[Fotos] Fotografía lúdica con una cámara infantil

Fotografía

Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Camara digital «Kids Camera» con impresora de papel térmico incorporada.

Actividad lúdica y festiva entre un grupo de aficionados a procesos fotográficos diversos, principalmente fotoquímicos y alternativos, pero que hemos sucumbido a un tipo específico de fotografía digital, aquella que se realiza con cámaras para niños que llevan incorporada una impresora de papel térmico. Copias en papel, efímeras en el tiempo, desconozco exactamente cuanto tardarán en desvanecerse, pero que generan diversión. Sólo para adultos con curiosidad por todo tipo de procesos fotográficos, incluso los más peregrinos, y para niños pequeños que quieran copias instantáneas sin arruinar económicamente a los padres con los consumibles de Polaroid o Fujifilm Instax.

[Cine] Wicked: for good (2025)

Cine

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Otro palacio para ilustrar esta fantasía que tan poco me ha convencido, el de Schwerin, en Alemania.

Wicked: for good (2025; 55/20251121)

Voy a perder muy poquito tiempo con el comentario de esta película que, al fin y al cabo, es la segunda parte o continuación de la que pudimos ver hace un año. De hecho, aquella parte, aunque aceptable, me entusiasmó tan poco que estuve en un tris de pasar de ver esta segunda parte. Pero al fin y al cabo, ya que has empezado a ver una película, pues termínala… ese fue el argumento con el que fui convencido por almas bienintencionadas. Pero a las que les costará encontrar el perdón en mi corazón por haberme arrastrado a ver esta película

Como digo, lo que pude decir en aquella entrada de hace más o menos un año, sigue siendo válido. Sobre la factura de la película, sobre las interpretaciones, mucho más pobres de lo que muchos argumentan en mi opinión, y de una banda sonora y unas canciones más bien mediocres en comparación con tantos y tan buenos musicales que en la historia del cinematógrafo han sido. Y una continuación de la historia se convierte en muy previsible. Al fin y al cabo, conociendo la historia clásica de The Wonderful Wizard of Oz, era evidente que en algún momento se había de solapar con esta. Y se solapa. Y a partir de ahí… todo se hace, como digo, muy previsible.

Desconozco el motivo de porque este musical tuvo éxito y se consideró que merecía la pena ser llevado a la pantalla. Bueno… supongo que acertaron, porque en taquilla lo ha petado. Pero lo cierto es que el musical me parece mediocre. Y por mucho que se hayan derrochado medios en su adaptación cinematográfica, la parafernalia visual no ha conseguido quitarme esa sensación. Y esta segunda parte poco a poco me fue echando de la historia… y acabé poco menos que aborreciéndola. Desde mi punto de vista, no merece la pena. Pero parece que pertenezco a una corriente de opinión minoritaria. Qué se le va a hacer. Que les aproveche. Parece que se está desinflando en la temporada de premios, así que igual no la tenemos que sufrir demasiado en esos eventos.

Valoración

Dirección: ***
Interpretación: ***
Valoración subjetiva: **

[Recomendaciones fotográficas] Obituarios, premios y fotógrafos japoneses

Fotografía

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en Carlos en plata. Primeras pruebas de mi nuevo objetivo Brightin Star Xslim Pro-M 28 mm f2.8 MC, usado con adaptador sobre cámara digital Canon EOS RP.

Llevaba mucho tiempo sin escribir una entrada con recomendaciones fotográficas. Alguna en los últimos meses con algún libro de fotografía, o con exposiciones, si no recuerdo mal. Pero de las recomendaciones de artículo encontrados por la red de redes, poco o casi nada. Porque no tengo mucho tiempo para buscar o revisar, porque ya hace tiempo que este modelo de entrada lo tengo un poco en crisis. Pero bueno, he ido incluyendo en marcadores algunas cosas en las últimas semanas, desde las vacaciones de octubre, y las voy a comentar. Algunas de ellas no todas.

Una de las más recientes ha sido los numerosos obituarios por el fallecimiento del fotógrafo británico Martin Parr (1952 – 2025) (instagram). Estoy familiarizado con la obra de Parr desde hace bastante tiempo. Tanto, que me sorprende comprobar que ha fallecido con sólo 73 años de edad, lo cual es ser joven en estos tiempos, al menos como fecha de fallecimiento en los países más desarrollados. Siempre he tenido la impresión de que era un tipo majo, con buen humor… aunque vete a saber. Pero era la imagen que transmitía. Eso sí, me costó entrar en el tipo de fotografía que practicó. Fotógrafo documentalista, especialmente documentando al género humano y sus comportamientos, son muy célebres sus trabajos sobre el mundo del turismo y del ocio vacacional, su acercamiento formal al tema me resultó al principio un poco crudo. Esa fotografía directa, con el flash resaltando al sujeto principal de la imagen, con colores vivos, saturados, llamativos… no era inicialmente de mi gusto. Pero conforme uno se va adentrando en el mundo de la fotografía y en la cultura fotográfica, empieza a comprender que no se trata de que la cosa sea bonita. El arte hace tiempo que dejó ser el oficio de hacer obras bellas, para pasar a ser el oficio de hacer obras significativas. El arte ya no es algo para decorar hogares pudientes, edificios públicos, religiosos o políticos y este tipo de cosas, como fue durante la mayor parte de la historia. Hoy en día trata de reflejar ideas, conceptos, realidades, que no siempre son maravillosas o bellas. No creo que Parr quisiera cebarse especialmente en sus sujetos, aunque a veces pudieran parecer grotescos. Simplemente, transmitir realidades objetivas, y mostrarnos a nosotros mismos tal y como somos, no como nos imaginamos a nosotros mismos. Y con su puntito de humor, que siempre viene bien.

En otro orden de cosas, nos informaron en su momento, allá por la mitad del mes de octubre, de la concesión del Premio Nacional de Fotografía 2025 a la fotógrafa canaria Carmela García, de la que yo creo que había visto obras en algún momento, pero sin estar especialmente familiarizado con su obra. Alejada de lo puramente documental, prefiere crear escenarios y situaciones, teniendo, como ella misma dice, los temas relacionados con la cuestiones de género o con el mundo queer como prinicipales en sus reflexiones y en sus desarrollos conceptuales. No sólo hace obra propia, también interviene sobra obras preexistentes, o incluso anónimas. Poco más acierto a decir, pues ya digo que no estoy familiarizado con su obra. Por lo que tampoco quiero meter la para con alguna impresión superficial sobre lo poco que he visto, seleccionado por los medios que dieron la noticia, y que pueden no ser representantivo del conjunto de la obra.

Un par de recomendaciones relacionadas con la fotografía japonesa. La primera apareció en su momento en Another Magazine, sobre el fotógrafo Takashi Homma. Homma se dedica en gran medida al trabajo publicitario, donde se inició y se hizo un nombre, que le ha permitido realizar una obra más personal, en la que ha vuelto su mirada fotográfica a temas tan aparentemente distintos como los suburbios de la gran ciudad, miradas alternativas de las grandes metrópolis, o al retrato de las gentes de su país en las dos primeras décadas del siglo XXI. Estos retrato, directos y naturalistas, pero nada agresivos, es lo que más me ha llamado la atención. Y nos dicen que ahora trabaja en uno de los principales problemas de su país, el extremo envejecimiento de su población y la baja natalidad.

Mucho más recientemente, Tomasz Trzebiatowski, creador de FRAMES Magazine, ha comenzado a crear una serie de vídeos, NOTES ON SEEING, el primero de los cuales está dedicado al colorido fotógrafo japones Yasuhiro Ogawa (instagram). La visión de Ogawa es muy expresionista, con fuertes contrastes, colores dominante intensos, saturados, escenas que implican cierto misterio, una información incompleta del lugar en el que nos encontramos o lo que puede estar sucediento. Os dejo puesto el vídeo por si lo queréis ver. Prefiero su obra en color a su obra en blanco y negro. Siempre he ido a la contra de la opinión mayoritaria en estas cuestiones.

Y de momento, nada más. A ver como sigue esta sección antaño semanal de mi Cuaderno de ruta, actualmente esporádica.

[TV] Cosas de series; segundas temporadas de comedias de episodio corto agradables de ver

Televisión

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta están comentadas desde el punto de vista de la técnica fotográfica en Fotos en serie. En la bahía de San Francisco, una mañana con algo de niebla..

En estas últimas semanas he terminado de ver las segundas temporadas de dos comedias de Netflix, que me resultan agradables de ver. Aunque hay una que me gusta mucho más que la otra… que quizá está empezando a cargarme un poquito en algunas cuestiones, aunque sigo pasándolo bien. Son comedias que se ven rápido porque tienen unos 30 minutos por episodio. Algo más en alguna ocasión, ya que al no depender de los cortes publicitarios programados de las cadenas de televisión tradicionales, muestran cierta libertad con la duración de cada episodio. Es algo que se empieza a ver con frecuencia. Ya no sé si llamar a estas series comedias de situación. Los episodios tienden a ser cortos, pero creo que el espíritu de estas series no es el mismo que las sitcom clásicas. No sé. Creo que sí que son comedias de situación, pero actualizadas y modernas, alejándose de aquellas de realiza con múltiples cámaras y risas enlatadas.

La primera que vi fue la segunda temporada de Nobody wants this, protagonizada por Kristen Bell y Adam Brody, una podcaster sin religión alguna y un rabino judío, que ligan, y comienzan una relación en la que tendrán que salvar las diferencias entre sus muy distintos entornos y escalas de valores. En general, y en un tono de comedia, con algún toque de drama aquí y allá, vemos como progresa la relación y como van encajando una con el otro, llegan a términos medios o aceptación de las singularidades del otro. Recordemos que a su alrededor hay otros familiares o amistades, que tienen sus propios problemas de relaciones y parejas, que aportan o condicionan a la pareja principal. Si la primera temporada nos presentaba la situación y el comienzo de la relación, en esta segunda temporada los problemas van haciéndose más profundos, y las soluciones a los mismos no pueden ser de compromiso. En mi opinión ha estado un peldaño por debajo de la anterior, porque el desenlace a la crisis de final de temporada ha tenido una resolución excesivamente rápida y poco satisfactoria. Y porque queriéndose mover en lo políticamente correcto, comete errores típicos de lo políticamente correcto, como es la equidistancia entre valores distintos, que no siempre se pueden admitir como equidistantes.

En un tono muy distinto tenemos a un estupendo Ted Danson, representando a un profesor universitario jubilado en San Francisco que, triste y aburrido tras quedar viudo, empieza a colaborar como infiltrado con una agencia de detectives llevada por una inteligente y dedicada investigadora privada (Lilah Richcreek Estrada), en A man on the inside. En esta ocasión, en lugar de infiltrarse en una residencia de personas mayores, lo hace en una pequeña universidad privada, principalmente orientada hacia las letras y humanidades, con problemas de monetario, y que tiene miedo de perder la importante donación de un multimillonario (Gary Cole) por los ataques de agentes desconocidos, opuestos a los extremos capitalistas del individuo. En la serie se mantienen algunos fijos de la anterior, como la hija del protagonista (Mary Elizabeth Ellis), pero también la directora de la residencia de la primera temporada (Stephanie Beatriz), que tiene unos escarceos con la investigadora, de evidente resonancia romántica, pero que son desaprovechados en general, a pesar de la química que tienen en pantalla. Quizá en la tercera temporada. Y aparece un potencial interés romántico para el protagonista (Mary Steenburgen), que genera bastante diversión.

Esta serie me ha divertido más que la anterior, y de hecho me he visto su segunda temporada en pocas tardes. También es cierto que es mucho menos arriesgada en los temas que trata, y eso hace que lo tenga más fácil. Pero es de las que te pone de buen humor, de las que hasta el «culpable» es de los buenos, y hay sus motivos, y quien queda castigado es otro, realmente malo, aunque no sea el culpable. Pero lo que hace que la serie sea especialmente apreciable no está en las tramas sino en la simpatía del reparto, y el ingenio de los guiones, que hace que sea una serie dinámica y divertida.

[Fotos] La luz de las mañanas de otoño en Zaragoza

Fotografía

Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Paisaje con Hasselblad 500CM, Sonnar 150 mm f4 y Lomography CN 800.

El martes pasado os contaba cómo aprovechaba para probar una nueva óptica con la luz y los colores de las mañanas de otoño. Ya en el principio de diciembre, cuando el invierno acecha. Unas semanas antes disfrutaba de esa luz, todavía más matizada, y con unas temperaturas más benignas, para pasear con un equipo clásico de formato medio con película tradicional. Disfruté mucho de los paseos con el equipo digital de hace unos días. Pero disfruto más de las 12 exposiciones que ofrece un rollo de película de formato 120. Esas 12 fotografías me suelen llenar más que las 30 o 40, a veces más, que pueda hacer con el más moderno equipo digital.

[Cine] Jay Kelly (2025)

Cine

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Un atardecer en Cortona, ciudad medieval al sur de la Toscana.

Jay Kelly (2025; 57/20251208)

Hoy voy a comentar la última película de estreno que he visto. Y lo hago saltándome las dos anteriores. Y es que tenía a mano unas fotografías de la Toscana, que son adecuadas para ilustrar la entrada, y he decidido aprovechar, porque, aunque no tan agobiado como las últimas semanas, sigo con poco tiempo disponible. Así que vamos con una película Noah Baumbach rodada a mayor gloria de su protagonista, George Clooney. Clooney es uno de los poco actores que saltan con éxito de la pequeña pantalla, gracias a su papel de pediatra en urgencias, y tiene un par de Oscar, uno por actor de reparto y otro como productor. Pero no tiene un premio gordo actoral. Supongo que Baumbach pensó que había que darle la oportunidad.

Baumbach, asociado en gran medida al concepto de cine independiente, es un director que me cae bien… desde Frances Ha, creo, aquella película que rodó con una cámara fotográfica como una que tengo por casa, pero que eso era lo de menos, porque la película tenía mucha alma y merecía mucho la pena. Y ha ido teniendo sus momentos buenos, tanto en su rol de director como en el de guionista. Y en esta ocasión se ha venido arriba, se ha aliado con Netflix, no es la primera vez, y ha jugado más fuerte… emulando a Fellini. Porque está claro que Baumbach se inspira en el genio italiano para plantear y rodear su película. La historia de un actor veterano al que van a dar un premio en la Toscana, y emprende un demencial viaje en tren desde París hasta Italia, tras los pasos de una de sus hijas, la menor, tras haber intentado en vano que la mayor le acompañe. Por que el actor (Clooney) ha tenido un gran éxito en su carrera como actor, pero a costa de ir perdiendo familia y amistades por el camino.

Lo lógico sería considerar que la inspiración felliniana de Baumbach sea 8 ½, en la que era un director de cine el que se perdía en sus recuerdos. Sin embargo, cuando caí en la cuenta que el director neoyorquino estaba emulando al de Rímini fue en una escena en el tren, el Arlecchino preservado de la serie ETR 250 de los ferrocarriles italianos, un elegante electrotren para servicios de prestigio. Y esa escena me recordó a alguna otra de Amarcord, película en la que Fellini echó una nostálgica mirada atrás, hacia su infancia en la ciudad costera del Adriático. Lo que sea, el caso es que, aunque con el protagonismo absoluto de Clooney, Baumbach plantea una película coral, con muchas caras conocidas del cine de ambos lados del Atlántico, llena de nostalgia, buen humor, y ¿reflexiones personales?

El caso es que Baumbach es buen director, pero no es Fellini. Y Clooney es una actor simpático y con presencia, pero no es Mastroianni. Y las nostalgias de Fellini eran propias, era el autor desnudándose en la pantalla. Y no a otro. Y además era el absurdo italiano, más demencial en ocasiones, más profundo en otras. Clooney está muy bien. Como lo está Adam Sandler, el segundo personaje que más aparece en pantalla. El resto, en una película tan coral, salvo Laura Dern que agunta algo más, tienen pasos fugaces, aunque hay mucho famoseo como ya he dicho. No obstante es una película recomendable y divertida. Probablemente su paso por las salas de cine ya habrá terminado, fugazmente, porque es producción de Netflix y ya está disponible en su catálogo. Así que es claramente una recomendación para los suscriptores de la plataforma, que tienen pocas ocasiones de disfrutar de buenas películas entre las muchas que estrenan estas gentes.

Valoración

Dirección: ***
Interpretación: ****
Valoración subjetiva: ***

[Libro] Las recetas perdidas de la taberna Kamogawa – Hisashi Kashiwai

Literatura

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Fotografías tomadas en las calles de Kioto durante el primer viaje a Japón.

Mientras preparaba las fotografías para ilustrar esta entrada, me he dado cuenta de que me gustaría visitar Kioto, la antigua capital imperial del País del Sol Naciente. Ciudad capital es el significado de su nombre, o al menos el que sugieren los kanji con los que se escribe, 京都. Frente a Tokio, cuyo nombre comparte uno de los kanji, 東京, pero no el otro que nos indica que la actual capital japonesa e la Capital oriental del país. Pues eso, que ya me he puesto a divagar. El caso es que aunque me gustaría volver, hay algo que me echa para atrás. La enorme masificación turística que en once años ha sufrido la ciudad. Y no es que no hubiese gente en 2014, que la había; pero encontramos momentos en los que esa gente formaba parte del ambiente, y otros en los que la podías evitar o se hacía más imperceptible. Me cuentan que eso ya no es así. La cuestión es que la novela Hisashi Kashiwai que os traigo aquí transcurre en Kioto, no lejos del curso del río Kamo, Kamogawa 鴨川 en japonés, el río de los patos salvajes. Kashiwai… un dentista de Kioto metido a escritor.

A quien siga estas página con frecuencia le sonará el título y el autor. Por es el tercer volumen de una serie escrita por el mismo escritor, con la misma estructura y similar contenido. No se complica la fórmula. Una vez que se comprueba que funciona… a seguir con ella. Leí los dos primeros volúmenes el año pasado, uno en primavera y otro en otoño, y me resultaron simpático. Siguen una fórmula que he encontrado en varias ocasiones en la literatura japonesa y de algún otro país asiático. Un lugar perdido en la ciudad en el que suceden pequeñas historias cotidianas, siempre con un toque de calidez humana y buen rollo generalizado. Conocí el restaurante de la medianoche a través de Netflix. El café Funikuri Fuikura en un vuelo intercontinental y luego leyéndolo en su versión literaria en la que se inspiró la película. La librería Morisaki no seguía exactamente el mismo esquema, pero sí se apuntaba al mismo espíritu. Y también tuve una mala experiencia en cómo una autora surcoreana utilizaba la misma fórmula para una novela con pretensiones, pero extremadamente plana y sin profundidad.

Para quien no conozca las dos primeras entregas, en Kioto cerca del río Kamo, se encuentra la taberna Kamogawa, una pequeña casa de comidas que pasa desapercibida en el entorno, sin más indicaciones, y que funciona como una peculiar agencia de detectives, llevada por un padre, antiguo policía viudo metido a cocinero, y su simpática hija. Allí reciben a clientes que quieren volver un plato de su pasado, pero que ya no pueden volver a la situación o al lugar en el que lo comían. Y nuestros particulares detectives reconstruyen la historia y se lo preparan. Con fidelidad. Cada «caso» se acompaña de una historia personal que tiene que ver con las nostalgia, la pérdida, el arrepentimiento o simplemente recuperar lo que el paso del tiempo nos deja en la distancia. Los tres libros siguen el mismo esquema, con seis historias cada uno, y lo mismo son tres, que podría ser uno con dieciocho historias.

Cuando vi que estaba disponible, por un momento pensé que ya tenía bastante. pero lo cierto es que es una lectura tan amable que,.. ¿por qué no? Así que lo leí también. Ya no ha lugar a la sorpresa. Es previsible. Pero relaja. Y pone de buen humor. Lo único que hecho en falta es que en un momento dado, el autor deje la fórmula, pero no abandone a los caracteres, y se dedique a contarnos la historia de este padre y esta hija. Bien la de su pasado que vamos intuyendo, bien la de su presente, o la de su futuro. Porque vamos,… yo es que estoy enamorado de Koishi, la hija. … … … Mientras escribo esto compruebo en internet que las versiones originales en japonés van ya por la 10ª entrega… buffffff…

[Fotos] El paisaje otoñal en el entorno de Zaragoza en color y alta resolución

Fotografía

Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Paisaje con Fujifilm GFX 50R y Fujinon GF 35-70 mm f4.5-5.6.

El paisaje otoñal en las zonas verdes de Zaragoza no es como el que nos cuentan en las redes sociales, de una gran variedad de tonos ocres y rojos. De hecho, eso no sucede en España salvo en muy poquitos sitios. Esos míticos paisajes de tonos ocres y rojos son propios de América del Norte y algunas regiones de Asia, y más raras en Europa. Aun en los países más norteños. La gama de tonos del follaje otoñal, siempre que sea de hoja caduca va más entre el verde amarillento el amarillo anaranjado. Y en Zaragoza, en cuanto llega el primer temporal de finales de otoño o principios de invierno, con cierzo, el temido viendo del noroeste que se enfila por el valle del Ebro, estas hojas se vienen todas de golpe al suelo. Pero no deja de haber escenas otoñales que, si la luz acompaña, nos dejan imágenes serenas y razonablemente bellas, incluso con la mezcla de elementos naturales y urbanos que caracteriza nuestro entorno. Aprovechando las mañanas serenas de estos últimos días, y que me había llegado una nueva óptica de formato medio, los ratos en los que un virus invernal me ha dado algo de tregua, he salido a fotografiar esas escenas. Sin muchas más pretensiones.

[Cine] The long walk (2025)

Cine

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. A lo largo del camino, un adelanto sobre las fotografías realizadas con Fujifilm GFX 50R con una óptica nueva… de segunda mano.

The long walk (2025; 54/20251116)

En estos momentos, a las 8:30 de la mañana del 8 de diciembre de 2025, día festivo en España a pesar de la teórica separación iglesia-estado, celebrándose el absurdo mito que dice que una adolescente de hace 2030 años más o menos dio a luz a un niño sin haber mantenido relaciones sexuales en su vida, siento una sensación de profundo desconcierto. No por lo de la mítica adolescente, casada con una señor más mayor, carpintero, que dicen que nunca la tocó. Sino por otras cuestiones. El mes de noviembre ha sido una mezcla de cosas buenas y cosas no tan buenas, de constante sensación de no tener horas suficientes en el día y de varios caos que se han ido resolviendo milagrosamente. Siempre decimos en mi entorno laboral que una de las fases en la planificación de los proyectos de salud y asistencia sanitaria es «Culminación inexplicable del proyecto». Seguida de «Premios y honores a los que no han participado». Pues algo así.

En este ambiente, en el que se mezcla lo laboral con lo privado, aunque he ido bastante al cine, lo he hecho de forma irregular. Y aún he tenido menos tiempo para hablar de ellos. Como colofón, en estos días de fin de semana extendido, he pillado algún virus, que me está haciendo la pascua. Lo noté ya el jueves. Pero hasta el viernes no se declaró en su forma total. No es grave. Las mañanas las paso bien. Pero las tardes, en estado de postración y dolores musculares difusos, no importa los bocadillos de ibuprofeno que me tome, las paso de forma más bien miserable. En esta mañana me he vuelto ha despertar de forma razonablemente entonada. Espero que no se tuerza la cosa por la tarde. Así que me pongo con el comentario de una película que vi… ¡¡¡ el 16 de septiembre !!? En fin, vamos con esta adaptación de una novela temprana de Stephen King dirigida por Francis Lawrence.

En unos Estados Unidos gobernados por un gobierno autoritario y populista, no sé qué manía tienen los críticos de cine en confundir una sociedad distópica de algo que simplemente es una dictadura policiaco-militar, con el fin de levantar los ánimos años después de una guerra civil, todos los años se reúnen un grupo de jóvenes, uno por cada un de los estados que forman el país. Y se lanzan a una carrera caminando. Que termina cuando sólo queda uno vivo. Porque si alguno se para. O si simplemente baja la velocidad por debajo de un determinado límite, un militar armado con un fusil le pega un tiro en la cabeza. La película nos narra una estas carreras, durante la que conoceremos a algunos de sus participantes, sus motivaciones… y poco más.

Me costó decidirme a ir a verla. Lawrence, el director, ha hecho carrera a base de dirigir videoclips y a Jennifer Lawrence como heroína de acción. Y Stephen King… no es santo de mi devoción. Pero bueno… ya que estábamos, la vi. No está mal hecha… está bien hecha de hecho. Y bien interpretada. Quizá es lo que más valga la pena de la película. La forma en que estos jóvenes actores llevan sus diálogos y responden al absurdo de la situación, a la que han llegado de forma más o menos voluntaria, más o menos forzada. Y con lo que está cayendo en el mundo, y en Estados Unidos en particular, diríase que, aunque la novela es de los años 70, se adapta especialmente bien a la deriva antidemocrática y antiliberal del régimen presidencialista de la potencia norteamericana. Y sin embargo…

Sin embargo, la historia tampoco supone una especial reflexión sobre estas cuestiones. Sip, se nos presenta un país con un sistema dictatorial. Militarizado. Pero del que sabemos poco. De hecho, parece un mero macguffin para justificar que se realice esta carrera que, por lo demás, sin más explicación, o con las que se nos ofrecen, parece más bien estúpida. ¿Qué puede tener de estimulante para un país sin libertades el ver por la televisión como van fusilando a 49 de los 50 participantes? ¿Qué puede tener de edificante? ¿Es una mera amenaza del tipo «esto os puede pasar en cualquier momento si nos da la gana»? No tiene que ver con nada realmente, simplemente se describe una situación angustiosa, que no sabemos de dónde procede exactamente ni sabemos dónde va. Más allá de ese final, absolutamente previsible a partir de una determinada conversación entre los personajes interpretados por Cooper Hoffman y David Jonsson, ambos estupendos por lo demás. Una película correcta, razonablemente recomendable, si no ha desaparecido de las pantallas a estas alturas, pero que deja con una sensación de que tiene menos dentro de sí de lo que aparenta. A la larga, es más una película de terror que un comentario político. Y a mí, el terror, no me va demasiado.

Valoración

Dirección: ****
Interpretación: ****
Valoración subjetiva: ***

[TV] Cosas de series; 23-F, de la realidad al libro y, de ahí, a la televisión

Televisión

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta están comentadas desde el punto de vista de la técnica fotográfica en Fotos en serie. Los alrededores del Palacio Real en Madrid, que no es donde vive el rey de España. Pero una de las cuestiones menos claras de aquel 23-F es cuál fue el papel del JuanCar en todo aquello en realidad, y más sabiendo como sabemos ahora que no todo en él ha sido trigo limpio nunca, aunque nadie lo vaya a juzgar nunca por nada. Cosas de esta «democracia».

El 23 de febrero de 1981 yo estaba estudiando C. O. U. …. o sencillamente COU. Acrónimo de «curso de orientación universitaria». No se en qué medida es equivalente al 2º de bachillerato actual, que se estudia a la misma edad, y al final se realiza la prueba de acceso a la universidad, la selectividad de entonces, la EBAU de hoy en día… o EVAU, o PAU… como narices lo quieran llamar. En aquellos momentos nos daba la sensación de que el COU era otra cosa. Yo había estudiado desde infantil hasta 3º de BUP, el bachillerato de entonces, en el mismo colegio, privado subvencionado, regentado por una orden religiosa, como era de esperar en aquellos tiempos. Y sigue siendo en los actuales, aunque siendo un estado laico cabría esperar otras situaciones. En COU, para amortiguar gastos, nos juntaban a los alumnos de seis centros educativos similares, tres de chicos y tres de chicas. Así que por primera vez, era mixto. Lo cual estaba muy bien desde una diversidad de puntos de vista.

En las primeras semanas de aquel mes de febrero había hecho bastante frío, recuerdo las fuentes del paseo de la Constitución congeladas (creo recordar que ya se llamaba así y no con su antiguo nombre franquista). Pero el día 23 de febrero de aquel 1981 salió un buen día. Muy agradable. Y después de terminar las clases a las seis de la tarde, con al que compramos para merendar, un grupo de chicos y chicas, compañeros de curso, nos quedamos zascandileando en la plaza de los Sitios (estoy convencido que ya se llamaba así no con su antiguo nombre falangista). Y cuando empezó a caer la tarde cerca de las siete de la tarde fuimos desfilando hacia nuestras casas. Durante buen trecho del camino acompañado de un par de compañeros/as. Mi sorpresa fue que cuando llegué a casa, cerca de las siete y media de la tarde, con tiempo de sobra para cenar, cosa que hacíamos hacia las ocho y cuarto u ocho y media, cuando llegaba mi padre de trabajar del taller, mi padre estaba ya en casa y me echó una bronca por haber estado por ahí. No entendí nada; no había hecho nada fuera de lo habitual. Mi madre se dio cuenta enseguida que yo no tenía ni idea de porqué era todo aquello y, calmadamente me explicó que unos guardias civiles había entrado en el Congreso de los Diputados y se habían liado a tiros con las pinturas del techo del hemiciclo. Lo mejor es que no hubiera habido tiros. Pero puestos a haberlos, mejor con las pinturas que no con los diputados. Del mal el menos.

No entraré a detallar lo que dio de sí en conversaciones, debates y especulaciones durante el tiempo que pasó entre el fracasado golpe militar y las elecciones de octubre de 1982, cuando ganó el PSOE por primera vez y los temas de debate sociopolíticos evolucionaron. Lo que más recuerdo es algo que quizá no tenga mucha importancia. En aquellos tiempos, teníamos compañeros que se declaraban abiertamente fascistas/franquistas y que solían adoptar aires bravucones y en alguna ocasión hasta amenazadores. Y después del 23-F cambiaron de actitud y todo fu un «pelillos a la mar», aquí no ha pasado nada, todos amigos. Nunca me he fiado de aquellos, y en la medida de lo posible los expulsé de mi vida. Convencido de que si las cosas cambiasen, volvería a la chulería y a la bravuconería. Años atrás, alguno tuvo la osadía de preguntarme que por qué me mostraba siempre tan distante y «poco sociable». Qué cosas.

En 2010 compré el libro Anatomía de un instante de Javier Cercas. Un libro que suele aparecer calificado como novela histórica, pero que a mí siempre me pareció siempre un ensayo especulativo que aunaba lo que se conocía del intento del golpe de estado, y de sus previos durante la transición de la dictadura a la democracia, con un cierto grado de especulación, especulación bien informada, plausible de los hechos que nunca llegamos a saber del todo, de lo que algunos implicados principales o secundarios callaron. En aquellos momentos faltaba muy poco para que se cumplieran tres décadas desde los hechos, tiempo de sobra para empezar a mirar con cierta perspectiva. Si no fuera porque ya empezaban los principios indicios de un resurgimiento de las ideas fascistas en el país. Lo cual embrolla cualquier debate sereno que se quiera hacer. Pero ya digo que nunca lo consideré una novela. Una ficcionalización de unos hechos históricos. Pero es así como se presenta hoy en día aquel libro. El libro me gustó. Lo leí con ganas. Me enteré de muchas cosas que ignoraba. Y me abrí a la interpretación de los hechos de formas que no había pensado. No entraré ahora en los detalles, pero esa visión de Alfonso Armada de sí mismo como un De Gaulle español, que iba a dar un golpe de timón en el titubeante régimen democrático español, al estilo del golpe militar de 1958 en Francia que instaló al héroe de la guerra mundial en la presidencia de la república, y que instauró la constitución de la Quinta República, una de las causas, no la única, que hace que la República Francesa sea clasificada como una democracia defectuosa y no como una democracia plena. Eso buscaban algunos golpistas, al parecer. Claro que,… al aliarse con unos brutos fanáticos que fusilan a las pinturas del hemiciclo a la primera de cambio,… resulta difícil creerse lo del «golpe blando». Pero bueno, hay muchas otras cosas que hacen interesante el libro. Tanto por los hechos constatados de los que habla como por la especulación bien informada que nos plantea.

Recientemente se estrenó en Movistar Plus la serie del mismo nombre, Anatomía de un instante, basada en la «novela» de Cercas. Yo no estoy a esa plataforma de contenidos, pero he hecho por que alguien me permitiera verla. Y es una serie que está bien hecha, con rigor. Con buenas interpretaciones… aunque es difícil tragarse las caracterizaciones de personajes históricos con los que has estado familiarizado desde muy jovencito a través de la radio y la televisión, y otros medios de comunicación. Pero consideremos que sin esos prejuicios, están bien. Es recomendable. Tiene cuatro episodios que oscilan, si no recuerdo mal, entre los 40 y los 55 minutos, más o menos. Cuatro episodios que son cuatro de las cinco partes en las que se divide la novela, descontando el prólogo/epílogo. Son las partes dedicadas a Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado, los tres miembros del parlamento que no se echaron al suelo, y que fueron sacados del hemiciclo en un momento dado, y la parte dedicada a los golpistas y a lo hechos de la tarde-noche-madrugada del 23 y 24 de febrero. La cosa es que me falta un episodio que se dedique, como la primera parte del libro, a lo que en este se llama la placenta del golpe. Todos aquellos elementos que incubaron la intentona golpista. Y que me parece que tienen más trascendencia que algunas de las cosas que se cuentan en los otros capítulos o en la serie. Algunas cuestiones se intercalan entre los episodios emitidos… pero como de pasada. Es lo único que le reprocho a la serie. La falta de un quinto episodio… o de un primer episodio, que nos hable de otros protagonistas de aquellos tiempos que influyeron en lo que allí pasó. Se estrena esta serie pocos años después del cuarenta aniversario de aquellos hechos. Y no dejo de hacerme una pregunta preocupante, ¿en qué situación se encontrará España para conmemorar dentro de unos añitos el cincuentenario? Porque hay muchas cosas que preocupan. Nunca ha dejado de ser de interés lo que entonces sucedió, y hoy en día menos que nunca.

[Fotos] Paisajes urbanos probando una nueva película en blanco y negro

Fotografía

Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Paisaje urbano con Canon EOS 650, EF 85 mm f1.8 USM y Kentmere Pan 200.

De alguna forma, esta serie de fotografías es continuación de la que os presentaba hace unos pocos días. Aquellas estaban hechas con la película fotográfica tradicional desde hace muchos años, mientras que las de la serie actual están hechas con las de una nueva emulsión, presentada al mercado el pasado mes de mayo, aunque hasta hace pocas semanas no hemos dispuesto de ella en nuestra ciudad. No me ha disgustado. Nada en absoluto.

[Libro] Les enfants de l’empire T01 y T02 – Yudori

Literatura

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Jóvenes coreanas en un día de fiesta con vestido tradicional en el palacio de Gyeongbokgung en Seúl.

En los últimos tiempos he estado con mucho trabajo y con mucho lío en otras cuestiones. Se verá que hay más días en los que no publico nada en este Cuaderno de ruta que de costumbre. Esta semana me he saltado el martes y el jueves. Y casi el viernes, porque estoy cansado y me daba pereza. Y también ha influido en mi ritmo de lectura. Normalmente, el comentario de estos dos primeros volúmenes del relato gráfico de la coreana Yudori, pero que escribe en francés, lo tendría que haber escrito la semana pasada. Pero no terminé a tiempo el segundo volumen. Ahora explico lo de los volúmenes. Digamos que todo empezó un día que, haciendo tiempo, me metí en la FNAC a hojear libros. No con intención de comprar, hace tiempo que no compro libros en grandes superficies. Más bien con la curiosear novedades.

Entre las novedades de novela o relato gráfico, o cómic, como lo queráis llamar, vi el primer volumen de los dos que voy a comentar hoy. Traducido al castellano. Lo hojeé. Y así de entrada, me pareció que tenía unas ilustraciones muy bellas, muy estilizadas, muy limpias, pero también expresivas. Así que me interesé por la reseña argumental,… dos jóvenes coreanos a finales de los años 20 del siglo XX, o principio de los 30, en plena colonización de la península coreana, Chosón, por los japoneses. Inmediatamente supuse por dónde irían los tiros. Un mezcla de romance juvenil con mirada atrás a unos años conflictivos en todo el mundo, esos que precedieron a la sucesión de guerras que azotaron el mundo. Tiempos de inquietud política y social, de cambios profundos, especialmente en esas sociedades asiáticas, cerradas al cambio durante siglos, y que se enfrentaban a una modernización, no siempre bien digerida. No lo compré, porque miré el título original, y comprobé que el título original estaba en francés, no en coreano. El coreano no lo entiendo, pero el francés sí lo leo sin problemas. Así que me fui a casa y lo busqué en alguna tienda en línea. Lo encontré sin problemas, y ademas comprobé que estaba a punto de salir al mercado el segundo volumen. En octubre leí el primero, en noviembre el segundo. Ahora, lo que más lamento, es que hasta dentro de un año no podré seguir con la lectura, porque obviamente no ha terminado, y tengo la sensación de que va para largo. Y eso que son tomos de generoso grosor.

Los protagonistas son dos adolescentes, que viven bajo el mismo techo mientras estudian su bachillerato o equivalente. Ella es la hija mimada de un empresario, que juega a ser una chica moderna. Coqueta, consentida, inteligente, con ganas de una libertad que en principio no está al alcance de las mujeres. Él es el hijo de un noble o alto funcionario del antiguo régimen del país, muy venido a menos, su padre fallecido, y su madre y él mismo acogidos y protegidos por el padre de la chica. Entre los dos surgen disputas, y diferencias de visión de la vida y de la sociedad. Ella, moderna; él, tradicional. Ella adopta un nombre japonés; él es fiel a su nombre coreano. Ella es caprichosa y algo insolente, aunque buena chica; él es austero y moralista. Y sin embargo, es evidente un hecho, aunque no lo quieren reconocer, se atraen mutuamente y poderosamente.

El primer volumen actúa como presentación de los principales personajes, y de los secundarios habituales, así como del entorno social y político en el que se mueven. El segundo, todavía en el instituto, empiezan a tomar conciencia sobre las realidades de ese entorno. Él, hacia los movimientos izquierdistas que se mueven en la oposición nacionalista; ella, en el conformismo con el statu quo y con ganas con ir a estudia a Japón, como lugar que representa la modernidad para la tradicional sociedad coreana. Y de fondo, el colonizador. Opresor, y represor.

Yudori se lo toma con calma y presta atención al detalle. Procura constantemente ser fiel en sus ilustraciones a la época. Ilustraciones que como digo son limpias y elegantes. Y el nivel de los textos es bastante bueno también. No he conseguido conocer muchos detalles sobre la vida de la autora. Surcoreana. Pero que escribe en francés. Supongo que es en el país vecino donde ha estudiado y ha comenzado a desarrollar su trabajo. Desde luego, estoy muy interesado en seguir la lectura de esta saga. Y no descarto que, mientras tanto, busque alguna de las otras obras ya publicadas, por alguna de ellas tiene muy buena pinta.