Retomo el traslado de artículos de http://medium.com/@CarlosCarreter a http://carloscarreter.es. Otra serie de dos artículos. En el primero explico las características de una cámara telemétrica con objetivo retráctil de principios de los años 50.
Retomo el traslado de artículos de http://medium.com/@CarlosCarreter a http://carloscarreter.es. Otra serie de dos artículos. En el primero explico las características de una cámara telemétrica con objetivo retráctil de principios de los años 50.
No hay mucho que comentar esta semana, pero sí que hay alguna cosa muy, muy interesante. El título de la entrada de este jueves ya lo dice todo. Pero vamos primero con lo más ligero.
Nos llega la noticia de que una de las series ligeras veraniegas, razonablemente agradables de ver, Perception, ha sido cancelada. Y eso que terminó con cliffhanger incluido. Bueno. No sería el no va más televisivo. Pero entretenía un rato, y los personajes eran simpáticos. Me da un poquito de pena, pero qué se le va a hacer.
Parece que Selfie ha sido borrada de la existencia. Karen Gillan no ha triunfado en su aventura americana. Lo cierto es que la serie, sin ser tan mala como pareció en un momento dado, tampoco pasaba de cierta mediocridad. Es posible que les quede por ahí algún episodio que emitan de vez en cuando. Como está sucediendo con Forever, un procedimental del estilo de Perception, y que sí me entretiene bastante.

Ambiente otoñal, para una entrada en el que el personaje más destacado es una mujer en el otoño de su vida.
Tenemos una novedad, State of Affairs. Sus productores son los de Grey’s Anatomy, y la protagonista es Katherine Heigl que también salió de aquel culebrón médico. Esto nos da una idea de por donde pueden ir el tono. Pero eso sí, esta chica ahora protagoniza a una analista de la CIA, relacionada a nivel personal con la presidenta de los EE.UU. Veremos lo que sale, pero puede ser como un híbrido entre Homeland y un drama de high school. De momento la mantengo en cartelera, aunque puede convertirse en uno de mis guilty pleasures. Porque sus guiones, sus diálogos y sus interpretaciones hacen aguas por todas partes, y sin embargo en ningún momento me he planteado no ver el segundo episodio. Por lo menos la Heigl sigue estando de toma pan y moja. Buena actriz nunca lo ha sido, y a estas alturas es difícil que aprenda… pero…
A vuelto The Fall. Ese duelo irlandés entre un asesino en serie de mujeres morenas y guapas y una policía un poco de vuelta de todo. Reconozco que hace tanto tiempo de la primera temporada que no recuerdo mucho por dónde íbamos. Pero las interpretaciones de Jamie Dornan y Gillian Anderson son tan estupendas que ya sólo por eso merece la pena. Y además es desasosegante con ganas.

Hojas de tonos ocres sobre las remansadas aguas de los ríos y canales.
Y finalmente mi recomendación absoluta de esta semana. Se trata de Olive Kitteridge, una miniserie de cuatro episodios en el que recorreremos la vida durante 25 años de una mujer de mediana edad, Olive (Frances McDormand), profesora de instituto en algún lugar perdido en el norte de Nueva Inglaterra, de muy difícil carácter, y sus relaciones con su familia, especialmente su marido Henry (Richard Jenkins). Adaptación de la novela del mismo título de Elizabeth Strout, que tiene una estructura similar de historias cortas interrelacionadas pero con discontinuidades entre ellas, con lapsos de tiempo entre las mismas. Por lo tanto, si Olive es de mediana edad en el primer episodio, es ya prácticamente una anciana en el último. Recital interpretativo por todo lo alto de McDormand, no es que no supiéramos de sus cualidades, perfectamente acompañada por un reparto en estado de gracia. A no perdérsela.

Una historia de cuando la vida empieza a ponerse cuesta arriba y el tiempo empieza a correr rápidamente cuesta abajo.
Hoy ando cabreado como un mono, porque después de tener prácticamente redactado este comentario a la última película que he visto en pantalla grande, no sé que demonios he hecho y me la he cargado. Así que la repito en plan telegráfico.
La he visto en versión original. La versión doblada se titula Orígenes, pero se pierde el doble sentido del título. I Origins (el origen del yo) es homófono en inglés con Eye Origins (el origen del ojo).
La cosa va de algo parecido a la ciencia ficción, en la que un biólogo molecular y escéptico respecto a lo sobrenatural que estudia la evolución del ojo se enamora de una modelo de publicidad que está muy buena y que es muy creyente en las cosas trascendentes. Esta se mata en un estúpido accidente, y luego mediante piruetas argumentales, resulta que la reencarnación o algo así existe.
El argumento me parece una soberana tontería, lleno de trampas para llegar a la conclusión que le interesa al director. No me parece serio. Más que ciencia ficción me parece ciencia aflicción.
Los intérpretes están más bien sositos, salvo la chica catalana que han contratado para que enseñe las tetasque está muy buena. Supongo que las yanquis son muy remilgadas para eso aunque sea en películas de las llamadas «independientes».
A mí, no me convenció mucho. Y tras dos días de pensármelo, he llegado a creer que es un tomadura de pelo. Pero a algunos críticos y al público votante de IMDb les gusta ¡?.
Conozco a Ana, Anvica para algunos, de aventuras fotográficas. Siempre me da una «insana» envidia su X100. Pero también desde hace ya un par de años sigo Aventarte, un blog que dinamiza con una amiga, y que define muy bien la frase que acompaña al título; un lugar de cuentos, imágenes y sentimientos. En los últimos años, para la primavera han lanzado una iniciativa, un concurso, que titulan Apadrina un libro. La idea me pareció excelente desde el momento que la conocí. Pedir a la gente que recomendasen un libro que hubiesen leído con un comentario que permitiese a futuros lectores del mismo intuir qué podían encontrar. Por qué ese libro era interesante. Y a ser posible libros «alejados» de la corriente principal editorial, de los superventas, de los poderosos conglomerados editoriales. Autores poco conocidos, o noveles, o libros de pequeñas editoriales aventureras y arriesgadas. He participado dos años; en 2013 y en 2014. La única pena es que parece la iniciativa no recibe la respuesta que merece, y cada vez somos menos los que nos animamos a participar.
En cualquier caso, las animadas chicas de Aventarte decidieron premiarnos a los participantes con un libro y unos detallas. Y aquí estos para comentar el libro. Y dar las gracias a Ana y Anabel, y a animarlas para el futuro.
Nanas para un principito
Manuel Cortés Blanco, textos; Raquel Ordóñez Lanza, ilustraciones
MAR Editor, 2014

El libro me llegó con dos detalles; una fotografía realizada por Ana y un simpático marcapáginas de ganchillo.
A lo largo de unos 20 capítulo, tal vez alguno más, el autor pone en boca de su hijo recién nacido, después un bebé, y durante los dos primeros años de vida del niño, sus observaciones sobre el mundo, la sociedad, la familia, la paternidad y la creatividad. El autor de los textos, Manuel Cortés Blanco, además de médico, colaborador con alguna que otra organización no gubernamental que le llevan a pasar temporadas lejos de casa en causas humanitarias, escribe y es narrador de historias. Cuentacuentos. Por lo que cada capítulo, que va reflejando las experiencias del niño y las reflexiones del padre, se complementa con un pequeño relato, un cuento al estilo de los de antaño, de países de «erase una vez que se era».
Este es un libro que yo he leído intentando ser fiel de alguna manera a su espíritu. Mientras durante el día afrontaba las lecturas de Murakami, ya comentado, y Modiano, quizá la semana que viene, casi todas las noches en las últimas tres o cuatro semanas he leído un capítulo del libro, por consiguiente, me he acostado a dormir con la lectura de un cuento. Capítulos y cuentos que intentan transmitir unos valores. Los que el autor propone para la educación de su hijo, pero que al hacerlos públicos, lleva implícita la propuesta para el conjunto de sus lectores. Valores de tolerancia y compromiso social, con unas gotitas de conservadurismo moderado en su visión de la familia y del medio urbano y rural. Por lo menos, así los he percibido yo.
La lectura del libro me ha retrotraído en el tiempo a la época de mis 12 o 13 años, cuando leí Corazón (Cuore) de Edmundo de Amicis. Un libro que también nos contaba la cotidianidad de un niño, con una exaltación de una serie de valores sociales y familiares, salpicado de cuentos y relatos cortos, algunos más famosos que el propio libro que los contiene.

León es la ciudad en la que transcurren la mayor parte de las «aventuras» de este «principito» moderno; lugar en la que estuve hace ya catorce años, admirando un fenomenal locomotora de vapor, de las de antaño.
El libro, desde su título, hace constantes referencias a Le Petit Prince de Saint-Exupéry, que no está mal, aunque es un texto realmente notable, pero sobre el que considero que sufre una sobreexposición social y mediática que hace que se cite en todo momento y circunstancia, incluso cuando no viene al caso o no hay correlación entre la idea expuesta y lo que en la novela corta del piloto francés se refleja. No digo que pase esto con el libro de Manuel Cortés; pero si reconozco que genera en mí una desconfianza contra la que tengo que luchar con el fin de ser… si no objetivo, al menos ecuánime. Al igual que aquel «principito» este también es un libro ilustrado, con las estimables ilustraciones de Raquel Ordóñez Lanza.
Dado el potencial público de un libro de estas características, en conjunto me parece una propuesta adecuada y equilibrada. Sin muchos riesgos. Lo normal es que las experiencias de trabajo del autor en determinados entornos como consecuencia de su trabajo en las organizaciones no gubernamentales podrían dar lugar a reflexiones más complejas, más duras, quizá no tan esperanzadas con el género humano, si tengo que basarme en mis conversaciones con otras personas que han participado en proyectos similares. Pero aquí se centra en unos valores básicos de compromiso social y familiar que no vienen mal. Aunque reconozco que en el mundo en que nos toca vivir, un reconocimiento a las realidades familiares diversas y no basadas en la familia tradicional que aquí se nos presenta, podría llegar a más público. O estar más comprometido con la realidad social. Ya digo que me ha parecido percibir un toque de conservadurismo. Moderado. Pero que ahí está.
En cualquier caso mi agradecimiento a los autores y a Aventarte por permitirme asomarme a esta venta de historias y cuentos, que nunca viene mal.
Comprando (muy modestamente) arte: Postales desde el Limbo – Fotografía y otras artes visuales.
Nunca me había decidido a comprar obra artística. Alguna vez me había tentado alguna fotografía en alguna feria y en alguna galería, pero me siento muy inseguro. En el enlace anterior os cuento como en un entorno de evento solidario, he comprado mis tres primeras obritas de arte. «Obritas» por el tamaño. Que de la calidad… si no me gustasen no las hubiese cogido ¿no?
Recomendaciones semanales – 9 al 16 de noviembre de 2014 – Fotografía y otras artes visuales.
Quizá la novedad más importante ha sido esta semana, ayer en concreto, la muerte del fotógrafo francés Lucien Clergue, pero hay más cosas interesantes en mis recomendaciones de este domingo. De verdad.
Últimamente da un poquito de miedo ir a ver una película de ciencia ficción que venga con intenciones serias. Las de fantasía que se venden como «ciencia ficción» ya sabes un poco a que atenerte. Pero las que aparentemente vienen con un hala de ser ciencia ficción propiamente dicha, aunque se tomen sus licencias,… últimamente nos dejan insatisfechos por uno u otro motivos. Con la película que hoy traigo a estas páginas me pasaba un poco eso. Miedo a la decepción. Porque además tiene más alicientes. Un director, Christopher Nolan, que empieza a estar considerado como uno de los mejores de su generación. Bien es verdad que a mí no todo lo que ha hecho me ha resultado atrayente, independientemente de su oficio, que lo tiene y mucho. También nos ofrece unos protagonistas que como veremos están entre los intérpretes que más alabanzas han atraído en los últimos tiempos. Así que muchas expectativas,… más probabilidad de salir defraudado. Veremos lo que ha dado de sí, en una película de un género que siempre me ha atraído, la «space opera«.

La hipótesis de que la humanidad se vaya al garete no como consecuencia de un cataclismo global sino por una mezcla de factores ecológicos y económicos, especialmente por el agotamiento de recursos. Esto conllevaría hambrunas y retorno a tecnologías más atrasadas.
Estamos en la Tierra, en un futuro no excesivamente lejano. Ha habido guerras y la ecología está hecha unos zorros. Estamos en una situación no postapocalíptica como gustan en otras producciones, sino preapocalíptica. El final de la especie humana puede encontrarse a muy pocas generaciones en el futuro. Una especie humana que se dedica sobretodo a producir los alimentos que puede, habiendo perdido mucho conocimiento científico y tecnológico. Ahí está Cooper (Matthew McConaughey), un antiguo ingeniero y piloto de la NASA, reconvertido en granjero. Viudo, con dos hijos, de los cuales la chica, Murph (Mackenzie Foy/Jessica Chastain/Ellen Burstyn) es inteligente e inquisitiva. Y dice que tiene un «fantasma» en la habitación. Intentando desentrañar el misterio del «fantasma», descubrirán que la NASA no ha desaparecido, que tiene unas instalaciones clandestinas dirigidas por el profesor Brand (Michael Caine) y en la que participa también su hija Amelia (Anne Hathaway). Su proyecto es el de llevar a la especie humana a las estrellas. Y cuentan con Cooper. Aunque este tendrá que abandonar a su familia. Y no sabe cuándo y cómo los volverá a ver. Porque el viaje se verá afectado por los efectos relativísticos sobre el tiempo.

Estas flores de Almendro que fotografíe en estos paisajes cerca de Almudévar, en Aragón, ya no se pueden ver; esos árboles desaparecieron. En los 11 años que estuve yendo y viniendo a Huesca a trabajar, pude comprobar un deterioro progresivo del paisaje por la mano del hombre.
Muchas cosas se me ocurren. Y por eso he tardado cinco días en ordenar un poco mis ideas.
La película es una delicia desde el punto de vista visual. Desde el polvoriento paisaje terrestre a las visiones planetarias o estelares, hay un cuidado esmerado en buscar la verosimilitud. Que no es lo mismo que la veracidad. Quizá, hablando de ficción, más importante.
Es ciencia ficción casi dura. Por supuesto que hay concesiones al interés dramático de la trama; nadie espera otra cosa. Pero por fin vemos algo más que ciencia ficción basada en Newton con toques de fantasía. Estamos en un universo donde reina la física del siglo XX/XXI. Con algún toque de fantasía. Es casi inevitable. Otros se han dedicado a comentar lo que es buena ciencia y lo que es mala ciencia en el filme. A mí globalmente, me vale. Mucho mejor que prácticamente cualquier otra cosa hecha recientemente.
Tiene momentos de debilidad. Ese momento en que Hathaway como Amelia Brand suelta un monólogo en el que dan ganas de irte a preguntar al CERN si están buscando la partícula que media en ese campo de fuerzas que impregna el universo y que se llama «amor», me parece una tontada. Pero claro, es para preparar alguna otra cosita del final…
Se nota demasiado que hay un deseo de homenajear, quizá ponerse a la altura del 2001 de Kubrick. Acoplamientos espaciales dando vueltas. Algo o alguien que se vuelve loco lejos de la Tierra. Una estructura clara en tres parte; en la Tierra, el viaje espacial, y el retorno más o menos psicodélico… Y los robots, con forma de monolito cuando están en reposo… Pero no es lo mismo… Nop. Lo tomaremos como un homenaje; en ese caso resulta simpático. Si es un pretensión de ponerse a la altura de Stanley…, entonces es pretencioso. Claro. Estoy de buenas. Me resulta simpático.
La cosa dura casi tres horas. Pero no me cansé ni un pelo. Y reconozco que en algún momento me resultó emotiva. Así que, incluso en sus salidas de tonillo, la cosa aguanta. Yo me lo pasé muy, muy, muy bien.

Son diversos los autores que en los últimos tiempos observan fenómenos que podrían llevar a lo que llaman «una nueva Edad Media». Una caída global de la civilización, con paralelismos con la civilización mediterránea constituida por Roma, que llevaría no a una situación apocalíptica, sino a un empobrecimiento, una mayor morbilidad y mortalidad, una profunda caída demográfica, incluso a caída de las comunicaciones a larga distancia en la especie humana. Por ejemplo, para los componentes de ordenadores son necesarios elementos químicos muy raros en la superficie terrestre, que se extraen de zonas de conflicto. Si se acaban o se vuelven inaccesibles… poneros a imaginar.
Si ya hemos dicho que técnicamente hablando la fábrica de la película es de muy buena hechura, la cosa funciona especialmente porque efectivamente sus intérpretes están también en estado de gracia. McConaughey sigue en racha, y es un héroe con el que simpatizamos. Tanto la jovencita Foy como la excelente Chastain colaboran para que el personaje de Murph robe todos lo planos en que aparece. Un personaje femenino interesante contra el que no puede el que le toca en suerte a Hathaway, que no obstante está también a un muy buen nivel. Pero es que además hay una rueda de secundarios a su alrededor, Caine, John Lithgow, Matt Damon, brevemente Ellen Burstyn, y otros que funcionan muy bien.
No es una película definitiva. No ocupará en nuestro corazoncito un lugar similar a HAL 9000 y Bowman, a Robby y al doctor Morbius, a Klaatu y Gort, al coronel Taylor y Zira, a los replicantes, a Ripley y la Nostromo,… y a alguno más que me dejo. Pero será una película de ciencia ficción recordada con agrado, y que no me importaría volver a ver otra vez. O de vez en cuando.

La pobreza, el abandono de las ciudades, la pérdida del conocimiento científico y tecnológico podrían llevar a mayor fanatismo religioso, a la desaparición de los estados de derecho y otras estructuras sociales, si no en todo sí en buena parte del globo. Estaríamos ante un ocaso de la humanidad. En ese caso ¿quedaría alguien con tecnología y recursos suficientes para llevarnos a las estrellas como en el filme de hoy? Lo dudo.
Y este es el segundo artículo que he duplicado hoy en carloscarreter.es procedente de medium.com/@CarlosCarreter. Ambos relacionados con fotografía en blanco y negro tradicional en los viajes.
Hoy voy a pasar dos de los artículos que fui escribiendo en medium.com/@CarlosCarreter a carloscarreter.es. Los dos muy relacionados entre sí, ya que implican la fotografía con película en blanco y negro en la Gran Manzana. Espero que os gusten.
Muchas novedades esta semana, que expondré de forma telegráfica. Aunque antes de nada, decir que Doctor Who y Downton Abbey, dos de los éxitos británicos del momento con distintos públicos, han llegado a su falso final de temporada. Y digo falso, porque es evidente que ambos van a cerrar sus tramas en los especiales navideños. Así que será entonces cuando comentemos la temporada de ambas series.
Tenemos regresos. White Collar para se breve y última sexta temporada. Esperemos que tenga el final que se merece, porque ha sido muy, muy entretenida, y los echaremos de menos. Y especialmente a las novias de Neal…

Mucho Londres esta semana; de todas las épocas. Seguro que en algún momento ha salido Regent Street.
También para su tercera y última temporada vuelve The Newsroom, que a mí siempre me ha gustado aunque las opiniones sobre la misma han estado muy divididas. El primer episodio de esta última temporada me ha parecido estupendo. Y sí, estoy enamorado de Sloan Sabbith a la que encarna la guapísima Olivia Munn. Pero que conste que además de por lo guapa, el personaje me enamora por muchas cosas más. Perdidamente.
Ha regresado con su segunda temporada la ácida comedia sobre ese hospital geriátrico situado en algún lugar de California que aparece en Getting On (versión EE.UU.). Y ha vuelto más ácida que en su primera temporada.

O Picadilly Circus… Mmmm, estas fotos tienen ya diez años… el primer viaje que hice con fotografía exclusivamente en digital.
Nos llega la que parece una intensa e interesante miniserie, Olivia Kitteridge, de la que he visto un muy buen primer episodio y que intentaré terminar de ver este fin de semana que viene.
Y nos llega desde el Reino Unido una de espías, de estilo totalmente británico. Se trata de The Game, situada en plena guerra fría en la primera mitad de los años 70 del siglo XX. De las que hay que estar muy atento. Me gustó bastante el primer episodio. Así que ya veis… Muy movida la semana.
Es un hecho que los dos primeros libros que leí de Haruki Murakami me interesaron, pero también, hasta cierto punto se me atragantaron. Fueron Norwegian Wood (absurdamente traducido el título como Tokyo Blues) y Al sur de la frontera, al oeste del sol. No fue hasta que leí After Dark cuando le cogí el tranquillo al autor. Y desde entonces, no he dejado de leer ninguna de sus novedades y he ido recuperando novelas anteriores. En esta ocasión, no sabía qué me iba a encontrar con esa referencia a cierto autor checo en el título. He de confesar que no he leído a Kafka, así que no tengo referente para comparar.
Kafka en la orilla
Haruki Murakami; traducido por Laura Porta Fuentes
Tusquets Editores, 2006
Edición electrónica, 2013

Los bosques primarios de los climas subtropicales húmedos son importantes en la trama de la novela de hoy.
En los capítulos impares seguimos las peripecias de un joven de 15 años que se presenta a sí mismo como Kafka Tamura, que se ha escapado de casa donde vive con su padre, un famoso escultor, que siente desde hace tiempo la ausencia de la madre y de la hermana mayor, y que siente un gran vacío en su vida. Su huida le llevará de Tokio a la isla de Shikoku, donde algunas personas insospechadas le ayudarán, y acabará viviendo en el entorno de una pequeña biblioteca privada de Takamatsu. En los capítulos pares, sin embargo, conoceremos la historia del anciano Nakata, que quedó discapacitado intelectualmente durante la guerra mundial y que vive modestamente en Tokio de un subsidio gubernamental, no lejos del anterior, buscando gatos domésticos desparecidos de sus hogares. Un extraño incidente mientras busca a una gatita, le hará huir también de la ciudad; con ayuda de un joven camionero de 25 años, se encaminará también hacia la isla de Shikoku. Parece que los destinos de ambos están destinados a encontrarse.
Estamos ante ese género que se da en llamar realismo mágico. Cuando el autor nos muestra acontecimientos extraños, propios de la literatura fantástica, pero en un entorno que nos es cotidiano, compatible con el universo real en el que vivimos. Con una estructura que nos recuerda la de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, que leí no hace mucho, en las peripecias de los protagonistas se alternan lo cotidiana y hechos fantásticos, mágicos, o de carácter sobrenatural. Hechos que indudablemente ayudan a sazonar los dilemas a los que se enfrentan los protagonistas. De hecho, si con el tiempo he ido cogiéndole el gusto a las obras del autor es porque he entendido que lejos de intentar luchar buscando los porqués de estas situaciones, hay que verlas como claves para interpretar o comprender los mencionados dilemas. Y bueno,… están los gatos… que tienen un importante papel en todo esto. Y Johnnie Walken (que por su aspecto un diría que se tendría que apellidar Walker, uno de los misterios del libro) y Colonel Sanders,… Y la música. La de Beethoven, la de Coltrane, y otros…

Bosques que el autor sitúa en una de las cuatro islas principales del archipiélago japonés, Shikoku, pero que también podemos encontrar en la isla de Miyajima, que os muestro en las fotografías.
Los personajes de Murakami pueden parecer a primera vista normales. Pero no tardamos en encontrar a esos seres, muchas veces hombre jóvenes o adolescentes con dificultad para encontrar su rumbo, que se alían o se confrontan con personajes femeninos mucho más potentes, mucho más fuertes, incluso con sus debilidades. En este caso ambos personajes, tanto el joven como el anciano están ahí; porque el anciano no deja de ser poco más que un niño a efectos prácticos, totalmente perdido en un mundo fuera de las calles de su vecindario y sus rutinas.
Otro elemento importante es la naturaleza. Ahora que tengo reciente el viaje a Japón, donde he visto en cualquier rincón de un bosque una expresión de religiosidad con un pequeño santuario, con una pequeña estatua, propias del sintoismo, que he visto un altar ante el que se inclinan los japoneses en el hueco de un árbol, comprendo mejor el significado de esos bosques de Shikoku que sirven de metáfora a otros mundos trascendentes, ese donde es posible que se encuentren las soluciones a los dilemas que se plantean los protagonistas.

Ambas islas son bañadas por las aguas del Mar Interior de Seto, delimitado por la gran isla de Honsu y las más pequeñas de Shikoku y Kyushu.
Realmente, no es fácil comentar el libro, sin desentrañar algunos aspectos fundamentales que es mejor que descubra el lector. No se trata de desvelar o no desvelar la trama. Sino de acompañar a los protagonistas en su viaje de descubrimiento personal. Y en cierta medida, de redención personal. Murakami no da soluciones en sus obras a todos los dilemas que se plantean. La lectura de sus obras obliga a una actitud muy proactiva; el lector tiene que tomar sus decisiones personales sobre todo aquello que queda en el tintero y no se traslada expresamente a las páginas del libro.
He de decir que he disfrutado mucho con la lectura del libro, aunque en algún momento me he encontrado incómodo con la traducción. Pero evidentemente, imposible para mí acceder a la obra original como hago siempre que puedo con el francés y el inglés. Y quien sabe si en un futuro con el italiano ahora que me he puesto, parece que en serio, a estudiarlo un poco por mi cuenta.
Y hoy también avanzo un poquito para ir terminando mi serie sobre el patrimonio cultural de la humanidad según la UNESCO en Japón. Nos vamos a Kioto.