[Recomendaciones fotográficas] Parr, Ray y otros varios

Fotografía

En las últimas semanas he ido recogiendo bastantes recomendaciones. Pero como últimamente no incluyo muchas en estas entradas, se me han acumulado muchas. Hoy comentaré algunas telegráficamente, y el resto… caerán momentáneamente en el olvido, que la vida sigue.

Martin Parr es un fotógrafo británico que me cae muy bien, aunque nunca he acabado de cogerle el gusto a su fotografía. Cosas que pasan. Para darle una segunda vuelta a su significación, repasemos el artículo de Cartier-Bresson no es un reloj sobre este fotógrafo, y sobre la rareza que supuso en Magnum Photos cuando solicitó su entrada en la prestigiosa agencia.

Conocí la obra de Man Ray cuando estaba empezando en la fotografía, y desde entonces ha sido uno de mis favoritos. En las páginas del MoMA nos cuentan cómo se hace/hizo uno de su famosos fotogramas. O «rayogramas» como los denominaba él.

Las estaciones de tren, por lo menos las de antaño, que las modernas y funcionales son demasiado frías e impersonales, son lugares muy interesantes para practicar la fotografía. En American Suburb X nos hablaron de la obra de Helga Paris, fotógrafa de la vida cotidiana en la antigua RDA, la Alemania comunista, que realizó una interesante serie en la estación central de Leipzig al principio de los años 80 del siglo XX.

Me gustó mucho el minimalismo acompañado de un excelente dominio del color de la serie The In-Between, del fotógrafo Jacob Howard (instagram), que nos mostraron en Booooooom.

Aunque su estilo es distinto, también me ha llamado la atención por similares razones el trabajo Cry sadness into the coming rain de la fotógrafa namibia Margaret Courtney-Clarke, en el que explora la vida y el paisaje de su árido país de nacimiento. Nos lo han contado en Lensculture.

Y por hoy lo voy a dejar. Las fotos que acompañan la entrada son de la rosaleda del Parque Grande de Zaragoza, que no está tan llena de flores como otros años. Quizá por el descuido relacionado con los confinamientos por el covid-19. O quizá es que empieza a ser tarde y están ya marchitándose. Hemos perdido las relaciona temporales que teníamos tradicionalmente…

[Fotos] Paseo fotográfico a primeras horas de la mañana

Fotografía

Pasada el ansia paseante de mucha gente en los primeros momentos del desconfinamiento, cuando entramos en la fase 1 de la llamada «desescalada» en el regreso a la «nueva normalidad» (cómo odio todo este lenguaje), salir a caminar un domingo a las siete y media de la mañana vuelve a ser una actividad tranquila, solitaria y segura. Hasta el punto en que ya me animé a salir con una aparatosa Hasselblad a hacer fotos.

Los detalles técnicos los encontraréis en Paisaje periurbano con Hasselblad 500CM + Ilford FP4 Plus 125 a IE 400.

[Cine en TV] Jusqu’au declin (2020)

Sin categorizar

Jusqu’au declin (2020; 27/20200523)

Este fin de semana pasado estuve muy apático. Tanto en cuestiones televisivas como cinematográficas. Y no dediqué mucho tiempo a rastrear en las distintas plataformas en internet para buscar algún estreno interesante. El sábado, después de comer, vi en Netflix esta película de acción canadiense, francófona, dirigida por el desconocido (al menos para mí) Patrice Laliberté.

La acción, bastante previsible, una de las características de la película que lastran la película, se centra en torno a un grupo de supervivencialistas que se reúnen en algún lugar boscoso, más o menos remoto, frío y nevado, para una especie de seminario en el que van a aprender técnicas de supervivencia en caso de catástrofe apocalíptica. Como conseguir comida y recursos y como defenderse de los otros. Pero poco a poco las cosas empezarán a ir mal, y esas técnicas se van a ir volviendo en contra de los «alumnos».

Imágenes del viaje a Canadá de hace cuatro años… ¿Cuándo de nuevo?

Correctamente realizada desde un punto de vista técnico. La historia es muy previsible, los diálogos muy planos, y los personajes muy estereotipados. En algún momento en concreto funciona como película de acción modesta, destinada a matar ratos en los que no apetece pensar. Con un guion tan plano, los intérpretes poco pueden hacer para destacar.

Así pues, película no demasiado recomendable, aunque tampoco pasa nada especial se la ves, cosas peores han tenido éxito. De fondo, por ser benevolentes, subyace el mensaje sobre el hecho de que motivaciones egoístas, ver a los demás como rivales o enemigos, complican más la supervivencia que la búsqueda de colaboración, ver a los demás como potencial apoyo mutuo en situaciones difícil. Pero estos movimientos, tan propios de Norteamérica, parecen nutrirse de gentes de pensamiento ultraconservador y no especialmente cultivados. Yo pienso dos cosas. Que según cómo sean las condiciones de una catástrofe, igual vale más terminar pronto que intentar seguir adelantes. Que el egoísmo que muestran estas gentes es fácil ver en las calles de nuestras ciudades hoy en día, cuando la gente no ha entendido que el secreto para frenar la epidemia vigente es realizar acciones para proteger a los demás y no la visión egoísta de protegerse a sí mismo y allá cuentas los demás.

Valoración

  • Dirección: ***
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

[TV] Especial cosas de series; Westeros… un año después

Televisión

El 20 de mayo de 2019 terminaba una de las series más emblemáticas de la televisión, Game of Thrones. No sólo de los últimos tiempos; de la historia de la misma. Con un presupuesto elevadísimo, adaptación de una compleja obra literaria, con un amplísimo reparto con gente con mucha calidad, y unos temas muy adultos y complejos. Tenía de todo para darse el batacazo y de todo para ser un acontecimiento único. Un hito histórico. Y fue esto último. Pero… Hoy hace un año y una semana del acontecimiento. La semana es lo que me costó decidir cómo iba a redactar esta semana. La decisión de hacerlo la tomé ese mismo día del primer aniversario del final de los finales.

Algo que me ha pasado con algunas series, no muchas, no voy a decir cuales exactamente, es que cuando me dejan un impacto importante en mí pensamiento, en mi imaginario, en mis sensaciones… más pronto que tarde las reviso. Puede ser que las vuelva a ver enteras (Battlestar Galactica, Northern Exposure, Firefly), puede que sea una antología de sus episodios (Mad Men, House MD, Twin Peaks), pero inevitablemente vuelvo a ellas. La lista no es exahustiva. Necesito rescatar el detalle fino, necesito volver a saborear los mejores momentos,… necesito volver a sentir ese universo en el que he vivido eventualmente durante la emisión de los episodios.

El final de esas series pudo ser bueno (Mad Men, simplemente genial) o malo (Northern Exposure, no aguantó la pérdida de su protagonista principal). Adecuado (House MD, ah, la química entre sus dos principales personajes) o inadecuado (Battlestar Galactica, un drama político reconvertido a última hora en rollo teológico). Pero como la mayoría de las veces lo que importa es el viaje, poco importa el final. O no demasiado.

Un par de meses después de terminar Game of Thrones, en pleno verano, fresquito en casa con el aire acondicionado puesto, a gusto conmigo mismo y con el mundo en ese momento, me dispuse a ver el primer episodio de la serie de nuevo. No sabía si para volver a ver la serie o siendo el primero de una selección de episodios antológicos. Lo que no imaginaba es que tras 20 minutos de visualización, lo apagué. Y nunca he vuelto a sentir la necesidad de volver a Westeros. La última temporada de la serie, que para mí es la suma de las llamadas séptima y octava, que no fue más que una temporada dividida en dos, realmente se cargó todo lo que significaba aquella serie. Los posibles motivos por lo que sucedió eso son complejos. Y de algunos de ellos me di cuenta a posteriori. Desde luego el ceder la prioridad a la acción espectacular sobre el diálogo y la cocción lenta pero sin pausa de las motivaciones de los personajes y los acontecimientos. Desde luego la simplificación del carácter de los personajes, frente a sus dilemas y complejidades pasadas. Desde luego la precipitación y pésima gestión del tiempo interno de la acción. Pero había más cosas.

Recientemente vi un vídeo en Youtube realizado por Lindsay Ellis. No voy a decir que esté al 100 % de acuerdo con todo lo que dice. O que repase todo aquello que no me gustó. Pero sí en un 90 %. Y como ella lo cuenta mejor y de forma muy divertida. Aquí os lo dejo. Eso sí… en inglés. Y es más de una hora. Yo me lo vi en tres partes, para evitar la indigestión.

[Libros] El tribunal de las almas

Literatura

No perderé mucho el tiempo comentando este policíaco de Donato Carrisi. Me llegó recomendado de rebote, tras escuchar unas referencias al autor en una serie de televisión coreana que me parecieron curiosas, supongo que publicidad encubierta. Pero aparte de eso, realmente me lo recomendaron. El autor, más que este título en concreto.

Roma en octubre de 2008, tres años antes de la primera edición de esta novela en su idioma original, el italiano.

Dos personas que no se conocen llevan a cabo sendas investigaciones de crímenes reales o potenciales, y acabarán confluyendo en un mismo caso de un asesino en serie en Roma. Ella es una joven policía de la división científica en Milán, fotógrafa, cuyo marido, reportero gráfico, perdió la vida al caer de un edificio en construcción en la capital italiana. El es un sacerdote con amnesia y que pertenece a una extraña orden de dominicos cuyo fin es castigar los pecados más horrendos (ale, a tomar por el saco el famoso secreto de confesión de la iglesia católica).

Sinceramente, la investigación avanza de forma morosa, sin elementos de originalidad que la hagan destacar de otros productos parecidos, con dos personajes protagonistas a los que el autor de complejidad personal y emocional, pero que acaban siendo innecesariamente complicados más que complejos, y que, al menos en mi caso, fracasan a la hora de generar ningún tipo de empatía.

No siendo especial aficionado al género policíaco/género negro, de vez en cuando intento asomarme al mismo e intentar comprender porqué atrae a tanta gente y porqué se publican tantos títulos dentro del mismo. Y las más de las veces me quedo tristemente sorprendido de que sea así, y no entiendo el fenómeno. No es ninguna catástrofe, pero sólo para amantes del género. Supongo.

[TV] Cosas de series; rayos apocalípticos y apocalipsis adolescentes

Televisión

Dos series de Netflix que comencé con ganas en su momento, aunque luego me dejaron un poco frío. Muy distintas entre sí.

Into the night; un título en inglés es el elegido para la primera serie belga en la plataforma de vídeo bajo demanda. Como corresponde a un país con varios idiomas oficiales, está hablada en francés, predominantemente, algo en flamenco, y con diálogos también en inglés, italiano, ruso, turco, árabe,… y probablemente algún otro. La serie es de género apocalíptico. La premisa es la siguiente. Un militar italiano de la OTAN secuestra un avión que estaba pronto a desembarcar rumbo a Moscú, a principios de la noche, y obliga a la reducida tripulación y a algunos pasajeros a viajar en dirección opuesta. Según él, una alteración solar va a provocar un estallido, muy prolongado al parece, de radiación gama, por lo que hay que evitar exponerse al sol. Después de unas horas de viaje, se confirma que la gente está muriendo masivamente en las zonas en las que ya ha amanecido, comienza una carrera contrarreloj para mantener el avión volando siempre en la oscuridad, a la vez que se busca un refugio de algún tipo.

Escenas de ciudades belgas, Brujas y Bruselas, para ilustrar la entrada de hoy, en honor a la primera serie belga de Netflix.

No voy a entrar en las tontadas seudocientíficas que acompañan la premisa principal. De entrada, la atmósfera es bastante capaz de desactivar los rayos gamma, y las consecuencias nocivas no serían inmediatas sino como consecuencia de la alteración de la composición de la atmósfera que permitiría una mayor llegada de radiación ultravioleta ionizante y otros fenómenos. En qué medida sería un evento de extinción… pues depende. No entraré. Dejemos lo de la radiación como un mero macguffin para poner en marcha y mantener la acción. El problema real de la serie es que tiene muchos altibajos, poca capacidad para generar empatía sobre los supervivientes, algún que otro evento que roza el ridículo, como la «degradación gelatinosa» de determinadas sustancias. No acaba de provocar una reacción emocional del espectador. Ni da miedo. Ni genera preocupación por los personajes. Y te da igual lo que pase a continuación. El final está abierto a una continuación.

Never have I ever es la enésima versión de la adolescencia sumida en sus angustias habituales y en el entorno de un instituto. ¿Qué variación hay en esta ocasión? La etnia de la protagonista, india e hindú, y la crisis personal y familiar que supuso la muerte reciente y precoz de su padre. El entorno es el típico, de chicos y chicas populares y guapos pero tontos, y los chicos y chicas poco populares, menos guapos, listos, pero inadaptados. Lo de siempre. Por supuesto, como viene ser costumbre en los últimos años, el reparto, por su variedad étnica y sus preferencias sexuales, parece un anuncio de Benetton. No está mal, pero no dice nada nuevo. Y la chica protagonista es un poco chirriante y te dan ganas de abofetearla constantemente, lo que ya sé que está muy mal y nunca haría. Pero ganas te dan. Si estás muy aburridos y no tenéis mejores opciones… a por ella.

[Libros de fotografía] Paisajes humanos, humanos y paisajes

Fotografía

Desde hace ya un tiempo soy un adepto a los libros de fotografía que publica la modesta editorial Another Place Press. Así es como se definen ellos…

«… a small independent publisher showcasing contemporary landscape photography»

Another Place Press https://anotherplacepress.bigcartel.com/

Así que, suscrito como estoy a su blog en Tumblr y a su cuenta en Instagram, cuando me interesan algunas de sus publicaciones, que son una mayoría, a precios razonables y una presentación sencilla pero razonablemente cuidada, las pido. Y me las mandan por correo al cabo de unas semanas. El tiempo que pasa hasta que me llegan depende de si es una publicación ya impresa y en existencias o si es una reserva. Poco antes del establecimiento del estado de alarma en España, y su equivalente como se llame en el Reino Unido, país de origen de la editorial, tenía encargadas algunas novedades. Y han tardado en llegar. Más de la cuenta, como era de esperar. Pero ya están aquí. Y ya tengo encargadas algunas otras, propuestas en las últimas semanas. Me gustaría que hubiera propuestas editoriales similares en España, para apoyar a fotógrafos de por aquí… pero yo no las encuentro. A precios razonables. Por cierto, el responsable del asunto es el fotógrafo y editor escocés Iain Sarjeant (instagram).

Al igual que muchos fotógrafos que trabajan con Another Place Press, yo también investigo fotográficamente el paisaje cercano a mi domicilio, a mi entorno vital, a mi hábitat.

Recibí en primer lugar los tres primeros cuadernillos de una colección que han lanzado recientemente denominada Field Notes (cuadernos de campo). Y estos tres cuadernillos son:

  1. The Militarisation of Dartmoor de Nicholas J. R. White (instagram), en el que el autor reflexiona fotográficamente sobre la incongruencia que supone que un determinado lugar sea a la vez un campo de maniobras militar y un parque nacional, como sucede con Dartmoor National Park.
  2. Organised Recreation de Alishia Farnan (instagram I, instagram II) fue realizado en la ciudad ucraniana de Dnipro, donde se encontraba como artista residente cuando se votó el Brexit en el Reino Unido. La exploración del interior de los centros recreativos heredados de la época soviética le sirve para reflexionar fotográficamente sobre el auge de los nacionalismos excluyentes y el aislacionismo que está surgiendo en épocas actuales. Y eso que la fotógrafa no era conocedora todavía de lo que podía pasar con una pandemia a cuestas.
  3. El tercero, Alpes-Maritimes, es del propio editor, ya mencionado, Iain Sarjeant. Y para él es un block de notas visual sobre un lugar que le resulta poco familiar, en el sur de Francia, pero por el que le gusta vagar y observar.

Finalmente me llego otro libro de la misma editorial con más entidad como obra. Se trata de Suicide Machine de Dan Wood (instagram). Para entrar en contexto con la obra, es necesario saber que en torno a la ciudad y el condado de Bridgend surgió la noticia sensacional(ista) de que existió entre 2007 y 2009 una epidemia de suicidios. Lo cual conllevó mucha atención mediática, e incluso la realización de un documental. Sin embargo, no está claro que los datos de suicidios de esta zona estén, con eventuales variaciones propias de los números pequeños en estadística, dentro de las tasas propias del resto de la región y del país. El fotógrafo, por lo tanto, con su cámara va a buscar la realidad del lugar y de los emplazamientos donde se produjeron los suicidios, así como entra en contacto con personas relacionados con los suicidas. El fotógrafo nació y vive en Bridgend. El libro viene acompañado de una copia en papel de alta calidad de una de las fotografías en tamaño DIN-A4. No la que yo hubiera elegido, pero no está mal.

[Cine en TV] El silencio del pantano (2019)

Sin categorizar

El silencio del pantano (2019; 25/20200517)

Sinceramente, ahora que estamos a punto de entrar en la fase 2 del retorno a cierta normalidad tras la primera onda epidémica del covid-19, y con la emoción de ver si funciona o si desencadenamos la segunda, uno de mis mayores deseos es el de volver a las salas de cine. A ser posible, con algún estreno respetable. Porque el balance de los estrenos en plataformas en internet está siendo bastante pobre. Y hoy vamos con una producción estrenada en Netflix, dirigida por Marc Vigil uno de los implicados en El ministerio del tiempo, que recientemente a vuelto a RTVE/HBO en su cuarta temporada. Cuenta en su reparto con uno de los viajeros temporales del «ministerio», Nacho Fresneda, y con uno de los «héroes» que atracan casas de la moneda y tesoros nacionales, Pedro Alonso, en concreto el que interpreta a un violador. Y a pesar de todo, uno de los «héroes» de la serie, parece ser. Todavía me hago cruces por la ambigüedad ética de la serie, cuya cuarta temporada me he negado a ver. Que conste que mi reproche va contra la serie y sus responsables, no contra el actor, cuya persona y trabajo respeto, reservándome mi derecho a opinar si en una determinada producción lo hace mejor o peor.

La acción transcurre en Valencia, paradigma de las Españas corruptas, donde un asesino justiciero (Alonso), se dispone a hacer «justicia» con un profesor universitario y político involucrado en una trama de corrupción y tráfico de estupefacientes que implica a otros políticos destacados de la sociedad. Al justiciero lo persigue un matón burdo y brutal (Fresneda), para evitar que se desmonte el entramado criminal. Pero todo esto, desde el punto de vista de que es un escritor de fama (interpretado también por Pedro Alonso), quien está escribiendo la trama. Supongo que jugando con la ambigüedad entre la realidad y la ficción.

Y digo «supongo», porque es la única forma que esta trama tenga algún sentido. Por un lado, es muy básica; los malos, el justiciero, las persecuciones, y unas cuantas violencias, más o menos brutales, para repartir un poco de salsa de kétchup entre los espectadores. Sinceramente, el ritmo de la película es deslavazado, las interpretaciones son estereotipadas y poco matizadas, probablemente porque los actores no tienen mucho material sobre el que trabajar. Y la sensación que da es que todos estos éxitos televisivos españoles recientes son mucho más vacuos en sus cualidad artísticas de lo que sus éxitos apuntan, y que su presunta calidad no se traslada a esta mediocre película.

Sinceramente, si lo hubiera imaginado, no hubiera perdido el tiempo. Pero bueno, a lo hecho pecho..

Valoración

  • Dirección: **
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

[Nostalgia] Fotografías escolares

Fotografía

Estos días atrás, por diversos motivos, quizá porque el ambiente extraño derivado de la epidemia de covid-19 las favorecen, han surgido diversas conversaciones sobre los tiempos en que estudiábamos. En la universidad, en nuestra adolescencia, en el colegio de pequeñitos… Recordamos con más frecuencia a personas que teníamos olvidadas. Cuando hace unas semanas llevé a cabo este miniproyecto de reunir en imágenes con la Hasselblad algunos objetos y fotografías del baúl de los recuerdos familiar, también tiré de mis álbumes fotográficos de infancia, adolescencia y juventud.

Cuando llegaba la primavera, el tiempo era más seguro y podíamos estar en el patio del colegio con menos avatares climatológicos, llegaba el momento en el que en el colegio nos hacía la foto del curso. Desde que entré en el colegio a los 4 años hasta que los abandoné a los 17, tuve anualmente una fotografía similar a las que veis a continuación. Supongo que algo así sucederá con muchos de vosotros, no importa la edad que tengáis. No conservo todas las fotos. No sé porqué o cómo se perdieron muchas de ellas, justos las de los años intermedios. Tengo las de los dos años de educación infantil, las que veis abajo, y algunas de mis años de bachiller (en aquellos tiempos unificado y polivalente). Pero me faltan las de cuando tenía 10, 11, 12 años y otros…

He escogido los años de educación infantil. Hice dos. Por el caos administrativo en el que sumió al colegio el padre rector que había en 1967, fui admitido un año antes de los establecido oficialmente, con cuatro años, cuando la admisión debía hacerse en el año en que se cumplían los cinco años. Aunque aproveché el año plenamente, al igual que mis compañeros un año mayores, no me dejaron progresar, y tuve que repetir el curso para integrarme en mi promoción. Ese segundo año, los que estábamos en la misma situación, nos agruparon en la misma clase «Infantiles – A», mientras que los que entraron nuevos estaban en la otra en «Infantiles – B». Los pasamos muy bien. Nos lo sabíamos todo. Así que eramos los más graciosos y los que mejor se lo pasaban de todo el colegio, porque íbamos a lo nuestro. Durante unos pocos años, aquel grupo alcanzó cierta celebridad, hasta que el efecto se diluyó con el tiempo. Como digo, fue divertido. O ese el recuerdo que tengo. Después fue distinto.

[Libros] Amor

Literatura

No sé muy bien por qué, había olvidado comentar este libro. Una novela corta de Hanne Østarvik que terminé de leer hace varias semanas y que tendría que haber comentado hace por lo menos tres. Despistes relacionados con las anómalas rutinas que he llevado en los últimos meses, que se van paliando poco a poco, aunque todavía persisten, debido a la epidemia de covid-19.

La acción transcurre a lo largo de una noche. Los protagonistas son una mujer relativamente joven y su hijo, que está a punto de cumplir los 9 años. Desde un tiempo, no mucho, se han trasladado a vivir a una ciudad, pequeña, en el norte de Noruega, más allá del Círculo Polar Ártico. Hace frío. Pero la mujer se arregla y sale a dar una vuelta, a tomar algo, a conocer gente. El niño también sale a dar una vuelta y también entra en contacto con otra gente. Y va pasando la noche, con ambos fuera de casa, con mucho frío, los dos suponiendo lo que hace el otro y sin encontrarse.

Paisajes noruegos, lo adecuado para ilustrar el libro de hoy.

Es una narración compleja. Por los muchos matices. Una familia de sólo dos personas, que se quieren y se necesitan, pero que tienen un problema de base. No se comunican. No saben qué lo que el otro quiere, no saben qué es lo que el otro necesita, no saben dónde encontrar al otro. Todos lo suponen, nada saben realmente y, por lo tanto, se equivocan. Un delicado y estremecedor canto sobre la incomunicación y la incomprensión de dos personas que se quieren.

La novela tiene un tono pesimista, oscuro, que se ve confirmado en su final. Cuando dos vidas toman caminos divergentes, las consecuencias son imprevisibles. La soledad de la mujer, que no encuentra suficiente confort en su hijo, acaba afectando al niño, que por el contrario mantiene la confianza en la madre. Una novela desasosegante, recomendable, pero con el estado de ánimo adecuado.

[TV] Cosas de series; submarinos, nazis, dirigibles y dragones

Televisión

Hoy van dos series que no tienen nada que ver la una con la otra. Salvo que la acción sucede a bordo de un vehículo colectivo,… más o menos.

Siempre me han gustado las películas de submarinos. Son muy entretenidas. Suelen mezclar la acción, con el terror claustrofóbico, los conflictos humanos y otras cuestiones que ya sólo dependen de la imaginación del escritor/guionista/director, lo que sea según en qué se base la historia. Desde la panfletaria pero entretenida Destination Tokyo (1943), madre de todas las películas de submarinos posteriores, a la electrizante y carismática The hunt for Red October (1990), pasando por la apocalíptica On the beach (1959). Pero la que siempre tuve la impresión de que refleja mejor que ningún otra la realidad del interior de un submarino fue Das Boot (1981) de Wolfgang Petersen. Reflejaba muy bien la vida de los marineros, creo, y también cómo evoluciona la guerra y cómo pasan de los éxitos iniciales fáciles y espectaculares a realizar un trabajo de tremendo riesgo, con muchas probabilidades de acabar en el fondo del mar. Recientemente me enteré que en Amazon Prime Video se podía ver una serie de ocho episodios con el mismo título, Das Boot, basada igualmente en los escritos de Lothar-Günther Buchheim, un personaje, periodista en su juventud, comerciante de arte tras la guerra, que viajó como corresponsal de guerra durante un tiempo en el U-96, el barco en el que se basa la película de Petersen.

La serie sitúa la acción en la base de submarinos de La Rochelle y mezcla dos líneas argumentales, muy ligeramente relacionadas entre sí. Por un lado, las desventuras de un submarino con un nuevo capitán que no es bien visto por algunos de sus oficiales y tripulantes, y por otro lado, las desventuras de una traductora del francés a la alemán, nacida en Alsacia, y que acaba relacionada con un núcleo de la resistencia al mismo tiempo que con un oficial de la Gestapo. La serie es mucho más folletinesca y, aunque no está mal y es entretenida, no está ni de lejos al nivel de la película de la que derivaría. Dejan un final abierto a una posible segunda temporada que se debería haber estrenado ya en algún sitio. Muy premiada en los premios de la televisión alemana. En realidad, me ha dejado algo frío.

Kūtei Dragons [空挺ドラゴンズ, título internacional Drifting dragons] es una serie de animación japonesa. Un anime… término que me parece absurdo, porque no deja de ser en Japón un galicismo que proviene del francés dessin animé, por lo que lo lógico sería decir… dibujos animados. Lo de toda la vida. Últimamente paso muy por encima del comentario de estas series, salvo que merezcan mucho la pena. En esta ocasión lo hago por los sentimientos sumamente contradictorios que me surgen con ella. Japón tiene una cultura muy interesante, muy rica, apasionante, pero con eventuales cuestiones que te hacen preguntarte cómo una sociedad tan educada puede cometer según que desatinos. Uno de los desatinos japoneses es su actitud ante la caza de ballenas, muy criticados por su agresividad y su colaboración en el camino a la extinción de estos magníficos cetáceos tan amenazados. Esta serie… disimula. Pero mal. En lugar de las aventuras balleneros lo que hace es contarnos las aventuras de un… dirigible dragonero. Exacto. Lo dicho. El caso es que las aventuras marineras de los balleneros clásicos, desde el Moby Dick de Herman Melville hasta las aventuras de The Pilgrim en The World in his arms (1952), que no era un ballenero, que cazaban focas, pero da igual, son muy entretenidas. Y las aventuras del dirigible dragonero también… pero con la aprensión de ver constantemente a los balleneros actuales,… que me caen bastante mal. Lo dicho, los nipones que hacen cosas bien sobre cosas éticamente… mmmmm… mal.

Una curiosidad, el capitán del submarino de On the Beach, el capitán Ahab del Pequod en la versión cinematográfica de Moby Dick (1956), y el hombre de Boston, capitán de The Pilgrim… todos interpretados por Gregory Peck. Que aun tiene por ahí algún que otro papel de gallardo capitán de barco.

[Cine en casa] Unas cuantas más de Ghibli

Cine

Desde que empezaron a incluir en el catálogo de Netflix las películas de Studio Ghibli, me hice el propósito de ir viéndolas de nuevo. Casi todas. Ya he dicho varias veces que hay una… que me cuesta mucho volver a ver. Y es muy buena, que conste. La llega del estado de alarma por la epidemia de covid-19 fue el detonante para empezar a dar el repaso a esta estupenda colección de cine de animación. Y así, visitamos a los Yamada, conocimos a una princesa lunar, visitamos la isla volante de Laputa, recorrimos el continente de Terramar, y fuimos a saquear con Arriety. A Mononoke, Howl y Chihiro los tenía recientes de las sesiones especiales en los cines Aragonia de Zaragoza, en el último año. He tardado en volver a hablaros de este repaso cinéfilo, pero no porque lo haya abandonado, sino porque no he encontrado momento para seguir. Y aquí estamos con la siguiente tanda… con una sorpresa que me he dado a mí mismo, por mi mala cabeza.

Osaka

En primer lugar, solventar una carencia reciente. Pocos días antes del comienzo del estado de alarma, estaba prevista la proyección de Mimi wo sumaseba [耳をすませば, Si escuchas], de Kondō Yoshifumi, conocida en España como Susurros del corazón. Las dudas de la joven Shizuku en su primer año de instituto, y su relación con el aprendiz de lutier Seiji gustan mucho a los fans de Ghibli. Personalmente, es una película de momentos. Tiene momentos maravillosos. Pero al mismo tiempo siempre tengo la sensación de que el guion y el cierre de la película no están tan bien cerrados como en otras películas del estudio. Aun así, totalmente recomendable. Y además es de las pocas que tiene un spin-off, que volveré a ver un día de estos.

Era obligatorio que en un momento dado volviese a Kaze no tani no Naushika [風の谷のナウシカ, Nausicaä del valle del Viento]. Dirigida por Miyazaki Hayao, antes de la creación del Studio Ghibli, permitió su creación y está dentro del catálogo de la misma. Cuando en 2010 se proyecto en versión original en Zaragoza conmemorando el 25º aniversario de su estreno, me quedé maravillado, y de ahí derivó mi enganche a las películas de Ghibli. Y aun ahora, después de conocer a todos los personajes de este fantástico universos, Naushika, con Porco Rosso, Mononoke y Chihiro, es uno de mis favoritos. Imprescindible. Maravillosa.

Himeji

Junto a las anteriores, siempre he tenido debilidad por los protagonistas de una de las películas que muchos consideran menor de la productora japonesa. Aunque disfrazada de comedia adolescente, Kokuriko zaka kara [コクリコ坂から, literalmente Desde la subida de las amapolas], en castellano La colina de las amapolas, es un melodrama como la copa de un pino. Ese kokuriko, escrito con katakanas, コクリコ, es un galicismo, un préstamo del francés, coquelicot. Pero pasando de lo anecdótico, Miyazaki Gorō, su director e hijo de Hayao, hace un repaso al ambiente en Japón a la salida de la posguerra mundial, viviendo todavía las consecuencias de la misma y de la guerra de Corea, pero contemplando al futuro con olímpico optimismo (la acción se sitúa en las cercanías del puerto de Yokohama, poco antes de los juegos olímpicos de 1964 en Tokio). Los dos encantadores protagonistas de la película, mientras se muestran como líderes de futuro, responsables, comprometidos y animosos, viven su propio drama personal que les sitúa ante un dilema complejo de llevar adelante. Otra anécdota; la chica protagonista se llama Umi 海, que significa mar, y su hermana pequeña, Sora 空, que significa cielo.

Y esto se me está haciendo muy largo y no he terminado con el resto que he vuelto a ver. O simplemente a ver. Seguiré otro día, cuanto antes. Que tengo al menos cuatro películas más que comentar; os tengo que presentar a Marnie, las delicias de la vida rural, al ingeniero que diseñó el Zero, y a los mapaches de la era de Pom Poko. Esto… si no voy viendo alguna más, que es probable que sí.

Kibune (Kioto) – También en el encabezado.