A pesar de que hace tiempo que las aventuras de Astérix no son lo que fueron en los buenos tiempos de René Goscinny, por aquello de que tengo todos los álbumes de las aventuras del pequeño galo en forma de historieta, no los relatos ilustrados, que no me suelen gustar, compré hace poco el que hace el número 40 desde que se iniciaron las aventuras de los irreductibles armoricanos. Cuando Albert Uderzo se quedó solo, ya se produjo un descenso en la calidad de los guiones. Desde el número 35, en 2013, con Uderzo retirado, los nuevos álbumes venían firmados por Jean-Yves Ferri en los guiones y Didier Conrad como ilustrador. Y los resultados habían venido siendo irregulares. Y en este último número ha habido cambio de escritor, siendo el encargado del nuevo guion Fabrice Caro, más conocido como Fabcaro. Un escritor respetado, reconocido y con experiencia, por lo que se habrían nuevas experiencias.
Lutecia en los tiempos actuales.
La nueva aventura nos lleva a un esquema clásico en las aventuras de Astérix. Un personaje más o menos estrafalario, Vicévertus, se acerca a Julio César para ofrecerle una solución respecto a los terribles galos de la aldea rebelde armoricana. Y César le asigna la misión de aplicar la solución y derrotar de una vez a su pesadilla particular. El esquema me recordó mucho inicialmente a La zizanie (La cizaña), lo cual me animó mucho, porque es uno de los mejores, en el que quedó constancia del genio de Goscinny y de su traductor al castellano en aquellos tiempos, El Perich. Geniales, ambos. El nuevo infiltrado en la aldea gala no busca sembrar la cizaña, la discordia, entre los galos. Al menos no directamente. Es miembro de una nueva escuela de pensamiento positivo, L’iris blanc (El lirio blanco), y esta es el arma que piensa utilizar, especialmente centrándose en Bonemine, la esposa del jefe Abraracúrcix, siempre celosa de la gran vida que su hermano se da en Lutecia, donde vive y prospera.
La aventura empieza bien. Ya digo. En sus fases iniciales, claramente me recuerda a esa genialidad que fue La zizanie. El conflicto está bien planteado y de forma divertida. Y sirve para poner en solfa estas «escuelas» del buen rollito, tan frecuentes en las redes, con sus filosofemas a base de frases hechas que «suenan bien», pero con poca profundidad y muchas veces con derivadas mucho menos positivas de lo que aparentan. Por supuesto, salpicando las viñetas aparecen otros motivos de inquietud social en la Francia contemporánea. Los retrasos de los TGV, las manifestaciones de los chalecos amarillos, el esnobismo y la hipocresía de intelectuales y de la alta burguesía… y otros. El problema es que el desarrollo de la aventura se va desinflando, perdiendo interés progresivamente, y haciéndose extremadamente previsible. Se deja leer, entretiene un rato. Pero esta aventura de Astérix es una pálida sombra de lo que fueron. Es lo que hay. Hace mucho que nos falta el genio de Goscinny.
Hoy tenía intención comentar una serie de recomendaciones fotográficas que había ido reuniendo en los últimos tiempos. Pero ando con menos tiempo disponible del que pensaba. Así que voy a comentar unos libritos que compré ayer. Ayer fue un día atareado… en parte. La tarde-noche fue un éxito, porque en una de estas típicas cenas de Navidad que organizan los grupos de amigos, con uno de estos grupos conseguimos estar TODOS. Cosa que no conseguíamos desde hace muchos muchos años. Muy muy agradable, con un estupendo ambiente, donde lo único que desentonó, aunque a la larga no importó, es que el restaurante en el que estuvimos, agradable en nuestra experiencia, ayer estaba en modo «navidad» y tuvo un nivel de servicio apreciablemente inferior. Bueno… mi salmón estaba muy rico. Y los entrantes y la degustación de tartas del final también. Y por la mañana estuve haciendo recados. Y estos me llevaron al Salón del Cómic de Zaragoza que se celebra este fin de semana,… un momentito que…
… esto es… hice un fotografía instantánea a una «cosplayer» que se prestó a posar,… bueno, fui allí, compré algunas cosas, entre ellas un libro que me hizo mucha ilusión y que espero comentar dentro de unos días, si consigo centrarme en su lectura. Y luego fui a la escuela de fotografía Spectrum, donde había una liquidación de libros y antiguos catálogos de la antigua galería del mismo nombre, y un puesto con libros de fotografía con descuento de la Librería Antígona. Y cogí un par de cositas que os comentaré ahora. Las fotografías que acompañan también son de ayer. Rescaté un veterano Ricoh XR Rikenon 135 mm f2.8 que compré de segunda mano hace más 30 años en un taller de reparaciones fotográficas de Zaragoza hace tiempo desaparecido y que luego nunca usé mucho… porque esa focal nunca me ha resultado cómoda. Tiene una bayoneta K, compatible con la de Pentax, lo compré para mi Pentax P30N, hace mucho tiempo vendida para financiar la Pentax MX, y lo enganché con un adaptador a la Canon EOS RP. Y estoy alucinado con los resultado. Aunque es complicado atinar el enfoque.
La primera de ellas fue el catálogo de una exposición de Bernard Plossu que se celebró hace ya más de 15 años en Zaragoza. Plossu es un fotógrafo que me resulta especialmente querido. Cuando hace unos 30 años, después de comprarme mi primera cámara réflex en 1989 y hacer mis pinitos durante unos años, empecé a interesarme por la fotografía como una de las bellas artes, a comprar revistas y algún libro, y a visitar exposiciones. Y en una de estas me encontré a Plossu, fotógrafo viajero por excelencia, y me encantó y me llegó. Entonces entendí plenamente lo que significa que te guste la fotografía. Y desde entonces, el fotógrafo que fotografía fiel a su Nikkormat y a su 50 mm es uno de mis referente. Este sencillo catálogo, Los jardines del polvo, que se vendía por 2 euros, son fotografías de paisajes áridos, desérticos o casi desérticos, en blanco y negro, y en el que contrastan los realizados en el Oeste americano con su sucedáneo de las tierras áridas y desiertos de Almería. Sencillo, pero bien.
Y en el puesto de Antígona me encontré con un libro de Miguel Trillo, fotógrafo gaditano que se hizo un nombre fotografiando en los años 80 a los jóvenes de la movida madrileña, en su diversidad de tribus urbanas o, simplemente, en su colorida diversidad, reacción indudable a las décadas de dictadura gris, monótona. Cuando hace unos años se celebró una exposición de este fotógrafo en el Centro de Historias de Zaragoza, me gustó su estilo directo y franco. Retratos de las personas tal y cual son, si aderezos ni engaños, delante de una pared, puerta, o lo que sea que le sirva de fondo, con un flash directo, pero bien gestionado, y en los que se respeta a la persona fotografiada sin prejuicios, permitiendo que se vea y se sienta tal como es. Y ayer me encontré este Parejas y placeres, editado en 2008 por la galería H2O de Barcelona, en la que los sujetos no son individuos, sino parejas. Con un estilo similar al que he comentado, aunque con más diversidad de situaciones, hay no pocas realizadas más a la luz del día y con luz natural, son parejas de todo tipo y estilos haciendo lo suyo. Creo que es el tercer libro que tengo de Trillo, y bienvenido es a mi biblioteca.
Empecé a leer este libro cuando regresaba de mi viaje a San Sebastián, a mediados de octubre. Pero me estanqué. Sigo con la tónica de los últimos años. Cuando estoy de vacaciones me relajo y leo a buen ritmo, pero cuando no,… me estanco, no encuentro concentración para la lectura, y me cuesta terminar los libros. Así es que este libro de la surcoreana Shin Kyung-sook conseguí terminarlo durante los días de permiso que tomé al empezar diciembre, coincidiendo con las múltiples fiestas laborales que salpican esos días. Básicamente, en los trayectos en tren en los viajes en el día a Calatayud y Barcelona. El libro que traigo hoy se puede encontrar traducido al castellano como Por favor, cuida de mamá. Pero debe estar descatalogado, y no existe en versión electrónica que yo sepa. Sólo le he visto de segunda mano y con precios exorbitantes. En inglés existen dos versiones, una de una editorial inglesa que es el que yo he leído, y otra de una editorial americana, con un sutil cambio en el título, Please Look After Mom.
Shin Kyung-sook es una escritora nacida en 1963, en un entorno de familia humilde, en provincias, aunque se trasladó a Seúl a vivir con su hermano mayor cuando era una adolescente, donde, simultaneando trabajos y estudios consiguió una educación y llegar a convertirse en escritora. Pertenece a lo que se ha dado en llamar la generación 386, una generación de escritores que vivieron su juventud en los años 80 del siglo XX, que participaron en esa época en la transición democrática del país, y suponen el grupo calificado como de izquierda liberal, sea lo que sea eso en Corea del Sur. Me imagino que algo parecido a las posiciones más progresistas de los Demócratas americanos… o quizá haya alguna postura más a la izquierda, en un país fundamentalmente conservador. En cualquier caso, doy estos datos biográficos por ser importantes para la novela que nos ocupa.
En ella, un matrimonio de personas mayores, que vive en una ciudad pequeña de provincias, que vivieron en su juventud la guerra contra la mitad norte comunista de la península, viajan a Seúl para pasar unos días. Y al ir a coger el metro en la estación central de trenes a la que han llegado, se separan. El esposo se introduce en el tren metropolitano, mientras la esposa se queda en el andén. Y desaparece, ya no la encuentran. Sabremos al ir leyendo que esta afectada de cierto grado de deterioro cognitivo. En cuatro partes, con distintos puntos de vista, vamos recorriendo los esfuerzos de la familia para encontrar a la mujer, pero sobretodo conoceremos su pasado y el pasado de la familia. La primera parte es narrada desde la perspectiva de la hija escritora, culta, viajada, que se curró los estudios viviendo en la capital con su hermano mayor (a que resuena con lo que he comentado en el párrafo anterior). La segunda parte es narrada desde la perspectiva del hijo mayor, el preferido de la madre, como era tradicional en la sociedad patriarcal coreana, tema que ya se exploró en otra novela coreana que me gustó mucho, un hombre de éxito profesional, aunque no al nivel que le hubiera gustado. La tercera es la perspectiva del marido, que se casó en matrimonio de conveniencia con la desaparecida cuando esta tenía 17 años, y vivía pobremente en una aldea de montaña. La cuarta mezcla el punto de vista de la hija pequeña, la que fue cariñosa y alegría de la madre, farmacéutica que despuntó y acabó yendo a Estados Unidos y teniendo tres hijos, por lo que ha renunciado a su carrera, con el hipotético punto de vista de la madre, que observa externamente a sus hijos que la buscan.
La novela, en principio de ficción, no sé hasta qué punto la autora se inspira en su propia biografía para escribirla, en parte sí, está claro, es una reivindicación de una generación de mujeres en un época difícil, en un país profundamente patriarcal y conservador. Mujeres que vivieron en su juventud una guerra durísima y cruel, una posguerra en pobreza y dictadura, incultas, analfabetas incluso, con complejas relaciones familiares por el patriarcado oficial del país, y que a pesar de ello engendraron la generación mucho más culta que ha dado lugar a la Corea del Sur actual, una democracia liberal entre las de mayor calidad del mundo, con altos niveles de educación y de desarrollo tecnológico. Es un cuestionamiento también sobre las actitudes que los hijos de esas mujeres han mantenido hacia esa generación, a la que le deben mucho, pero que también les avergüenza porque les recuerda las miserias y la incultura en las que vivió el país.
Es un libro duro. Sin una resolución satisfactoria, pero con unos personajes que a pesar de todo están obligados a seguir con su vida, siempre con la sombra amarga de dónde estará la madre perdida. Un libro muy recomendable, bien escrito, profundo, engarzado en la realidad, alejado del glamour que desprenden los productos habituales de la cultura popular que nos llegan del país asiático como son los dramas televisivos o la música pop, que habla de contradicciones y de patrones sociales profundamente negativos para las mujeres, que en mayor o menor medida se dan en muchos países del mundo. No siempre es fácil de leer. Obliga a hacer pausas, y quizá ese sea uno de los motivos por los que me ha costado encontrar los momentos de concentración para seguir adelante con él. Pero es un oportunidad innegable de acercarse con veracidad a una realidad que en nuestro país quizá resuene menos entre los lectores más jóvenes, pero que sonará más a los que tuvieron padres que vivieron la guerra civil española y la posguerra en dictadura posterior, especialmente si vivieron en medio rural.
Ya comenté que estuve el lunes pasado en Barcelona. Y una de las cosas que hice fue darme una vuelta por librerías. Es algo que hace años hacía mucho, pero que había descuidado en los últimos años. Y no muy lejos de Casanova Foto, donde recalé nada más llegar a la Ciudad Condal, esta la librería Laie, y un poquito más apartada, pero no mucho, la librería Central. Y como tenía bastante tiempo, me acerqué a ellas.
Las fotografías acompañantes son de ayer por la tarde, hacia la puesta del sol. Paisajes urbanos con la Fujifilm GFX 50R. Como ópticas, el Fujinon GF 50 mm f3.5 y el Canon EF 200 mm f2.8 II USM con adaptador Fringer.
La librería Laie esta en la calle Pau Claris, que es continuación directa de Vía Layetana. No sé si de ahí le vendrá el nombre. Pero tiene muchas sucursales en museos y centros culturales. En Zaragoza regenta la librería y tienda de regalos de Caixaforum. Allí compre un pequeño librito dedicado a Anna Atkins, titulado Anna Atkins, la fotógrafa invisible de Lydia Oliva. Anna Atkins fue una fotógrafa pionera del siglo XIX, británica, que según nos cuenta la autora del libro fue anterior a otras figuras del momento, más conocidas por ser hombres. Atkins es conocida especialmente por el uso de la cianotipia la conservación de imágenes de plantas, ojas y flores, con fines documentales. Pero con una alto nivel estético. La cianotipia, ahora muy usada con fines artísticos, se usó inicialmente con fines técnicos. Era una forma sencilla de reproducir planos. En azul con líneas blancas, a partir del original blanco con líneas negras. El libro es pequeñito. Está basado en una ponencia de la autora en un congreso de fotografía hace ya trece o catorce años. Se lee enseguida. Y sus principales ilustraciones son las cianotipias de Atkins.
La librería Central están en la calle Mallorca. A un cuarto de hora caminando de la anterior. Me familiaricé con ella cuando visitaba hace años la ya desaparecida librería Kowasa, especializada en fotografía, y de la que eran vecinos. Es más amplia y con más catálogo que Laie. Y tiene un cierto saborcillo a otros tiempos. A cambiado poco desde que la conozco. Allí compré uno de los últimos libros que se han publicado, hace un año ya no obstante, de Saul Leiter. Leiter, uno de mis favoritos, precursor de la fotografía en color, pasó desapercibido durante la mayor parte de su vida, pero ha sido reivindicado con fuerza en los últimos tiempos. Con un archivo fotográfico de más de 40 mil fotogramas, hay material para muchos libros. Los que se presentan en este libro, con un papel mate que no es el que yo hubiera elegido en un principio, pero que no le sienta nada mal, no tienen la brillantez compositiva de sus fotografías más conocidas y publicadas. Pero ayudan a familiarizarse con el proceso de toma fotográfica del autor. Aportan comprensión a como sería el trabajo en la calle de Leiter, y por ello tienen un valor añadido. Y es que además, también están muy bien. La fotografía en la calle bien entendida, y no como muchos street photographers actualmente la entienden, tan descuidada e intrusiva. Muy recomendable.
Dos noticias tristes para los amantes de la fotografía considerada como una de las bellas artes nos han llegado con pocos días de separación. Y con ellas doy comienzo a mis recomendaciones fotográficas de este domingo.
Fue en Blind Magazine, en el boletín de novedades que recibo por correo electrónico, donde me enteré del fallecimiento de Larry Fink (1941 – 2023). Un fotógrafo que conozco desde hace muchos años, ya que sus primeras obras las vi poco después de comenzar mi afición hace ya 35 años. Se hizo famoso retratando la sociedad americana de una forma muy especial y original, a través de las fiestas, de sus celebraciones. Quizá se hicieran más conocidas sus fotografías en las que aparecen personajes famosos de la cultura, de la política, o del espectáculo. Pero también dirigió su cámara hacia la gente común. Pero también son muy interesantes otros trabajos. Me fascinan sus fotografías de mantis religiosas tomadas en blanco y negro, por ejemplo. O su retrato de algunas tribus urbanas. Y tengo mucho cariño al volumen sobre su fotografía que publico Aperture dentro de su imprescindible serie Photography Workshop. En Zaragoza, hubo hace unos años una exposición sobre su obra en el museo Pablo Gargallo. En fin… con más de ochenta años a sus espaldas es difícil de decir que sea una gran pérdida para la fotografía, pero creo que se merece el más sentido de los homenajes por parte de los amantes a la misma. Blind Magazine tiene una masterclass con Fink en formato video en Vimeo,… que no puedo insertar aquí, pero os dejo el enlace.
Algunas fotos más del viernes en Calatayud, realizadas con la pequeña Sony ZV-1, pero interpretadas en blanco y negro.
Y se nos fue Elliott Erwitt (1928 – 2023). Hace años que tenía la sensación de que Erwitt era inmortal. Que era como un duende, un ser sobrenatural, algo pillo, simpático, que viviría para siempre. Pero supongo que… bueno, la realidad es mucho mas material. Y pasajera. Cinco años le han faltado para ser centenario. Siempre se ha considerado como el fotógrafo del buen humor, capaz de sacar una sonrisa del rostro más sieso con su capacidad de ver y reflejar en sus negativos esos momentos de parádoja, de contraste humorístico. Pero es mucho más. Muchas de sus fotografías destilan crítica y compromiso social. Ternura. La fotografía de su mujer recostada en la cama con su beber de pocos meses es una de mis favoritas. Y qué decir de las que hizo en el rodaje de The Misfits en Reno, con otros fotógrafos de Magnum. Humanismo a raudales en forma de imágenes fotográficas. Como persona, no era perfecto, ni mucho menos. La propia mujer que miraba con arrobo al bebé se quejó muchas veces de su difícil conyugal. Como ser humano, el más humano de todos. Que la tierra le sea leve. La noticia de su fallecimiento ha aparecido en muchos medios, pero también destacaré la noticia de Blind Magazine, porque fue la primera que enlacé también, gracias al boletín de noticias especial que lanzaron.
Desde hace años voy siguiendo de vez en cuando la trayectoria de la rusa Evgenia Arbugaeva. Creo que desde que ganó el premio Oskar Barnack en 2013, entonces una fotógrafa joven que no había cumplido todavía los 30 años. Nacida en el Ártico siberiano, si veis un retrato suyo comprobaréis que tiene rasgos asiáticos, por lo que asumo su descendencia de las poblaciones originales de Siberia, o incluso de esas latitudes. Y a esa tierra lejana, dura, fría, pero hermosa, ha dedicado quince años de su trabajo, que ahora nos resume en el libro Hyperborea, con sus cuatro partes, el hombre del tiempo, Kanin Nos, Dikson y Chukotka. Trabajos en los que convive durante un tiempo con los protagonistas humanos de un paiaje que como he dicho es tan hostil a la vida humana como bella. Y sin embargo, allí vive gente. Siempre me han gustado sus trabajos, y tenía ganas de tener un libro de esta fotógrafa, que actualmente reside en Londres.
Terminaré con una exposición que se puede ver ahora en Zaragoza hasta el 7 de enero próximo en el Centro de Historias. Son las fotografías de Edward Quinn, fotógrafo irlandés ya fallecido hace 25 años, que vivió y trabajó en la Riviera francesa. Gracias a su amistad con Picasso, en cuyo círculo íntimo y familiar penetró, pudo acercarse también a la alta sociedad que vivía o visitaba la Costa Azul y sus centros vacacionales más glamurosos entre los años 50 y 70 del siglo XX. Fotografías amables, que resaltan el chic de lo francés y la sofisticación de esa alta sociedad vinculada al mundo de las finanzas, de la cultura y del espectáculo. Creo que es una exposición que merece mucho la pena. Es curioso que la vi coincidiendo con alguno de los últimos episodios emitidos de la serie The Crown en Netflix, especialmente el titulado Two Photographers, donde podemos apreciar (o despreciar) otra forma de acercarse a la fotografía de famosos en la misma región fotográfica, mucho más sórdida. Pero es lo que parece que prefiere consumir la masa… el morbo, las tripas de los famosos. No es que yo simpatice con ese mundo de socialités y gente con privilegios excesivos… pero tampoco con la carencia de ética en la práctica de la fotografía.
Hacía tiempo que tenía ganas de volver a leer algo de Junichirō Tanizaki. Es curioso que lo primero que leí de Tanizaki, un famoso ensayo sobre estética, no me acabó de convencer. Y sin embargo, progresivamente, y especialmente desde que leí su más famosa novela, ha sido un autor que me suele enganchar mucho. En esta ocasión vamos con una novela corta suya, que ya adelanto que me ha parecido estupenda.
Una cuestión… una pequeña digresión… Es frecuente ver escrito el nombre de pila del escritor como Jun’ichirō , con un apóstrofo en medio. Pero no me parece bien. En japonés no se separan las palabras en sílabas sino en moras, que es algo distinto. La transcripción de los kanji del nombre en japonés, 潤一郎, en hiragana sería, じゅんいちろう, donde la n y la i contiguas del nombre son dos moras distintas, ん e い. Si formaran parte de la misma mora, sería ni (に). Pero en la práctica, cuando hablamo,s no hay diferencias, y al transcribir al castellano, adaptamos de acuerdo a como pronunciamos la palabra. Así que creo que Junichirō está bien, sin el apóstrofo, eso sí con el diacrítico en la rō para indicar que son dos moras, una o larga, si se prefiere.
Shunkin fue una mujer de la era Meiji, de buena cuna, culta y refinada, nacida en la burguesía comerciante de Osaka, maestra en el arte de los instrumentos de cuerda tradicionales como el koto y el samisén, que tuvo la desgracia de quedar ciega de niña, lo que frustró su afición a la danza, aunque no abandonó la música, optando por convertirse en virtuosa de los instrumentos mencionados. Y con ella, Sasuke, el criado que la acompañó desde que quedó ciega y durante toda su vida, que a su vez se convirtió también en maestro de estos instrumentos musicales. Y que la sirvió con fidelidad hasta la muerte de ella, incluso tras la desgracia de quedar desfigurada su belleza sin par en un episodio no bien aclarado.
Es una historia de ficción. Shunkin no existió. Sasuke, tampoco. Pero se escribe la narración como si así fuese, como un homenaje al virtuosismo y belleza de la mujer, y a la devoción del hombre. Pero hay algo más, detrás de esa devoción de criado al ama hay un amor dispuesto a soportar lo que haga falta por estar junto a la persona amada. Y por otro lado, la actitud de la mujer, que se sabe dependiente del hombre, primero niño y después joven, y que le ofrece su cuerpo y su intimidad, aunque nunca reconocerá su relación en público más allá de la que estable entre ama y criado, como corresponde al clasismo de la sociedad japonesa de la época, incluso si su familia está en decadencia. Una relación claramente romántica, pero con elementos morbosos, con una relación de dependencia mutua que bordea constantemente ciertos fetichismos, incluso algunos diría el sadomasoquismo, aunque la novela es extremadamente sutil y elegante comparado con la mayoría de las obras que suelen adquirir estas etiquetas.
Tanizaki es un escritor excelente. Y en esta novela corta, disfrazada de texto con un cierto carácter elegíaco, y en ocasiones con un cierto tono poético, es un ejemplo de cómo transitar por una historia disfrazada de otra cosa. De cómo narrar la realidad de una intimidad entre dos amantes, bajo las apariencias adecuadas de una moral conservadora y, como consecuencia, hipócrita. Muy hipócrita. Uno de esos textos que crece con el recuerdo. Que tal vez mereciera una segunda lectura, para recuperar los detalles que puedan quedar perdidos en la primera, más cuando se hizo en el transcurso de un viaje, sometido a estímulos externos múltiples. No llevaría mucho tiempo. Una tarde dedicado a la lectura, no más. Tal vez lo haga.
Este libro llegó a mí de casualidad a través de una oferta enooooorme en formato electrónico. Una intriga de mafias y asesinos a sueldo por una especialista del género japonés, Kōtarō Isaka, que ha alcanzado cierta fama recientemente porque fue adaptada al cine con un reparto más o menos de campanillas, y que yo no vi. Porque no me interesó. De hecho, después de leer la novela, durante mis vacaciones en Italia, el sábado después de regresar del viaje, intenté ver la película,… y no pude pasar de los primeros 15 minutos.
El caso es que la novela no está mal. A mí me entretuvo. Su título original en japonés es María Beetle [マリアビートル], y en algún país de habla inglesa la novela ha mantenido ese título. Aunque en la mayo parte de los casos, película incluida, se ha optado por el título que hace referencia al apelativo que reciben los trenes de alta velocidad japonesa, que los nipones denominan shinkansen [新幹線], cuyo significado literal es nueva línea troncal. Aunque no sé hasta cuando será nueva, teniendo en cuenta que ya llevan circulando 59 años. Y es que la acción de la novela transcurre de forma casi integral en el interior de un Hayate [はやて], un tipo de servicio con pocas paradas, entre Tokio y Aomori en la línea Tōhoku, la que recorre el norte y nordeste de la isla de Honsu. O recorría, porque ahora esa denominación comercial creo que sólo se aplica a los trenes que unen Morioka y Aomori con Sapporo.
En uno de estos trenes, sorprendentemente medio vacío, ignorantes unos de otros, viaja una serie de asesinos a sueldo y sicarios de la yakuza, todos con misiones relacionadas entre sí, aunque ellos no lo saben. El personaje principal es un asesino a sueldo que se caracteriza por ser gafe, atraer la mala suerte. Su misión es sencilla. Subir al tren en Tokio, robar una maleta, y bajarse en la siguiente estación. Pero la fatalidad actuará y no podrá bajar del tren hasta su destino en Aomori. En ese trayecto, muchos encuentros, más o menos violentos, sucederán. Y no todos los viajeros llegarán a su destino. Vivos.
Entre la novela de acción y la comedia, humor negro, principalmente, estamos ante un producto de puro entretenimiento. No se un género que me vaya mucho. Pero reconozco que es una novela bastante entretenida, aunque no todas las situaciones y las subtramas tengan el mismo interés. Juega con el nada es lo que parece, y nadie es quien parece ser, y en general sale adelante con algo más que dignidad. No me veo leyendo más novelas de Isaka, pero ha estado bien la experiencia. En los cinco primeros minutos de la película, hacen volar por los aires el espíritu del libro y lo que lo hace interesante. Aparte del absurdo de poner a un grupo de asesinos no japoneses en un tren japonés.
Este tren lo cogimos en Kyoto para ir a Hiroshima. Por lo que sería un «Hikari». «Luz»
Este es el segundo de los fumetti que compré en La Feltrinelli de la estación de Torino Portanova el día que regresábamos a Zaragoza durante nuestras vacaciones, como os comenté hace unos días. Y lo compré tras un pique con mis compañeras de viaje que no voy a relatar. En cualquier caso, es más bien un manga que un fumetto, con guion e ilustraciones de Kazuo Kamimura, un mangaka que murió muy joven, demasiado tabaco, a partir de una historia del prolífico cineasta japonés Norifumi Suzuki.
Para mí, el parque de los ciervos por excelencia en Japón es el popular parque de Nara, al pie del Monte Kasuga.
Este relato gráfico pertenece al género del terror erótico, muy en línea que las abundantes películas de bajo presupuesto pinku eiga con toques de violencia y terror de la productora Toei en los años 70 del siglo XX, en la que estuvo encuadrado Suzuki. En esta ocasión nos movemos además en el entorno del mundo del cine. En una productora que puede ser una versión de ficción de la Toei, un veterano y ya anciano director está en sus horas bajas, pero todavía tiene poder, mientras que el protagonista de la historia es una ayudante de dirección con aspiraciones a algo más. La oportunidad surgirá cuando aparezca una adolescente, viva imagen de una estrella del pasado, que murió en extrañas circunstancias. Al parecer su hija. A partir de ahí se desata una intriga por ver quien dirigirá la primera película de la bella y misteriosa joven. Y algo más.
El relato es una historia de venganza con toques fantásticos. No es un género que a mí me vaya mucho, pero la historia está bien construida, y las ilustraciones son interesantes, aunque con un aspecto que resulta algo anticuado, lo cual no es de extrañar, puesto que el original debió de ser publicado hace como 50 años. En cualquier caso es entretenido. No apto para mojigatos, puesto que es bastante explícito tanto en sus escenas sexuales como en las de violencia. ¿Es recomendable? Exclusivamente para aficionados al género, entre los que no me encuentro a priori. Aunque en cualquier género se pueden encontrar obras notables. Pues eso. Sin más. Una lectura que quedará más que otra cosa como una curiosidad en mi historial lector. La próxima vez que entremos en un pique me pensaré si sigo la corriente o no. Aunque creo que las obligaciones contraídas por la contraparte del pique puede que lo tengan más difícil. Por cierto, el título de la obra es una clara referencia a The Deer Park de Norman Mailer.
Cuando terminábamos el viaje por Italia hace poco menos de un mes, me encontré que para el viaje de vuelta tenía que comenzar nueva lectura. La noche anterior terminé el libro que comenté recientemente. Y todavía no tenía claro cual de los que tenía en reserva en el lector de libros electrónicos quería empezar. Pero como hemos hecho en otras ocasiones, dado que llegamos a la estación de Torino Porta Nova con mucho tiempo para coger el Frecciarossa que nos dejaría en Milán donde enlazaríamos con otro tren a Bérgamo, nos dirigimos a la sucursal de La Feltrinelli de la estación turinesa. Creo que ya lo he comentado en alguna ocasión. Hay dos grandes cadenas de librerías en Italia, Mondadori y La Feltrinelli, pero nunca entramos en la primera, propiedad del entorno familiar del ya finado Berlusconi. La Feltrinelli, como editorial, siempre ha tenido una orientación progresista, y ha dedicado espacio y esfuerzos a otras literaturas.
La cuestión es que opté por dos fumetti, como denominan los italianos al género de la historieta o cómic. Son los dos próximos libros que voy a comentar, el de hoy y el próximo, dentro de unos días. El de hoy lo leí en el viaje de regreso a Zaragoza desde Turín, el siguiente en los pocos días entre el regreso de Italia y el viaje a San Sebastián. Y he de decir que el libro de hoy,… ya lo había leído. Pero cuando lo compré pensé que era otra aventura de Corto Maltés en el Asia Oriental, que yo no conocía, distinto del Corto Maltés en Siberia, que ya había leído, castellano. Este volumen de las obras de Hugo Pratt que compré en la estación de Turín está en italiano, con un título totalmente distinto a su traducción al castellano, que es el de las presuntas aventuras siberianas del marinero de La Valetta.
La traducción del título vendría a ser El patio escondido llamado arcano. Y se refiere a un bonito patio veneciano que creo que visité en 2008 en el sestiere del Castello, y que hoy, por la masificación ha quedado cerrado al público, aborrecidos los lugareños. Y es que las primeras escenas de la aventura transcurren en la Serenissima, y durante la aventura hay algún momento de nostalgia por volver a ella. La cuestión es que la aventura, en contra del título de la traducción española, no transcurre en Siberia sino en China. Aparte de unas secuencias en Hong Kong y en el trayecto hacia el norte, fundamentalmente transcurre entre la Manchuria dominada por los japoneses, aún no convertida en estado títere del imperio nipón, y Mongolia. Región donde tras la Gran Guerra y la Revolución Soviética, campaban todo tipo de fuerzas militares, cada una buscando su propio beneficio. Y en ese entorno entra la aventura de Corto, buscando el oro de uno de los señores de la guerra, por encargo de una sociedad secreta china femenina… más o menos.
No me importa haber errado en la compra. En estos momentos ni siquiera lo considero un error o, si acaso, un error afortunado. La lectura en versión original, el título original de la obra, y el haber podido dedicar atención a los detalles, al conocer ya la trama, me han permitido disfrutar de elementos nuevo de un relato que es uno de mis favoritos de las aventuras de Corto Maltés, si no el favorito. Con un álbum en un formato más manejable y agradable de leer, que los tradicionales, disfruté mucho de su lectura. He decidido regalar mi ejemplar en castellano, que está en muy buen estado, y conservar el italiano. Y esto es todo por ahora.
Unas semanas antes de irme de vacaciones, me llamó la atención en las ofertas de mi tienda habitual de libros electrónicos este libro del periodista español Manuel Chaves Nogales. Del cual en ese momento no sabía gran cosa. Pero lo que me llamó la atención fue el tema. Me explico. Aunque la cultura francesa siempre me ha atraído mucho, hablo el francés desde joven, no muy bien, pero soy capaz de conversar. Y leo en francés sin muchos problemas. Creo que es un país que ha ofrecido grandes cosas en las artes, las ciencias y el pensamiento. Pero al mismo tiempo, su historia moderna, desde la revolución de 1789 hasta nuestros días, está tan llena de contradicciones… que muchas veces he pensado que esos logros se alcanzaron a pesar de los propios franceses. En alguna ocasión, hace ya muchos años, en clase de francés en COU, la profesora, que era buena profesora pero con una falta de empatía por los alumnos masculinos que ocasionaba roces, nos dijo que los franceses tienen el corazón a la izquierda, pero el bolsillo muy a la derecha. Algunas de las cuestiones que ensombrecen mi opinión sobre Francia son algunas como el hecho de que celebren todavía a Napoleón, que no dejó de ser un tirano de mala especie, su nefasta política colonial, su hipocresía durante la Primera Guerra Mundial, ya que creo que la buscaron por revancha tanto o más como los alemanes, siendo responsables de muchas muertes, y su connivencia con el ocupante alemán en la Segunda Guerra Mundial, mucho más prevalente que las actividades de la resistencia. En los últimos tiempos, que fueran prácticamente el primer país de la Europa Occidental que diera cancha a un partido fascista, tampoco hace que mejor mi opinión. Y no olvidemos que la Quinta República francesa es consecuencia del golpe militar en Argelia en 1958 que devolvió el poder a De Gaulle, que lo usó para finiquitar la parlamentaria Cuarta República, para instaurar un régimen presidencialista, de menor calidad democrática, aunque reformas posteriores lo hayan suavizado a «semipresidencialista». Muchos analistas creen que el golpe de estado fracasado de 1981 en España estuvo inspirado, en lo que se refiere a sus actores menos radicalizados a la derecha, por aquel mayo de 1958 en Francia.
Pero quizá una de las cuestiones que más me han sorprendido es la facilidad con la que Francia se acomodó a la ocupación del ejército de la Alemania nazi tras la derrota sin paliativos de junio de 1940, y especialmente la ignominia que supuso el régimen de fascista del mariscal Pétain con capital en Vichy, especialmente colaborador en la represión de los elementos democráticos de la sociedad y en el exterminio de judíos. Nunca he considerado a Francia como uno de los victoriosos de esa guerra. Fueron derrotados y luego liberados. Que a las otras potencias aliadas les conviniera darles un trato de favor de cara al futuro de Europa y a la confrontación con la Unión Soviética… es otro cantar. Por eso «parece» que fueron de los ganadores. El caso es que este libro de Chaves Nogales nos habla de las razones por las que Francia sucumbió tan fácilmente ante el empuje alemán.
Chaves Nogales fue un periodista republicano español. Republicano moderado, en buenas relación con Manuel Azaña, lo que lo sitúa en posiciones políticas de centro izquierda. En cualquier caso, viajero incansable en su profesión, conoció las realidades de los estados totalitarios, tanto en la Unión Soviética como en Italia y Alemania. En 1933 entrevistó a Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, a quien consideró como un personajes ridículo. Previamente había escrito artículos y libros previniendo los males del régimen soviético. Cuando se desencadena la Guerra Civil en España, como es lógico, se pone al servicio de la República. Pero en 1937 se autoexilia ante los desmanes de la izquierda radical en su área de influencia, bajo el convencimiento de que ya no era posible un régimen democrático como resultado de la guerra; o se caería en una dictadura fascista, como sucedió, o se caería en una dictadura comunista, títere de Stalin. Hace tiempo que esta idea se instaló en mi cabeza también. Se instaló en París, donde se mantuvo muy activo, y conoció de primera mano la situación francesa en los años previos a la contienda mundial, así como vivió en directo la caída de Francia y del gobierno francés antes de huir a Inglaterra donde murió muy joven, pocos años después. Fue juzgado en rebeldía y condenado tras su muerte por el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo del régimen fascista español; lo cual no deja de ser triste y chusco al mismo tiempo en diversas dimensiones.
El libro analiza la situación de Francia en los años previos a la catástrofe, así como lo sucedido en los dos meses desde la invasión alemana de Bélgica y los Países Bajos en mayo de 1940. El tono de cada capítulo es periodístico, por lo tanto habrá que ser cautos a la hora de valorarlo como libro de historia. Es como un compendio de artículos de opinión sobre la situación y los hechos acontecidos en Francia en ese periodo de tiempo, más que un análisis histórico del periodo. Podemos considerar al periodista como un profesional ecuánime, un buen profesional, y desde ese punto de vista el libro es un documento de un valor excepcional. Pero como todo texto periodístico, no conlleva el mismo rigor que el texto del investigador historiador, documentado y filtrado. Conlleva consigo su carga ideológica. Chaves Nogales dibuja una situación con la que en general es fácil estar de acuerdo, puesto que se dio en muchos países. Tras la crisis del capitalismo más liberal en 1929, las democracias liberales se tambalearon y se vieron fuertemente tensionadas y amenazadas por los totalitarismo que al atenazaban por derecha e izquierda. Es lo que había pasado en España y en algunos países centroeuropeos, con consecuencias nefastas, y es lo que tensionaba la Francia de la Tercera República. Régimen que estuvo en vigor entre dos derrotas francesas ante los alemanes, la de 1870 y la de 1940. Francia, para Chaves, estaba atenazada entre una burguesía, clase industrial y ejército claramente atraídos por los regímenes fascistas, y unos movimientos obreros que estaban siendo manipulados y sirviendo a los intereses del estalinismo a través de la Tercera Internacional. Vamos,… que observaba la misma deriva que la que le había hecho ser pesimista con el final de la guerra española tal y como lo podía prever en 1937.
Chaves transmite un tono muy desesperanzado por la Francia de aquel momento. Admirador del pasado del país galo como tierra de libertades, padre de las democracias liberales, tierra de acogida a los perseguido, se muestra pesimista con su presente y su futuro por haber abandonado estas ideas ante los cantos de sirena de los populismo de extrema derecha y extrema izquierda. Está convencido de la capacidad de Francia para haber derrotado a Hitler, especialmente en los primeros compases del conflicto bélico antes de que se entrara en esa fase que se llamó la drôle de guerre, que para él fue determinante para minar por completo la capacidad defensiva y ofensiva del ejército francés. Nos dice estar convencido de que entre los oficiales jóvenes franceses hay muchos que saben cómo hacer una guerra moderna, pero las decisiones están en manos de los viejos dinosaurios que vivieron la Gran Guerra. Y al mismo tiempo, esa misma oficialidad ha sido seducida por el fascismo. Chaves no deja títere con cabeza en su crítica a la sociedad y a la clase política francesa.
Como libro de opinión, que es, debemos afrontar su lectura con espíritu crítico. Evidentemente, se notan desde el principio dos cosas. Una, el profesionalismo y saber hacer del periodista experimentado y bregado. Dos, la profunda convicción ideológica a favor de la democracia liberal, de la moderación y del diálogo que mueve al autor. Creo que es una lectura que merece la pena. Creo que es pertinente. Creo que es fácil que las poblaciones caigan con relativa facilidad en las tenazas entre fuerzas extremas o populistas. Algo de eso estamos viendo hoy en día, donde el diálogo entre moderados es mucho más raro que la tensión constante, y donde vemos aliarse a quienes representan fuerzas teóricamente centradas con los extremos antidemocráticos. En cualquier caso, es evidente que las ideas que yo me había hecho sobre la Francia que abrió con facilidad sus puertas al fascismo alemán, son compartidas por este testigo directo de los hechos que fue Chaves Nogales.
Graham Greene es un autor hasta cierto punto discutido. Por un lado, muchas de sus novelas fueron consideradas obras de entretenimiento, aventuras de viaje y espionaje que, aunque con un nivel literario superior al de otros autores del mismo género, no gozan del mismo prestigio que otras obras de más calado. Creo que un ejemplo claro de esto es The Third Man, cuya traducción al castellano leí en su momento. Pero cierto es que esta historia ha alcanzado más reconocimiento a través del guion que el propio Green escribió para el cine en una de mis películas favoritas del género negro. También leí en su momento una traducción al castellano de The Quiet American, otras de sus novelas más célebres, también llevada al cine, aunque en este caso no fue Greene quien escribió el guion.
Por otro lado, está la cuestión de sus creencias religiosas. Greene era católico, y en algunas de sus novelas, como la que hoy nos ocupa, se exploran los dilemas a los que se enfrenta el creyente de esta denominación cristiana. Por ponernos en contexto, no olvidemos que Greene era británico, y que en el Reino Unido hubo una fuerte legislación anticatólica durante siglos que sólo empezó a suavizarse hacia mitad del siglo XIX cuando se permitió el establecimiento de nuevo de diócesis católicas en el país. Curiosamente, hay varios famosos escritores británicos cuya obra siempre ha sido analizada desde la particularidad de su fe católica, como algo singular, de lo que no se suele hablar para aquellos escritores anglicanos o de otras denominaciones protestantes. He de decir que, en lo que yo conozco de la fe anglicana, sus diferencias de la católica son mucho menores de lo que nos quieren vender. Cosas que pasan.
En la novela que hoy comento, Greene nos traslada al periodo comprendido entre los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial y los inmediatamente posteriores a este conflicto bélico. El narrador, en primera persona, coprotagonista de la historia, nos habla de su relación adultera con la mujer de un funcionario del gobierno, de apariencia gris, pero exitoso, que terminó bruscamente tras un bombardeo con V1 sobre Londres, y que es recordado y, hasta cierto punto, reavivado, poco después del final de la contienda.
Los protagonistas de la novela son británicos al uso de la época, alejados de la religión, más allá de los convencionalismos sociales. El narrador se declara no creyente. Y asume la misma posición en su amante y el marido de esta, con quien relaciona de forma relativamente cordial. Pero en un momento dado, aparece la sospecha de que la mujer abriga creencias religiosas, vinculadas al catolicismo, incluso con la posibilidad, ignorada incluso por ella misma, de que fuese bautizada como católica al nacer. Todo ello provocará en un momento dado dudas y arrepentimientos, a pesar de no llevar un vida «ejemplar» en lo que se refiere a su fidelidad matrimonial. El narrador no es el único amante que ha tenido, puesto que, aunque nunca ha considerado la separación de su marido por quien abriga ciertos sentimientos, este es aburrido y no la satisface en muchos aspectos.
El narrador, en primera persona como ya he dicho, no es fiable. Su visión y su versión de los hechos vienen alteradas por las emociones, que oscilan entre el amor y el odio, por la rabia de haber sido abandonado. La mujer, en una de las partes del libro, se convertirá también en narradora, también en primera persona, a través de las páginas de su diario, donde conoceremos la otra visión de los hechos. Y al final, el narrador entra en una serie de sentimientos contradictorios cuando una serie de… ¿coincidencias sorprendentes?, planteen la posibilidad de que una conversión final de la mujer a la fe católica, conlleve su intercesión por gente necesitada de ayuda. De donde viene el debate de que el libro, más allá de ese romance tormentoso que se nos cuenta, es una reflexión moral y religiosa. Me cuesta pronunciarme sobre cuál fue la intención de Greene con este libro. ¿Poner de manifiesto sus propias dudas, sus propios dilemas internos? ¿Se encontró él también en situaciones similares, entre las exigencias de la fe y las relaciones con las mujeres? No lo sé. La novela, que empecé a leer hace un año o más, y que abandoné porque en aquel momento no me llegó. Sin embargo, cuando la volvía a empezar a leer desde el principio durante mis vacaciones, me atrapó, y en dos días, no es muy larga, estaba terminada. Eso habla del interés que despertó en mi. Me parece muy interesante.
Sinceramente, decidí adquirir este libro y leerlo porque el título me gustó. Al final de la «matinée» en su semitraducción al castellano. Ni siquiera sabía que tipo de matinée sería. Las más tradicionales son las de cine, a las que últimamente somos aficionados los fines de semana. No este, en el que la cartelera de Zaragoza está probablemente alterada por las fiestas populares. El caso es que cuando llegó el principio de mis vacaciones, una vez terminado el libro de Lagerlöf que comenté hace unos días, me dispuse a leer esta romántica novela de Keiichirō Hirano, en la que no me costó mucho comprender que la matinée iba a ser musical. El libro lo leí en su traducción al inglés, no me consta que exista una traducción al castellano.
La populoso y popular entorno de la estación de Chibuya en Tokio me servirá para ilustrar una entrada para la que también podría haber usado fotografías de París y Nueva York. De lo más cosmopolita.
Nos encontramos con una peculiar historia de amor en la que sus protagonistas, a lo largo del libro, sólo se encuentran cara a cara en tres ocasiones, además de intercambiar mensajes de correo electrónico y estas cosas. Ella es una periodista de agencia de noticias, hija de una japonesa y un director de cine yugoslavo/croata, de 40 años. Él es un prestigioso guitarrista clásico japonés de 38 años. Y se conocen en Tokio tras un concierto de este último. Conectan. Pero ella vive en París, y tiene que ir destinada una temporada a Bagdag, un lugar peligroso, donde estará a punto de morir en un atentado. Y el vive en Tokio, en una época de incertidumbres para su carrera. Cuando se vuelvan a encontrar meses más tarde, en París, la cosa seguirá adelante y harán planes de futuro. Pero cuando llega el momento del tercer encuentro, una serie de imprevistos y la mano «perversa» de la «villana» de la novela, harán que no se produzca. Los malentendendidos que surgirán los separarán durante unos años, en los que seguirán con sus vidas. Hasta el momento en que tengan una segunda oportunidad para ese tercer reencuentro en el que… Y hasta ahí puedo contar.
La novela me ha parecido una estupenda novela imperfecta, como ya comenté brevemente cuando terminé de leerla. Tiene algún altibajo en el ritmo de la narración. Hay sensación de que hay ideas que se repiten con demasiada frecuencia. Todo lo que pasa entre el fallido tercer encuentro y el tercer encuentro real… se me hizo algo prolijo. Entra en un detalle que no es preciso para entender la situación. Pero sin embargo, constantemente estás en vilo sobre lo que sucederá con esta pareja, que parece tener en contra al destino. Y las partes importantes están bien escritas, con elegancia. Por otro lado, empatizas con los personajes. Y a un cierto nivel, mi vida no es ni la cuarta parte de cosmopolita que la de estas gentes, hay elementos en la historia que resuenan mucho en mi memoria. Por lo que en general, me gustó.
Me gustó también algunas de las ideas que propone. Quizá la más evidente no es la que más me llama la atención. Las relaciones puntuales, de personas que se encuentran, que se gustan, que se enamoran, pero que no parecen estar destinadas a ser… las hay. Y muy interesantes. Pero la idea de que el presente y el futuro modifican constantemente el pasado, que este no es inmutable… es una de esas ideas que se ha metido en mi cabeza en estas últimas semanas y que me hace pensar mucho. Obviamente, los hechos del pasado no pueden cambiar. Pero las experiencias posteriores cambian su significado, su interpretación. Incluso pueden modificar sustancialmente el sentido de una vida. Por último, el final… no conozco a muchas personas que lo hayan leído. Pero casi todas dan un sentido a ese final… ¿abierto? Y yo no tengo tan clara en coincidir con ellas. Hay mochilas que vamos adquiriendo en la vida de las que es muy difícil desembarazarse.