciones, lideradas por Williams a quien el mundo le debe un gran premio cinematográfico desde hace años, y con una manufactura espléndida, nos cuenta una historia con mucho corazón. Que quizá no trascienda más allá de lo que es una reflexión personal autobiográfica, pero que es realmente valiosa y muy recomendable. Como guinda al pastel, en esta ocasión Spielberg sabe terminar la película de la forma adecuada, con un pequeño chiste a costa de John Huston y su lección de cómo encuadrar la imagen… una lección que establece una regla que, como todas las reglas, está pensada para ser rota por los mejores.
Toca hoy una ronda de series surcoreanas. Creo que es uno de los pocos motivos que me vinculan todavía a Netflix, plataforma sobre la que cada vez hay más probabilidades que me dé de baja. Y no por las polémicas sobre sus tarifas y planes de los últimos tiempos, sino porque su catálogo, más allá de ciertas cosas más o menos exóticas, cada vez me interesa menos. En fin. Vayamos con mis placeres «inconfesables» favoritos de los últimos tiempos.
Algunas fotos en las calles de Seúl, un día de fiesta nacional en la capital surcoreana.
Hwanhon [환혼, resurrección o algo así], conocida en el resto del mundo como Alchemy of souls o Alquimia de almas, fue una agradable sorpresa hace unos meses, una serie de aventuras, una épica fantástica, con magos, hechizos, y esas cosas, pero sobre todo con unos personajes/intérpretes que funcionaban muy bien en sus interacciones, y en su química interpersonal. La pareja formada por la actriz Jung So-Min y su partenaire masculino Lee Jae-Wook conformaban una cabeza de reparto que funcionaba muy bien, acompañada de un amplio reparto que cumplían. No era ninguna obra de arte de la ficción televisiva, pero entretenía mucho, lo pasabas bien durante nada menos que 20 episodios. Pero quedaban 10 episodios para cerrar la historia. Pero lo primero que llamaba la atención es que había un cambio de protagonista femenina, válido por la dinámica y el universo de la serie, aunque no sé muy bien a qué se debió cuando la protagonista original era lo mejor de la serie. Bueno, la serie ha tenido un final decente, con un happy end un poco forzado. Lo cierto es que la serie pedía un final más dramático por la historia, aunque menos por el tono general de la serie. Y la nueva protagonista, Go Yoon-Jung… pues es muy majica, no lo hace mal, pero no es lo mismo. Sinceramente. Pero bueno… no pasa nada. Se termina de ver la historia, y a otra cosa mariposa.
Las creadoras de la serie anterior, las hermanas Hong, fueron responsables también de otra serie con elementos sobrenaturales, Hotel del Luna, que también me resultó entretenida, y en la que también destacaba su protagonista femenina, conocida por su nombre original, Lee Ji-Eun, cuando es actriz, pero conocida como IU (아이유 Aiyú) cuando se mueve como cantante de k-pop en el mundo de la música. Una de las cantantes solistas con más éxito en Corea del Sur y en otros países asiáticos, con una larga lista de números uno, superventas y premios en su carrera, que empezó siendo una adolescente. Aún no ha cumplido los 30 años. Es muy mona y no canta nada mal, con temas de cierta calidad en su repertorio en lo que he podido escuchar. No mucho, pero algo. Que te enganches a su música o no… es pop… y eso está muy asociado a una edad y un lugar. En Netflix hay una serie antológica de cuatro episodios, cuatro cortometrajes dirigidos por directores de cine de prestigio en el país asiático, que vi hace tiempo. Se deja ver. Como son cortos de poca duración la volví a ver en una tarde tonta hace poco. Y era coprotagonista de la última película de Koreeda, rodada en Corea del Sur, que me gustó mucho, y en la que lo hacía muy bien. Realmente bien. No sólo es una cara mona, evidentemente. Con estos antecedentes, viendo que en Netflix hay tres series más en las que interpreta papeles de mayor o menor protagonismo, recientemente he visto dos de ellas.
Producers (título original en inglés), cuanta los avatares de los estudios de producción de la principal cadena de televisión pública surcoreana, en forma de ficción. Los dos personajes principales son dos productores ya establecidos, muy amigos entre sí, y con una tensión sexual no resuelta. Ella, Kong Hyo-Jin, produce programas musicales con éxito. Él, Cha Tae-Hyun, produce un programa de entretenimiento que está en fase de agotamiento en las audiencias. Pero en paralelo hay un par de coprotagonistas secundarios, dos personajes más jóvenes. Ella, Lee Ji-eun, es una cantante de éxito que empieza a estar harta de su peligrosa y manipuladora agente. Y él, Kim Soo-hyun, es un productor novato, que entra a formar parte del programa de entretenimiento en crisis, en el que comenzará a participar la cantante. Y entre los que surgirá también una tensión romántica difícil de definir, porque él chico se cuela por la productora veterana. Fundamentalmente en clave de comedia, es del año 2015 y eso significa que tiene una producción considerablemente más cutre que lo que vemos hoy en día. Pero entretiene bastante. En ella, la actriz que nos interesa, está razonablemente bien, aunque sin que su interpretación tampoco destaque especialmente. Como en tantas series surcoreanas, probablemente lo que más vale es la interpretación de Kong Hyo-jin, la actriz protagonista. Ya la había visto en otra serie… más floja.
Y luego está Naui Ajeossi [나의 아저씨] cuya traducción al inglés My Mister, es como es conocida internacionalmente. Y esta serie de 2018 sí que ha sido una agradable sorpresa inesperada. Un serio drama en torno a un ingeniero estructural en sus cuarentas, Lee Sun-kyun, que ocupa un puesto de responsabilidad en una empresa, pero no directivo, y sus conflictos familiares y profesionales, que lo empiezan a llevar a la deriva. Sus hermanos, contrapunto cómico en ocasiones, cuando no suman al drama, son una catástrofe en sus relaciones familiares y profesionales. Y su mujer, abogada independiente de éxito, tiene una aventura con uno de sus jefes, antiguo compañero más joven del protagonista en la universidad (en Corea del Sur, el tema de la edad es importante en las relaciones sociales). En un momento dado, como consecuencia de una confusión en las maniobras sucias por el poder dentro de la empresa, el protagonista es comprometido, más cuando interfiere una nueva empleada auxiliar muy joven, Lee Ji-eun, de poco más de veinte años. Esta interferencia, primero lo comprometerá más, pero luego le sacará del lío. La chica vive en la pobreza con su abuela sordomuda, y tiene un pasado complejo como consecuencia de las enormes deudas que dejó su madre, y haber matado a un prestamista, lo cual la persigue hasta la actualidad. La serie se centra en la compleja relación que se desarrolla entre ambos dispares personajes, que acabaron al final podrán ser la vía de redención y salida adelante el uno del otro, en medio de las trampas que les surgen por el camino. Además de esta trama principal, hay varias tramas secundarias, en torno a las familias de ambos, que complementan bien a la principal y tienen también su interés, con un plantel de intérpretes secundarios que funcionan muy bien. La serie está muy bien valorada en muchos sitios, muestra la capacidad de la Lee Ji-eun para asumir papeles dramáticos alejada del glamur propio de su agraciado físico, y a mí me convenció. Desde luego, no encaja como «placer inconfesable» como califico muchas series coreanas, sino que tiene méritos propios para ser recomendada.
Primera de las entradas dedicadas a mis fotografías realizadas con película tradicional en Madrid en mi escapada a la capital del reino el 31 de enero pasado. Los detalles técnicos de las fotografías los encontraréis en Viaje en el día a Madrid (I) – Fujifilm GS645S Wide 60 con Kodak Portra 400. Aquí os dejo unas cuantas fotos, de las que hice con película para negativos en color. Dentro de unos días, las que hice con película para negativos en blanco y negro.