[Recomendaciones fotográficas] Un clásico y otras cosas interesantes

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Indudablemente, Richard Avedon es considerado como uno de los grandes de la fotografía de moda del siglo XX. De la segunda mitad del siglo XX. Fue una fotógrafo excelente. En la concepción de sus fotografías, en la forma en que las llevaba a la práctica, en su composición, en la humanización de sus modelos… Muy bueno. Pero para mí, su mejor trabajo no estuvo en el mundo de la mola. Cuando cogió su cámara y un tela blanca que le sirviera de fondo absolutamente neutro para sus retratos y se dedicó a recorrer el Oeste americano para mostrar y comprender a las gentes que lo conforman, más allá de mitos y prejuicios, es cuando quedó ya claro que es uno de los mejores de la historia de la fotografía. Esta semana nos lo han recordado en Blind. Y si alguien quiere saber más, recomiendo este vídeo de Ted Forbes, en su canal The Art of Photography, que conoció momentos mejores en lo que se refiere a su interés, pero que tiene un archivo de vídeos muy recomendable.

El sencillo blog de Elizabeth Avedon siempre ha sido fuente de inspiración, aunque hace tiempo que no se le mencionaba en estas páginas. Sí. Tiene que ver con el Avedon de la recomendación anterior. Pero tiene méritos de sobra en el ámbito de la cultura y de la fotografía para ser reconocida, no como fotógrafa, pero si como conservadora, editora, estudiosa, diseñadora… lo que queráis. El caso es que esta semana nos ha traído uno de los nuevos trabajos de Nick Brandt, un fotógrafo por el que siento debilidad y que no deja de reinventarse a sí mismo, pero sin perder su línea de pensamiento y su coherencia personal a la hora de denunciar las agresiones al medio ambiente y de defender la necesidad de ser activos para preservar lo que debe ser preservado. Ahora ha lanzado su mirada sobre las poblaciones que ven en riesgo sus hogares y su medio de subsistencia por el incremento de los niveles de los mares, que inundarán costas, islas y esperanzas. Siempre necesario, Nick Brandt.

Olivia Arthur es fotógrafa de Magnum Photos. La fotógrafa británica se aleja del tópico del fotógrafo reportero que se mete en todos los saraos donde caen bombas y vuelan balas, para acercarse a una diversidad de sujetos sobre los que hay algo interesante que contar. Y para mí es importante que esto se haga con amplias dosis de empatía, que las fotografías muestren sin ambages la humanidad de la persona que aparece en ellas, algo en común con los anteriores. La conozco ya desde hace años, pero definitivamente me interesé más por ella a raíz de su participación en el proyecto en el que con otras siete fotógrafas seguían los pasos de Inge Morath en el pasado, recorriendo el Danubio desde sus fuentes hasta su desembocadura en el mar Negro. Esta semana, la página oficial de Magnum Photos ha dado un repaso a su recorrido profesional.

Finalmente, hoy mismo, en la cuenta de Instagram de Tokyo Camera Style, he encontrado la interesante propuesta del fotógrafo japonés Yoshihiko Ueda (Instagram) y su libro de 600 páginas con las fotografías de sus viajes a China durante dos décadas. Son muchas fotografía las que caben en 600 páginas, pero en lo que he podido ver, hay cosas, enfoques, muy interesantes. Y sobretodo, una ocasión para analizar visualmente los cambios que el gigante asiático, en continua transformación, ha sufrido en veinte años. Si lo pudiese pillar a un precio razonable, es decir, no demasiado penalizado por gastos de transporte y aduanas, no me importaría tener el libro. Después del paréntesis debido a la pandemia y otras circunstancias que no vienen al caso, hay ganas de volver al Asia oriental. Muchas ganas.

[Fotocomentario] Se acerca una nueva «ola de calor». Pero…

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… el calor de estos días, ¿qué es pues? Salí hacia Estocolmo el jueves de la semana pasada con temperaturas relativamente altas. Y los que se quedaron en Zaragoza me iban diciendo que hacía mucho calor. Llegué el martes… y sigue haciendo mucho calor. Con temperaturas nocturnas más altas de lo que habíamos tenido en todo el verano hasta este momento, «olas de calor» incluidas. Y ahora… nos dice que llega una nueva «ola de calor». Es decir, en lugar de los 39 ºC de estos días tendremos 40 o 41 ºC de máxima. Y en lugar de los 24 ºC de mínima, tendremos… 24 ºC de mínima… ¡¡¡???

Bueno. Simplemente, es verano. Y los veranos cada vez son más cálidos. Ya circula la broma esa desde hace unos años. Ya sabéis… «Alégrate y disfruta, que este será el verano más fresquito del resto de tu vida». En cualquier caso, desde los peores momentos de la pandemia, ya he cogido la costumbre durante el verano de salir a caminar muy pronto por la mañana. Porque el resto del día no apetece, y no es plan estar apoltronado todo el día, salvo cuando hay que ir a trabajar o quedas en algún lugar fresquito a tomar algo con unos amigos. Cada vez menos en terrazas y cada vez más en interiores con aire acondicionado. En cualquier caso, ese el plan, madrugar, pasear cuando la temperatura es más agradable, salir sólo para ir al cine o a tomar algo, e intentar hacer alguna foto. Como las que aquí os presento y de las que podéis saber más en Caminar en verano a primera hora de la mañana – Pentax MX con SMC-M 40 mm f2.8 y Adox Color Mission.

[Libro] On a red station, drifting – Aliette de Bodard

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Quién iba a decir que me acabaría enganchando, hasta cierto punto, al peculiar universo creado por Aliette de Bodard, el Universo de Xuya, consecuencia de una historia alternativa de la civilización humana que ha terminado con un imperio interplanetario con una cultura inspirada por la vietnamita y otras de la esfera cultural del Asia oriental, y específicamente en el confucianismo. Recordemos. De Bodard es una escritora francoamericana, con ascendencia vietnamita, que escribe en inglés obras en el ámbito de la fantasía y la ciencia ficción. Algunas de sus obras, fundamentalmente una novela, varias novelas cortas y algunos relatos cortos, transcurren en el llamado Universo de Xuya cuyas características ya he mencionado. Algunas de sus obras tienen un carácter de literatura romántica, de las que no he leído ninguna, ni me siento especialmente atraído, mientras que otras son aventuras espaciales con otros temas. Las dos que había leído hasta el momento eran historias detectivescas, una inspirada por Sherlock Holmes, y la otra inspirada por Arsène Lupin. Esta última es la que más me había convencido hasta el momento.

Fotografías realizadas en Zhouzhuang, no lejos de Shanhái o Shuzou para ilustrar una novela con ambiente del Asia oriental, aunque sea en una estación espacial en el frío espacio.

A un precio muy ajustado encontré la novela corta de hoy, que fue la primera que transcurría en el Universo de Xuya, aunque es posible que previamente hubiese escrito algún relato corto en ese universo de ficción. Y no es una novela detectivesca. El imperio interplanetario Dai Viet (me disculpo si no sé colocar los diacríticos oportunos en las palabras de origen vietnamita) está en guerra civil. Y una facción rebelde a invadido y ocupado el planeta nº 23, del que era magistrada una de las protagonistas de la novela. Esta huye y se refugia en una estación espacial, dirigida y gestionada por miembros de su familia, siendo la principal administradora una prima lejana suya, que la acoge por los lazos familiares pero con frialdad. Aunque en la jerarquía y en la sociedad de inspiración confuciana el puesto alcanzado por la refugiada fuera superior al de una mera administradora. Pero además algo empieza a funcionar mal en la estación, especialmente en inteligencia que la gobierna; y otros problemas asuelan la familia de la administradora, que van poner en riesgo las vidas de toda la familia.

Frente a las historias detectivescas que había leído hasta ahora de esta autora y en este universo, nos encontramos ahora en una intriga familiar, un choque entre personas y mentalidades, especialmente entre las dos mujeres, la administradora y la refugiada, que desconfían entre sí. Pero al mismo son familia y sienten obligaciones la una hacia la otra. Y de fondo, una situación política y una serie de dilemas éticos. Es una novela corta dividida en tres actos, y va de menos a más. No voy a decir que me haya entusiasmado. Pero sí que ha ido aumentando en interés poco a poco. Creo que el universo que ha creado de Bodard es muy interesante, más de lo que sus capacidades como escritora, decentes pero no extraordinarias, son capaces de desarrollar. Si en el futuro vuelvo a encontrar ofertas razonables, puede que lea alguna obra más de esta autora. Si no… pues no.

[Recomendaciones fotográficas] Poquita cosa, pero más interesante de lo que pensaba

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Teníamos una conversación curiosa hace unos días. Cuando yo era un adolescente o un joven de veintipocos, las personas con tatuajes no eran frecuentes. Y además, quienes los llevaban no eran precisamente aquellos a quienes las madres de la época querrían como yernos; legionarios, carcelarios, marineros… Era así la cosa. Simplemente, la generación de mi hermana, que es nueve años más joven, ya empezó a llevar tatuajes. Al principio, pequeños, discretos. Poco a poco más amplios y característicos, como cuando se pusieron de moda en las mujeres los de la zona lumbar, y luego llegaban los anestesistas y no querían poner la epidural en los partos para no arrastrar las partículas de tinta al líquido cefalorraquídeo en el espacio subaracnoideo junto con el anestésico, montándose el pollo con las quejas de las parturientas. Y hoy en día, lo raro es encontrar a una persona de ciertas edades, un amplio intervalo de edades, que no lleve uno, o varios, o muchos. Y no son distintos de cómo éramos nosotros cuando teníamos 20 años y mirábamos con aprensión a las personas tatuadas. Durante mi primer viaje a Japón no visitamos ningún onsen 温泉, típicos baños de aguas termales de origen volcánico, frecuentes en el país por la geología del archipiélago nipón. Durante el segundo sí, porque nos alojamos en algunos ryokan 旅館, alojamientos tradicionales japoneses, que incluían ondeen. Y allí nos encontramos con una norma frecuente en estos establecimientos… prohibidos los tatuajes. Y es que en Japón, los tatuajes se suelen asociar a la yakuza, el crimen organizado del lugar, y eso es así porque fueron prohibidos tras la restauración Meiji, por motivos de imagen nacional, y así fue durante años. Volvieron a estar permitidos tras la guerra mundial. Pero la consideración de mal gusto permanece en la mentalidad del país, por lo que hoy en día todavía son raros. En Another Magazine nos muestran el trabajo de Akimitsu Takagi, un escritor que escribió novela negra con personas tatuadas, pero que también se documentó fotográficamente, durante varias décadas del siglo XX, unas fotografías que no eran conocidas y que recientemente han visto la luz, mostrando ese mundo de bajos fondos donde sucedían los tatuajes en el País del Sol Naciente.

Llevo un tiempo enyando con el uso del flash en la fotografía de aproximación. En esta ocasión con un flash anular al que he podido acceder, un tipo de accesorio al que nunca había accedido. Y que puede ser muy interesante, aunque no en cualquier situación.

Como contraste a lo anterior, me han gustado los retratos del dúo de fotógrafos contemporáneos Fotómetro, Rona Bar y Ofez Avshalom, la mayor parte de ellos jóvenes, aunque no exclusivamente, en los que ponen de relieve aquellos detalles del atuendo, los complementos, o las alteraciones corporales, por ejemplo los tatuajes, que sirven para marcar la individualidad de cada una de las personas, en el entorno que constituye su espacio personal más íntimos, con los pequeños detalles que significan el ejercicio de la libertad personal del retratado. Los retratos me han resultado estéticamente interesantes y agradables, y en un plano más subjetivo, creo que resaltan la humanidad de aquellos que en ocasiones viven fuera de los cánones estéticos que las costumbres y las modas imponen. Lo hemos visto en Booooooom. Me quedo con las ganas de saber por que este duo de israelíes que vive y trabaja en Londres, usan un nombre para su dúo en castellano, con la tilde incluida.

Al igual que no soy muy partidario de enlazar recomendaciones de los sitios patrocinados por las marcas de cámaras, por su obvios sesgos, tampoco las recomendaciones de los medios oficiales de las redes sociales o de los servicios en internet, por idénticas razones. Promocionan a sus clientes principales. Pero curiosamente, Irene del Pino, protagonista de un artículo con entrevista en el blog de 100ASA, curiosamente trasnochado nombre, no parece ser cliente de este servicio de portafolios compartidos, al estilo de 500px, pero algo más serio. Aunque muy enojoso de usar. Ni siquiera tiene cómo buscar a un fotógrafo,… o yo no he encontrado la forma. De hecho, del Pino no parece tener presencia propia en internet, hay que encontrar su trabajo en otros lugares. El enlace que he puesto en su nombre corresponde a los Encuentro Fotográficos de Gijón, porque me ha parecido razonablemente completo. Del Pino se define como fotógrafa documental, que registra los cambios en el paisaje, natural o urbano, con o sin presencia de personas, aunque el factor humano está presente habitualmente. Su estilo me ha gustado. Obviamente es una fotógrafa reflexiva, que camina, que recorre, que regresa a los lugares, para encontrar el mejor ambiente, la luz adecuada, la forma en que refleja adecuadamente sus sentimientos sobre el lugar.

Finalmente, en Lenscratch nos han mostrado otro trabajo de una fotógrafo documental, la neoyorquina Sant Khalsa, pero criada en California, y que ha recorrido el sudoeste americano donde proliferan los establecimientos destinados… a vender agua. Sin más. Exclusivamente agua. Sin propiedades. Sólo, con adjetivo tipo «cristalina», «pura», «paradisiaca»… La mercantilización del bien común, sin más. Y que también refleja una realidad social. La deficiente calidad de los suministros de agua potable a través de los grifos de los hogares, especialmente en los lugares donde la pobreza es más rampante. Lo cual afecta todavía más a estas magras economías, con la curiosa paradoja de que muchos de estos establecimientos están regentados por inmigrantes, latinoamericanos, coreanos, chinos,… que de esta forma parasitan a sus propios congéneres. Un trabajo sencillo… y sin embargo notable en su profundidad.

[Libro] Hōzuki, la librería de Mitsuko – Aki Shimazaki

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No hace tantos años que empecé a leer los libros de Aki Shimazaki. Japonesa de nacimiento, canadiense de adopción, vive en Montreal y escribe y publica sus novelas en francés. Escribe novelas cortas, que tienen sentido en sí mismas, de forma individual. Pero agrupadas de cinco en cinco, como quintetos, conforman historias más amplias, de vidas cruzadas, con tiempo que pueden abarcar décadas, más profundas, y con más sentido todavía. Inicialmente, los derechos de publicación de sus novelas en España lo tenía editorial Lumen, que las publicaba reunidas en dichos, por lo que sólo publicó dos libros, El quinteto de Nagasaki (2018), el primero, con novelas cortas que fueron publicadas originalmente por Shimazaki entre 1999 y 2005, y El corazón de Yamato (2019), el segundo, con historias publicadas originalmente entre 2006 y 2013. Leí el primero de ellos en 2019, y el segundo en 2020.

No he estado en Nagoya, la cuarta ciudad japonesa por población, tras Tokio, Yokohama y Osaka. Bueno… si he estado. En la estación, para cambiar de tren en el viaje entre Ise y Tokio. Pero no la he visitado. Así que os dejo algunas fotografías realizadas con película en blanco y negro, en los días que estuvimos en la capital nipona, tras ese desplazamiento en el que hicimos transbordo en Nagoya, donde transcurre buena parte de la novela de hoy.

Me gustaba leer sus novelas cortas así, como una novela más amplia y con más profundidad de contenido. Para mí tenía más sentido. Pero supongo que comercialmente será más rentable hacerlo como en su idioma original, en francés, donde siempre se han publicado cada novela por separado. El precio conjunto de las cinco novelas cortas por separado es 2,5 veces superior al de los libros que las reúnen. Los derechos de las siguientes novelas de Shimazaki en español han ido a parar a otras editoriales. Y por ello, paradójicamente, la siguiente que leí, Luna llena, que me gustó mucho, es la segunda novela corta de la cuarta serie, publicada por Tusquets en 2022. Pero con algún disgusto que otro. Por ejemplo, que no se han saltado la publicación de la primera novela corta de la serie. Y también porque han roto la tradición de conservar el título original de la novela corta en japonés, que hace referencia a algún animal o planta. El título de la novela original, el que esperaba que se conservase en la traducción, como había sucedido hasta el momento, o como sucede en las versiones originales en francés, pero con el título en japonés, es Semi 蝉, cigarra. Odio esta costumbre de las editoriales españolas de no respetar los título originales o de respetar su sentido. Como ese absurdo Tokio blues para el Norwegian Wood de Haruki Murakami, cuando la canción de los Beatles tiene tanta relevancia en la novela.

Con la novela de hoy, cuyo título original Hōzuki 鬼灯, se refiere a una planta del género Alkekengi, con frutos en forma de farolillo chino, y que encontré de oferta recientemente en versión electrónica, es la segunda novela corta de la tercera serie de cinco. Y esta serie está publicada por Nórdica… para acabar de complicar la cuestión editorial de la autora en español. Ya he decidido que voy a ignorar las traducciones y que iré poniéndome al día con la obra de Shimazaki con los originales en francés. Si no hay ventaja económica, como la publicación en conjunto que hacía Lumen, pues nos dejaremos de las tontadas con las que maltratan las editoriales españolas los libros traducido. En ello se nos habla de una mujer, que regenta una librería de lance, que vive con un hijo de siete años sordomudo y su madre anciana. Su vida no ha sido fácil. Cuando el niño era muy pequeño se vio obligada a prostituirse para salir adelante durante dos años, en una ciudad lejos de Nagoya, su ciudad de origen. Y ahora, para pagar la educación especial que necesita el pequeño, trabaja una noche a la semana en un hostess bar. No lo traduzco como bar de alterne, como en el libro, porque en español, la chica de alterne implica prostituta, y en Japón no. Dado que diferencia su actividad del pasado de la del presente, doy por descontado que en este momento no se prostituye. Un día entra en su librería una elegante mujer de buena posición, esposa de un diplomático, a comprar libros encargados por su marido. Con su hija de cuatro años. Los niños juega y se hacen amigos. La mujer del diplomático quiere entablar relación y amistad con la librera. Pero esta está reticente. Porque, quizá, algo del pasado las une.

Shimazaki vuelve a contarnos una historia con corazón y con profundidad, con personajes que nos enganchan, con los que empatizamos, a los que acabamos apreciando, en lo que se insinúa una continuación de su estilo de construir sus grandes historias a partir de las pequeñas (o no tan pequeñas) historias de algunas personas y de las vidas cruzadas de las mismas. No tardaré mucho en ponerme a la tarea de recuperar el resto de las historias de esta tercera serie. Ya las tengo localizadas y preparadas. Pero como ya he comentado, me he pasado al idioma original, el francés. Acabo de terminar un libro hoy mismo, continuación de una novela japonesa que leí el año pasado, algo ligero, y he comenzado una libro de relato cortos de una autora española, desconocida hasta ahora para mí, que espero no me dure mucho. Después, dedicaré una parte del verano a ese tercer quinteto de Shimazaki, L’ombre du chardon, la sombra del cardo.

Shimazaki se lee bien. Como he dicho, cuenta historias con sentimiento, y crea personajes que te interesan. A pesar de que escribe en francés, sus historias se enraízan con fuerza en su Japón natal y en su cultura de origen. Hoy en día, sin embargo, tiene la nacionalidad canadiense y esta establecida en el país norteamericano. Me parece curioso que no aprendió el francés hasta los cuarenta años, en 1994, cuando ya llevaba tres viviendo en Montreal. Ella se expresaba fluidamente en inglés hasta ese momento. Y que eligiese escribir sus novelas cortas en francés, publicando la primera en 1999. Por ello, realmente tengo curiosidad por leer a partir de ahora sus novelas en su versión original. Lo voy a hacer. Y como ya podéis suponer, sus libros me parecen muy recomendables.

[Cine] Master Gardener (2022)

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Master Gardener (2022; 35/20230614)

Escapada al cine entre semana, aprovechando que parece que la cartelera se ha animado… un poquito… con respecto a la falta de interés de las últimas semanas junto con los malos horarios o las mala oferta en los exhibidores zaragozanos. Y es que esta película norteamericana dirigida por Paul Schrader, tenía diversos niveles de atractivo, empezando por un director que tiene cosas interesantes en su haber, un reparto prometedor y algunas críticas previas positivas. Sin embargo, le ha costado llegar a los cines. En todo el mundo. Tras una largo paseo por festivales. Lo cual hablaba de un producto con poco atractivo comercial, lo cual, en los tiempos que corren, no es necesariamente una mala referencia.

En algún lugar de los estados del sur de los Estados Unidos, un maestro jardinero (Joel Edgerton) trabaja para los reputados jardines de una excéntrica ricachona del lugar (Sigourney Weaver). Jardines cuidados de forma exquisita, un motivo de orgullo local, y para su dueña, claro. Un día, la señor anuncia al maestro jardinero que va a acoger a una sobrina nieta, una joven de unos 20 años (Quintessa Swindell), que ha llevado una «mala» vida, al igual que su difunta madre. Y que además es de «mixed blood». O sea, procedente de un relación entre la madre blanca y un padre negro. Lo cual choca en principio con los prejuicios de la señorona,… y con los secretos de la vida pasada del jardinero, incluido en un programa de protección de testigos por acontecimientos de un pasado oscuro.

Me llama la atención la escasa valoración del público hacia esta película, que sin embargo ha sido bien recibida por la crítica. A lo mejor no con entusiasmos, pero no se puede negar que existe una realización exquisita, una puesta en escena y un diseño de producción excelentes, a los que se reúnen los excelentes trabajos interpretativos del conjunto del reparto, incluida la joven protagonista, que se tiene que enfrentar a gente con nombre y prestigio, en mayor o menos medida. Sin embargo,… claro, hay «sin embargos». La historia es sencilla en su planteamiento, pero compleja en su fondo. Y en algunas ocasiones difícil de digerir. El planteamiento general es la redención mutua basada en la relación entre dos personas cuya vida descarriló en algún momento, con dificultades para retornar a un camino con futuro. No es algo original, no es algo que no hayamos vista. La retroalimentación positiva entre dos personas aparentemente muy distintas. Pero quizá Schrader, que firma también el guion, lleva esa relación a un punto demasiado lejos como para no poner en riesgo la suspensión voluntaria de la incredulidad del espectador, con un final que no acaba de convencer. A mí, no me acaba de convencer. No lo compro con facilidad.

Es difícil decir si la película es recomendable o no. Creo que tiene muchas virtudes positivas, aunque no es «apta» para público palomitero, ávido de pirotecnias banales, y acción sin ton ni son. Pero también es cierto que, como ya he insinuado, tal y como está planteada, y no doy detalles por no desvelar más de la cuenta, la evolución de la película, la definición de los personajes, las características básicas de estos, hace que el desenlace final me resulte un non sequitur, aunque haya material para un producto más redondo, sin perder el mensaje que nos quiere lanzar Schrader.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ***

[Viajes] Resumen fotográfico de San Francisco (y algo más)

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En esta ocasión no hay entrada técnica acompañante en El viaje fotográfico de Carlos sobre las cuestiones técnicas de mis fotografías del viaje. Probablemente, cuando lleguen reveladas las fotografías de los carretes de película fotográfica tradicional y los comente, en blanco y negro y en color, haré alguna referencia al equipo fotográfico digital,… que es mi básico para viajes; el sistema micro cuatro tercios como principal y la pequeña compacta Sony como complementario. Simplemente, una curiosidad. Me equivoqué al llevarme un objetivo. Mi intención era lleva el 35-100 mm f2,8 de Panasonic, objetivo de focal variable en el terreno del teleobjetivo corto y medio, y me confundí, me llevé el 75-300 f4,8-6,7 de Olympus, objetivo de focal variable en el terreno del teleobjetivo largo. Al principio me contrarió… pero lo aproveché. Muchas aves en la bahía de San Francisco.

La ocasión de viajar a la ciudad californiana se propuso por primera vez para el otoño de 2020. ¿Hace falta recordar qué es lo que pasó en 2020 y cómo nos afectó a los viajes? Pues eso. Una de la compañeras habituales de viaje quería visitar la ciudad norteamericana y conocer en persona a unas gentes con las que se relaciona en la distancia por temas laborales. Y nos propuso acompañarle. Finalmente lo hemos tenido que retrasar casi tres años, pero ha llegado. En general… muy bien. Salvo en lo que se refiere a los objetivos que tenía esta buena amiga. Dicen que no hay nada peor que conocer en persona a tus ídolos… a tus referentes… a tus héroes… descubres que son sólo personas, muchas veces con las mismas o superiores dosis de mezquindad que los humanos promedio. Pues así ha sido. Por lo que nos ha contado… no estuvimos presentes.

Por lo demás, en San Francisco hemos hecho… lo que todo el mundo. Pasear por esos paisajes tradicionales de las películas y series de televisión que hemos visto decenas de veces. El rascacielos piramidal, las casitas cuquis pintadas de colores, un puente muy largo y grande, el barrio de los emigrantes chinos, una prisión muy fría y aislada, montar en tranvía… Las cosas habituales.

Quizá… a lo que más tiempo hemos dedicado es al famoso puente, el Golden Gate Bridge. Golden Gate es la boca de la bahía de San Francisco,… y ahí mismo juntito juntito a la falla de San Andrés, la responsable de los terremotos, allí está el puente. Pero no le dedicas todo este tiempo porque sea tan especial, que no está nada mal. Le dedicas mucho tiempo porque a ambos lados, tanto en el de Sausalito como en el de San Francisco, hay excelentes zonas para pasear y contemplar el paisaje. Si la niebla te deja, claro. Por la San Francisco de las películas y las series de televisión, siempre soleada, tan apenas la hemos visto. Todos los los días amanecía con niebla, que no se desvanecía hasta el mediodía por lo menos, y en algunos lugares de la extensa metrópoli, en todo el día. Y tiempo fresco. Muy fresco. Muy alejado de la soleada y templada California que se nos vende. Un subclima curioso por el soplar de los vientos frescos y húmedos procedentes del Pacífico, que chocan con las colinas que forman la ciudad y la costa californiana en estas latitudes. Es un efecto Foehn más o menos típico que los locales llaman El Diablo. Aunque otros consideran que no sería propiamente un Fohen, sino las fuertes brisas de viento húmedo producido por las bajas presiones que generan los vientos calientes ascendentes en el interior de California. Probablemente una mezcla de ambas. Las ascendentes de aire caliente generan el viento frío constante que, siendo muy húmedo, se condensa en las colinas costeras.

Y quizá, algo imprevisto, pero bien recibido, ha sido la abundancia de vida salvaje en los zonas costeras y humedales, especialmente de aves, muy próximos a los núcleos habitados, y que me he permitido aprovechar el error de los teleobjetivos, y hacer algunas fotos más o menos interesantes de toda clase de bichos. Especialmente me fascinaban los pelícanos pardos de California, que no han resultado los más fáciles de fotografiar,… por no parar quietos.

Y poco más hay que decir… Que por el alto precio del dólar, viajar a Estados Unidos está caro. Que nos escapamos a Yosemite National Park en una excursión en el día organizada, que no nos entusiasmó. Que el centro de la ciudad está lleno de «fumetas» de crack, con abundancia de personas sin hogar, muy tiradas. Que el sistema de transporte público es más razonable de lo que pensábamos siendo Estados Unidos, con conductores muy amables, más allá de los famosos tranvías funiculares. Que es una ciudad extremadamente multiétnica… mucho más de lo que pensábamos. Y que nos lo hemos pasado bastante bien.

[Cine] PLAN 75 (2022)

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PLAN 75 (2022; 30/20230430)

Tendría yo unos 21 o 22 años cuando en un cineclub universitario tuve la ocasión de ver por primera vez la versión de 1983 de Narayama Bushikō [楢山節考, La balada de Narayama]. Nunca he visto la versión de 1958… pero me cuentan que es igual de estupenda. En aquella historia, adaptación de una novela de Shichirō Fukazawa, se nos habla de la práctica del ubasute 姥捨て, por la que en tiempos de extrema necesidad, se abandonaban a los ancianos en las montañas, para aliviar las posibilidades de supervivencia del resto de una población. La película de 1983, que se llevó la Palma de Oro en Cannes, es de gran belleza, y me hubiera gustado volver a verla para comentar esta entrada, pero no me ha dado la vida. Porque la película que traigo hoy, dirigida por Chie Hayakawa, su primer largometraje en solitario, es una variante moderna y distópica de aquel concepto.

En el ámbito de un Japón extraordinariamente envejecido, una tendencia que ya está viviendo el País del Sol Naciente, para aliviar la economía del país se activa el llamado PLAN 75, por el que se incentiva a las personas de más de 75 años para ser sacrificados con el fin de aliviar la vida del resto del país. La opción de acabar con su vida a través de un programa de los departamentos de bienestar social gubernamentales es voluntaria, pero todo en la sociedad presiona en esa dirección. La necesidad de seguir trabajando sin poderse jubilar, la dificultad para conseguir vivienda, el rechazo de los vecinos y de la sociedad en general. La película seguirá a varias personas, una anciana que se resiste a entrar en el plan (Chieko Baishō) y que inicia una peculiar relación con su «asesora» (Yumi Kawai) de los servicios sociales. Un funcionario (Hayato Isomura) cuyo tío (Taka Takao) se ve en la circunstancia de entrar en el plan. Una inmigrante filipina (Stefanie Arianne) cuya hija padece una enfermedad cardiaca y que entra a trabajar en un «tanatorio» porque pagan mejor, para costear la intervención quirúrgica.

Con sobriedad, y tomándose su tiempo para desarrollar el ambiente y la historia, Hayawaka va desvelando poco a poco lo que es una situación distópica absolutamente terrible en su conjunto. Pero que funciona especialmente bien porque la sensación de verosimilitud, el realismo con el que se desarrolla es casi perfecta. Con frecuencia, la ficción distópica peca de exageración a la hora de presentar una situación ideal que en realidad funciona mal. O simplemente, son historias sobre dictaduras. Aquí nos encontramos ante una sociedad que tiene todo el aspecto, toda la apariencia y características de la sociedad nipona actual. Sigue siendo una democracia, con un gobierno elegido por un parlamento, que promulga leyes, con un alto nivel de aprobación,… como la del PLAN 75. Todo se disfraza de elecciones personales, de libertad, de solidaridad. Pero constantemente nos va dando señales de hasta que punto estamos hablando de una sociedad deshumanizada. Los procesos de selección y desecho de las posesiones personales de los fallecidos no deja de resonar a las imágenes que asociamos al genocidio nazi de la población judía europea.

Y no sólo se apoya en las propias habilidades de la directora, sino que además cuenta con unas interpretaciones de primer orden, siendo especialmente destacable la veterana Chieko Baishō, que genera alguna de las secuencias más firmemente conmovedoras del filme. Una película que crece en el recuerdo, y que me atrevería a calificar de imprescindible si no fuera porque probablemente tendrá poca repercusión en general. Poco publicitada, con poco tiempo en cartelera, pasará desapercibida para el gran público, que la ignorará en favor de otras producciones absolutamente inanes, pero que recibirán la atención de los medios. Es como funciona el mundo actual. Si pueden véanla. Y piensen un rato.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

[Fotocomentario] Celebrando «días mundiales»

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Últimamente todos los días es el día mundial de algo. Ayer, el «May the 4th» fue el día mundial de Star Wars. Algunos dicen que el día mundial de los friquis, pero hay otros días en el calendario que se apuntan a esa celebración. Y el domingo pasado fue The Pinhole Day, el Día del Estenopo, o sea, el día de la fotografía estenopeica. Por supuesto, salí a hacer algunas fotos con este tipo de técnica fotográfica primitiva, cuyas cuestiones técnicas encontraréis en “The Pinhole Day”, el día de la estenopeica – Holga 120 WPC con Ilford Delta 400.

Por si alguien no se cosca, en la fotografía estenopeica, la cámara no tiene un sistema óptico con lentes para componer y enfocar la imagen. Es simplemente un orificio muy muy muy fino. Y, siguiendo el principio de la cámara oscura, conocido desde la antigüedad, se forma la imagen sobre la superficie sensible. Es un tipo de fotografía alternativo, que gusta a los niños y adolescentes porque se pueden fabricar sus propios aparatos reciclando materiales y con poco coste, y cuyos resultados finales dependen de la imaginación y la creatividad, en mayor medida que con aparatos electrónicos tecnológicamente avanzados. Y caros.

En este caso, la celebración del día mundial o internacional tiene un carácter fundamentalmente lúdico y festivo. Aunque no falta el punto reivindicativo, invitando a volver a lo esencial, liberarse de las tecnologías complejas, de la carrera de los megapíxeles, de los miles de ruedas y botones y de las pantallas LCD, y de la presión consumista. Reivindicar la creatividad, imaginar lo que puede salir antes de hacer la foto, pero sorprendernos por lo imprevisto cuando esta aparece ante nuestros ojos. Este tipo de días mundiales… sí que gustan.

[Libro] En el enjambre – Byung-chul Han

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Ya leí previamente un ensayo de este filósofo germanocoreano. Aquel, dedicado a la estética en los tiempos contemporáneos. No estuvo mal, pero tampoco me entusiasmó. Bueno… estaba bien escrito. Pero sus tesis a veces me convencían… pero otras… no tanto. Recordemos que Byung-chul Han es un filósofo nacido en Corea del Sur, pero que se trasladó a Alemania a los 22 años después de un intento fallido de estudiar una ingeniería o algo así en su país de origen, para pasarse a una titulación en filosofía. Y desde entonces se estableció en el país europeo, donde se naturalizó, y donde ha escrito en alemán la mayor parte de su obra. Así que, aunque coreano de origen, podemos considerarlo más bien un filósofo alemán.

El autor del libro reside y trabaja en Berlín, pero en algún momento de su vida ha estado asociado con la ciudad suiza de Basilea; ciudad que posiblemente vuelva a visitar dentro de unas semanas… aunque todavía no está del todo definido lo que vamos a hacer en Semana Santa.

El ensayo que traigo aquí hoy no es difícil de leer. Un texto filosófico puede levantar barreras de rechazo en muchas personas. Entre lo mal que se enseñaba (o se enseña, no sé) la filosofía en España, y los prejuicios generados hacia estas materias… pues no suelen estar estas obras en las listas de más vendidos. Sin embargo, a mí me resulta muy asequible por varios motivos. Uno de ellos es que no es un libro muy extenso. Más bien cortito, por lo que se puede leer sin problemas. Si no fuese una edición electrónica, hablaríamos de unas 110 páginas. En segundo lugar, los temas que trata son muy actuales. Son cuestiones del mundo contemporáneo, relacionadas con el comportamiento de las personas y de los colectivos humanos en internet y en las redes sociales. Contrapone la llamada sociedad de masas con las redes sociales. Las masas se definieron entre finales del siglo XIX y durante las vanguardias del siglo XX, en las que la persona tiene su propia identidad en medio de la masa, pero no opinión propia, ya que se mueve al unísono con la masa, incluso se rebela con la masa, con unas ideologías bien definidas, aunque con frecuencia simples, sin matices, y con efectos adversos graves, dado que son propensas a fortalecer los populismos y, al cabo, los autoritarismos. En la red social, el individuo tiene su propia opinión, y tiene facilidad para expresarla, pero con frecuencia su identidad se pierde, se difumina, o directamente se mueve en el anonimato. El conjunto de la red social, el conjunto de los individuos en internet, no tiene una ideología definida. Ni siquiera es una suma de las ideologías individuales. A partir de estos principios, Han va haciendo repaso a distintos fenómenos de cómo se comporta el ser humano en las tecnologías de la información y sus repercusiones.

La tendencia de Byung-chul Han, como tengo la sensación de haber comprobado en los dos libros que le he leído, es a integrarse en esas tendencias de la postmodernidad, claramente anticientíficas y antitecnológicas, aunque vivan y se aprovechen de la ciencia y la tecnología. Tiene una clara tendencia a poner de manifiesto en exceso los efectos adversos de los avances científicos y tecnológicos, frente a los beneficios potenciales o reales de los mismos. Ahora bien, si en su libro sobre estética no siempre me convencían sus tesis, en esta ocasión sí identifico que mis percepciones sobre las redes sociales se encuentran mucho próximas a las del autor. Una de las cuestiones que tradicionalmente me ha molestado de internet y las redes sociales es el anonimato. La gente opina escondida detrás de pseudónimos, atrincherada en la seguridad de no ser reconocidos. Cuando en los años 90 del siglo XX y principios de los 2000 iniciaba mi participación en la red de redes, también usé eventualmente algún pseudónimo. Pero conforme maduré mis percepciones y mi ética en ese entorno, las fui abandonando. Y en general, en mi actividad en internet y las redes sociales me identifico como yo mismo. Pero ese abuso del anonimato tiene consecuencias como que nunca sigo o me hago «amigo» de alguien que no sé quien es a cierto nivel. Y efectivamente me preocupa la mala definición ideológica en las redes sociales.

Me molesta sobremanera el uso y abuso de filosofemas simples por parte de los participantes, frases autolimitadas, que suenan bien, que suenan profundas, de las que teóricamente se deriva una posición ideológica y una filosofía de vida, pero que muchas veces son mucho más superficiales de lo que parece, o la ideología derivada es mucho más peligrosa de lo que parece. Estos días atrás fue el Día Internacional de la Mujer, y no eran raras las expresiones feministas de mujeres que usaban filosofemas de este tipo, y cuyas derivadas eran mucho más conservadoras y antifeministas de lo que puedan imaginar. Pero sonaban bien. Suenan profundos. Esto es una ejemplo. Internet y las redes sociales pueden, o podrían ser, un espacio de debate y avance. Pero también son un espacio de difusión de la mentira (cansado ya de la expresión fake news) y de ideologías intolerantes y antidemocráticas. Y además están claramente dominadas por los intereses comerciales, que no son ideológicamente neutros. Por todo ello, este libro de Han me ha hecho pensar y, con ello, cumple plenamente su objetivo como ensayo filosófico, y lo considero muy recomendable.

[Blog] 18 años de Cuaderno de ruta

Páginas personales, Sin categorizar

En realidad, hoy no es el aniversario de este Cuaderno de ruta. Fue el miércoles. Pero esta semana ha sido un poquito estresante, he tenido que atender a múltiples cuestiones, y decidí no añadir a ese estrés la obligación de pensar o acordarme de comentar el aniversario de este blog como hago habitualmente cada año. No pasa nada por retrasarlo unos días, dejarlo para una tranquila mañana de domingo. Tanto más tranquila y relajada cuanto desde el viernes por la tarde estoy con un catarro que me tiene un poco pocho. Mi primera infección vírica en cuatro años. Es como si la temida pandemia producida por el SARS-CoV-2 hubiese alejado de mi todos los demás virus patógenos. No, covid-19 no es el nombre del virus, es el nombre de la enfermedad que produce. El nombre del virus es esa ensalada de letras que os he indicado. ¿O se decía sopa de letras? Bah,… da igual.

Me gusta recordar que el Cuaderno de ruta comenzó su andadura un 8 de febrero de 2005, con una entrada muy sencillita. Sus primeros años fueron en Blogger, donde abrí una cuenta en 2002, antes de que fuera comprada por Google. Pero en aquellos momentos no supe cómo iniciar y hacer funcionar aquello. Creo que para llevar un blog, o una bitácora como decíamos con frecuencia entonces, hay que tener clara porqué quieres hacerlo y para qué. Si no, no tiene sentido. Lo de bitácora está mal dicho, por cierto. Llamarlo cuaderno de bitácora o cuaderno de navegación, por analogía con los de los barcos sí que me parece bien. Y de la expresión cuaderno de navegación vino que yo decidiera llamarlo Cuaderno de ruta. Mi propósito, el que hizo que al final se mantuviera durante estos 18 años, fue quitarme de encima el estrés cotidiano durante un ratito todos los días o la mayor parte de los días, dedicándome a escribir sobre algo, lo que fuera. Distinto de lo que en aquel entonces me llevaba por la calle del retortero, en un cierto sinvivir.

Otro propósito importante que me hice en aquel 8 de febrero de 2005 fue que en todas las entradas del blog incluiría al menos una fotografía realizada por mí mismo. Por aquel entonces ya usaba predominantemente la fotografía digital, por lo que no era complicado disponer de imágenes fotográficas nuevas, o de archivo, para mis entradas. Y esto fue un acierto. Porque me impulsó notablemente a hacer fotografías, y gracias a ello, en poco tiempo, mejoré y aprendí mucho. En un par de años tuve la sensación de avanzar mucho más de lo que había hecho en los años anteriores. Hoy, por ejemplo, tiro de archivo. Y, curiosamente, de fotografías realizadas con película tradicional. Las que hice en blanco y negro en Tokio en 2019, en un viaje en el que olvidé en casa la cámara compacta para hacer este tipo de fotos. Así que en la capital japonesa, para los últimos días del viaje, compré un par de cámaras de un solo uso. Y son unas fotos que siempre me han producido un sentimiento ambivalente, y las repaso y las vuelvo a procesar de vez en cuando, para ver cuánto soy capaz de exprimir los resultado de usar una cámara tan limitada en sus capacidades y en su definición óptica.

En mis capacidades fotográficas siempre he distinguido cuatro épocas. La primera, entre abril de 1989 y octubre de 1992, con mi primera cámara réflex, años en los que era muy entusiasta, pero estaba muy mal orientado. De vez en cuando había alguna foto maja, pero en general era una catástrofe. La segunda, entre octubre de 1992 y algún momento a finales de 1994 o principios de 1995. Gracias a los cursos que hice en Galería Spectrum, me orienté. Y supe dónde mirar para inspirarme en fotografía. Por lo que avancé muy deprisa. Después, entre principios de 1995 y septiembre de 2004 vino un tiempo donde hacía alguna foto maja que otra de vez en cuando, pero me estanqué en mi proceso. En el otoño de 2004, cuando me puse en serio con el mundo digital, y con el uso de aquellas mis primeras cámaras digitales de las que os he estado hablando últimamente, tanto aquí como en mi blog técnico (artículos antes de marzo de 2022), volví a progresar deprisa en un periodo que duró hasta un momento impreciso entre 2010 y 2012. Y después y hasta la fecha, otra época de progreso más lento, que poco a poco ha venido marcado por mi regreso a la película fotográfica tradicional.

En cualquier caso, como sucedía en aquel febrero de 2005, me sigue importando poco quién y cuántos me leen estas líneas. Sigo escribiéndolas más para mí que para cualquier otra persona. Aunque ciertamente me alegra cuando ciertas personas me comentan su contenido. Y lo que siempre me ha parecido curioso, no sé si les pasa a otros, los comentarios interesantes pocas veces aparecen en el propio blog, donde ese tipo de actividad es tremendamente escasa. Si directamente, a través de las mensajerías de las redes sociales o, para quienes me conocen en persona, tomando un chisme en una cafetería. Es algo esporádico. Pero muy satisfactorio. Ya merece la pena el esfuerzo. Hasta el año que viene.