Con esta será la 18º ocasión en la que publico en mi Cuaderno de ruta mis 12 fotos para los 12 meses del año que se va. Bueno… son 13 fotos, porque uno de los meses está representado por un díptico.
Como de costumbre, no he buscado fotos representativas. Aunque alguna hay. Ni que fuesen las “mejores” fotos de cada mes, signifique lo que signifique eso. Simplemente, pequeños momentos, emociones, cosas que pasaron, o simplemente una foto que me había pasado desapercibida en su momento… Este año, también son todas digitales. Pero realmente, eso es algo que importa poco. Y en la entrada de ayer se pudo ver el equivalente a esta entrada, pero basada en la fotografía con película tradicional. Y en la de antes de ayer, el repaso a los viajes. Tradiciones personales para los fines de año. Que nunca son mi época favorita.
Y aquí van. Sin pies de foto explicativos. Simplemente, el mes en que fueron hechas las fotos. En esta ocasión, sólo una por mes.
Como viene sucediendo en los últimos años, la fotografía con película fotográfica tradicional es un componente importante, esencial diría yo, en la práctica de mi afición a la fotografía. Con una cámara para película fotográfica, especialmente las de cierta época y ergonomía, el ponerse a hacer fotos es inmediato. Sin las decenas de opciones que hay que configurar en una cámara digital. E inmediatamente te centras en la foto, y no en el chisme. En los últimos meses, además, he estado recuperando el uso habitual de alguna cámara, como la Nikomat FTN, que me ha procurado bastante satisfacción, a pesar de haberla usado aún con cierta timidez. Pero el placer que produce una cámara mecánica bien articulada y bien construida es inmenso.
Y por supuesto, como podéis ver entre estos párrafos, no he descuidado la fotografía instantánea, tanto en su versión Polaroid como en su versión Fujifilm Instax. Como ya comentaba en años anteriores, la Instax es una película muy superior, pero sus cámaras son una porquería, mientras que Polaroid tiene una pelicula que es muy mala, pero que luce mucho mejor porque tiene mayores dimensiones. Este año he usado más la Instax que la Polaroid. Prima la previsibilidad y la calidad del soporte sensible sobre el tamaño de la copia final.
Antes de hacer un rapaso mes a mes del año os recordaré que mi actividad en fotografía instantánea la podéis encontrar en @carlos.carreter.instant, y que el resto de actividad fotográfica con película tradicional está en @carlosenplata. Y que suelo comentar mis experiencias fotográficas, tanto las exitosas como los fracasos en una nueva plataforma, Substack y Carlos en plata. Probablemente abandone, y pierda las plataformas que usaba antes. Pero bueno, lo que importa es el presente hoy en día en las redes. Si puedo, recuperaré cuanto pueda. Pero no puedo asegurar nada. Así que vamos con un repaso, mes por mes.
Enero – Pentax MX con 50 mm f1.4 y Kodak Portra 400. Varias fotos podrían haber representado este mes, pero he optado por una imagen eminentemente invernal, de la que creo que fue la única nevada de este año en Zaragoza, que duró unas poquitas horas.
Febrero – Nikomat FTN con 50 mm f1.4 y Lomochrome Color ‘92. Un mes un poco anodino, en el que empecé a fotografiar las flores de primavera. Pero opto por representarlo con un paseo en el que me encontré con los ensayos para Semana Santa, y fui acabando las películas más o menos experimentales que me hicieron llegar el año anterior desde Alemania.
Marzo – Pentax MX cn 50 mm f1.4 y Harman Phoenix. A finales de 2023, Harman, el fabricante de las estupendas películas Ilford para negativos en blanco y negro, sacó al mercado una película en desarrollo para negativos en color. No estoy muy convencido con ella, pero los resultados que obtuve en las recreaciones históricas de los Sitios de Zaragoza no estuvieron mal.
Abril – Ondu Pinhole 612 Multiformat con Lomography Potsdam Kino 100. Abril suele estar marcado por la celebración del Día Mundial de la Fotografía Estenopeica a final de mes. Este año fue una celebración colectiva. Las Instax en blanco y negro del principio, también son de ese día.
Mayo – Pentax MX con 40 mm f2.8 y Kodak ProImage 100. Dediqué varias sesiones fotográficas este año al barrio zaragozano de La Cartuja Baja. Esta fue la primera de ellas.
Junio – Pentax Spotmatic SP con Takumar 35 mm f2 y Fujifilm 200. Tengo una pequeña colección de objetivos con montura de rosca M42. Pero los usaba adaptados sobre otras monturas. Quería una cámara con montura M42 nativa de buena calidad. Y al final encontré una en buen estado y a precio muy razonable. Que los precios de las cámaras para película fotográfica han subido mucho. ¿Demasiado?
Julio – Fujifilm GS645S Wide 60 con LomoChrome Color ‘92 Sun Kissed. A pesar de que no tenía muchas ganas de probar muchas películas “experimentales”, que suelen ser malas, me llegó un lote de una variante de las del año anterior. Probablemente más debida a la variabilidad mal controlada del proceso de fabricación que a una búsqueda específica de unas determinadas cualidades en la emulsión sensible. En las primeras horas de las mañanas de verano funcionaba bien.
Agosto – Fujifilm GS645S Wide 60 con Ilford SFX 200 y filtro Hoya IR72. La fotografía en el infrarrojo cercano es una clásico del verano. No hice mucha, pero no faltó. Para el próximo verano, tendré que volver a comprar película. No me quedan reservas.
Septiembre – Plaubel Makina 67 con Kodak Gold 200. Dos propósitos me hice para el tramo final del año. Uno de ellos, usar con más frecuencia esta estupenda cámara de formato medio, y disfrutar de la excelente calidad de sus negativos. Tradicionalmente, he usado más la GS645S, de la que ya habéis visto ejemplo, porque es más ligera de llevar y rápida de usar.
Octubre – Plaubel Makina 67 con Lomography Potsdam Kino 100. Al realizar dos viajes en octubre, no hice mucha más fotografía. Pero insistí en el uso de la Makina 67, esta vez con paisajes arbóreos en las riberas del Ebro.
Noviembre – Nikomat FTN con 50 mm f1.4 y Kodak Ektar 100. El otro propósito del tramo final del año fue revitalizar el uso de esta robusta cámara mecánica de Nikon. Y la verdad es que he empezado a cogerle más cariño. Siempre lo ha tenido difícil al competir con la ligereza y comodidad de la Pentax MX.
Diciembre – Pentax 17 con Lomography Potsdam Kino 100. El buen papel que hizo durante los viajes al norte de Alemania y Singapur mi Olympus Pen EE3, cámara de medio fotograma, hizo que mis compañeras de viaje habituales quisieran que compartiésemos la propiedad de una cámara de este tipo más moderna y con más posibilidades de adaptación a las circunstancias. Yo no era muy partidario, pero encontramos una buena oferta y la compramos en condominio. De momento bien. En general. Con sus pequeños defectos, que confirman mi impresión de que su precio de venta al público oficial es exageradamente elevado. Pero como la conseguimos bastante más barata, pues tiene un pase.
Llegamos al final de 2024. Un año… que, en lo que se refiere a viajes, no ha estado mal. Ya el 2023 marcó una recuperación muy clara a los niveles anteriores al nefasto 2020. Y comienza el repaso de fin de año, fundamentalmente un repaso fotográfico, que es lo que me apetece, como de costumbre desde hace ya un buen montón de años en este Cuaderno de ruta. En mi carpeta con fotografías de viaje he registrado dieciocho subcarpetas, es decir, dieciocho viajes de mayor o menor duración. Van desde la excursión en el día a algún pueblo aragonés, incluso de la propia provincia de Zaragoza, en cuya capital vivo, hasta algún viaje intercontinental saltando al otro extremo del continente euroasiático durante una o dos semanas. Así que mi concepto de lo que es viajar con la cámara al hombro es muy amplio. Así que sin más, vamos con el repaso. Con fotos.
Desde que estrenaron esta película, hace ya bastantes semanas, tuve una sensación ambivalente. Todas las referencias que venían desde la crítica ponían muy arriba este largometraje dirigido por Sean Baker. A lo que hay que añadir la Palma de Oro en el festival de Cannes. Pero al mismo tiempo, lo que escuché o leí sobre su trama, no me atraía mucho. Últimamente me cuesta mucho ir al cine para ver películas sobre determinados temas. Estoy en una época donde me atraen las cosas ligeras. Y luego se añadió los malos horarios para ver la versión original de la película. Ya he mencionado en alguna ocasión que, a estas alturas de mi vida y de la película, me niego a ver productos adulterados por doblajes chirriantes. Que son la inmensa mayoría, la práctica totalidad, por mucho que presuma la industria de la «excelencia» del doblaje en España. Chorradas. De verdad que perpetran unas calamidades dignas de ser calificadas crímenes de lesa humanidad.
Al final, y en el tiempo de descuento, encontramos un momento para ver la película. Y he de decir que… ¡menos mal! Porque lo pasamos estupendamente. Vamos a ver… ¿Os acordáis de Pretty Woman? ¡Cómo no! Favorita de tantas mujeres… ¡tan romántica! Porque claro. Parece que el súmmum del romanticismo es ligar con un multimillonario putero que te lleva de compras por las tiendas más caras de la ciudad. «Romanticismo» puro y duro. Una de las películas más absurdas e hipócritas que he visto en mi vida, producto de la corrupta moral materialista del reaganismo y de la cultura yuppie. La mujer como un producto de consumo más para los profesionales jóvenes, exitosos y con dinero. Y el personal femenino encantado con ello. Aquella película es una demostración de que el feminismo lo tiene muy crudo para triunfar… entre las mujeres. Pues bien, la película de hoy es una pretty woman agarrada crudamente a la realidad.
En Nueva York, la joven y guapa bailarina de strip-tease (Mikey Madison), que afirma no ser una prostituta, pero que no duda en subirse al carro de realizar sexo por una tarifa adecuada, viviendo en sí mismo en una profunda contradicción de valores, que un día conoce al heredero de un oligarca ruso (Mark Eydelshteyn) que la contrata durante una semana, al final de la cual se han «enamorado» y se han casado en Las Vegas. O suenan los parecido ¿verdad? Pero cuando la familia de él se entera y manda a dos individuos, un «solucionador» (Karren Karagulian) y un secuaz (Yura Borisov), para que resuelva la situación, anulando el matrimonio, el cuento de cenicienta que se había montado Anora, la protagonista, saltará por los aires.
La película está rodada en clave de comedia. Falsa comedia romántica, donde el happy end, si es que existe un happy end, aun lo estamos discutiendo, llegará por donde menos te lo esperas. Bueno. Sí que te lo esperas. Esa parte es relativamente previsible conforme va avanzando el metraje de la película. La cuestión es que la película funciona con ritmo, con un guion trazado con tiralíneas para que la trama avance continuamente, para superar con nota el hecho de que cuando apenas termina el primer acto, ya nos ha contado lo que se nos cuenta en otras comedias románticas, el chico conoce chica (o viceversa), atraviesan diversas peripecias y acaban juntos, para entrar en la realidad que no se cuenta en la comedias románticas. Lo que viene después, cuando se pasa la resaca de sexo, alcohol y drogas y llega la realidad. Y a pesar de ello, mantiene la condición de comedia.
Madison está estupenda, al igual que los dos sicarios, el «solucionado» y el secuaz. Entre los tres cargan con la mejor y más enjundiosa parte de la película. Excelente reparto, poco conocido, y que sin embargo deja en ridículo a los repartos de campanillas de otras películas que hemos podido ver últimamente, que basan su tirón en los nombres, pero olvidándose de contar (bien) una historia que interese. Un pecado que comenten fundamentalmente las plataformas de contenidos en línea. En fin. Una película muy recomendable. Y en un año donde cuesta encontrar películas que te emocionen de verdad, tengo una sensación de bajón cinematográfico tremendo, no me extraña que cuente en las quinielas para los premios de campanillas.
En el puente de la “Inmaculada-Constitución” teníamos prevista una visita a Morata de Jalón. Viaje en tren por la mañana y vuelta a primera hora de la tarde. Recorrer algún paisaje y tomar un aperitivo en casa de alguien. Pero la promotora de la excursión enfermó y se suspendió. Todavía no se encuentra en condiciones de replantear la cosa.
El tema es que yo, en mis veintitantos, en varias ocasiones acampé en las Torcas de Morata de Jalón, una zona muy querida por los aficionados a la escalada. Yo nunca escalé, pero por allí acudí a pasar algún fin de semana. Tenía ganas de revisitar un lugar que, desde entonces, sólo había entrevisto fugazmente desde la ventanilla del tren. Y últimamente ni eso, porque el tren de alta velocidad no pasa por allí.
Así que, disponiendo de una mañana libre ayer, cogí el tren a las nueve menos cuarto de la mañana en Miraflores, para volver en otro que salía de Morata de Jalón a las dos de la tarde, de modo que a las tres y media ya estaba en casa, dispuesto a hacer otras cosas.
Un conocido se apuntó. He hicimos una ruta circular. Saliendo de Morata de Jalón, nos dirigimos por la margen derecha del Jalón hasta las Torcas, donde cruzamos el río a la altura de la escuela de escalada, y volvimos por Chodes, que también visité hace unas semanas, y de allí a Morata de Jalón cruzando el Jalón por el puente de Capurnos. Sobre lo fotográfico de la excursión, hay poco que destacar, pero lo poco que hay, lo menciono en Carlos en Plata.
Hoy la cosa va de animación. Está acabando la temporada de otoño, el último trimestre del año, de la animación japonesa. Y ya tengo varias series pendientes para las próximas semanas o meses. Poco a poco iré comentándolas. Pero hoy voy con animación no japonesa, y también con algunos animes que he podido ver en Netflix. Todo bastante entretenido. Bien.
No soy especialmente aficionado al universo Star Trek. Lo he comentado en alguna ocasión. Si la serie original tiene sin lugar a dudas un lugar en mi corazoncito, las películas que en los años 80 volvieron a poner este universo en el candelero siempre me parecieron tirando a cutres, al igual que muchas series posteriores. No es que la original no lo fuera. Pero oye. Que eran los años sesenta del siglo XX. Nada que comenzase en los años sesenta del siglo XX es cutre. Alguna cosa… tal vez. Pero en ganeral, nada. Muy pocas cosas, me han gustado después del universo trekkie. Algunas ha habido. Por lo menos durante un tiempo. Otras las he aborrecido. Por ejemplo, a Picard. No me refiero a la serie. Al personaje. Aborrezco a Picard. Pero he aquí que hay una serie de animación que he visto entera y con la que lo he pasado bien. Star Trek: Lower decks ha llegado a su quinta y últimas semana. Los oficiales de las cubiertas inferiores, de baja graduación, de una anodina nave de la Federación, la Cerritos. Destinada a hace el «primer» segundo contacto. Es decir, las misiones menos glamorosas. Una premisa original, unos guiones dinámicos, unos buenos diálogos, y personajes con los que puedes empatizar, sin tomarse a sí mismos demasiado en serio, han bastado para que me reconcilie durante esas cinco sesiones con este universo. Que a veces se toma demasiado en serio a sí mismo, con demasiada filosofía buenista, facilona y de baratillo. Ha estado bien mientras ha durado.
Las naves de la Federación surcan la Galaxia explorando nuevos mundos, otros mundos. Y uno de los géneros más populares de la animación japonesa es el isekai 異世界, las aventuras en otro mundo. Y un isekai que podéis encontrar en Netflix y que me parece muy divertido es Kage no Jitsuryokusha ni Naritakute! (陰の実力者になりたくて!, ¡Quiero ser un poder en la sombra!), conocida en ingles como The eminence in the shadow. El protagonista es un adolescente que, después de salvar a una compañera de uno secuestradores que además pretendían violarla, acaba palmando y renaciendo en un universo paralelo, una mezcla de fantasía mágica con algo de steam punk, un mundo mezcla de mundo de cuento de hadas, harripoteresco y siglo XIX. Y allá, voluntariamente, aparentará ser una mediocridad, al mismo tiempo que creará una hermandad femenina para controlar el mundo y derrotar a los villanos desde el anonimato, desde las sombras. Es muy dinámica y bastante divertida. Con mucha acción. Aunque no hay emoción sobre el resultado de los distintos arcos argumentales. Sabes que al final gana el protagonista con sus chicas de orejas en punta y pechos enormes. Sí. Hay bastante fan service, aunque no demasiado grosero. Pero es una mezcla de genio y… bueno, al final no sabes si consigue las victorias por su poder y su previsión,… o por casualidad. El caso es que es divertido. He visto las dos temporadas. La primera, de 20 episodios, lleva un tiempo en Netflix. La segundas, de 12, llega el lunes que viene. Aunque ya la he visto por otro lado. Se cierra con un guiño a una probable tercera temporada.
Y finalmente, Dandadan ダンダダン, adaptación a serie de animación de una serie de manga de la que ya os he hablado. Os recuerdo la cosa. Hace un par de años por estas fechas, en el Centro de Historias de Zaragoza, había una pequeña exposición, una pared del centro, dedicada al proceso de creación del manga del mismo título, creado por Yukinobu Tatsu. Por aquel entonces se publicaron los dos primeros tankobon del manga en su traducción al castellano. Y se los regalamos al chaval preadolescente de unos amigos. Años atrás habíamos empezado a regalarle a la hermana mayor otro cómic, con éxito. Y el igual que me sucedió con aquel cómic, también he ido tomando prestado los tankobon de Dandadan, por lo que he ido siguiendo la saga de aventuras ilustradas. Dos compañeros de clase, Momo, una chica que cree en espíritus, pero no cree que existan los extraterrestres, y Okarun, un chico firme creyente de los extraterrestres, que cree que los espíritus son una patochada. Por supuesto, acabarán en una desenfrenada sucesión de aventuras contra espíritus y extraterrestres, a un ritmo desaforado. Y de eso va la serie. Es cierto que en los primeros episodios se me hizo raro, porque me había imaginado la serie, las voces y los estilos de otra forma, pero una vez acostumbrado, es el mismo tipo de diversión. Acción desaforada, pero con su corazoncito. Por lo que sé, la primera temporada ha sido un éxito a muchos niveles. Y ya se ha anunciado la segunda para el verano. La primera temporada adapta los primeros cuatro tankobon del manga. Yo ya voy por el decimotercero traducido al castellano. En japonés, en enero se publicará el decimoctavo. Creo.
Hace 30 años, en 1994, un buen amigo que ya no se encuentra entre los vivos me prestó durante un tiempo una Nikomat. Comprada en Japón. No recuerdo el modelo exacto. A partir de ahí, nunca volví a usar cámaras Nikon.
Hasta que en ese 2017, cuando decidí adquirir por un precio ridículo, también en Francia, la Canon EOS 650 para celebrar el 30º aniversario del sistema EOS, tuve la ocasión de adquirir la Nikomat FTN. Y el recuerdo sentimental de aquel amigo desaparecido y el tiempo que pasé con su cámara japonesa, me llevaron a comprarla. También por un precio ridículo. Hoy en día veo que se venden, en tan buen estado como la mía, por un precio hasta cinco veces superior.
El caso es que en estos siete años la he usado muy esporádicamente. Recientemente he decidido reactivarla, y darle más oportunidades. Porque realmente es un delicia operar con ella. Sólo tiene un problema; es considerablemente más pesada que otras similares de la época en prestaciones y funcionalidad. De momento, os cuento un poco de la cámara en una publicación de Carlos en plata. Y allí, y aquí, os dejo algunas fotografías de ejemplo realizadas con ella.
Me encontré de oferta hace un tiempo esta novela del maestro polaco de la ciencia ficción, Stanisław Lem (léase stanisuaf lem). No recordaba haberlo leído y lo cogí. Luego tardé un tiempo en leerlo. Siempre se colaban con preferencia otras lecturas. Hasta que hace unas semanas decidí que ya tocaba. Me pasó una cosa. Cuando comencé a leerlo, de repente, sentí como si me fuese familiar. No sería la primera vez que he leído un libro pensando que era la primera vez y luego me he dado cuenta de que ya lo había leído con antelación. Incluso con libros que me han gustado, como el reverenciado en los enlaces anteriores. Sin embargo, conforme avancé la historia, me resultó menos familiar… con lo que,… no sé. Desde luego no está reseñado en el Cuaderno de ruta con antelación. Pero puedo haberlo leído en mi juventud, cuando era ávido lector de aventuras espaciales.
Polaco el escritor de la novela, nos paseamos por Varsovia, con vistas al «Palacio de la Ciencia y la Cultura», construido a imagen y semejanza de la estalinista Universidad Lomonosov de Moscú.
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Hay un género dentro de la ciencia ficción que se ha hecho relativamente popular en las últimas décadas. O no tan últimas, si consideramos Alien como un antecesor claro que ha inspirado tantas otras historias. Sí. Hablo de las amenazas ocultas en la exploración espacial, bien en forma de monstruos aterradores, como el ya mencionado, bien por formas biológicas carentes de inteligencia, pero muy agresivas. Y así, la historia de una tripulación amenazada por una de estas amenazas biológicas o pseudobiológicas es casi un clásico. Y a eso se enfrentan los tripulantes de la nave espacial El invencible. Narrada desde el punto de vista del primer oficial de la nave, esta ha aterrizado en un planeta en el que se perdió una gemela que iba de exploración. La encontrarán, con la tripulación muerta, menos un hibernado, que ha perdido la capacidad de razonar y tiene la mentalidad de un niño pequeño. Pronto observarán que la biología del planeta se limita a los mares. En tierra, algo compitió contra los seres biológicos. Una evolución de las máquinas que un antigua civilización ya desaparecida alguna vez construyó. Y la tripulación de El invencible corre el riesgo de sufrir los ataques de estos seres no biológicos, no inteligentes, pero evolucionados y agresivos.
El concepto de vida tiene muchas definiciones. Pero hay dos que me gustan, una desde el punto de vista desde la termodinámica, y otra la que aplica de forma operativa la NASA para sus misiones. Ambas están mucho más relacionadas de lo que a los más profanos en ciencias les parecerá. Citando la Wikipedia, «termodinámicamente, la vida ha sido descrita como un sistema abierto que utiliza gradientes en su entorno para crear copias imperfectas de sí mismo. Otra forma de expresar esto es definir la vida como un sistema químico autosostenido capaz de someterse a la evolución darwiniana». Pues bien, Lem explora en esta novela de 1964, sesenta años hace, el concepto de sistemas capaces de sufrir una evolución de carácter darwiniano, pero no basados en sistemas químicos autosostenidos, sino en otros tipos de procesos físicos. Y hace todas esas décadas ya exploraba conceptos de nanotecnología y de máquinas minúsculas adaptables y reconfigurables según las necesidades del sistemas. Elucubraciones de ciencia ficción dura, a las que se asocia la angustia de una misión que no acaba de ir bien… que corren el riesgo de que acabe mal, muy mal.
Lem es un valor seguro. Me da igual si tal vez leí o no leí esta novela en mi juventud. Lo que estoy segura es que, años más tarde, probablemente esté en mejores condiciones para comprender el alcance y la profundidad de la propuesta del escritor polaco que cuando tenía 20 años. En el intervalo de tiempo que media, he leído y estudiado mucho que me permite tener una visión más amplia y completa de lo que narra este libro, más allá de la aventura en la que la mayor parte de los lectores quizá se queden. Muy recomendable.
Tenía curiosidad sobre esta película británica estrenada directamente en plataforma de contenidos en líneas, Netflix para más detalle. Conocía la historia porque ya hace un tiempo la leí. Aunque el éxito de la primera reproducción asistida fue celebrada por todo el mundo, lo cierto es que hubo muchos que se opusieron a la misma. Y además, tardó mucho en reconocerse el papel de la enfermera que participó más activamente en el proyecto. Así que decidí que, en cuanto tuviese la oportunidad, vería esta película que adapta la historia, dirigida por Ben Taylor.
En realidad, lo esencial del argumento ya lo he dicho. Es la historia de cómo se llegó al nacimiento de la primera niña que fue concebida mediante reproducción asistida; la bebé probeta, como se popularizó entonces. Creo que ahora ya no se estila esta denominación. Afortunadamente. La película se centra en la figura de Jean Purdy (Thomasin McKenzie), una enfermera que trabajó mas bien en el proyecto como técnico de laboratorio, y que sufrió una serie de vaivenes en los aproximadamente diez años que les costó llegar, con algún parón incluido. Por ejemplo, el que dedicó Purdy al cuidado de su madre enferma. También incide mucho la película en la compleja relacional de Purdy con su madre, persona extremadamente religiosa, que rechaza el proyecto. Marginalmente se habla de las ambiciones políticas, fracasadas, de Robert Edwards (James Norton), el biólogo que fue realmente el padre de la cuestión, y que recibió el premio Nobel en 2010. Sus colaboradores, el ginecólogo Patrick Steptoe (Bill Nighy) y Purdy no lo recibieron. Se dice que porque habían fallecido. Steptoe ya era mayor cuando participó en el proyecto. Y Purdy murió muy joven, antes de cumplir los 40 años, pocos años después del éxito en el proyecto, por un melanoma.
Básicamente, la película es una reivindicación de la figura de Purdy. Durante muchos años, en la placa que conmemora el evento en el hospital donde se realizó, sólo se rememoraba a Edwards y Steptoe. Y durante años, Edwards peleó para incluir a Purdy. Tal y como se presenta en la película, sería lógico tal homenaje. Pero hay que considerar que todos los proyectos de investigación diferencian entre el personal investigador y el personal técnico que colabora con el proyecto. Desde el punto de vista científico, el personal investigador, quienes formulan la hipótesis, la desarrollan y la prueban, son quienes realmente detentan la autoría. No es difícil ver que muchos podrían ver a Purdy como parte del personal técnico del proyecto. Eso habría afectado también a las posibilidades de que Purdy fuera reconocida con el Nobel en el caso de que hubiera estado viva. Pero ya digo, tal y como se presenta en la película, con las aportaciones que hace, sí que debería considerarse como personal investigador. En el Nobel por el aislamiento de la insulina con fines terapéuticos también hubo alguna polémica por el reconocimiento o no de alguien que parece que tuvo una simple labor de ejecución técnica. En los de la insulina no hubo mujeres. Que se sepa. Porque ese es un elemento de confusión añadido en el reconocimiento de los méritos científicos.
En cualquier caso, la película es correcta en su factura y su presentación. Más bien clásica y sin especiales riesgos. Desarrollo lineal de la historia, técnicamente correcta, típica realización de artesano más que de autor. Eficaz, sin más. El principal atractivo de la película, aparte de lo que pueda interesar la historia, es la interpretación de sus protagonistas. McKenzie lleva el peso de la película, y lo hace muy bien. Resulta convincente, como una mujer en la fase de transición social de finales de los años 60 y los 70 en la que el feminismo, aunque no se hable de ello, surge en la conciencia de muchas mujeres. Son muy interesantes las interacciones con Joanna Scanlan, que interpreta a la madre de Purdy. Norton tiene que apechugar con un personaje que permite poco brillo, pero de forma correcta, y Bill Nighy siempre se convierte de una forma un otra en el alma de la fiesta.
En su conjunto, una película correcta sin más, pero que tiene alicientes suficientes para que los suscriptores de la plataforma le dediquen un par de horas durante estos días festivos del fin de año. Al fin y al cabo, esta gente inició un camino que ha permitido a muchas muchas muchas mujeres acceder a una maternidad que les hubiera estado vedada de otra forma.
Comenté ya hace unos días el viaje en el día a Barcelona que hice el 10 de diciembre último. Los habituales de estas páginas saben que suelo llevarme a los viajes, además de alguna cámara digital, alguna cámara con película fotográfica tradicional. A Barcelona me llevé dos cámaras para película fotográfica; una para negativos en blanco y negro y otra para negativos en color. Esta última en periodo de pruebas.
Todavía tardaré un tiempo en mostrar los resultados de los negativos en color. Pero los negativos en blanco y negro los tengo disponibles desde hace unos días. No son los que mejor me han quedado en estos viajes. Algo (o muy) subexpuestos. Lo explico con más detalle en Carlos en plata. Aquí os dejo una selección de los que más me gustan.
Película francesa hablada mayoritariamente en español de Méjico y en inglés, y que por lo tanto ha llegado en una única versión, que es la original, al ser el principal idioma de la película el castellano al estilo del otro lado del charco. Dirigida por el siempre interesante Jacques Audiard, tuvo mucho éxito en los festivales de primavera, especialmente en Cannes, y llega a la recta final de la temporada de premios con diversas opciones para los Golden Globes y los Oscar. Absurdamente calificada en más de un sitio como comedia musical, es un drama/melodrama con tonos trágicos. Eso sí, musical. Pero es obvio que en estos momentos el mundo del comentario cinematográfico, en todos los medios, está lleno de voceras sin criterio.
No tengo fotografias de Méjico. Pero la mujer y los hijos del personaje protagonista se refugian durante unos años en la ciudad suiza de Lausana. Así que pasearemos por las calles de esta privilegiada ciudad a orillas del lago Lemán.
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Audiard, basándose en un personaje de una novela de Boris Razon, nos cuenta la historia de un peligroso capo (Karla Sofía Gascón) de un cártel de la droga mejicana que, harto de su vida, decide retirarse. Y para ello contrata a una abogada harta de su trabajo (Zoe Saldaña), para que le ayude a cambiar de sexo y desparecer, ya que el siempre se ha sentido una mujer, aunque nunca ha podido manifestarlo en el medio en el que ha vivido. Ahora, cuando el dinero no es un problema… va a dar el paso. Aunque suponga tener que separarse de su mujer (Selena Gomez) y su hijos. Pero la añoranza de sus hijos le hará volver a la escena, lo que desencadenará un cambio aun más dramático en su vida, de nuevo en Méjico. Que incluirá tomar conciencia social de las consecuencias de su vida anterior. Y enamorarse. De una mujer (Adriana Paz).
Tengámoslo claro. La cuestión del cambio de sexo es vehicular para contar cuestiones de mucho calado en esta cinta de Audiard. Por supuesto que no quiero infravalorar los sentimientos y los procesos de identidad personal. En absoluto. Pero más allá de este avatar, la película es una fuerte reflexión, crítica y condena al estado de violencia en el que se encuentra sumida la nacionalidad mejicana. Violencia contra la mujer, violencia por la droga, violencia por la corrupción política y social. Es también una historia de redención, del criminal que toma conciencia del mundo podrido en el que ha estado viviendo, y que trata de compensar. Y todo ello con una puesta en escena en la que predominan las escenas interiores y las escenas nocturnas, reflejando la reflexión interna, sombría de sus personajes. Y que también se refleja en una banda sonora, se trata de un musical, con unos temas que se alejan mucho de los estándares a los que estamos acostumbrados en el género. Cualquier parecido, por ejemplo, con el otro musical con el que comparte cartelera es mera coincidencia.
Pero es también importante el apoyo fundamental que recibe de parte de su elenco. Gascón se ha llevado alabanzas y reconocimiento por doquier. Y con justicia. Su recorrido hasta ahora había sido en culebrones televisivos, que no son exigentes interpretativamente, así que esto supone un cambio importante de compromiso y exigencia, que ha superado con nota. Pero a pesar de ello, quien me ha sorprendido notablemente ha sido la potencia y la presencia racial y auténtica que muestra Zoe Saldaña. Acostumbrados a sus trabajos, correctos, pero indiferentes, en distintas franquicias del ámbito de la pseudo ciencia ficción, pocas veces me había llamado la atención. Creo que es lo mejor de la función, con claridad. Breve, pero meritorio trabajo de Adriana Paz y, lamentablemente, tenemos que ir al enoooooorme error de reparto que es la presencia de Selena Gomez. Gomez es una actriz a la que aprecio. Le he visto buenas maneras en distintos trabajos, y forma parte del alma de una de las series de televisión actuales que más aprecio. Pero no estaba preparada para esta película. Da igual que su origen sea mejicano por sus abuelos o algo así. Es obvio que el español mejicano no es su lengua, que no la domina y que no puede interpretar con fluidez en ese idioma. Por lo que sus intervenciones resultan impostadas y chirrían en el contexto del conjunto de la película. Una verdadera lástima.
En su conjunto, una de las películas más interesantes y más recomendables del año. No es perfecta, pero es necesaria. No sólo nos cuenta una historia que nos engancha y de la que quisiéramos conocer más. También establece una reflexión ética y política sobre un país que hace doscientos años lo tenía todo para alzarse en una potencia regional y, quizá mundial, y que sin embargo se ha convertido en un semigigante con pies de barro, sumido en profundos problemas sociales y políticos, de los que no sólo no da señales de recuperarse sino que cada vez parece mostrar signos de más hundimiento. En cualquier caso, id a verla. De verdad.
No deja de ser curioso que las dos series surcoreanas que traigo hoy aquí, y que terminé de ver recientemente, tengan una cosa en común. En ambas, el personaje femenino protagonista tiene un curioso oficio; el de casarse con hombres por conveniencia, por un tiempo determinado. Por motivos diversos. A partir de ahí, grandes diferencias, una de ellas es un drama psicológico y la otra es una comedia romántica.
El mercado de pescado de Jagalchi en Busán, para ilustrar una entrada que nos llega desde Corea del Sur.
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Trunk, en inglés en el original, en las versiones inglesa/castellana The trunk/Una maleta, es un original de Netflix con ocho episodios de duración variable entre los 60 y los 75 minutos aproximadamente. Juega al glamur y al drama psicológico. Una pareja se rompe tras un accidente en el que ella pierde el hijo que viven. Ella (Jung Yun-Ha) se lía con otro hombre más joven (Jo Yi-Gun), y le busca a él (Gong Yoo), una esposa (Seo Hyeon-jin) durante un año, en una agencia que proporciona esposas temporales, pero con todos los requisitos legales en el registro civil. El objetivo es darse un tiempo y, quizá, recomponer la relación. Se cuenta en flashback mientras la policía inicia una investigación por asesinato, con una pista principal, un gran y caro baúl que aparece sumergido en el lago donde se encontró el cadáver. La cuestión es que todos los implicados en este «triángulo» a cuatro bandas tienen secretos y pasados complejos, traumas y soledades. Y las cosas no evolucionarán como la lianta pretendía. Claro.
Hay un innegable esfuerzo de producción, como ya he comentado muy glamuroso. Y hay buenas interpretaciones, especialmente por parte de los dos personajes femeninos principales, más flojos los masculinos. Aunque eso es habitual en las series coreanas donde la carga expresiva y dinámica siempre es más potente en los papeles femeninos que en los hieráticos papeles masculinos. Supongo que depende de los estereotipos sociales del país, que también aprecio con frecuencia en series y películas japonesas. Pero encuentro cierta frialdad en la realización en su conjunto, a pesar incluso de las escenas de sexo con algún desnudo, rarísimo en las series coreanas, pero factible por ser una producción propia de Netflix, no un acuerdo de distribución de una serie de alguna de las grandes cadenas del país. Y alguna irregularidad en el guion, quizá porque se estiran las premisas de la historia más de lo que es capaz de dar de sí. No obstante se deja ver.
Wolsugeum hwamokto [월수금 화목토, lun-mie-vie mar-jue-sab] conocida en inglés/castellano como Love in contract/Amor por contrato, es una serie de 2022 que se puede ver en Netflix desde hace unas semanas. Lo del título original es por lo siguiente. La protagonista (Park Min-young) fue adoptada de niña por una familia de empresarios potentados, unos de los llamados chaebol. Con el fin de casarla con el heredero de otra familia y conformar alianzas. Pero en el momento de ser presentada a su futura familia política, con apenas veinte años de edad, se reveló y dio el portazo. Y puesto que fue educada para ser la esposa perfecta, se dedica a eso. A ofrecer sus servicios como esposa, acumulando más de dos matrimonios y sus correspondientes divorcios. Su relación más larga, sólo como esposa para cenar los lunes, miércoles y viernes, es con un hombre tímido y silencioso (Go Kyung-pyo), que conoció los servicios de la mujer porque es el juez del juzgado de familia que juzgó sus divorcios. Durante cinco años ha durado la relación. Por otro lado, el hijo más joven (Kim Jae-young) de la que iba a ser su familia política, actor famoso que vive al margen de los negocios familiares, la contrata para los martes, jueves y sábados para fingir una relación, que acalle los rumores de su supuesta homosexualidad o de cualquier escándalo de otras posibles relaciones. Pero claro, surgirán los problemas, los sentimientos y las rivalidades. Y luego está la misteriosa y retorcida niñera (Jin Kyung) que la crio en el extranjero tras la adopción, con una relación de extraña interdependencia mutua con la protagonista.
Típico triángulo amoroso con hipotenusa y dos catetos, que fundamentalmente funciona en régimen de comedia romántica en un 80 % y de drama en un 20 %, con malvados ricachones, y unos entornos de secundarios que van desde el amigo homosexual de la protagonista que sea ha convertido en una especie de hermano menor tras ser cliente suyo, a los dispares compañeros del juzgado, o a los miembros de la agencia del actor. Serie formulaica y previsible, pero que tiene sus buenos momentos por el buen hacer de sus intérpretes, ya que por lo demás es como tantas otras comedias románticas del país asiático oriental.