Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Las novelas de Morimi en el universo del Tatami y sus derivadas espirituales transcurren en Kioto, y allí nos vamos, a pasear por las típicas calles y santuarios en Higashiyama.
En la primavera de hace dos años pude ver en una plataforma de contenidos una serie de animación japonesa que me encantó. Me divertí mucho. Me lo pasé pipa. Y así descubrí al escritor Tomihiko Morimi y su Universo del Tatami. El autor es de Nara, y realizó sus estudios universitarios en Kioto, período de su vida que supongo inspiró las andanzas de los personajes de este peculiar universo de ficción. Universo que vio la luz con su novelaYojōhan Shinwa Taikei [四畳半神話大系, literalmente las crónicas míticas de los cuatro tatamis y medio], que con el tiempo fue adaptada a serie de animación, que con el tiempo vi, y la novela que nos ocupa hoy Yojōhan Taimu Mashin Burūsu [四畳半タイムマシンブルース, literalmente el ‘blues’ de la maquina del tiempo de los cuatro tatamis y medio]. Y hubo otra novela, adaptada a largometraje de animación, Yoru wa Mijikashi Aruke yo Otome [夜は短し歩けよ乙女, literalmente la noche es corta, camina, muchacha], que leí durante mi viaje a San Francisco. Esta última no es exactamente una historia perteneciente al Universo del Tatami, pero sus personajes y su espíritu tienen mucho que ver con este. Incluso la adaptación animada tiene un diseño de personajes claramente copiado de las series de animación mencionadas. Esta es mi favorita. La película ya la he visto en más de una ocasión, y cada vez le encuentra más miga.
Frente al complejo multiverso de la historia original, en el que una y otra vez regresamos cíclicamente a la repetición con variantes de la historia de watashi (yo, el protagonista de la historia), aquí estamos en una situación estable en cuanto a este multiverso. Es verano, y los habitantes de la residencia universitaria con habitaciones de cuatro tatamis y medio (algo más de siete metros cuadrados, de aquí viene el nombre del universo de ficción), al menos los afiliados al club de cine, está rodando una película, dirigida por Akashi, la joven que es el centro de atracción romántica de watashi, el protagonista. Pero dos situaciones llevan a esta microcomunidad al caos. Una botella de soda que se derrama sobre el mando a distancia del único aparato de aire acondicionado de la residencia, arruinando su funcionamiento en el agobiante calor del verano kiotense, y la aparición de una misteriosa máquina del tiempo y su «soso» viajero.
Estas novelas no están traducidas al castellano, por lo que las que he leído estaban en inglés. Pero tengo la sensación de que están bien traducida y trasladan con fidelidad el caos que nos quiere transmitir su autor. La historia no deja de ser un romance disfrazado de aventuras. Pero con las paradojas en el tiempo muy bien gestionadas. He de recordar que me encantan las historias de viaje en el tiempo, cuando están bien desarrolladas, porque son tremendamente divertidas e intelectualmente desafiantes. Aquí, salpicadas de aventuras absolutamente delirantes, que generan una notable hilaridad.
Con estas historias yo me lo paso muy bien. Quizá, esta sea la más ligera. La más casual. La más anecdótica. Pero recomendable. Muy recomendable, desde mi punto de vista. Aunque supongo que no atraerá a un público general. Sin duda puede atraer a un público joven, relativamente cultivado, y sin reparos a exponerse a otras culturas y situaciones. Aunque yo creo que es una exposición que debería promocionarse en todo tipo de gentes. Otome me resultó más entrañable. Trasunto de Akashi en esta historia, no son simplemente el mismo personaje; aquel era más profundo y empático. Akashi es más ligera… aunque también con mucho encanto. Y no he leído (todavía) la novela que comenzó todo esto. En algún momento. Por cierto, que del mismo autor es otra novela que también fue adaptada a largometraje de animación que vi hace unos años… quizá me anime a buscarla también.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Entre Corea del Sur y Alemania transcurre la historia del libro de hoy, así que fotográficamente nos iremos a Berlín, una tarde soleada de primavera.
En primer lugar, una aclaración, el nombre de la autora, Han Kang, se presenta tal cual se utiliza en su país de origen. Es decir, Han es el apellido familiar y Kang el nombre propio de la persona. Aclarado esto, Han Kang es la más reciente premio nobel de literatura, Nobel 2024, y la primera mujer asiática en recibir este galardón. Por un artículo que leí hace unos meses sobre esta escritora, me surgió el pensamiento de leer alguna de sus obras. Pero en un estado de ánimo no susceptible de según que temas, me costó decidir cual de ellas sería la más adecuada, hasta que opté por la que hoy comento.
Dos personas que anda con la vida con sus problemas y sus despistes personales. Ella, recién divorciada, sin trabajo fijo, ha perdido la custodia de su hijo, su madre ha fallecido, con quien mantenía una relación compleja, a veces conflictiva, por segunda vez en su vida a perdido la capacidad de hablar, y ha entrado en un mutismo permanente. En algún lugar he leído que padece un afasia, pero no es así, porque la afasia es consecuencia de una lesión cerebral de algún tipo, una causa orgánica, y en este caso estamos ante un origen psicológico. La primera vez le sucedió de adolescente, y recuperó el habla cuando escuchó una cierta palabra en francés. Para buscar un estímulo que le devuelva el habla, se ha apuntado a clases de griego. Clásico.
Él es el profesor de griego. Y tiene una enfermedad genética que le conduce inexorablemente a la ceguera. No ha perdido todavía la vista del todo, pero está muy cerca. Durante 17 años vivió en Alemania, donde tuvo un gran amor, una joven que tampoco hablaba, porque era sorda de nacimiento. Y la perdió. Ahora sabe que ella siguió adelante, se casó y va a ser madre. Ha regresado a Corea, donde hasta cierto punto se siente extranjero, como se sentía en Alemania. Y está intrigado por esa mujer que no habla. En un momento dado, un cierto acontecimiento hará que comiencen a conectar entre ellos.
El comentario que puedo hacer de este libro tiene dos vertientes. El literario, incluso a través de la traducción al castellano, es de un nivel altísimo. Realmente, es una prosa delicada, compleja sin parecerlo, que en ocasiones se vuelve incluso poética, pero también sabe ser descriptiva, dramática y directa. Es parte fundamental de la transmisión del estado de ánimo de los dos protagonistas, que nos llega de una forma clara aunque compleja. Por otro lado, es el propio contenido de la obra. Dos personas que han entrado en aislamiento personal. Un aislamiento que fundamentalmente lo es de aquellos que son o deberían ser sus seres queridos, su principal apoyo. Básicamente, están solos. Han perdido a aquellos que más querían o necesitaban. Sus discapacidades, sean orgánicas o psicológicas, no son más que una metáfora global que acentúa ese aislamiento en el que se encuentran. Ella no es capaz de comunicar. Él no es capaz de percibir. Una metáfora global del aislamiento, no sólo de estos dos protagonistas, sino de tantas personas en la civilización actual basada en grandes urbes, y con un grado no desdeñable de alienación en las personas.
El libro que leí hace ya más de un mes me enganchó mucho. Aunque en varias ocasiones, y a pesar de que no es muy extenso, podríamos definirlo como una novela corta, me vi obligado a interrumpir la lectura para asimilar lo que poco a poco se me desvelaba sobre la vida y la realidad de sus protagonistas. Una obra muy notable, muy recomendable, y que si se considera representativa del conjunto de la obra de la autora, realmente es meritoria del famoso galardón recibido. Me han entrado ganas de, en algún momento, seguir leyendo la obra de Han Kang.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. En el puerto de San Francisco encontramos en exposición barcos de la Segunda Guerra Mundial; algunas fotos realizadas con película en blanco y negro de algunos de ellos.
Leí este libro, un ensayo histórico sobre la batalla de Midway, la primera gran victoria naval de los Estados Unidos sobre Japón a principios de junio de 1942, entre el 2 y el 10 de agosto de este 2025. Unos días antes, había quedado a cenar en casa del hermano de una buena amiga, y con otras gentes, y el susodicho decidió unilateralmente que íbamos a ver una película con la libertad de poder comer, hablar, reírnos, criticar o lo que fuera, algo que no hacemos en las salas de cine. Algo que detestamos en las salas de cine cuando lo hacen otros, y desgraciadamente en las salas de cine de Zaragoza, en determinados días de mayor afluencia, es algo frecuente. Claro… si ese era el tono, la película no podía ser algo que nos tomáramos muy en serio, y seleccionó Midway de Roland Emmerich. Un director que, en líneas generales, consideramos infame. Por supuesto, cuando se estrenó la película en 2019, no la fuimos ver a salas de cine. Entre otras cosas porque pensábamos que iba en la línea de otra película infame de otro director infame, que desgraciadamente sí que vi en su momento en las salas, pero de eso han pasado 23 o 24 años. Éramos «jóvenes». Pero lo que pasó es que la película de Emmerich, aunque con algún que otro exceso visual de los suyos… no estaba mal. Incluso parece que disfruta de un cierto rigor histórico, lo cual, en un director de este tipo, y en Hollywood, es algo absolutamente excepcional.
En mi adolescencia, con unos 13 de años de edad, se estrenó otra película sobre la mencionada batalla, que en aquellos momentos me encantó. Hasta tal punto, que en los quioscos se publicó una versión novelada de la película, y la compré y la leí varias veces. Lo cierto es que aquella película de 1976, con un reparto lleno de nombres de relumbrón,… era tan infame como alguna de las que he mencionado antes. Con secuencias que procedían de los descartes de Tora! Tora! Tora!, de documentales de la época de la guerra mundial, y con argumento que mezcla las acciones de la propia batalla, de forma bastante confusa, con un drama romántico-familiar absolutamente deleznable y superfluo, hoy en día la consideraría una de las peores películas bélicas que he visto en mi vida, y mira que las hay malas. O simplemente una de las peores película que he visto, bélicas o no bélicas. Así era la cosa. La cuestión es que me quedé con curiosidad de saber hasta qué punto la película de Emmerich era precisa, y de enterarme qué pasó en aquella dichosa batalla, glorificada por los USAmericanos, ignorada durante mucho tiempo por los japoneses, y que a mí me dejó la sensación tras ver las películas y algunos vídeos en Youtube que fue una batalla ganada por el bando que metió menos la pata.
En uno de esos vídeos se recomendaba el libro que aquí comento, escrito por Jonathan Parshall y Anthony P. Tully. El primero es un tipo que estudió algo parecido a lo que en España llamábamos Ciencias empresariales y, actualmente, Administración de empresas, pero que ha dedicado mucho tiempo de su vida al estudio de la Segunda Guerra Mundial como historiador, especialmente de la Marina Imperial Japonesa, junto con su compañero Tully, que parece que estudio cuestiones relacionadas con las tecnologías de la información, pero que también ha acabado dedicándose a la historia. Puedo estar cometiendo algún error involuntario, pero no grave en este brevísimo currículo de los autores… porque las informaciones que tengo siempre ponen más énfasis en sus cosas como historiadores, que en sus trabajo dedicados a otras cosas. Así que lo busqué en versión electrónica y lo leí.
He de decir que lo encontré muy ameno de leer. Tras una presentación con los antecedentes previos a la batalla y la explicación de los motivos de Japón para buscarla, hay un relato de la misma casi hora a hora. Y finalmente, algunos capítulos con conclusiones. Y la novedad de estos autores frente a la mayor parte de los libros previos es que parte del material de los Japoneses y no de los escritos ya desarrollados por los historiadores USAmericanos. Especialmente de historiadores japoneses recientes, y no de los relatos poco fiables de algunos militares navales nipones que son en los que se han basado los historiadores yanquis. Aquí no voy a entrar en desmenuzar las cuestiones sobre lo que pasó en aquella batalla. En general se resumen en a) los japoneses prepararon la cosa de pena con muy mala inteligencia sobre lo que pasaba en el otro bando; b) los yanquis sí que sabían lo que se venía encima porque «escuchaban» a los japoneses», llevaban esa ventaja; c) ambos bandos ejecutaron una serie de acciones y decisiones calamitosas que les llevó a perder muchos recursos y vidas, siendo más importantes de los japoneses; y d) no fue una pelea de David (EE. UU.) contra Goliat (Japón), porque los recursos reales de los que disponían, y entraron en liza, estaban muy igualados. Los yanquis ganaron por una mezcla de buena inteligencia previa a la batalla, y algo de suerte ayudada por la mala planificación de los japoneses.
Pero lo importante del libro para mí, y es lo que me interesa resaltar aquí, es que es un texto destinado a romper con los dogmas e ideas preconcebidas que dominaban el relato de la acción desde hace muchas décadas, para presentar otra versión, bien documentada, de la acción bélica. En ciencias, solemos considerar que la primera e importante cuestión para el avance en cualquier disciplina científica, es un alta y saludable dosis de escepticismo y duda ante el conocimiento establecido. Considerar que cualquier teoría científica es tan buena como los datos, provengan de observaciones o experimentos, que la apoyen. Pero a lo largo de mi vida, me he encontrado que en las humanidades menudean las escuelas que asumen principios difíciles de contrastar con objetividad, que son asumidos de una forma un tanto dogmática. Los autores intentan, y probablemente lo consiguen, romper los dogmas sobre lo que se supone que sucedió en aquella batalla. Que ni siquiera fue decisiva como se ha venido afirmando. Por decisiva hay que entender que, al ganarla, se ganó la guerra, si la hubieran perdido, los EE. UU. habrían perdido la guerra. No tal. Fue importante porque cambió el curso de la guerra. Pero David (Japón), en aquellos años, con sus limitados recursos, nunca tuvo una oportunidad contra Goliat (EE. UU.). Tenían la guerra perdida desde el momento en la que la empezaron. Tarde o temprano, el poderío industrial americano se hubiera impuesto, como sucedió.
Para mí hay algo muy importante cuando lee un ensayo sobre un tema del conocimiento humano. Sea en el campo de las humanidades, las letras, las ciencias o la tecnología. Y ese algo es el no dar nada por sabido o por seguro. No existen los dogmas. Nuestras percepciones, nuestro sentidos, nos engañan en muchas ocasiones, por lo que si no disponemos de instrumentos fiables y precisos no podemos conocer lo que realmente pasa en el mundo/universo. No lo digo yo. Lo dijo Lord Kelvin. Obviamente, en el ámbito de las humanidades, de la historia, esas mediciones, esa recogida de datos que debemos convertir en información, está mucho menos sistematizada, puede estar dispersa, puede haberse perdido, o puede ser susceptible de interpretación. La interpretación de los hechos históricos está sujeta también a los intereses políticos, y sociales, de las distintas comunidades. Se ha dicho muchas veces que la historia la escriben los vencedores. Siempre me ha gustado aquel dicho que dice que «de la guerra de Troya existen tres versiones, la de los troyanos, la de los aqueos… y la verdad». Simbolizan bastante bien lo que estoy intentando expresar. En el ámbito de la historia de España, siempre tuve problemas para comprender qué pasó realmente en la llamada por nosotros guerra de la Independencia, entre 1808 y 1814, con la invasión y la ocupación francesa. La guerra o campaña de España para los franceses. La guerra peninsular para portugueses y británicos. Lo que se nos ha contado en España está fuertemente contaminada por las consignas nacionalista y patrioteras que han reinado en nuestro país. Para conocer mejor algunas de las más importantes cosas que sucedieron hube de recurrir a textos británicos y contrastarlos con otras fuentes. La realidad deja muy mal parada la participación de las fuerzas armadas españolas en aquel conflicto. Los que salvaron la cara de los españoles fueron los guerrilleros que aportaron información necesaria para que el ejército lusobritánico (con una pequeña participación española, los ingleses no se fiaban de los militares españoles, era recíproco) librara sus batallas con los franceses. Es un ejemplo.
No puedo decir que pueda recomendar con carácter general este libro. El tema interesará a muy pocas personas, especialmente fuera de los países implicados en el conflicto. Pero yo lo leí con ganas y ya he dicho que me resultó muy ameno. Hay una abundancia de datos, pero no desborda. Y sobretodo, ayuda a formar el espíritu crítico. Ese sano escepticismo que he mencionado y que debe presidir todo acercamiento al conocimiento humano, siempre imperfecto y siempre necesario de avances, de nuevas ideas y nuevas visiones, para no quedarse estancados… y muertos.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. La acción del relato transcurre en los Andes… que no he visitado. En las fotos, otras montañas, los Pirineos, que me caen más a mano.
H. G. Wells fue un autor prolífico y polifacético. Pero en el entorno del lector español, en lo que yo haya detectado, se le conoce fundamentalmente por sus novelas de ciencia ficción, especialmente en lo que se refiere a invasiones extraterrestres y a viajes en el tiempo. Otras obras son menos conocidas, o muchos no se las atribuyen a Wells, y muchas poco o nada en absoluto. Pero como he dicho, fue muy prolífico, y escribió un buen número de novelas, y un número aún más extenso de novelas y relatos cortos. En estas novelas cortas tenemos el relato que nos ocupa hoy. Un relato que también entra en el ámbito de la especulación científica, pero que sobre todo lleva una fuerte carga de crítica filosófica, social y política. Como curiosidad, fue candidato al Nobel en cuatro ocasiones, pero no se lo llevó. Así que la moda de los eternos candidatos al prestigioso premio sueco no son cosa de hoy en día.
En este relatos seguimos la peripecia de Núñez (creo que en el original se llama Nunez), un montañero que cae por una ladera, sobrevive, pero acaba en un remoto valle andino en el que encuentra a los descendientes de un grupo de refugiados de la colonización española, que quedaron atrapados y aislados del resto del mundo por unos desprendimientos en la entrada del recóndito valle. Una enfermedad se propagó entre ellos y los supervivientes quedaron ciegos, y sus descendientes nacieron ciegos. Núñez se aplica el cuento de que «en el país de los ciegos el tuerto es rey», y con más razón él que ve por ambos ojos. Pero las cosas no van a ser sencillas para alcanzar el poder… porque nadie en el valle cree que exista eso que él llama la luz. Y pronto se encuentra siendo el paria del valle, al que sólo un matrimonio con una joven puede salvar de su miserable situación.
El relato es una fábula moral. Por un lado tenemos a Núñez, que ante una situación que el considera de ventaja, quiere arrogarse el poder absoluto de una sociedad que ha vivido pacífica y tranquila en un ecosistema natural y social aislado, alcanzando un equilibrio que es amenazado por la ambición del montañero perdido. Núñez representa al ambicioso oportunista, que ignora las cualidades de una sociedad equilibrada y, aunque no perfecta, razonablemente equitativa, no del todo, hay que decirlo, pero mejor que las sociedades que conocemos. Sin embargo, esta sociedad equilibrada, por su parte, se niega a reconocer la singularidad del individuo, y cuando esta singularidad se quiere manifestar, castiga al individuo singular, al que es diferente. Por lo tanto, el libro es un debate filosófico y social, y una crítica social y política, cuyas derivadas se pueden aplicar a las sociedades que conocemos, en las que vivimos. También hay una reflexión sobre aquello a lo que debemos renunciar para integrarnos en una sociedad uniforme, que nos pide conformidad con lo establecido. Y si estamos dispuestos a renunciar a ello.
Este relato, que no llega a las cien páginas, se lee con facilidad y fluidez. Tiene componente aventurero. El lector más ávido se la merendará en una tarde. Aunque yo recomiendo una lectura más pausada, con paradas reflexivas en aquellos puntos de inflexión en la peripecia del protagonista que va presentando el relato. En cualquier caso, me parece que esta historia escrita en 1904, aunque actualizada con versiones sucesivas, la última de 1939, es plenamente actual. En un mundo en el que están surgiendo los intolerantes ante los que son diversos, después de unas décadas en las que pareció haber avances, aunque no de forma uniforme en todo el globo, la reflexión sobre el hambre de poder y la inclusión de aquellos que son singulares, parece más importante que nunca. Muy recomendable.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Unas Impossible Project (actualmente Polaroid) Spectra, cuando se podía comprar todavía este formato para algunas de las mejores cámaras de Polaroid, tomadas en Madrid durante una visita a las exposiciones de PhotoEspaña.
Me cuesta leer ficción en español. No es que no haya buenas cosas, claro que las hay. La literatura en español, si uno lo analiza bien, no es ni mejor ni peor que la de otras lenguas. Y por supuesto que hay muy buenos escritores… y tampoco faltan, como en otras lenguas, los que venden mucho y se llevan la fama… pero no son especialmente buenos. Hay viene otro problema, la calidad de la industria editorial en España, un jardín en el que no me voy a meter hoy, pero que deja mucho que desear, especialmente entre los grandes grupos editoriales. Mi problema con los buenos escritores españoles no es su calidad al escribir sino de lo que hablan. Y con el tiempo, cada vez me ha interesado menos. O se retrotraen a las típicas historias de la guerra civil y la posguerra, cayendo una y otra vez en tópicos muy similares, sin que, a la vista de los resultados electorales, esto haya hecho mella en la percepción de los españoles sobre aquellos tiempos, o me hablan de pijos madrileños que tienen siempre los mismos perfiles, que parecen que son los mismos, siempre con nombres parecidos y con actitudes similares, trasplantados de una a otra novela.
Abogados, médicos y profesores universitarios entre ellos, frente a historiadoras del arte y otras licenciadas en humanidades o letras, clase media aburguesada siempre con los mismos problemas. ¿No se han dado cuenta los escritores patrios de su tendencia a contar constantemente historias tan similares unas de otras? ¿Que los caracteres que aparecen en ellas se parecen casi como gotas de agua? Que sí, que de vez en cuando alguno se desvía por los barrios obreros y los polígonos industriales, pero igualmente llenando la situación de lugares comunes. El caso es que desde la primera mitad de los 2000 y hasta este 2025, en esos 20 años, cada vez me han ido interesando menos y he ido dejando de leerlos. Y si hablamos de las novelas de género, como el policiaco y otros… pues tres cuartos de los mismo. Aunque en la literatura de género el tópico y las similitudes casi se dan por descontado, no importa la lengua que se use, y por eso soy poco aficionado. El auténtico aficionado a la novela de género (policiaco, terror, fantasía, ciencia ficción,…) muchas veces está encantado con pasear una y otra vez por los mismos territorios. Al único género que le dedico espacio lector de vez en cuando es la ciencia ficción, y cada vez me cuesta más encontrar satisfacción en él.
En cualquier caso, encontré de oferta hace unos meses esta novela de Rosa Montero en mi tienda de libros electrónicos habitual y decidí darle una oportunidad. Por qué no. Y además a muy buen precio. En su momento, hace tiempo, leí con cierta frecuencia sus artículos y me gustaban. Quizá por esa asociación de Montero con el periodismo no me atrajo en su momento, cuando más dispuesto estaba a leer obras de autores españoles, cuando estos suponían el 75 % de mis lecturas, no leí nada suyo. No suelen atraerme los periodista reconvertidos en novelistas. Hay algo en su estilo que no me suele convencer. Aunque no lo sé definir bien. Quizá sea algún tipo de prejuicio… porque al fin y al cabo cada será diferente… pero es lo que hay. Bueno. Pues tras unos meses teniendo la lectura de esta novela en espera, hace unas semanas me puse a ella. No me duró mucho… tampoco es muy larga. Pero siempre he pensado que no es necesaria mucha extensión para contar una buena historia. Pocas veces están justificadas las gran extensión de mucha de la narrativa actual. A veces sí. Pero pocas veces. Siempre he sido partidario de la economía de medios.
Montero, no descubro nada nuevo, nada que no supiese, escribe bien. Con soltura. Y eso favorece coger ritmo en la lectura. Nos presenta de forma rápida y clara a la protagonista. Una licenciada en historia del arte (ya estamos con el tópico), de 60 años, soltera, con una ruptura reciente con un amante, con un proyecto nuevo expositivo en la Biblioteca Nacional que va a comisariar, y con una crisis importante porque empieza a sentir de forma amenazadora el paso de los años. Siente que pierde la capacidad de atracción para los hombres, siente que profesionalmente viene gente joven que le esta pisando los callos. Y vamos descubriendo una inseguridad profunda en su interior por sus antecedentes familiares, que no destriparé. Y en estas está cuando toma la ¿descabellada? ¿absurda? ¿inmadura? decisión de contratar un «acompañante» masculino de 30 años para ir a un concierto en el que sabe que va a estar su ex-amante con su joven, flamante y embarazada esposa. Y algunas cosas pueden ir mal a partir de ese momento. Y como dice la ley de Murphy, si algo puede ir mal, eventualmente irá mal.
Habiendo establecido de antemano, y habiéndolo confirmado durante la lectura del libro, que Rosa Montero es una escritora dinámica y muy capaz, mi problema con el libro es que aunque me obligué a marcar un ritmo de lectura razonable, leyendo todos los días, parando un poco cuando la evolución de la trama así lo pide para su correcta digestión, pensando un poco en lo que está pasando y lo que nos quiere contar la autora… lo cierto es que empecé a desinteresarme por su protagonista. He leído una diversidad de libros en los que la protagonista está en una situación vital similar a esta protagonista. Esa llegada a las estribaciones de la séptima década de la vida, la inseguridad de la decadencia física, el miedo a la soledad,…
No hay que desdeñar una reflexión sobre las actitudes sociales que suelen empezar a invisibilizar a estas mujeres simplemente porque yo no resultan atractivas físicamente o no puede «cumplir» los «roles» que esa sociedad impone a las mujeres en general. Es un tipo de crítica necesario. Pero desde muchos puntos de vista, la protagonista de esta novela, que ha pasado lo suyo como tantas mujeres, y también tantos hombres, es una privilegiada. Ha tenido una carrera profesional en la que ha recibido el respeto de sus pares, no tiene estrecheces económicas, hay que suponer que hasta ese momento no le ha importado llevar una vida en solitario (que no es lo mismo que estar en soledad), es culta y tiene capacidad para enriquecerse personalmente a través de la cultura… ¿Realmente es la realidad de las mujeres de 60 años en este país? ¿Puede ser representativa de algo? ¿O volvemos una vez más a lo que señalaba al principio, de que los escritores españoles tienen una preferencia para hablar de un sector de la población… que…? «Ahora» caigo… Dados los perfiles habituales de los lectores en España estamos ante un ejercicio de mirarse al ombligo una y otra vez de una determinada clase social en este país. Y son los consumidores de estas obras, puede haber un sentido comercial ahí. Y fuera de ese mirarse al ombligo… hay poco. Y mira que yo estos en los 60 años, soy un profesional universitario, razonablemente culto, viajado… y se supone que están hablando, en parte de mí. Pero me siento tan poco identificado… Por eso suelo arriesgarme con otras literaturas, que hablan de otras cosas, de otras gentes, de otros lugares, en otras lenguas… Es lo que hay.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. El Splendide es un trasunto del Ritz-Carlton Hotel, en Nueva York. Ya desaparecido; el actual es otro y en otra localización. Así que pasearemos fotográficamente por Manhattan para ilustrar esta entrada.
Ludwig Bemelmans quizá no dice mucho en España. Sin embargo, fue muy activo en dos ámbitos; la literatura infantil, en la que destacó la serie de libros dedicados a las aventuras de Madeline, una huérfana que vive en una escuela en régimen de internado en París, y la ilustración, siendo ilustrador de sus propios libros, así como de otras obras de otros autores. Nacido en Austria, en el Tirol del Sur, actualmente la región de Alto Adige en Italia, vivió durante muchos años en Regensburg, Alemania, ciudad que aparece en alguno de los capítulos de este libro. Siendo adolescente emigró a Estados Unidos, tras un incidente en un hotel donde era aprendiz, y consiguió la nacionalidad alistándose en el ejército en 1917, aunque no llegó a ir a la guerra en Europa por su origen austroalemán. Y cuando se licenció poco después…
Bemelmans empezó a trabajar en hoteles mientras intentaba hacerse un hueco en el mundo del diseño y la ilustración. Y uno de esos hoteles fue el Ritz-Carlton de Nueva York, de donde extrae el conjunto de episodios… ¿autobiográficos?, que constituyen la espina vertebral del libro. Cada uno de los episodios es una pequeña aventura relacionado con alguno de los pintorescos personajes que trabajaban o frecuentaban el hotel. Cada uno de ellos se podría leer de forma independiente, pero están interrelacionados, y de alguna forma ordenados cronológicamente, por lo que es conveniente leerlos en el orden en que se presentan al lector.
Este libro se considera habitualmente unas memorias altamente ficcionalizadas. Es obvio que el autor tiene un interés humorístico, y ciertamente las historias son divertidas y, en ocasiones hilarantes. El escenario de las mismas suele ser los comedores y las habitaciones del hotel, con ocasionales incursiones por Nueva York, y un viaje a Regensburg y Múnich con un compañero, en el que ambos de alguna forma «ajustan cuentas» con su pasado. La época son los felices 20, pero no faltan los elementos de crítica al ambiente social de la época, en la que contrastan las fortunas que frecuentan el hotel con la picaresca utilizada por sus trabajadores para ir medrando y sobreviviendo.
Publicado en 1941, tiene su punto de revisión de una parte de la historia de los Estados Unidos (y del mundo occidental), en la que el liberalismo económico hizo estragos, llenó de oropel y apariencias las interacciones sociales, al mismo tiempo que introducía las causas y habría el camino a la Gran Depresión y al auge de los totalitarismo que el mundo habría de sufrir en los años 30 del siglo XX. Considero que su lectura es pertinente. No en vano, estamos en época de nuevo liberalismo económico, en el que las apariencias de los poseedores de las grandes fortunas o los influencers de las redes sociales enmascaran realidades, y el nuevo progreso de ideologías populistas y potencialmente autoritarias. No voy a decir que sea una obra maestra, una de las pocas del autor dedicadas al público adulto, pero es divertida e interesante. Es recomendable, sin duda.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. En 2019, durante una estancia en Tokio, me acerqué a Jinbōchō, el barrio de las librerías, buscando las especializadas en fotografía.
Hoy toca un dos por uno. Con pocas semanas de diferencia, aunque no seguidos, leí estas dos novelas de Satoshi Yagisawa, que se pueden considerar las dos partes de una misma historia… aunque con alguna matización a esta afirmación. Ya que, desde mi punto de vista, la primera novela no necesitaba una continuación. No obstante, la segunda parte cayó en mis manos y decidí dedicarle mi tiempo a su lectura.
La protagonista de las novelas es una joven que vive en Tokio, es de provincias, tiene su trabajo en una empresa, y tiene un novio que también trabaja en una empresa. Hasta que descubre que según él no son novios, sólo un entretenimiento, y que tiene una novia de verdad con la que se va a casar. Ha estado jugando a dos bandas bastante tiempo. La chica se deprime, deja la empresa,… ya he dicho que trabajan juntos… y sólo sale de su depresión cuando su madre, preocupada, manda a su hermano y tío de la chica a interesarse. El tío heredó una librería en Jinbōchō, el barrio de Tokio donde se concentra un gran numero de librerías de todo tipo, muchas de ocasión, de lance o para coleccionistas, y otras especializadas en temas diversos. A 15-20 minutos del Palacio Imperial, pero por el lado opuesto a la estación de Tokio, que esta a media hora por lo menos. Y con la librería vive y se apaña. Ahora está solo, porque su esposa lo dejó de forma un tanto misteriosa, y le ofrece que se quede a vivir en el piso encima de la librería y le ayude con esta. Allí, la joven empezará a recuperarse, en un nuevo ambiente, conociendo a nueva gente, y reconectando con quien fue su tío favorito 15 años atrás.
No hay mucho que contar. Es un tipo de historia que ya he encontrado con cierta frecuencia en la literatura japonesa y también en la coreana, aunque con esta he tenido mucho menos contacto. Un sitio donde la gente tiene buen rollo, y aquellos que sufren encuentran calor humano y la posibilidad de sanar sus heridas emocionales. Está razonablemente bien narrada y es una lectura fácil, amable, que se acaba de forma rápida por que no hay mucho sobre lo que discurrir. Suelen tener finales felices, aunque puede haber excepciones, donde el final sea más melodramático. No me pronunciaré sobre lo que pasa en esta… porque puede haber algún interesado en leerla y no quiero destriparla. No es una gran obra literaria de gran profundidad, pero puede ser una lectura agradable para el verano.
Y tiene una segunda parte. En la que la joven tiene un trabajo, va desarrollando una relación con novio que parece que no es un caradura, tiene alguna amiga que otra, y visita regularmente a su tío, que vive con su mujer de nuevo, porque reapareció en algún momento de la primera novela, sin entrar en más detalle de momento. Y no entraré en mucho más detalles de lo que sucede en esta segunda parte. Sólo diré que es… mucho más melodramática. Y esto… en gran medida, y aunque se veía venir desde el momento en que retomas la lectura y sabiéndote lo que pasa en la primera parte, lastra la novela. No está igual de conseguida. No consigue el autor poner el foco de forma adecuada en quién es el personaje importante de la historia. ¿La chica? ¿El tío? ¿La mujer del tío? Me parece una continuación un tanto forzada.
No obstante, no nos compliquemos la vida. Si la primera parte es razonablemente recomendable… la segunda es… optativa. Si quieres seguir un rato más en ese universo de libreros peculiares, con clientes todavía más peculiares, aunque no tenga el mismo nivel, en mi humilde opinión, tampoco pasa nada. Se deja leer. Estilísticamente, es más de lo mismo. Luego ya, si te convence más o te convence menos lo que cuenta en esa segunda parte, es otra cuestión. O algo que depende de tus gustos y preferencias personales.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Más neoyorquinos, de forma un tanto tópica, no pueden ser los personajes de esta novela, así que nos iremos al paisaje del bajo Manhattan al anochecer, como se ve desde la orilla de Brooklyn del East River.
La autora de este libro, Katie Kitamura, como se podrá deducir del apellido, es de origen japonés. Pero nacida y educada en Estados Unidos. En sus cuarenta y tanto, ha escrito media docena de novelas, un libro autobiográfico, y ha colaborado en diversos medios de comunicación escritos como crítica de arte. Y está radicada en Nueva York. Y allí se sitúa la acción de esta novela, que me ha interesado más por su estructura y desarrollo que por el interés intrínseco que pueda producir el devenir de los personajes de la misma. Que ha sido más bien poco. Son gentes que me han resultado un tanto pedantes, y con «males» de ricos (o al menos de acomodados), más que otra cosa. Iremos quizá otra vez a ese tema cuando comente la novela española que estoy terminando de leer en estos días.
La protagonista de la novela es una actriz de mediana edad, que ya ha dejado atrás sus años jóvenes, y que cuando empieza la acción está en plenos ensayos de una obra de teatro que le causa cierto estrés por las inseguridades que le genera el tiempo que va pasando, la edad, la competencia con actrices más jóvenes… los sospechosos habituales. Está casada en un matrimonio cómodo, sin (para lo bueno ni lo malo) demasiados altibajos, con un marido con quien comparte intereses intelectuales y con quien se lleva bien. Y en estas está cuando aparece un joven que quiere hablar con ella y con quien se reúne. Y que le plantea la posibilidad de que sea su hijo; el joven no conoce a sus padres biológicos. No lo es. No lo puede ser. Pero el joven entra a trabajar en la compañía como ayudante de la dirección. Esta es la primera parte del libro. Sobre la segunda parte, me han entrado dudas sobre hasta que punto comentar o no. Digamos que el joven se ha trasladado a vivir con el matrimonio, la obra de teatro ha sido un éxito, y los tres viven como si fueran un familia… incluso contradiciendo algunos de los hechos establecidos en la primera parte. Y que la situación será estable hasta que aparezca en escena la novia del joven.
Como ya he dicho, si la novela me atrapó, fue más por la estructura y el desarrollo de lo que sucede que por el interés que me suscitan los caracteres de la misma. Que es muy poquito. Gente acomodada, que vive vidas cómodas en Manhattan, intelectuales que en algún momento corren cierto peligro de caer en la pedantería… o así los percibo yo. Las inseguridades de una mujer que, siendo respetables, probablemente no tienen nada que ver con las de muchas mujeres que en el mundo son y han sido y que tienen problemas más graves de subsistencia, reconocimiento social, discriminación y todo lo que quieras. Y que parece que basa sus inseguridades en que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, como cantaba Silvio Rodríguez, y en el posible arrepentimiento sobre acontecimientos de su juventud, incluido alguno relacionado con una posible maternidad. Como decía el título del culebrón mejicano, los ricos también lloran.
Pero la estructura y el desarrollo de la novela tienen su miga. Hay unos misterios que van surgiendo. Hay unas dudas sobre la realidad a la que estamos asistiendo. Está narrada en primera persona. La protagonista, cuyo nombre no conocemos, es la que va desgranando sus pensamientos y los hechos que suceden en la narración. Y como narradora en primera persona, no es fiable. Y aun lo es menos, o así lo siento yo, cuando abordamos la segunda parte, que de entrada nos resulta rara. La dinámica entre los tres (o cuatro) personajes principales de la narración ha cambiado. Mucho. Es como si estuviéramos en un universo paralelo donde las cosas son parecidas pero distintas. No sabemos si estamos ante una realidad alternativa, o bien estamos ante un desiderátum de la narradora, o de su pasado, que en su imaginación ha convertido en realidad. Al final de la novela, es una duda que no queda resuelta. Por lo tanto, el esfuerzo narrativo de la autora supera la falta de interés que me producen sus personajes, y consigue que la novela me atrape, cada vez más conforme se avanza. Me ha gustado bastante, y me parece recomendable, salvo para lectores vagos que quieren que se lo den todo mascado y bien mascado.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. No he visitado aún Vietnam, pero yéndonos al sudeste asiático, unas fotografías de la isla de Sentosa en Singapur… en la que también puedes hacer turismo oscuro si visitas las instalaciones militares defensivas británicas que fracasaron estrepitosamente ante la invasión japonesa, con el reguero de muertes y desgracias que se abatió sobre la ciudad en los años que siguieron.
No había oído hablar del concepto de turismo oscuro, turismo negro o tanatoturismo, asociado a visitar como turistas lugares asociados con la muerte y las catástrofes. Aunque si lo miras bien, todos aquellos que viajamos, que nos gusta viajar, tarde o temprano visitamos lugares relacionados con estos conceptos. Prisiones célebres, como Alcatraz en San Francisco, campos de concentración o exterminio, como el de Auschwitz del que hablaba en la entrada de ayer, Hiroshima en su conjunto, las playas del desembarco en Normandía, la Baixa de Lisboa, que surgió como reconstrucción del letal tsunami de Todos los Santos de 1755, las ruinas de Pompeya, la ciudad de Dresde en su conjunto, las trincheras de la sierra de Alcubierre,… Son algunos de los lugares que he visitado a lo largo de mi vida, hay más, seguro, que ahora no recuerdo o no quiero mencionar, y que podrían estar sujetos al concepto de turismo oscuro. Pero nunca lo he visto de esa forma. Siempre he asociado la visita a estos lugares a su interés histórico, cultural, urbanístico, artístico o, desde la perspectiva de las desgracias que allí ocurrieron, como una lección en directo de lo que como seres humanos deberíamos intentar evitar. Las más de las veces, con poco éxito.
Pero supongo que cuando se acuña el concepto es porque un cierto número de viajeros, o turistas, no las visita por esos valores que he mencionado, sino por el morbo de sentir el peligro que puede acechar en esos lugares. Leía recientemente un artículo de divulgación científica sobre la evolución en los últimos años de la caldera volcánica de los Campos Flégreos, próximos, muy próximos, a Nápoles, en un área metropolitana de más de tres millones de habitantes. Una erupción de esta caldera, con producción de flujos piroclásticos similares a las del Vesubio que arrasaron Pompeya, harían que las consecuencias de la erupción del siglo I de la era común fuese un chiste tonto comparado con las de esta hipotética erupción. Y sin embargo, si no los he visitado, motivado por su riqueza arqueológica e interés científico, fue por culpa de una huelga de transportes públicos en Italia. Y ya era consciente de que se estaban produciendo elevaciones del suelo de la caldera, de varios centímetros, debidas al aumento de las telúricas presiones bajo la caldera. ¿Turismo oscuro?
La protagonista de la novela de Yun Ko-eun trabaja en una agencia de viajes surcoreana especializada en turismo oscuro. Ofrecen una diversidad de paquetes a los turistas interesados. Y ella es una agente de viajes competente que ha aportado mucho a su empresa. Pero ha caído en desgracia. Ha sufrido los avances con connotaciones sexuales de un superior, que cada vez han sido más agresivos, pero que ha rechazado. Por lo que el acoso ha pasado a ser más sutil e insidioso. Disfrazadas de unas vacaciones, viaja con uno de los paquetes turísticos de la agencia a una isla del sur de Vietnam donde se produjeron en su momento una mezcla de desastres naturales, tsunamis, y humanos, las agresiones de unas poblados contra otros, ocasionando matanzas. El paquete turístico cada vez atrae menos clientes. Tomará notas para comprobar si se puede recuperar con modificaciones o hay que abandonarlo. Espera hacer un buen trabajo y resituarse positivamente en la empresa. Pero regresando de la isla, un error en un tren la deja separada del grupo, sin equipaje e indocumentada. Acabará volviendo a la isla donde descubrirá una situación mucho más arriesga de lo que pensaba. Incluso para su vida. Los secretos de la isla son mayores, y peores y más macabros, de lo que pensaba.
Es uno de los libros más intensamente devastadores que he leído sobre un tema que al principio no pensaba que fuera a dar de sí lo que da. El relato va evolucionando conforme avanzan los capítulos. Lo que comienza como un comentario al sexismo y al acoso sexual a las mujeres en los lugares de trabajo, no hace mucho que hablaba de eso en estas páginas a propósito de Corea del Sur, va evolucionando hacia una novela de misterio, a veces con tonos de comedia negra, a veces con un tono de misterio detectivesco, que se encamina poco a poco a una solución que… podría acabar bien… o podría acabar en tragedia. La cuestión es que incluso si acabase en tragedia, no dejaría de tener un componente de fuerte sátira hacia los intereses económicos del capitalismo… incluso en un país de régimen (teóricamente) comunista.
La mezcla de géneros puede desconcertar al principio. No sabes muy bien dónde quiere dirigirse su autora. Son muchos los palos que toca. Y todos ellos merecerían la pena un libro para abordarlos con suficiente profundidad. Quizá el tema principal sea simplemente el cinismo que rige las relaciones comerciales y sociales en la cultura globalizada actual. Un cinismo que puede ser peligroso. Y que curiosamente también expone al perpetrador cínico a las propias catástrofes que el planeta nos receta de vez en cuando, quizá con el fin universal de dotarnos de algo de humildad y aprendizaje… en lo que fracasa por completo. Muy recomendable, aunque no apto para los fanáticos de los finales felices… y es que incluso incluye un romance… pero no perdices en el menú.
Como curiosidad, el título original en coreano, 밤의 여행자들 [bam-ui yeohaengjadeul] se ve traducido por ahí como viajeros de la noche o viajeros nocturnos, pero en realidad habría que utilizar un sentido figurado de la expresión y traducirse como viajeros de la oscuridad.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Apartándonos de las atracciones turísticas de Matsumoto.
Esta semana he descontrolado un poco en mi organización y planificación de las entradas de este Cuaderno de ruta. Bueno… en realidad, esta semana he descontrolado en un montón de pequeñas cositas que han dotado a estos siete días de un sabor caótico, no siempre desagradable, pero, a la larga, muy cansado. Sin embargo, aunque en esta mañana de domingo me apetecía hacer el vago más que otra cosa, he decidido sacudirme la pereza y hablar de un libro que ya terminé de leer hace más de un mes. Y que tenía intención de haber dejado comentado hace ya unos días. Así que, en un domingo, día poco habitual para mis comentarios literarios, os vengo a hablar de este libro de Genki Kawamura (fr), un éxito de ventas en su país, fue adaptado al cine ya hace unos años, y que cuenta con abundantes traducciones a otros idiomas.
Como veréis en el enlace anterior, esa entrada de Wikipedia en francés que está muy incompleta, de lo que más se habla de su trabajo como productor cinematográfico. Tiene página web, en japonés principalmente, y si se revisa su página en IMDb, se confirma que como productor ha participado en bastantes películas, muchas de animación, y con un nivel promedio relativamente alto en calidad y éxito de público. No pocas de ellas han llegado con éxito a las pantallas españolas. Pero también ha dirigido alguna cosa y ha escrito algún guion. Como ya he mencionado sus novelas se venden, y parece que esta gatuna novela es la de más éxito y fue la primera que escribió, en 2012. Por lo tanto, un tipo importante en la cultura audiovisual y literaria contemporánea en Japón.
A pesar de eso, reconociendo que esta novela que os traigo aquí tiene no pocos méritos… al final no sé muy bien porqué, me dejó un poquito frío. Su protagonista es un hombre relativamente joven, a quien han diagnosticado un tumor cerebral inoperable, y que acabará con su vida en poco tiempo. Vive sólo, con un gato que heredó de su madre difunta, y vive extrañado de su padre. Tuvo una novia a quien quiso, pero de la que acabó separándose lo que le ha causado un vacío en su vida. En su apartamento, sólo, se le aparecerá un demonio con su misma apariencia que le propone un trato. Le quedan siete días de vida. Cada día puede elegir un objeto que desaparezca del mundo. El objeto singular, pero también todos los demás. Si escoge su teléfono móvil, desaparecerán todos los teléfonos móviles. Y por cada día en el que elija un objeto que desaparezca podrá prolongar su vida un día más. Y ahí comienza un recorrido que resuena más a un examen de conciencia de lo que ha sido su vida, y de los «qué hubiera pasado si en vez de…»
No es infrecuente en la literatura japonesa contemporánea el realismo fantástico. Se habla mucho de Haruki Murakami con el exponente de este género en el País del Sol Naciente. Pero, en realidad, su folklore con una rica tradición de historias con espíritus diversos, demonios, monstruos y demás elementos mágicos, es causa suficiente para explicar que el género esté arraigado en su literatura, o que con el tiempo se haya llegado a ello. Y a ello se añaden los temas tradicionales de la literatura contemporánea japonesa, especialmente la alienación de la persona en la gran ciudad. La tendencia a sentirse solo. O directamente a estar solo entre millones de persona. Y la incapacidad de permanecer unido a quienes nos podrían suponer una tabla de salvación para esta soledad.
Como ya he dicho, el libro tiene el tono de repaso a una vida y aquellos momentos en los que se tomaron decisiones, o dejaron de tomarse, de los que el protagonista se arrepiente. He visto no pocos comentarios sobre este libro en los que los lectores ven rayitos de esperanza para alcanzar una vida más satisfactoria. Pero no es mi filosofía la de la constante mirada atrás. Lo que ha sucedido y queda en el pasado, ya no puede cambiarse. Por lo que el arrepentimiento poco sentido tiene. Hay que vivir con las consecuencias y hacerlo de la mejor forma posible. Hay que tener cuidado también con las miradas atrás. El tiempo me ha enseñado que el pasado no está «fijado». Los acontecimientos del pasado cambian de significado con las experiencias posteriores, lo que pareció trascendente puede convertirse simplemente en una pequeña parte de los que somos. Pequeños acontecimientos del pasado, que muchas veces ignoramos, sin embargo, pueden ser la base de acontecimientos trascendentes en nuestro presente. Es difícil evaluar con objetividad, porque nuestras percepciones de lo pasado cambian. Así que no queda más remedio que vivir pensando en el presente y, un tanto, en el futuro. Y si no hay futuro, como al protagonista de la novela… en el presente, mientras dure.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Paseando por las calles de Bergen, en Noruega.
No hace mucho comentaba en estas páginas un libro de la premio Nobel sueca Selma Lagerlöf. Hoy en día, la literatura escandinava es conocida por eso que se llama el nordic noir, es decir el género negro desde el punto de vista de unos escritores escandinavos que optan por paisajes sombríos, escasas licencias a las metáforas y al lenguaje complejo, y escenas del crimen complejas, a veces macabras, y con tendencia a la misoginia, tanto si la mujer es la víctima como si es la investigadora. Pero a caballo entre el siglo XIX y el XX, la realidad parecía más compleja. Desde el realismo / naturalismo de Lagerlöf, a los tormentos neorománticos de Knut Hamsun, premio Nobel de literatura también, noruego, que encontramos en esta interesante novela situada en el norte del país escandinavo.
Hay que decir que la sueca Lagerlöf y el noruego Hamsun nacieron en un momento en que sus países estaban en unión personal bajo el mismo monarca, sueco, y con una política común de asuntos exteriores, aunque con parlamentos y gobiernos propios. Pero hay muchas diferencias de fondo entre ambos autores, ya que Hamsun se manifestó como un derechista filofascista y racista a partir de los años 30 del siglo XX, con posterioridad a haber recibido el premio Nobel, llegando a alabar el liderazgo de Hitler. Al cual, sin embargo, consiguió cabrear en una recepción en Berlín, cuando le pidió que liberase a los presos políticos noruegos. Originalmente, su germanofilia fue resultado de su anglofobia, pero evolucionó hacia posturas políticas más impresentables. Murió habiendo perdido el favor del público, especialmente el noruego, que en su mayoría tenían mala opinión de la invasión de su país por la Alemania nazi.
La novela que nos ocupa fue publicada en 1894 y es considerada una de sus obras más importantes. Ambientada en una de las provincias del norte de Noruega, pero por debajo del cículo polar ártico,… más o menos. Un oficial del ejército pasa una temporada en una cabaña, propiedad de un comerciante del lugar. Se dedica a cazar y pescar, alimentándose de lo que la naturaleza le proporciona al paso de las estaciones. Pero también cae prendado de una joven, la hija del comerciante, poco más que una adolescente, hermosa, voluble, que también se siente atraída por el oficial. Pero con frecuencia, sus encuentros, anhelados y buscados, acaban en rumbo de colisión y malentendidos. Estos desencuentros los dirigirán a un final de su relación con tonos trágicos. El libro termina con un epílogo que, al contrario que la narración principal, narrada en primera persona por el oficial, es narrada en tercera persona por quien es testigo de los últimos días y la muerte del oficial en Ceilán.
Como ya he dicho, el cuerpo principal de la narración se nos cuenta en primera persona. Si normalmente se considera al narrador en primera persona como un narrador poco o nada fiable, pronto comprenderemos que más allá de sus auténticos sentimientos por la naturaleza que le rodea y que le da vida, no podemos confiar en lo que nos cuenta de sus contactos con sus semejantes. Cuando debe integrarse en una sociedad con normas morales, en las que se desenvuelve mal. Se ve a sí mismo como poco atractivo, a pesar de su facilidad para atraer a las mujeres. No le cuesta encontrar compañeras de cama. Sin embargo, aquella de la que realmente se enamora, lo que exige un esfuerzo de comunicación y de sentimientos por encima de las necesidades físicas básicas, le supone una dificultad en la práctica insalvable. La propia deformidad en su visión sobre sí mismo y sobre los demás acabará generando desconfianzas, celos, envidias y confrontaciones. El engaño no sólo es hacia el lector, es hacia sí mismo
Me costó un tanto entrar en la narración. El estilo del escritor, en no pocos puntos más cercano al romanticismo que al realismo o naturalismo propio de se época, me supone una cierta barrera. Los estilos y las formas del romanticismo siempre me han resultado difíciles… por poco atractivas. Pero conforme avanza la narración y vas comprendiendo mejor el cuadro general del escenario natural y de relaciones humanas y sociales, el libro me fue enganchando, con una fuerte carrerilla hacia el final de la narración realizada por el protagonista, en el que vivimos la tragedia que su inseguridad y su malhadada relación con la joven van a provocar en sí mismo y, sobretodo en las vidas de otras personas. Un libro que quizá no sea para todo el mundo, pero que posee indudables virtudes literarias. Y también hay que superar el rechazo que puede suponer la ideología filofascista del autor, que apareció unas décadas en el futuro respecto a la publicación de este libro.
Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. He visitado Kamakura en dos ocasiones. Y aun me quedo con las ganas de volver a esta agradable ciudad japonesa, cargada de historia y cultura… y quizá de demasiados turistas, aunque yo nunca sufrí los agobios en ninguna de las dos visitas.
De la japonesa Aki Shimazaki, afincada en Canadá, nacionalizada canadiense, que escribe en francés, pero que sigue escribiendo después de 21 novelas cortas, incluida la de hoy, sobre Japón y sus gentes, he hablado ya con frecuencia en estas páginas. Veintiuna novelas cortas, puesto que este es su estilo, que se agrupan en quintetos con historias entrelazadas, con personajes relacionados, y que constituyen una gran historia más amplia. Cada una de sus novelas cortas tienen sentido en sí misma. Pero adquiere más sentido cuando has leído el quinteto en su conjunto. Hasta el momento, por necesidad o por preferencia, he leído los quintetos más o menos agrupados. Los dos primeros se publicaron traducidos al castellano como un único volumen. Así que no se percibían como cinco libros distintos sino como una novela en cinco partes. Pero los dos siguientes sí que los leí con cada novela corta por separado, pero separadas por breves intervalos de tiempo.
Shimazaki viene a publicar una de sus novelas cortas al año. La primera es de 1999, la última que ha publicado, en mayo de 2025. Esos son 27 años, de los que sólo ha fallado en 2003, 2004, 2007, 2009, 2011 y 2020. En enero de este año me enteré que la publicación de la primera novela corta de su quinta serie, esta Ajisai [アジサイ, hortensia], que comento hoy. El nombre de la flor del género del género Hydrangea tiene una escritura en kanji en japonés [紫陽花], pero es costumbre en el País del Sol Naciente que los nombres comunes de las plantas y animales se escriban en katakana. Como curiosidad, la escritura en kanji está tomada del chino, pero no se correlaciona en absoluto con su lectura, con el nombre común de la planta en japonés. La lectura habitual de esos kanji no tiene nada que ver. En katakana, sí que es una lectura fonética directa. Terminaré esta disgresión que tiene poco que ver con el libro recordando que todos los títulos de las novelas cortas de Shimazaki tienen nombres de plantas o pequeños animales. Que aparecen de un modo u otro en el relato.
El protagonista del relato es un joven estudiante de lo que aquí llamaríamos filología, pero que en el texto aparece simplemente como un estudiante universitario de japonés o lengua y literatura japonesa, en sus últimos años antes de graduarse. Es un joven de una familia acomodada, el pequeño de tres hermanos. Frente a sus hermanos que han estudiado empresariales, el mayor, y derecho, la mediana, carreras útiles y prácticas, a este joven protagonista, más mimado, se le ha permitido estudiar algo… «poco útil». Está empezando a orientar su futuro hacia el doctorado y hacia una carrera de profesor universitario. También ha empezado una novela. Y en estas está cuando le llega la noticia de que la empresa familiar, unos grandes almacenes, va a declararse en quiebra. Y su familia no podrá apoyarlo económicamente como antes. Tendrá que abandonar su cómodo apartamento en Kamakura, buscarse trabajos a tiempo parcial y apretarse el cinturón. Una familia acomodada de Tokio que tiene una casa en esta agradable ciudad costera, le ofrece alojamiento gratis a cambio de cuidar de la casa cuando ellos falten, que es la mayor parte del tiempo, sólo van los fines de semana y en vacaciones. Aceptará. Y empezará una amistad con la esposa, una mujer atractiva, en la mitad de la treintena, que evolucionará a algo más que una amistad.
Nos encontramos ante una novela iniciática. El desarrollo emocional y social del joven, que ha vivido entre algodones y consentido, se había quedado en una especia de eterna despreocupada adolescencia, a pesar de que veía en sus amigos que el mundo y la vida no tienen que ver con la suya. Poco dado al compromiso con las chicas, centrado en sus lecturas y su actividad intelectual, tendrá que madurar a marchas forzadas. Y también tendrá que madurar emocionalmente ante una relación que le romperá los esquemas.
Esta pequeña historia está bien. No es la más interesante de las novelas cortas de Shimazaki… pero de alguna forma, al ser la primera de la quinta serie, es una puesta en escena de una historia más amplia. Desconozco quienes serán los protagonistas de los siguientes relatos, a los que iremos acompañando durante cuatro años más por lo menos. ¿Los amigos? ¿Sus padres y hermanos? ¿Su atractiva amante casada y su familia? Ni idea. Tendremos que esperar. Pero sin duda si nada lo impide, ya lo leeré cuando llegue el momento.