Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Hoy, Londres, donde transcurre la novela, con una cámara fabricada cuando se escribió la novela, Zeiss Ikon Ikonta 521/16 con Ilford HP5 Plus.
Desde hace ya una década, por lo menos, es raro que haga relecturas. Hay demasiados libros en el mundo como para volver repetidamente a lo que ya fue leído. Lo curioso es que en mis primeras décadas de vida como lector no era infrecuente que volviese a leer libros que me habían gustado, o que sentía que precisaban más de una lectura para ser digeridos, o incluso libros que no me habían gustado demasiado pero que tenían un yo que sé, qué sé yo. Hace unos meses apareció como oferta a un precio ridículo la versión en libro electrónico de la más famosa obra de George Orwell, y la cogí. No sabia si la iba a volver a leer. Por tenerla. Porque es uno de esos libros que hay que tener. Al final la he vuelto a leer. Por lo menos 30 años desde la última vez que la leí.

La última vez que la leí, porque si no recuerdo mal, en mi juventud leí tres veces esta novela. La primera vez no tendría más de 16 a 18 años. Estaba en una colección de 100 libros que publicó la editorial Salvat por entregas. Más padrinos la tenían. Supongo que por iniciativa de alguna de sus hijas, mis tatas. Tato o tata es la forma en que en Aragón se llama al hermano o hermana mayor, pero también a figuras que ejercen una función social o familiar similar aunque no sean hermanos de sangre. Bueno, no sé si es exclusivo de Aragón, pero no he conocido personas de otras regiones españolas que lo hayan usado, al menos con la asiduidad que se usa por aquí. Creo que fui la persona que más libros leyó de aquella colección. Algunos varias veces. Como este. O la versión literaria de Arthur C. Clarke de 2001, una odisea del espacio. Entre otros libros muy interesantes. La segunda vez fue cuando se estrenó la adaptación cinematográfica de la novela, coincidiendo con el año del título, año en el que respiramos aliviados de no vivir en el mundo que Orwell imaginó. Tiempos de optimismo social y político en esta España mía, esta España nuestra que cantaba Cecilia. Dicen que en la versión original de la cantante decía esta España viva, esta España muerta, pero la censura fascista del régimen de Franco no la permitió. Pero ahí estábamos en 1984, optimistas porque creíamos que habíamos o estábamos dejando atrás ese fascismo.
La leí por tercera vez en torno a 1994 o 1995. Y por algún motivo, quizá por la crisis económica que siguió a la burbuja de los fastos de 1992, los primeros escarceos públicos con la corrupción de los partidos políticos, y la deriva hacia la derecha, todavía muy moderada, de los partidos políticos españoles, en aquella lectura sentí que había más cosas en el contenido de la novela de las que había percibido con anterioridad. Aquellos defectillos de la democracia española, que tenían su equivalente en la situación global tras el derrumbe de la Unión Soviética, la primera Guerra del Golfo y el desastre de las guerras de los Balcanes, fueron consolidándose y evolucionando. Y las primeras décadas del siglo XXI del que ya hemos consumido una cuarta parte, han puesto tristemente de actualidad los temas que la novela de Orwell trata. Quizá hoy no estemos ante los regímenes totalitarios que imaginaba el escritor británico a imagen y semejanza de los regímenes alemán y soviético de la primera mitad del siglo XX. Hoy en día los hermanos mayores… Bueno, lo tenía que decir. Big Brother no se debería haber traducido nunca al castellano como Gran Hermano. Esa es una expresión inglesa para hablar del hermano mayor de una persona. Pero el mal ya está hecho, y parece irremediable. Con las connotaciones diferentes que conlleva la expresión. Volviendo, los hermanos mayores de hoy en día no son misteriosos y distantes dictadores de aspecto más o menos estalinista. Nop. Hoy en día son plutócratas, dueños de grandes conglomerados empresariales que acceden al poder por sí mismo, o a través de marionetas que surgen en los partidos políticos tradicionales, cada vez más irrelevantes a la hora de proponer modelos de sociedad claros y de referencia para los ciudadanos de un país.

Pero lo que define una distopía, o dictadura, incluso si esta se disfraza de democracia, orwelliana, no es su carácter de régimen totalitario. Esa es la forma que toma en el libro de Orwell, porque estaba muy reciente la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial y alza de los totalitarismos nazi y comunista. 1984 fue escrita en 1949, que no se nos olvide. Lo que caracteriza la distopía/dictadura orwelliana es la alteración del lenguaje, la alteración de la historia, la alteración de la verdad. El concepto de verdad desaparece. La historia es la que se decide que sea, no lo que sucedió. Y modificamos el vocabulario y la forma en la que hablamos de forma planificada para ajustarlo al dogma político y social. Obsérvese que algunas de estas características abarcan a todo el espectro político de nuestros tiempos, no son exclusivos del sector más conservador populista del mismo como algunos creen. Y fíjense, los destinatarios de la represión, de la vigilancia y del control no es el conjunto de la población. Es la clase media de la distopía, los burócratas del partido único que curiosamente colaboran cotidiana y activamente a mantener el sistema, al mismo tiempo que arriesgan todos los días su vida simplemente si les da por pensar. O hablar en la lengua tradicional. Da mucho que pensar. La masa poco formada y obrera, si tienen una ración mínimamente suficiente de pan y circo… no es peligrosa. La élite es la élite… no hay más que decir. Es la clase media a quien hay que controlar. O quizá acabar con ella. Es ahí donde surgen los riesgos para los regímenes políticos. Entre los que piensan y tienen una educación, y un sentido crítico. Como decía, si superas la anécdota de la ambientación que propone Orwell, el libro da mucho que pensar.
No. No he hecho un resumen del argumento del libro. Para qué. Es muy conocido por quienes puedan tener interés en este relato. O es indiferente para la masa que no se interesa ni se interesará nunca por él. A pesar de todo, con los muchos defectos que tenía Orwell, un escritor, una persona llena de contradicciones internas, es un libro imprescindible. Que hay que leer al menos una vez en la vida. Aunque es de lo que quizá sea preciso leer más de una vez. Y que hoy, más que nunca, sigue estando de rabiosa actualidad, aunque no se lo parezca a muchas personas.


































