[Cine] Kurenai no buta [紅の豚] (Porco Rosso) (1992)

Cine

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Tenía varias posibilidades para mostrar el Adriático en esta entrada. He optado por fotos de Piran, Eslovenia, una de las diversas ciudades que son denominadas «la Perla del Adriático».

Kurenai no buta (紅の豚) (Porco Rosso) (1992; 32/20250725)

He visto en múltiples ocasiones esta película, pero siempre en pantalla pequeña. En vídeo o en plataforma de contenidos. Desde hace unos años, todo el catálogo de Studio Ghibli está disponible en Netflix. No sé cuanto durará… pero ya lleva un tiempo. Una de las grandes cosas de la plataforma. Una de la pocas grandes cosas que le van quedando, en una plataforma que ha ido derivando a marchas forzadas desde las series de prestigio iniciales a productos ultracomerciales, pero de calidad dudosa en el mejor de los casos. Eso sí… producen tanto, que siempre hay alguna cosa que rascar. Pero ya he comentado que estoy a un paso de darme de baja. Pero nunca había visto en pantalla grande las aventuras de Porco/Marco, Fio, Gina, Curtiss, los Mamma Aiuto y demás entrañables aventureros de las maravillosas costas del Adriático.

Desde la primera edición, hay tres elementos que me llamaron de las aventuras de aviador italiano. La primera es la poesía nostálgica que destila la película, eso sí salpicada por las trifulcas con los «piratas» del aire y con las autoridades fascistas de esa «nueva Italia». La segunda es Fio Piccolo, el enésimo homenaje o propuesta que Hayao Miyazaki hacia jóvenes féminas, resolutivas, justas, dispuestas a pelear por lo que quieren. Sí… ya sé que el personaje de Gina está ahí… quien no se enamoraría de Gina… Pero forma parte del primer punto, la poesía nostálgica. Y la tercera es esa escueta declaración de principios que Porco/Marco enuncia al Capitán Ferrarin en una sala de cine de Milán.

ファシストになるくらいなら、豚でいたほうがましだ

«Fashisuto ni naru kurainara, buta de itahō ga mashida»

«Prefiero ser un cerdo que un fascista»

Qué apropiado, incluso, o especialmente, para los tiempos que corren. La película, detrás de su fachada, divertidísima fachada, de películas de aventuras, con no pocos homenajes al cine mudo de los años 20, y al de otras épocas, y a los principios de la aviación, tema que siempre ha fascinado a Miyazaki, es un alegato antibélico y antifascista, a favor de la libertad muy notable. Entre su dimensión poético nostálgica hay que destacar esa magnífica visión que nos regala Miyazaki cuando Porco/Marco narra a Fio su brutal experiencia en la Gran Guerra, con esa estela que cruza el cielo, de aviadores de todos los países fallecidos en combate. Una estela que recuerda a la Vía Láctea. No sé si será casualidad o será intencional, pero no puedo evitar recordar con esa escena un libro muy emotivo, que leí hace un tiempo, en el que la Vía Láctea es una línea ferroviaria que transporta el alma de los fallecidos para cruzar al otro mundo. La novela de Kenji Miyazawa también tiene dos protagonistas, dos grandes amigos, con nombres italianos, Giovanni y Campanella. A la obra se la equipara con El principito, pero fue anterior a la obra de Saint-Exupéry.

La película está llena de referencias a hechos históricos. Ferrarin fue el apellido de un as de la aviación italiana durante la Primera Guerra Mundial. El nombre del estudio, Ghibli, aparece en un motor que se va a instalar en el deteriorado hidroavión de Porco/Marco, pero es que hubo un avión italiano que llevaba esta apodo, Caproni Ca.309 Ghibli, donde ghibli es el nombre con la ortografía italiana de un viento del desierto libio. Los USAmericanos suelen pronunciar mal ghibli; suelen usar la g de «gin tonic» en lugar de la de «giving» que es la que corresponde. Pero los USAmericanos casi nunca se han preocupado de entender al resto del mundo. Miyazaki era muy consciente y por eso nos regala el persona de Curtiss, un tontolaba mezcla de Errol Flynn y Ronald Reagan. Por cierto, Curtiss suele aparecer por ahí con solo una s, pero creo que hay que considerar que su nombre es un homenaje a un constructor americano de aviones, un precursor de la aviación. Pero también, detalles como la canción que canta Gina en varias ocasiones, Le temps de cerises (El tiempo de las cerezas), que fue dedicada por su escritor a una enfermera de la comuna de París, que se dedicó al cuidado de los heridos en la semana sangrienta por la represión del derrotado ejército francés en la reciente Guerra Francoprusiana.

Con hora y media de duración, sin necesitar los excesos visuales generados por ordenador que plagan la animación actual, Porco Rosso es uno de los títulos más destacados de la obra de Hayao Miyazaki. Que es lo mismo que decir que es uno de los títulos más destacados del cine de animación. O de la historia del cine. Punto. Aunque para muchos sea desconocido o minusvalorado porque «los dibujos animados son para niños y adolescentes» o alguna tontería por el estilo. Una animación elegante, bella, con grandes paisajes, unos personajes entrañables, que nos enganchan, a los que queremos y de los que nos gustaría saber más. Una historia con alma, con corazón. Una película de esas que sientes que son imprescindibles. Que si Miyazaki no la hubiese hecho, alguien debería de haberla hecho.

Valoración

Dirección: *****
Interpretación: *****
Valoración subjetiva: *****

[Cine] Flight risk (2025)

Cine

Flight risk (2025; 11/202500303)

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. No tengo fotos de las cordilleras de Alaska, así que nos tendremos que conformar con las de la cordillera de los Alpes.

Me pregunto si me estoy volviendo raro en mis gustos cinematográficos. Si algo está cambiando en mi cabeza o, quizá, algo está cambiando en el mundo, y yo voy a contracorriente. No lo sé. La semana pasada fue rara desde el punto de vista cinematográfico. Con tres días de escapada viajera por el medio, acudimos a las salas de cine el lunes, hace una semana, y ayer domingo. Una película poco trascendente al principio de la semana, y una candidata a premios en los Oscar el final. Y, sin embargo, con la que me entretuve y me dejó un cierto grado de satisfacción en el alma fue la primera de ellas. Con dos paradojas incorporadas. La primera es que parece que casi nadie la valora bien. La segunda es que, si antes de ir la cine hubiese sabido que el director era Mel Gibson, no hubiera ido, porque me cae muy mal. Bueno… vamos a empezar matizar todo lo que he dicho en este párrafo. Entre la entrada de hoy, y la de dentro de unos días, cuando comente la segunda película.

Titulada Amenaza en el aire en su versión doblada al castellano, estamos ante la típica película de agente de policía que tiene que cuidar al testigo que tiene que declarar contra un jefe mafioso que, por supuesto, pretende matar al testigo y a quien se ponga por delante. En este planteamiento, tal cual, no hay absolutamente nada de original. El testigo (Topher Grace) es el contable del mafioso, que se ha refugiado en Alaska para que no lo encuentre ni el mafioso ni la policía. La policía (Michelle Dockery) que lo encuentra es una agente de alguna agencia federal que cayó en desgracia porque murió uno de sus protegidos, a la que, aparentemente dan una segunda oportunidad. Y la peculiaridad y la originalidad de la película esta rodada «casi» en tiempo real, con una duración similar en la película con la cronología interna de la trama. La policía y el testigo van a volar en una avioneta desde el interior de Alaska, sobre las montañas, hasta Anchorage, un vuelo que durará unos 90 minutos, más o menos parecido a la duración de la película. Y el problema es que el piloto (Mark Wahlberg), no es quien dice ser, y el vuelo va a ser movido.

Sinceramente, la película supera la falta de originalidad de la trama, que las hemos visto «cienes y cienes de veces» por el escenario y el tempo de la acción. Una situación claustrofóbica donde nadie puede huir de nadie, volando entre montañas, y con escenas de violencia real o potencial que ponen en riesgo las vidas de todos. Por lo tanto, lo que carece de acción constante, con cambios de escenarios y persecuciones, tradicionales en el género, ha de ser sustituido por una cuidada planificación en la realización y por el trabajo de los intérpretes, que están bastante bien, los tres, cada uno en su estilo.

La película se pone en riesgo a sí misma en varias ocasiones, ya que pone a dura prueba la suspensión de la incredulidad del espectador. Pero puntualmente, no de forma continua. El momento más crítico, en el que el espectador puede dejar de ver la película como una drama de acción para empezar a verla como una comedia involuntaria es un determinado lance con el avión superando a duras penas el paso por un collado con nieve acumulada entre montañas. Es un exceso que se acerca mucho al desatino, para algunos espectadores puede serlo. Pero por lo demás… la cuestión es que es entretenida. Y solo dura hora y media. Por lo que sus limitaciones y sus errores no cuentan mucho.

Ante una película sobre la que no esperaba gran cosa, al final salimos contentos por su grado de entretenimiento. No pasará a la historia del séptimo arte en una posición especial, ni creo que lo pretenda. Estamos en una de esas situaciones en las que, siendo las expectativas bajas, al verse alcanzadas o superadas, pues acabas contento. ¿Se puede recomendar? Pues para quien quiera un entretenimiento palomitero sin más, sí. Aunque tiene el problema de que este tipo de producciones son las que hoy en día van directamente al estreno en plataformas de contenidos en internet. Y quizá esto es lo que la penalice en la opinión de los espectadores, que esperan más por el dinero que pagan por una película, que no es poco.

Valoración

Dirección: ***
Interpretación: ***
Valoración subjetiva: ***

[Libro – historieta] Diente de oso – Yann y Alain Henriet

Literatura

En estos momentos, contando el de hoy, tengo tres libros por comentar. Y una película, a la que se sumará otra hoy, muy probablemente. Y cosas de televisión. Y algún rollo de fotografía recientemente revelado. Quedan dos semanas para principio de año, y los últimos días del año dedico este Cuaderno de ruta a realizar un repaso fotográfico del año. En fin… que tengo que ir adelantando tarea, o voy a estar varios días en 2023 hablando de cosas del 2022, más allá de algunos repasos que hago habitualmente en cine y literatura. Así que de forma excepcional voy a hablar de libros un domingo.

En el verano de 2018, visité el Museo Dornier de aviación de Friedrichshafen, en el sur de Alemania. Esto invitado a volver por la zona. Quizá para Semana Santa. Ya veremos.

Cuando fui a comprar el último Corto Maltés del que os hablé esta misma semana, me llamó la atención un volumen recopilatorio de seis álbumes dedicados al final de la Segunda Guerra Mundial. Y uno de los motivos por los que me llamó la atención es porque el guionista de estas historietas es el francés Yann, un veterano escritor de quien en su momento leí algún Lucky Luke, algún Spirou y alguna otra cosa en la que ahora no caigo. Así que a pesar de lo voluminoso y pesado (en kilogramos) que resultaba, no me gusta cargar con peso cuando leo, me animé y lo compré. La ilustración del volumen corre a cargo del belga Alain Henriet. El color se debe a Usagi (Patricia Tilkin), la esposa de este último

Los seis libros reunidos en un único volumen recorren la peripecia de tres amigos de la infancia criados en la Silesia alemana de entre guerras, dos de ellos alemanes étnicos y el tercero judío polaco. Los dos alemanes se ven atraídos por el populismo del nazismo hitleriano, mientras que el judío, obviamente lo teme y lo critica. Los tres son fanáticos de la aviación. Ya de adulto, encontramos al judío luchando en la guerra del pacífico contra Japón en la fuerza aérea de Estados Unidos. Por una confusión, es confundido con un espía nazi. Para rehabilitarse tendrá que aceptar una misión de comando y espionaje en la Alemania de la debacle final de 1945. La chica se ha convertido en un as de la Luftwaffe, como piloto de pruebas, admirada por el propio Hitler. Y el chico alemán parece que murió en algún momento de la adolescencia. Pero nada es lo que parece.

La historia se cuenta en flashbacks. El tiempo actual es el año 1945, mientras que de vez en cuando se retrocede al momento en que los chicos eran adolescentes en los años 30 y ansiaban en aprender a volar mientras Hitler llegaba al poder. Así, iremos conociendo la realidad de lo que pasó con cada chico poco a poco, al mismo tiempo que avanza la historia en el presente de la historia. En los primeros volúmenes me interesó bastante, puesto que parecía que iba a presentar con realismo esos últimos meses de contienda en Europa. Pero poco a poco deriva en una historia del gusto de los aerotrastornados, una ucrania en la que wunderwaffe nazis, las armas que iban a decidir la guerra a favor de Alemania, parecen realidad, especialmente en la aviación, con capacidad para amenazar incluso el territorio de los Estados Unidos. En ese momento, la historia empieza a desengancharme, y aunque empecé leyéndola con ritmo y ganas, luego me siguió seguir adelante y terminarla. No es una mala historia, está bien escrita y muy bien ilustrada, simplemente que no es un tema que me interesase gran cosa. Como defecto tiene que cae con frecuencia en tópicos sobre la maldad nazi que ya cansan. Como si la realidad tal como fue no fuese ya lo suficientemente mal.

Al final, queda abierta la posibilidad a que haya aventuras futuras de los protagonistas en la posguerra mundial. Probablemente con los soviéticos como enemigos. No lo sé. Ya veremos. Y en principio, no me planteo estar al tanto para seguirlas.

[Cine] Sully (2016)

Cine

Sully (2016; 582016-0811)

Debatiéndonos estuvimos entre si ser fieles a nuestra costumbre de ir a ver todos los estrenos del veterano director Clint Eastwood o si hacerle «boicot» por apoyar la candidatura del energúmeno ese. Tuvo la suerte de que estuviésemos erróneamente convencidos de que el energúmeno no iba a ganar. Porque al día siguiente, nos hubiéramos decidido por el boicot. Pero a lo hecho, pecho. Vamos a ver qué tal resultó la película.

Una película que nos narra un hecho conocido. Hace unos años, un avión de pasajeros de una línea nacional norteamericana que acababa de despegar del aeropuerto de LaGuardia, se vio obligado a amarar en el río Hudson sobre su panza tras un fallo de motores consecuencia del impacto de una bandada de aves. Sorprendentemente, ninguna persona murió, y las heridas fueron relativamente leves. Todo el mérito se lo llevo el comandante del avión, Chesley Sullenberg, conocido como «Sully» y que es interpretado en la película por Tom Hanks, junto con su primer oficial Jeff Skiles (Aaron Eckhart).

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Nueva York, sus aeropuertos y el Hudson, ¿qué otras fotografías podría poner hoy?

El punto de vista de la película es el de contarnos la investigación subsiguiente, en el que la comisión encargada tiene que descartar que tal amerizaje fuese una acción imprudente ya que quizá el piloto pudo tener margen para llevar al avión a un aterrizaje de emergencia en uno de los varios aeropuertos que rodean Nueva York, con menos riesgo para las personas a bordo. Algo, que si lo piensas bien, es bastante razonable investigar.

Pero Eastwood propone ideología en la película, bajo el principio de los conservadores norteamericanos de que el hombre es lo que importa y que el estado con sus organismos es una lacra e injusto. Se me ocurren muchos ejemplos para indicar que estos no es así, que muchas  veces los accidentes tienen un componente de error humano en sus causas, y que gracias a las sociedades organizadas y a los organismos reguladores, así como a las exhaustivas investigaciones tras los accidentes, estos son cada vez menos.

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Dejando a un lado el aspecto ideológico, Eastwood cuenta la historia utilizando un guión no lineal, desvelando progresivamente lo sucedido en aquellos angustiosos minutos, con gran habilidad, y manteniendo la atención del respetable en todo momento, a pesar del conocido desenlace de la historia. Mucho mérito también para el reparto, incluso en una poco aprovechada Laura Linney, que incluso aunque se limita a hablar por teléfono en sus intervenciones en la película, nos muestra hasta que punto es una gran actriz.

Película recomendable y muy estimable, cinematográficamente hablando, panfletaria, ideológicamente hablando. Cada uno que se quede con lo que quiera.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ***

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[Libro] Vol de Nuit

Literatura

Antoine de Saint-Exupéry es fundamentalmente conocido por Le Petit Prince (El Principito). Una obra que, llegado un momento dado, se ha convertido casi en un cliché, desvirtuándose sus líneas, sus párrafos, sus dibujos, por el abuso en contextos en los que pueden ser adecuados… o no,… son comprendidos sus mensajes… o no. Sin embargo, escribió más cosas, muy relacionadas con sus experiencias en el mundo de la aviación. Fue piloto, de hecho murió durante la guerra mundial en un misión pilotando un avión americano, y también gestor de las pioneras empresas de aviación que surgieron en los años 20. De aquí surgió esta novela corta que comento hoy.

Vol de nuit
Antoine de Saint-Exupéry
Editions Gallimard, 2010
Edición electrónica

Dedicaremos las fotos de hoy a la aviación. Si en el encabezamiento tenemos una vista del aeropuerto de Budapest a mi llegada en 2010, aquí tenemos el museo del transporte de la capital húngara en 1997.

Dedicaremos las fotos de hoy a la aviación. Si en el encabezamiento tenemos una vista del aeropuerto de Budapest a mi llegada en 2010, aquí tenemos el museo del transporte de la capital húngara en 1997.

La he leído en versión original en francés. Se puede encontrar una versión traducida al castellano como «Vuelo nocturno», que en ocasiones aparece en colecciones destinadas a adolescentes. No entiendo muy bien. Me parece muy bien que los jóvenes los lean, pero es un relato bastante adulto, que invita a reflexiones éticas. Porque lo que nos cuenta Saint-Exupéry son los acontecimientos de una noche en el conjunto de personas que conforman una empresa de aviación postal pionera en Argentina en los años 20 del siglo XX. Nos encontraremos a un joven piloto que ha de enfrentar el vuelo nocturno atravesando Argentina en una noche en la que una tormenta hace profundamente indecisa su llegada con bien a destino. Nos encontraremos al piloto que espera ansioso la llegada de los aviones postales de todo el cono sur antes de recoger el correo que habrá de llevar a Europa. Nos encontraremos a las jóvenes esposas, algunas recién casadas, de los pilotos, que esperan ansiosas el retorno de sus maridos. Un retorno que, en ocasiones, no se producirá. Y nos encontramos al patrón. El director de la empresa, que debe mostrar firmeza en las decisiones, que debe asumir los riesgos, que a veces parecerá inhumano ante sus pilotos y otros empleados.

En la entrada a otro museo del transporte, en Berlín, tenemos un homenaje también a la aviación. A los aparatos y pilotos que volaron en el puente aéreo durante el bloqueo soviético a la actual capital alemana en 1948.

En la entrada a otro museo del transporte, en Berlín, tenemos un homenaje también a la aviación. A los aparatos y pilotos que volaron en el puente aéreo durante el bloqueo soviético a la actual capital alemana en 1948 y 1949.

Dada la aureola de héroe romántico de la que siempre se ha visto rodeado Saint-Exupéry, hay tendencia en identificar al joven piloto que afronta la tormenta con una premonición del destino del autor, muerto en su avión en 1944 en un misión de reconocimiento en la guerra. Sin embargo, no es así. El alter ego del autor es el director de la empresa. Es el tipo antipático que tiene que tomar las decisiones difíciles. Como dice en un momento dado, quien tiene que ser duro con sus empleados precisamente porque los quiere. Y por el futuro de una aviación comercial en sus balbuceos.

Aunque menos conocido en nuestro país que Le Petit Prince, esta novela corta tuvo un gran éxito en su momento en todo el mundo. Emotiva, reflexiva, ética, a veces poética, nos sumerge en un mundo con un halo romántico efectivamente, pero sin dejar de poner los pies en el suelo de lo que nos está contando. A mí me ha gustado mucho, y la recomiendo. No es necesario ser un «aerotrastornado» para disfrutarla, ni mucho menos.

Para finalizar, el aterrizaje en septiembre de 2013 en el aeropuerto JFK de Nueva York, con el perfil de Manhattan en el horizonte.

Para finalizar, el aterrizaje en septiembre de 2013 en el aeropuerto JFK de Nueva York, con el perfil de Manhattan en el horizonte.

[Fotos] Usando una cámara «moderna» en el aeródromo de Monflorite

Fotografía, Fotografía personal

Ayer hacía referencia a las fotografías tomadas en el aeródromo de Monflorite hace 17 años, cuando un buen amigo se sacó su título de vuelo sin motor, con una cámara clásica, la Zeiss Ikon Contessa. Como comentaba ayer, aunque me llevé aquella cámara como diversión, yo tenía el encargo de hacer un pequeño reportaje, en diapositivas que se quedaría él, con una cámara «moderna». Entrecomillo lo de «moderna», porque lo era entonces pero han pasado unos cuantos años. Se trataba de la Canon EOS 100, cámara réflex para película tradicional que salió al mercado en agosto de 1991, y que yo compré en febrero de 1993. O sea. Hace 20 años. En cualquier caso, una cámara que en aquellos momentos tenía mucho de puntera, de innovadora. Canon tenía entonces un halo de marca innovadora que contrasta con su conservadurismo actual.

Canon EOS 100 con Sigma 28/1,8

Hace mucho que no uso la Canon EOS 100, que tengo guardada con un Sigma 28/1,8 montado, que tampoco uso por no ser compatible con las EOS digitales desde la EOS 10D hasta la fecha. Las fotografías que veréis están tomadas con un EF USM 28-80/3,5-5,6 y un EF USM 70-210/3,5-4,5. El primero hace años que lo cambié por algo mejor, aunque no era malo. El segundo lo conservo. Y tiene el problema, se nota en las fotos, que con el diafragma abierto del todo se oscurecen mucho las esquinas. A f/8 es excelente.

El caso es que estos días hemos estado intercambiando imágenes con aquel amigo piloto, que sigue siendo un excelente amigo, y nos hemos divertido recordando por correo electrónico aquellos días. Como las diapositivas, aunque las tiene él porque pertenecen a uno de sus días importante, las hice yo, las pongo aquí como mías. Tal y cual me las ha pasado él digitalizadas, con alguna reducción del grano/ruido y corrección del color. Las diapositivas, por su elevado contraste, son más difíciles de digitalizar que los negativos en color.

Un examen de vuelo sin motor

Con el tele a tope, el 70-210 a plena abertura viñetea bastante, como se puede ver en esta toma del momento del despegue del velero arrastrado por la avioneta.

Un examen de vuelo sin motor

Mucho más agradecido el 28-80 diafragmado a aberturas medias, como cuando aterrizó la avioneta de arrastre después de haber soltado al velero en altura.

Un examen de vuelo sin motor

El aeródromo de Monflorite a pleno sol era un lugar que podía hacerse duro; así que para hidratarse nada mejor que un invento genuinamente hispano, el botijo.

Un examen de vuelo sin motor

Terminando el examen, el velero se prepara para tomar tierra en Monflorite.

Un examen de vuelo sin motor

Después del examen, hubo tiempo para «estrenar» la recién obtenida licencia, con un velero uniplaza y más «molón»; recibiendo algunas instrucciones.

Un examen de vuelo sin motor

Y hablando por radio con el control de vuelo, para iniciar el despegue. Además del viñeteado mencionado, hay que decir que siempre tuve preferencia por una ligera subexposición en mis diapositivas, que a lo mejor marcan más esta característica del 70-210.

[Fotos] Usando una cámara clásica en el aeródromo de Monflorite

Fotografía, Fotografía personal

Hacia mediados de los años 90 me empezó a entrar el gusanillo de las cámaras clásicas. Afición que tardaría mucho en eclosionar, pero que de la que hoy disfruto. En 1995, Julio Álvarez de la Galería Spectrum Sotos de Zaragoza, donde hice los cursos de fotografía que me introdujeron en el mundo de la fotografía con cierta seriedad a principios de los 90, montó el certamen de fotografía Huesca Imagen, que se vino celebrando en la primavera oscense durante unos diez años. No sé exactamente. Había exposiciones, seminarios, cursos,… y en torno al 1º de mayo se organizaba una feria de material clásico y de ocasión. La mayor parte de quienes venían a vender eran franceses. Al principio se hacía en casetas en el bonito parque de Huesca, luego pasó a los porches de la Diputación, y finalmente en una iglesia en el Coso Alto, desacralizada, cuyo nombre ahora se me escapa y no lo encuentro en Google.

Zeiss Ikon Contessa

La Zeiss Ikon Contessa de la que voy a hablar a continuación en esta entrada.

Cuando asistí por primera vez en 1995 a la feria, me apetecía mucho tener alguno de aquellos venerables aparatos clásicos. Pero no tenía ni idea de cuál sería el adecuado. Así que me abstuve de comprar. Por aquel entonces, la editorial Omnicon (esta gente tiene una página web como si todavía estuviéramos en aquella época, en los 90) publicó la versión en castellano de Cómo coleccionar y usar las cámaras clásicas de Ivor Matanle. Y me lo compré. Y al año siguiente, nuevamente a primeros de mayo, en la feria, compré una Zeiss Ikon Contessa que desde entonces utilicé de vez en cuando. Tarde años, en decidirme a seguir adquiriendo y probando cámaras clásicas.

El caso es que a las dos semanas de la compra, un buen amigo se examinó como piloto de vuelo sin motor en el aeródromo de Monflorite, actualmente convertido en aeropuerto sin sentido de los que salpican la geografía española. Y me pidió que hiciera las fotos del evento. Con la Canon EOS 100 hice unas diapositivas que se quedó él. Pero con la Contessa hice unos negativos en color que ahora he recuperado. Y os enseño algunas de las fotos que hice con tan divertida cámara.

Aeródromo de Monflorite

El velero donde se realizaban los exámenes es arrastrado por la avioneta para ponerlo en vuelo.

Un examen de vuelo sin motor

Preparándose para el examen y para volar.

Aeródromo de Monflorite

Durante el tiempo que dura el examen, tomo algunas imágenes de otros bonitos veleros desplegados en el aeródromo.

Un examen de vuelo sin motor

El examen ha acabado y se comentan las circunstancias.

Un examen de vuelo sin motor

Una vez pasados los trámites, todo el mundo esta contento; es, prácticamente, una fiesta.

La probabilidad de morir en accidente aéreo

Política y sociedad, Viajes

Hace un par de meses, reunidos en una terraza tomando unas cervezas, salía a colación el tema del miedo a volar. En avión, se sobrentiende. La conversación derivó por diversos cauces. Y acabamos contando cuántos viajes en avión habíamos realizado a lo largo de nuestra vida. Quien más, no era capaz de hacer la cuenta. Por motivos de trabajo, lleva varios años volando todos los meses. Se ha convertido en una rutina. Quien menos, nunca. Tiene miedo a volar. Yo hice mis cuentas. En aquel momento eran 65 vuelos; 60 vuelos comerciales, 2 en avioneta y 3 en velero (vuelo sin motor). A fecha de hoy, hay que sumar 6 vuelos más; un total de 71, de los que 66 han sido vuelos comerciales.

Todo esto viene a colación del accidente que se produjo ayer en Barajas. Existen muchas ideas preconcebidas sobre el riesgo de morir en accidente aéreo. Ayer por la tarde, un piloto de una aerolínea afirmaba que era el medio de transporte más seguro. Si uno busca por internet, obtiene con facilidad la probabilidad de morir viajando en distintos medios de transporte. No he podido verificar la fuente original de estos datos que se repiten por la red de redes, pero supongamos que puedan ser razonables:

  • 1 de cada 237 personas morirá en accidente de coche.
  • 1 de cada 625 personas morirá en accidente peatonal.
  • 1 de cada 1.020 personas morirá en accidente de moto.
  • 1 de cada 4.910 personas morirá en accidente de bicicleta.
  • 1 de cada 5.051 personas morirá en acidente aéreo o espacial.
  • 1 de cada 104.113 personas morirá en accidente de autobús.
  • 1 de cada 156.169 personas morirá en accidente de tren.

El problema es que estas cifras, sin más información son falaces. Obviamente, el número de personas que viaja en coche o se desplaza entre dos puntos caminando es muy superior al que lo hace en un avión. Es difícil decir qué es más peligroso, sin más datos. Por otro lado, es muy probable que el número de personas que viaja utilizando el ferrocarril sea muy superior al de los que viajan en avión. Casi seguro que viajar en tren es más seguro. Con esos datos,… sobre los que me manejo con cierto escepticismo al no haber verificado la fuente original como ya he dicho.

Se ha propuesto que se utilice como referencia el número de muertes por hora de viaje y viajero. Pero el tema también es delicado a la hora de realizar comparaciones. En el medio aéreo, la mayor parte de los siniestros se producen en las maniobras de despegue o aterrizaje. Por lo tanto, la duración del viaje y la acumulación de horas de viaje y viajero subsiguiente no aumenta mucho el riesgo. Sin embargo, en los medios terrestres, si bien es cierto que la probabilidad de un accidente no es igual en todo el recorrido, la duración del mismo sí tiene una incidencia en el riesgo. Mal sistema para comparar. He encontrado alguna referencia que indicaría que el número de muertes por horas de viaje y viajero sería similar viajando en coche o en avión. No sé.

Otra propuesta es el número de muertes por millas recorridas. Es el indicador que viene en el artículo dedicado a los accidentes aéreos en la versión inglesa de la Wikipedia. Nos informa de que:

  • en los viajes en automóvil se producirían 0,94 muertes por cada 100 millones de millas recorridas,
  • en los viajes en ferrocarril se produciría 0,04 muertes por cada 100 millones de millas recorridas, y
  • en los viajes aéreos la cifra bajaría a 0,01 muertes por cada 100 millones de millas recorridas.

Según estas cifras, quedaría reforzada la opinión del piloto que ayer opinaba por la radio. El avión es el medio de transporte más seguro. Pero claro, volvemos a lo de antes, el riesgo de los viajes en avión se concentra en muy poquitas millas en cada vuelo.

Por otra parte, olvidándonos de las comparaciones, un tal Barnett nos dice (PDF; 102 Kbytes) que la probilidad de morir en un vuelo doméstico en el mundo desarrollado en el período que va entre 1990 y 1999 se situó en 1 de cada trece millones. Baja. Realmente baja. Para un vuelo internacional entre países del mundo desarrollado la probabilidad de morir se situó en 1 de cada seis millones. Más alta… pero baja. Realmente baja.

Seguir las noticias o las impresiones periodísticas de un accidente como el de ayer es realmente desalentador. El rigor de los medios a la hora de suministrar datos fiables es bajísimo. La tendencia al amarillismo, a golpear en los hígados y las tripas del espectador en lugar de alimentar su razonamiento, es abrumadora. Los gráficos están deliveradamente deformados para obtener un mayor impacto emocional… Si bastante emotiva y difícil es la situación, hay que reconocer que poco contribuyen los medios a introducir racionalidad. Y esa ha sido mi intención con esta entrada. Introducir un poco de racionalidad a la hora de analizar los riesgos de viajar en avión. O en otros medios. Y los riesgos son bajos. Que el miedo no os impida disfrutar de la vida y de los viajes.

La fotografía de hoy corresponde al Museo Alemán de la Tecnología en Berlín, en cuya fachada podemos ver un avión C-47, equivalente militar de los DC-3, de los que participaron en el puente aéreo para burlar el bloqueo soviético de la ciudad en 1948 y 1949. En esta operación aérea, los C-47 y los C-54 realizaron unos 150 millones de kilómetros. Como la distancia entre la Tierra y el Sol. Se produjeron 101 muertes. Aproximadamente, 1 muerte por cada 1,5 millones de kilómetros. Menos, puesto que hubo otros modelos de avión que participaron y también sumaron kilómetros recorridos.

Dewtsches Technikmuseum Berlin

(Fujifilm Finepix F10)

Llegamos a Polonia, primero nosotros, luego nuestras maletas, y vemos Varsovia

Viajes

Estamos en Polonia. Ayer, día 30 de junio, llegamos a Varsovia. El viaje fue muy tranquilo. La llegada menos. Debido al escaso intervalo para el cambio de avión en Munich, nosotro llegamos a la hora a Varsovia, pero nuestras maletas no. Todo se ha solucionado hoy, y podemos seguir normalmente el viaje. De hecho, tampoco ha afectado mucho a nuestro planes hasta ahora. Pero aprended la lección, queridos niños; un transfer de sólo 35 minutos entre avión y avión, es un poquito arriesgado.

La noche de nuestra llegada hicimos poco más que darnos un paseo nocturno por la capital polaca y tomarnos unas cervecicas. Como nos dieron algo de picar en el avión de Munich a Varsovia, prescindimos de la cena. Total, todo el día sentados, tampoco habíamos hecho mucho apetito.

Hoy ha sido más ajetreado. De entrada, en Varsovia hay tranvías, lo que siempre me gusta en las ciudades. Y por otro lado, he quedado impresionado cuando al salir del hotel lo primero que he visto ha sido la “Sala Kongresowa”. Yo que pensaba que era un cachondeo del Gran Wyoming,… y no existe de verdad. Estupendo.

Después ya turismo. Barrios viejos por aquí, barrios menos viejos por allá; saludar a cierta sirena por aquí, saludar a Nicolás Copérnico por allá. Hemos encontrado rincones majos, pero la ciudad no nos ha entusiasmado. No da para mucho, y las reminiscencias de la época comunista han dejado muchos edificios feos.

Por la tarde hemos dado un paseo por un parque estupendo, al sur de la ciudad, con un palacete de lo más mono, con sus esculturas, sus pavos reales y sus sátiros sujetando lámparas con el rabo. Ha sido muy agradable.

Después a cenar. En una concurrida y animada calle, Nowy Swiat. Y a dormir. Que mañana cogemos un tren hacia Gdansk. Ya os contaré si tengo ocasión.